Baúl del Castillo: balance de 2013

31 diciembre, 2013

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Edificio "La Paz", nº 1 de Gran Vía, Granada (fotografía de MB)
En estas fechas solemos mirar atrás para valorar cómo ha ido el año, lo que se denomina un balance. Desde que iniciamos este viaje en 2011, hemos venido realizando una reflexión anual situada siempre en este 31 de diciembre. Y ahora desde 2013 queremos valorar lo que ha resultado ser un año productivo, sin duda, y donde hemos continuado aquella labor originada hace ya dos años y medio, comenzando el que se convertirá en el tercero de nuestra andadura. Con un carácter multidisciplinar que siempre nos ha caracterizado, nuestra constancia bien merece un breve análisis.

Cada mes puede ser revisado con mis resúmenes mensuales, y como siempre, voy a empezar con números, las estadísticas. En cierta forma, aunque hemos aumentado nuestra cantidad de artículos, estamos pasando una etapa de disminución de visitas, aunque los seguidores suban siempre. No obstante, en 2012 cerrábamos el año con 325.000 visitas y ahora acabamos 2013 habiendo superado el medio millón, cerca de las 515.000. Nuestro mejor mes ha sido mayo, con 17.544, un número lejano a las 45.241, el techo que tocamos en noviembre de 2012, pero al que siempre aspiramos. Nuestra entrada más visitada desde que iniciamos el blog sigue siendo Vintage, seguida de Walt Disney, a ambos se les ha unido dos entradas de este año: Toy Story y Germán Garmendia. En cuanto a la procedencia de nuestros visitantes, ha crecido en los últimos meses el número de estadounidenses que nos visitan, superando a los mejicanos como el segundo grupo en estos días, aunque sigan ocupando ese puesto en el recuento general. Detrás de ellos, comparten puestos los argentinos, los colombianos y los alemanes, además de chilenos y peruanos en menor medida.

En cuanto a nuestros seguidores, no hemos aumentado demasiado en Blogger, donde alcanzamos los 137 en este mes respecto a los 114 del año pasado. En  nuestro Twitter hemos ascendido, desde 186 seguidores hasta los 244 que nos siguen actualmente. Nuestra página de Facebook, creada a finales del año pasado, ya tiene un total de 87 me gusta, y se ha convertido en nuestro medio principal de información y publicidad. Por otra parte, hemos tenido 54 comentarios este año, aunque no contamos las palabras que nos han dirigido a través de redes sociales o por correo electrónico, por lo que los datos no son definitivos. No obstante, y como hacemos año tras año, os animamos a compartir vuestros pensamientos con nosotros, a hacernos sugerencias y, en definitiva, a compartir la cultura, en este portal abierto a todos.


Nuestros artículos han vuelto a aumentar en número, y eso sin contar con nuevos colaboradores. Entre MB, Patomas y LJ, servidor, hemos cosechado un total de 173 entradas, superando las 154 del año pasado. Debo agradecer ante todo el trabajo constante que se está llevando a cabo en Baúl del Castillo, que ha conllevado una media de 15 entradas mensuales. Nuestra temática predilecta ha sido el cine, quizás por la relativa facilidad -más bien rapidez de visionado, ¡que no de análisis!- que tiene respecto a la literatura, pero hemos continuado en todos los aspectos que nos caracterizan: literatura, cine, publicidad y música como principales bastiones, aunque este año no haya faltado alguna cita con los videojuegos ni la sección ¡A ponerse series!. Solo me queda agradecerles su labor tanto a Patomas como a MB, el primero porque se ha consolidado como un gran colaborador, que nunca falta a su cita mensual para mostrarnos sobre todo parte de la historia del cine y de la literatura, y la segunda porque, además de ser administradora y redactora, nos ha sorprendido otro año más con sus diseños especiales, tanto para Halloween como para Navidad, así como con los banners, ¿qué haríamos sin ella, una pieza clave en Baúl del Castillo? Este año también nos ha vuelto a enseñar una colección de artículos sobre publicidad muy apetecibles, sin dejar de hacer reseñas literarias o cinematográficas.

En definitiva, unos números totales que arrojan un total de 415 entradas publicadas, más de 514.000 visitas, 266 comentarios y la cultura, nuestra meta, compartida por nosotros para vosotros.


No podríamos acabar el año sin agradecer también su granito de arena a esas personas que nos han apoyado de alguna forma u otra, perdonad si algún nombre se nos ha pasado: Sortilegio, Galileo Campanella, la editorial Stonewall, James Nava, Óscar R. Arteaga, Bel Gordillo, Sietemásuno, y todos nuestros seguidores.

A varios de ellos les hemos dedicado entradas, como nuestro Descubriendo sobre Sietemásuno, reseñas a libros de la editorial Stonewall, entre ellos uno donde participó Galileo Campanella Gustavo Liévano, Tiempo al tiempo o la noticia de la última publicación de James Nava. Ellos nos lo agradecieron a su manera, aunque para nosotros siempre ha sido un placer hacernos eco de proyectos culturales tan válidos como los aquí mencionados.

No podemos además más que congratularnos de que sigan adelante en sus propósitos, como lo hará Javier Yanes el próximo mes, con la publicación de un nuevo libro, Tulipanes de Marte. Le damos la enhorabuena por este nuevo libro que pronto estará en nuestras librerías.

Para ir concluyendo, hacemos un repaso, como el año pasado, a los meses que han compuesto este 2013 con una entrada por cada uno:
Hay muchas más entradas para descubrir, esta es una selección que quizás desmerece incluso el trabajo de todo un año, valga de ejemplo para que indaguéis en nuestro ya amplísimo archivo.


Esperamos que hayáis pasado unas felices fiestas durante esta Navidad y que podamos celebrar juntos este inicio de 2014, un nuevo año que nos espera y que deseamos que sea mejor que el anterior. Nosotros seguiremos con más reseñas, más artículos, más cultura, en definitiva. Pero nada de esto sería posible, sin vosotros. Gracias a todos.

Un estimable saludo, el administrador, 
L.J.

PD: Os dejamos con algunos vídeos de personas de las que hemos hablado alguna vez por el blog. Bel Gordillo y su canción Con vos, a la que felicitamos por su tercer puesto en Cantautores 2013 de la Ciuda de Melilla, Sietemásuno con un vídeo de su actuación en la Noche en Blanco de Granada, y las felicitaciones navideñas, así como el agradecimiento, de Germán Garmendia en su canal de Youtube HolaSoyGerman




"Un buen libro es un regalo que hace el autor a la humanidad."

-Joseph Addison




2001: Una odisea en el espacio, de Stanley Kubrick

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La técnica al servicio de un relato, basado a su vez en la deshumanización del ser humano frente a los avances de lo tecnológico, es lo que aún confiere entidad a 2001: Una odisea del espacio (2001: A space odyssey, MGM, 1968), todo ello contado a través de una calculada puesta en escena y unos efectos ópticos asombrosos, labor de todo un equipo de profesionales al servicio de un concepto y una visión particular, la de Stanley Kubrick (1928-1999); designios a los que también hubo de plegarse, en un sentido irreprochable, el gran Arthur C. Clarke (1917-2008), a la hora de elaborar un guión, convertido finalmente en novela (aún hoy en circulación con la traducción al español de Antonio Ribera; a Clarke dedicaremos nuestra atención el próximo mes).

El referido tema de 2001: Una odisea del espacio (a la que nos referiremos como 2001 en adelante, para abreviar) puede parecernos poco novedoso, pero en su día lo fue, pese a que era un asunto que los escritores, digamos clásicos, de la ciencia ficción, ya habían propuesto (y no solo H. G. Wells).

Pese a lo que algún purista llegó a creer, y aunque su influencia es mucha (menos en el sentido de unos buenos resultados visuales), su valor no reside en constituir la “pieza última” de la ciencia ficción de talante filosófico, sino -una vez más- en cómo relata su odisea por medio de la imagen, aquí más “elocuente” que nunca, debido a la cuasi ausencia de diálogos: el valor cinematográfico de la imagen forma parte del legado que recuperó 2001. Es por ello que las buenas películas soportan el paso del tiempo.

Kubrick y Clarke
La tesis de 2001, película y libro, es la intervención extraterrestre en el desarrollo evolutivo de la humanidad. Una presencia en forma de monolito negro, como medio abstracto de representación que evitaba concretar posibles descubrimientos futuros; en realidad, algo parecido sucede con las principales lunas de Júpiter, aquí todas iguales, pero que el Voyager mostró en toda su colorida variedad poco después.

Por tanto, la premisa es una posibilidad que redimensiona nuestra posición en el cosmos. Discutible será si la anterior ciencia ficción cinematográfica es o no tan desechable o infantil como se pretendió, por no disponer de la capacidad técnica que despliega 2001 (visión obtusa aunque viva incluso hoy). Porque un aspecto naif no presupone falta de ideas, y tampoco 2001 se desliga de las modas de su época, lo que no le resta valor. En cualquier caso, lo que sí supieron hacer tanto Clarke como Kubrick fue dar un paso más a la hora de desarrollar el potencial narrativo que supone que el “malo” sea una máquina, cercana a lo que Brian Aldiss certificó como “inteligencia artificial”, y el extraterrestre, un mineral (algo que ya ocurría en la apreciable The monolith monsters, John Sherwood, Universal, 1957).


Pero hablábamos de la escisión del ser humano como constante universal. El mismo impulso que le lleva a avanzar saliendo al espacio y combatiendo enfermedades, parece ir acompañado irremediablemente de otros aspectos fatídicos y absurdos, consustanciales a su propia naturaleza.

Por ejemplo, las relaciones mostradas entre países y colegas de profesión devienen tan “políticamente correctas”, que el intercambio de información -de confianza, en definitiva-, resulta aséptico, meramente formal. No en vano, durante la conferencia de científicos que se celebra en la Luna, el doctor Floyd (William Sylvester) hace un llamamiento a la ocultación, de cara a la opinión pública. Solo al final, y no por intervención humana directa, el desarrollo tecnológico y ético (la auténtica revolución pendiente) parecen ir de la mano con el nacimiento del chico estelar, el siguiente paso en la evolución del Hombre.


Conviene observar además, que la plasmación de 2001 debe reconocerse a otros protagonistas, comenzando por el olvidado Robert O’Brien, jefe ejecutivo de la Metro Goldwyn Mayer en sus estudios de Londres, donde se filmó una película por la que peleó hasta el final. Fueron tres años de producción, que conllevaron la puesta a punto del estudio en cuanto a efectos especiales, y en los que hubo de calmar a los ejecutivos, que no sabían si estaban financiando el relato más grande jamás filmado o un disparate de dimensiones cósmicas. Quiero resaltar con ello que, aunque responda a la visión de dos personas, Kubrick y Clarke, 2001 es un trabajo tanto de estudio como de autor (complementándose ambos, tal y como ocurría en la época del llamado “cine clásico”).

Entres los profesionales que se sumaron a la producción, generalmente por mediación de Kubrick, no podemos dejar de nombrar a los técnicos Douglas Trumbull y Wally Veevers (efectos especiales), Geoffrey Unsworth y John Alcott (fotografía), Tony Masters y Harry Lange (diseñadores de producción) y Ray Lovejoy (montaje), muchos de ellos en ciernes, y que dieron lo mejor de sí para alcanzar el arrollador aspecto visual de la cinta, trabajando tanto la profundidad de campo como desarrollando unas lentes focales muy nítidas (la llamada técnica estroboscópica), o empleando una prístina proyección de cielos y dobles exposiciones del negativo, elementos que otorgan al conjunto su realista credibilidad.

Todo un trabajo artesanal, apoyado por los conocimientos adquiridos por Kubrick durante la larga preproducción -algo no ajeno a su modo de proceder-; por ejemplo en cuanto al silencio en el vacío de un cosmos absolutamente indiferente (más que vasto), o el tratamiento de las sombras, totalmente negras en el espacio.


Durante la preproducción, Kubrick impuso, como los autores genuinos hacen, su punto de vista (con la aquiescencia de Clarke), detentando además, como productor (y conviene recordar que no era el único), el derecho al acabado final de la película. Pero durante la filmación y la postproducción, Kubrick aplicó un destacado proceso de acendramiento a la cinta. Eliminó un prólogo en el que varios científicos abordaban el tema de la posible vida extraterrestre, algunas secuencias explicativas o descriptivas, así como la presencia de una voz en off que esporádicamente esclarecía el discurso. Muchos de los que participaron en la elaboración de la película recordaban este estilo tan meticuloso como improvisado por parte del realizador neoyorquino.

Dramáticamente, lo que Kubrick pretendió fue mostrar el (supuesto) siguiente eslabón en la cadena evolutiva del ser humano; en realidad, un reencuentro con sus “orígenes”. Y pese a lo que suele repetirse de manera cansina, más que un super-hombre nietzschiano, término siempre equívoco, el resultado es un Hombre Nuevo. Pero el realizador, como sucedió a Truffaut, quiso alejarse paulatinamente de las teorías de análisis crítico de sus obras (excepción hecha de sus confidencias al crítico Michel Ciment).

 
Técnicamente, la proyección de 2001 exigía unas determinadas condiciones. El cinerama de la película era el de 70mm, lente anamórfica y un solo proyector. Superados estos requisitos, críticos y espectadores necesitaron verla más de una vez para poder apreciarla con justicia. 2001 precisaba encontrar sus propios espectadores. Por otra parte, otros intereses lúdicos reclamaban la atención, hasta el punto de que parte del público más adulto acabó desertando de las salas de cine.

Como la mayoría de cosas en la vida, el acercamiento a una obra como 2001 depende del “carácter” de cada uno -no hay mejores ni peores, sino diferentes, pero el elemento es siempre distinguidor-. Desde luego, debió de resultar frustrante contemplar como parte del público se levantaba durante la proyección y abandonaba la sala. Pero lo mejor que el cine, como otras artes, sigue ofreciendo es la posibilidad de que cada autor con personalidad, logre plasmarla, diferenciándose unas obras de otras, y proporcionando variedad. Nada hay peor que el actual y extendido reduccionismo; es decir, que solo sean tres -número simbólico- los títulos que se citan siempre.


En cuanto a la partitura original de Alex North, como muchos aficionados saben, el autor de Un tranvía llamado deseo (A streetcar named Desire, Elia Kazan, 1951) o Espartaco (Spartacus, Stanley Kubrick, 1960), vio como su composición fue ninguneada por “demasiado épica”. En efecto, al escucharla de nuevo -en edición de Varèse Sarabande, dirigida por Jerry Goldsmith en 1993-, siempre tratando de evitar en lo posible la comparación con el original y dejando claro que mi opinión (de la partitura, no del autor) es exclusivamente personal, la labor de North se muestra algo gélida, poco elegíaca y demasiado expresionista, aunque revela pasajes magníficos, como el titulado Moon rocket bus.

En cualquier caso, las obras seleccionadas por Kubrick, al margen de su comportamiento poco agradecido hacia Alex North, otorgan la rara habilidad de unir un pasado cultural, todo un referente, con un futuro de texturas inciertas, cuando no discordantes, en otra hermosa elipsis, esta vez “musical”, menos comentada que la más evidente, por visual, “elipsis del hueso”. Las obras seleccionadas fueron las de los compositores Johann Strauss, Richard Strauss, Aram Khachaturian y el rumano György Ligeti, aunque se sabe que Kubrick manejó otras posibilidades, que finalmente hubieron de ser “descartadas” al ir reduciéndose el metraje de la película, pero que sirvieron como ambientación en el plató; entre ellas las del genio de Chopin y el magnífico Ralph Vaughan- Williams (y no solo por su Séptima Sinfonía).


Como sabemos, tras el decepcionante arranque comercial, la película causó una honda impresión en público en general y artistas en particular, una vez comprendidos y asimilados sus contenidos argumentales. En España fue muy bien recibida, tanto por el público como por la prensa, y es justo reconocerlo; como la gran labor del doblador clásico Felipe Peña como la voz del super computador HAL-9000. Técnica y emocionalmente, nada tiene que reprochar a la original (y excelente) de Douglas Rain.

Escrito por Javier C. Aguilera



Publicidad No-Subliminal (XXIX): Campañas navideñas directas al corazón de nuestro país

30 diciembre, 2013

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Durante la Navidad, la publicidad se vuelve entrañable, no entiende de fronteras y nos intenta transmitir el espíritu emotivo tan característico de estas fechas. En nuestro país, obviamente, esto no iba a ser distinto, y por eso en nuestro ciclo navideño hemos seleccionado los anuncios y campañas más recordadas en España durante los últimos años; sin duda, traerán a la memoria de los más nostálgicos aquellos años y recuerdos de infancia y juventud referentes a estas fiestas tan especiales. Canciones, personajes, rostros conocidos o inolvidables mascotas son algunos de los elementos claves con los que dichas campañas han contado en innumerables ocasiones para transmitir un sentimiento de unión y felicidad propios de la Navidad.


El arte de la música es el que más cercano se halla de las lágrimas y los recuerdos.
    Oscar Wilde

Y es que, sin duda, la música es sinónimo de emoción y de recuerdo, llegando a ser capaz, incluso, de cambiar el estado de ánimo de la persona. Por ello, si la música, la Navidad y el recuerdo van de la mano, ¿cómo no unir todas esas formas? Así, veremos a continuación cómo la música juega un papel clave en la mayoría de campañas de publicidad, sobre todo, en las que hoy nos ocupan: las campañas publicitarias navideñas.



El Almendro vuelve a casa por Navidad. Desde los ochenta, su canción ya es considerada un clásico de cada año, un himno de reencuentro familiar típico en estas fiestas, representante de tantas personas que vuelven a su casa, a su hogar, gracias a que un año más es Navidad. Además, la canción apoya la estructura del anuncio, asociando de manera sutil esos anhelados encuentros con la vuelta del turrón Almendro, otro hecho también inevitable en las fechas que nos encontramos y un dulce más que característico dentro de la Navidad. En el vídeo de arriba podréis encontrar cuatro anuncios de diferentes Navidades, todos ellos con el denominador común de su entrañable canción.



Otro clásico protagonista en la publicidad navideña española son los juguetes. Entre ellos, destacamos este antiguo anuncio que ha tenido repercusión hasta nuestros días: las muñecas de la juguetera Famosa, un spot que mostraba a sus muñecas dirigiéndose al portal de Belén a ritmo de un villancico tradicional, otra canción que llegó a ser insustituible en las campañas navideñas españolas. Sin duda, es una muestra de que la música ha sabido captar la atención del consumidor y despertar su interés hacia el mensaje, haciéndolo inolvidable. Como anécdota, destacar también que el desaparecido dúo cómico Martes y Trece parodió la melodía en uno de sus programas especiales de Navidad, en el que las muñecas se dirigían al portal... pero para pedirle a Jesús Hermida que se callase de una vez.



Aunque este anuncio no tenga firma española, caló muy profundo en la memoria de los telespectadores de nuestro país, ya que, prácticamente, si se nos viene rápidamente la imagen de Papá Noel a la cabeza, es gracias a las clásicas campañas publicitarias de Coca-Cola. La marca de bebidas más conocida del mundo ha realizado muchos anuncios exitosos a lo largo de estas décadas, pero hoy nos quedaremos con uno muy especial, seguramente recordado por muchos por su gran belleza y emotividad.



Pero si ha habido una bebida clásica de la Navidad y que ha proporcionado cada año el toque de glamour necesario en estas fiestas, ha sido, sin lugar a dudas, Freixenet. Desde 1977, sus anuncios creaban año tras año una expectación máxima: estaban caracterizados por durar unos cinco minutos de media, siempre cargados de lujo, rostros famosos (actores, cantantes, deportistas, modelos...), burbujas, brillos y colores áureos. Actualmente, y desde hace un par de años, esa pomposidad se ha visto reducida a una austeridad que encaja más con el telespectador actual y la sociedad cotidiana en la que se ve inmerso, pero, a su vez, pierde esa esencia tan especial que siempre caracterizó a las campañas de Freixenet.



Cómo olvidarnos de anuncios protagonizados por niños en Navidad. Este caso fue bastante representativo en la década de los noventa. Edu era un pícaro chaval con todo el desparpajo del mundo para felicitar las fiestas, y con el que la extinta Airtel encontró todo un filón. Hola, soy Edu, feliz Navidad se convirtió en todo un fenómeno, una frase que se escuchaba continuamente y que se mantuvo a lo largo de los años posteriores, ya que quedó en la memoria de los telespectadores de la época y tuvo distintas versiones en las Navidades venideras.



Lejos quedan ya aquellos años en los que, inevitablemente, relacionábamos la entrada de la Navidad con el entrañable calvo de la Lotería y Apuestas del Estado. Al más puro estilo Matrix, el actor británico Clive Arrindell se hizo tremendamente famoso entre 1998 y 2005 gracias a una serie de spots sobre el sorteo, que, sin duda, calaron hondo en la sociedad española. Todos ellos iban acompañados de una melodía que se hizo característica cada Navidad: At the students cafe, de Maurice Jarre, y que forma parte de la banda sonora de la inolvidable película Dr. Zhivago (David Lean, 1965). La fábrica de sueños, el colosal bombo y sus esferas mágicas son los elementos de este asombroso lugar, ayudantes todos ellos a que, cada 22 de diciembre, los sueños que cada persona lleva dentro se hagan realidad.


Sin duda, si algo está claro, tras haber valorado algunos de los más famosos anuncios navideños en nuestro país, es que sin la música la publicidad tiene muy difícil el poder llegar y transmitir a la gente que la está viendo. Las marcas hablan de valores, emociones y pretenden generar sentimientos de unidad, amor y amistad. Por ello, y cada vez más, la Navidad se hace vital para transmitirlos, dentro de una sociedad carente y necesitada hoy en día de sentimientos de este tipo.


Escrito por Mariela B. Ortega


Adaptaciones (XXI): Dublineses (Los muertos), de John Huston

29 diciembre, 2013

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La despedida del cine de John Huston (1906-1987) fue Dublineses: Los muertos (Dubliners: The dead, Vestron Films, 1987), adaptación del último relato de los Dublineses de James Joyce (1914), llevada a cabo por su hijo Tony, con diseño de producción de Stephen Grimes, una hermosa música de Alex North, alejada de sus trabajos más vanguardistas, y fotografía de Fred Murphy.

Dublín, primeros días de 1904. Con la llegada del nuevo año, dos hermanas, las ya ancianas Kate y Julia, ofrecen su acostumbrada recepción a amigos y familiares en su casa. El feliz ritual incluye los emparejamientos para el baile, como distintivo elemento social, la declamación de un poeta, una interpretación al piano y otro par de viva voz -a las que nos referiremos después- junto al emotivo discurso tras la cena del sobrino, Gabriel (Donal McCann, 1943-1999); discurso que bascula entre el sincero respeto por la tradición y hospitalidad irlandesas, al siempre forzado elogio de las anfitrionas (que incluye a otra sobrina: Mary Jane - Ingrid Craigie). Naturalmente, entonces no existían los cacharros que proporcionan los temas de conversación -o simplemente los sustituyen cuando nada hay que decir-.

Pero el escenario es además psicológico, y ha sido creado desde mucho antes de la referida interpretación de una última canción (The lass of Aughrim), cuando la reunión ya ha concluido. Este otro “escenario” se ha venido preparando por medio del recitado de una hermosa y trágica poesía, y de la rememoración por parte de la tía Kate (Helena Carroll), de un antiguo tenor -¿un amor?-, trágicamente fallecido.


Todo el ritual, no solo de la celebración, sino de la vida misma, comienza con la expectación ante los primeros invitados en llegar, y culmina con el vacío que dejan los últimos al marcharse. Entre medias, John Huston tiene al acierto de deslizar la cámara por entre las pertenencias de toda una vida. Cuando tía Julia (Kathleen Delany) canta, la cámara se aleja brevemente del salón, para recorrer algunas partes de la casa, fijando su atención en dichos objetos, con lo que la representación se carga de significado.

Ya desde el primer momento, la puesta en imágenes de Huston confiere dinamismo al relato literario. La cámara, ágil, acompaña a los personajes durante la recepción de invitados y durante los bailes. Por su parte, la buena labor de todos los intérpretes otorga la suficiente credibilidad a esa familiaridad en las relaciones que mantienen los personajes.


Por descontado, Dublineses (Los muertos) es un relato acerca del (eterno) paso del tiempo. Pero el personaje central es Gabriel, porque el punto de vista de los hechos, tanto en el relato escrito como en el cinematográfico, recae sobre él. Se trata de un hombre metódico, como asegura su mujer Greta (Anjelica Huston) con respecto a sus “manías” hogareñas.

Pero a lo largo de la noche, Gabriel irá atando una serie de cabos afectivos, hasta que logrará hilvanarlos en una reflexión final, trasmutado en un Fantasma de las Navidades Pasadas, Presentes y Futuras, capaz de entrever, tal vez por vez primera, el sino (o como se solía decir, la estrella) del ser humano; una visión no exenta de cariño hacia aquellos que padecieron antes, y que soportan la carga de la desmemoria, último acto egoísta de los vivos.


En definitiva, ¿qué es lo que pasa por la cabeza de cada uno? ¿Qué experiencias constituyen nuestro devenir? ¿Hasta qué punto conocemos a la persona que nos acompaña? -no en el sentido de esperar algo negativo, necesariamente-.

A día de hoy, las convenciones son otras, pero el aparentemente contradictorio espíritu de camaradería y desolación que se desarrolla a lo largo del relato, es el mismo. De hecho, las reflexiones de Gabriel, como el buen uso de los mecanismos cinematográficos, tienen valor atemporal.

John Huston
El re-doblaje perpetrado para la edición española en DVD, que naturalmente obviaba el excelente trabajo original de Arsenio Corsellas como la voz de Gabriel, no deja más alternativa que su versión original (siempre la opción más natural; aunque repito lo dicho otras veces, sin demerito para la excelente labor de la escuela de dobladores española: no es este el caso, salvo para los que conservamos una edición original, casi diría que prínceps).

En cualquier caso, sigue resultando admirable que John Huston, él mismo a las puertas de abrazar el “sueño eterno” apenas concluida una filmación en silla de ruedas y con una máscara de oxígeno a su vera, fuera capaz de ofrecer un material que constituye una de las más hermosas despedidas que ha dado el cine.

Escrito por Javier C. Aguilera



Noticias: El anuncio de la Lotería Nacional se lleva el gordo

28 diciembre, 2013

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 INOCENTADA DE 2013

En España podemos estar de enhorabuena. Lotería y Apuestas del Estado ha revolucionado el panorama nacional e internacional por su último anuncio publicitario, protagonizado por ilustres intérpretes de géneros variados del panorama musical de nuestro país. Por ello, la campaña del presente año, Pon tus sueños a jugar, ha sido premiada en el prestigioso Publifestival, el Festival Internacional de Publicidad Social por su calidad musical, apoyo al sentimiento navideño y al impulso para que no se pierda la tradición de celebrar estas entrañables fiestas en familia.


El anuncio está dirigido por el cineasta Pablo Berger, quien logró diez Premios Goya con su película muda Blancanieves (2012), y protagonizado por cinco voces del panorama musical español: Montserrat Caballé, Raphael, Niña Pastori, Marta Sánchez y David Bustamante. Según señaló Loterías y Apuestas del Estado, la campaña representa un “retorno a lo más auténtico” y “una búsqueda de la esencia de la Navidad”. Sin embargo, desde el momento del estreno, el hashtag #LoteríaNavidad se convirtió rápidamente en trending topic en Twitter junto a los nombres de algunos de sus protagonistas como #Raphael. Este fenómeno continúa siendo una fuente imparable de retuits y nuevos contenidos satíricos, llegándose a escribir a diario 9.200 tweets con el hashtag #LoteríaNavidad y 1.400 con #Caballé, según datos de la compañía de servicios de búsqueda y analítica Topsy.



Desde la agencia de publicidad Tactics Europe, la encargada de diseñar esta campaña, se muestran satisfechos con la difusión. “Queríamos llegar a la gente, crear una comunicación cercana y se ha conseguido, generando visitas, generando viralizaciones y aumentando todas las expectativas”, afirma la directora de Servicios al Cliente de Tactics Europe. “En apenas una semana desde el lanzamiento del nuevo anuncio de la Lotería de Navidad 2013, la notoriedad en redes sociales ya ha logrado superar el nivel de repercusión social obtenida en los últimos años por cualquiera de los spots anteriores. Las redes sociales se han enganchado, interactuando con ella y haciéndola suya, muchas veces con ingenio y con humor, hasta convertirla en todo un éxito en Internet. Por eso, el mérito de este premio es gracias a la repercusión que ha traído el público y al saber hacer de los artistas que han colaborado en la campaña”, explican desde Tactics Europe. Estos premios pretenden ser un reconocimiento a empresas sociales o campañas solidarias y reúnen desde hace seis ediciones, a los publicistas, productoras, cadenas de televisión y diseñadores más destacados del panorama nacional e internacional.


Lejos quedan ya aquellos años en los que, inevitablemente, relacionábamos la entrada de la Navidad con el entrañable calvo de la Lotería. Al estilo Matrix (Hermanos Wachowski, 1999-2003), el actor británico Clive Arrindell se hizo tremendamente famoso entre 1998 y 2005 gracias a una serie de spots sobre el sorteo que calaron hondo en la sociedad española, que iban acompañados de una melodía que se hizo característica cada Navidad: At the students cafe, de Maurice Jarre, y que forma parte de la banda sonora de la película Dr. Zhivago (David Lean, 1965)Sin embargo, el director comercial de Loterías y Apuestas del Estado, Juan Antonio Gallardo López, asegura que "es cierto que hay gente que lo sigue reclamando, pero el calvo marcó una etapa determinada. Todos lo anuncios tiene un principio y un final. Además, tras el calvo hemos tenido ya otros ocho anuncios diferentes". Sin duda, esta campaña ha marcado un antes y un después, quedando en la memoria de todos los que hemos visto el anuncio durante este mes. Es por ello que desde el departamento comercial de LAE aspiran a repetir el éxito el año que viene junto a otros cinco grandes de la canción melódica española: Pitingo, Plácido Domingo, Camela, Melody y Cañita Brava.



Desde Baúl del Castillo, nuestra más humilde y sincera felicitación a Lotería y Apuestas del Estado, a la agencia Tactics Europe, y a los creadores y protagonistas de esta campaña que, sin duda, estamos seguros que les otorgará muchísimos más éxitos en los años venideros. Aquí os dejamos el enlace al anuncio oficial.


Escrito por Mariela B. Ortega


Clásicos Inolvidables (XXXVIII): Dublineses, de James Joyce

27 diciembre, 2013

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James Joyce
Vi, o imaginé, que la geografía, que a dosis tan parcas me enseñaban en la escuela, adquiría sustancia ante mis ojos” (Un encuentro).

Relatos de vecinos, experiencias de juventud y retales de la infancia -como ese “descubrimiento” del paisaje dublinés que hace el muchacho de Un encuentro-, forman el microcosmos realista que propuso James Joyce (Dublín, 1882 – Zúrich, 1941) en su colección de cuentos Dublineses (1914), una de sus obras más “asequibles”, junto con el Retrato del artista adolescente (1916). La “desaparición” en vida, más incluso que la muerte, vertebra estos relatos de las gentes de Dublín y de la ciudad misma. Esta presta su escenario, pero las anécdotas son, una vez más, intemporales y universales: los muchachos que intuyen un peligro y esto les acaba acercando (de nuevo Un encuentro), o el relato de Evelyn, de diecinueve años, que está a punto de huir de su casa con Frank, el chico al que ha conocido recientemente y que trabaja en un barco…

De este modo, el microcosmos al que hacíamos alusión, trasciende el elemento geográfico, y puede ser compartido de forma genérica, convirtiéndose en un macrocosmos. Ello no obsta para que en las narraciones de Dublineses prevalezca la descripción de una atmósfera más psíquica que física, encarnada en unas personas, unas vidas, ligadas a una ciudad.

Joyce ya se muestra particularmente diestro en la confección de monólogos interiores, procelosos procesos mentales de unos individuos a los que, la mayoría de las veces, les embarga lo cotidiano. Son fragmentos vitales de antes y de ahora, a veces minimalistas, a veces costumbristas.

La prosa de Joyce nos hace percibir el calor de un lugar, aunque su fuerte es la descripción de unos personajes cuya magdalena del recuerdo puede ser una canción arrinconada en la memoria, que de repente emerge. En este sentido, la descripción psicológica alcanza su madurez en el proceso introspectivo de Gabriel Conroy, junto a la exposición del resto de personajes de Los muertos, que se describen así mismos “por lo que dicen”. (Volveremos a este relato en una próxima entrada, con motivo de su adaptación para el cine).

A estos ejemplos se suman lo irónico de los convencionalismos sociales en La casa de huéspedes, el desapego hacia el mundillo artístico en Una madre, o la crítica hacia determinados aspectos de la religión -o de la ignorancia piadosa- en La gracia.

No son las únicas convenciones puestas en tela de juicio; también lo son las igualmente etéreas amistades (más que la amistad) en Después de la carrera, frente a los sentimientos puros que muestra el personaje de Mary en Arcilla.


La referida prosa de Joyce describe de manera impresionista, con pinceladas sueltas, desde una noche de “ponches calientes” (en Contrapartidas, de tan terrible final), a los “ojos sin vida” de la Tía Julia (Los muertos). En Dublineses pasamos, sin apenas intervalos, del ritual de una celebración, a la celebración de un ritual, más invisible, que sería el de la propia vida.

Escrito por Javier C. Aguilera


Ted, de Seth MacFarlane

26 diciembre, 2013

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Un cuento de Navidad, eso es lo que parece este film dirigido por Seth MacFarlane en su inicio, aunque ese propósito sea desmentido desde antes de verlo, gracias a la campaña de promoción que incluso anunciaba la película como algo más grotesco aún de lo que resultó ser. John Bennett era un niño inocente que deseó que su oso de peluche Ted fuera de verdad, sueño que se cumplió. 


 Lo que podría haber sido una película de corte infantil o una especie de versión actual de Pinocho se convierte pronto en una historia de desfase protagonizada por un oso de peluche que, bajo su apariencia adorable, esconde una personalidad alocada. Sigue un estilo de vida que perjudica a su amigo inseparable, John, y que lo aleja de las responsabilidades que tiene que asumir con su trabajo, su novia Lori y su vida en general. 

Pese a lo anteriormente citado, Seth MacFarlane no va más allá, cerrando su primer film de una forma moralista y manida, dejando todo su esperpento en la apariencia y los chistes. Encontramos en Ted (2012) el mismo humor que despliega en las series televisivas que le hicieron famoso: Padre de familia (Family Guy) y American Dad, descritas en nuestro país como gamberras y que suponen realmente una crítica a la sociedad y a las costumbres estadounidenses. Por otra parte, podemos destacar de la carrera de MacFarlane su actuación en algunos films o haber sido doblador de animaciones, incluyendo a personajes de sus series o al protagonista de esta película.

Seth MacFarlane con un oso de peluche como Ted
Hay quienes hubieran preferido una película entrañable sobre el osito que adquiere vida e incluso quienes hubieran deseado una especie de Chucky, pero la realidad es que se trata de un oso que parece un juguete roto, tal y como nos muestra la vida que llevó gracias a la fama de ser un muñeco parlante. A partir de ahí, vive la juerga como vida entre drogas, sexo y alcohol a costa también de la vida de su compañero de juegos, John Bennet. Este es interpretado por un Mark Wahlberg que ofrece una actuación algo plana y típica, algo de lo que no podemos quejarnos pues lo pide el papel.

Pocos cambios en el resto del reparto, que no brillan en absoluto y que resultan igual de planos, desde la novia, Lori Collins, que recae en la actriz Mila Kunis, hasta el antagonista rarito, ocupado por Giovanni Ribisi, cuyas intenciones son intencionadamente previsibles, como el desarrollo de la película. Porque precisamente la verdad sobre este film es que no cumple realmente con lo prometido, pues aunque pudiera no ser de nuestro gusto esta tipo de humor, acaba entrando en una dinámica muy habitual en las comedias románticas.


Se vuelve precisamente tan recurrente que acaba siendo una película infantiloide con chistes para adultos, con bromas que seguramente harán reír por sus referencias actuales, pero que se perderán con el paso del tiempo al ser demasiado circunstanciales, y un argumento manido cuyo atractivo radica en un único personaje novedoso. Una remezcla de géneros (comedia romántica, drama, parodia, etc.) que expone un humor ácido, algo fácil, pero que arrancará alguna carcajada esporádica. Hay, además, un cierto homenaje a las películas algo cutres de superhéroes, especialmente a Flash Gordon (1980), protagonizada por Sam J. Jones, quien realiza un cameo en el film en un guiño a su interpretación ochentera.


En definitiva, un film que trae a escena a ese personaje tan actual como el eterno adolescente y lo enfrenta directamente a un oso de peluche. No se trata de una película corriente, pero acaba siéndolo. Una contradicción que, sin embargo, convenció a muchos, pero que no logró llevar su idiosincrasia hasta el final.

Escrito por Luis J. del Castillo


Cinema Paradiso, de Giuseppe Tornatore

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Cinema Paradiso es una de esas películas que te roban el corazón y que emociona aún más en unas fechas tan entrañables como en las que nos encontramos. Derrocha un amor incondicional hacia el cine, por parte de sus protagonistas , ya que la trama principal se desarrolla alrededor de un humilde cine local: el Cinema Paradiso. Giuseppe Tornatore, su director, es el responsable de este gran homenaje al séptimo arte con una de las mayores joyas cinematográficas de los últimos veinticinco años, plasmando cada detalle y cada sentimiento vivido en un cine, desde la historia de un proyeccionista hasta las reacciones que experimentan sus espectadores.


La mayor parte de la película tiene lugar en el pasado, desde el recuerdo infantil de Salvatore, conocido desde su infancia como Totó, que se desarrolla poco después de la Segunda Guerra Mundial. A modo de flashback recuerda su inquieta y mágica infancia y posterior juventud en el pequeño pueblo de Giancaldo (Sicilia). En él llegaría a trabajar en la cabina del cine local, forjándose una amistad inquebrantable con el responsable de la misma, Alfredo, una persona solitaria y entrañable que tratará a Totó como si fuera el hijo que nunca tuvo. Totó es un hijo travieso pero muy inteligente de una viuda de guerra y, a sus seis años, descubriría su amor por el mundo del cine. Así, pasó todo el tiempo que pudo en el cine local, Cinema Paradiso, entablando una bonita relación casi paterno-filial con el proyeccionista que crecería y se mantendría a pesar de la distancia. Pasaron los años y, con ellos, la vida, el cine y el amor, pero sin perder nunca la pasión por el séptimo arte.

-Hagas lo que hagas, ámalo, como amabas la cabina del Paradiso.
Alfredo al joven Totó


Un hecho que se muestra de forma curiosa durante gran parte de la película es la censura característica de la época en lo que al cine se refiere. Y es que en las escenas de varias de las películas emitidas en el Cinema Paradiso hay frecuentes abucheos de la audiencia debido a la feroz censura. Las películas de repente saltaban abruptamente, eludiendo las escenas más comprometidas, aunque se tratasen de simples besos o abrazos. Aunque, en este caso, Alfredo no se deshizo de estas escenas, guardando cuidadosamente estas diapositivas en su cabina.


Otro aspecto a destacar en Cinema Paradiso es lo bien retratado y mostrado que aparece el paso del tiempo, narrando tres épocas distintas de una misma vida y en un mismo lugar. Cuando nuestro protagonista aparece siendo niño, la historia está llena de momentos cómicos muy típicos del cine italiano y desprendiendo alegría, felicidad e inquietud contagiosas. Cuando Totó ya es todo un adolescente, el amor marca un punto de inflexión en su vida, conociendo a la mujer que le robaría el corazón para siempre, Elena (Agnese Nano). En su etapa adulta, volveremos al presente y a su vuelta a ese pueblo tan importante para él, en el que descubrirá que el tiempo pasa para todos por igual y que nuestro fin es irremediable, como lo es el fin que sufre Cinema Paradiso. Sin duda, tres partes muy bien diferenciadas e intercaladas de forma sublime, todo ello con algunos planos emotivos del protagonista y su recuerdo.


Mención especial también merece el reparto del film; Philippe Noiret como Alfredo. en el que, probablemente, fuera el papel más importante de su carrera, pasando por un inquieto y expresivo Salvatore Cascio, que interpreta a Totó niño, y Marco Leonardi, el apuesto y sensible adolescente que encarna al Totó joven, terminando, así, en Jacques Perrin que interpreta a Totó adulto, persona seria y en cuyo aspecto se ve cómo han pasado los años para aquel joven enamorado del cine. Todos ellos brillan notablemente en la época que les tocó vivir, acompañados magistralmente por la banda sonora, a cargo del gran Ennio Morricone. 


Por otra parte, la película originalmente tenía un metraje de 155 minutos, pero, debido a su bajo éxito inicial en Italia, se acortó a 123 minutos para su estreno internacional. En las escenas eliminadas, un Salvatore ya adulto se reencontraría con Elena (en este caso, interpretada por Brigitte Fossey), su amor de la adolescencia. Pese a su humilde comienzo, fue ganadora de infinidad de premios, destacando el Gran Premio Especial del Jurado en el Festival de Cannes (1989), un Globo de Oro a la mejor película extranjera (1990) y un Oscar a la mejor película de habla no inglesa (1989), entre otros.


El enorme amor que Cinema Paradiso demuestra hacía el séptimo arte es, sin duda, uno de los mayores homenajes hacia el cine que se hayan hecho jamás. Porque el cine fue, es y será siempre, algo más de lo que vemos; algo con lo que transmitir valores cotidianos, capaz de emocionar y evocar sentimientos como el amor, la amistad o el coraje. Porque Alfredo siempre quiso inculcar amor en Totó, amor incondicional por todo lo que hiciera en su vida. Porque el amor es la base de todo, y pocas veces en una película los besos adquirieron tanto significado, siendo la forma más importante de transmitir amor. Mensajes que, aún más en estas fechas, son tan necesarios y esperanzadores para todos nosotros.


Escrito por Mariela B. Ortega


Música Inolvidable (XVIII): Nat King Cole y Olivia Newton-John & John Travolta

25 diciembre, 2013

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Como hicimos durante la pasada Navidad, vamos a recomendar un par de trabajos discográficos relacionados con la festividad, que deseamos agraden a los seguidores de nuestro Baúl, y sirvan para desearles “oficialmente” una Feliz Navidad.


Nat King Cole
A Nat King Cole (Nathaniel Adams Coles; Alabama 1919 - L.A. 1965), se le afeó la conducta por interpretar baladas, incluyendo las cantadas en español, a partir del “resonante” éxito obtenido con la bella Mona Lisa (Evans & Livingston), de 1950, en lugar de dedicarse a las jam sessions, que es a lo que debe dedicarse todo pianista de jazz serio. Y sí, “para colmo” también grabó un LP con villancicos. Pero lejanos ya -se supone- los gestos adustos y de conmiseración, lo cierto es que los conocimientos de góspel y música clásica de Nat King Cole, además de formarle como el gran músico de jazz que fue, se vieron acompañados por la honestidad en sus interpretaciones de la llamada música popular. Su selección navideña tuvo el bonito título de The magic of Christmas (Capitol, 1960), aunque posteriormente haya sido reeditada con distintos nombres.


Los arreglos de la presente colección son clásicos, en el sentido más noble del término. Así ocurre con los bonitos A cradle in Bethlehem (Bryan & Stock), Away in a manger (trad.), O Tannenbaun (trad.), The first Noel (W. Sandys), Caroling, caroling (A. Burt), O Little town of Bethlehem (Brooks & Redner), o el canónico Silent Night de Franz Gruber. Pero también aparecen un par de arreglos a lo big band, en el dicharachero Deck the halls (trad.), y en Frosty, the Snowman (Rollins & Nelson); cuando no abiertamente jocosos, como sucede en The happiest Christmas (M. W. Smith), estos dos últimos, aportaciones posteriores al LP original. De este modo, la alegría y la nostalgia nos parecen nuevas y refrescantes en la voz de Nat King Cole.

Beneath the snow encumbered branches, de Joseph Farquharson
Olivia Newton-John (1948), cantante y actriz inglesa, aunque residente en Australia desde temprana edad (a los cinco años), también puede ser una grata compañía estas Navidades. Dejando al margen a ex novios extraviados y suicidas encontrados (en el jardín de casa), la cristalina voz de Newton-John ha legado canciones bien conocidas por los aficionados. Su amistad con John Travolta (1954) se remonta a la adaptación hecha para el cine del musical Grease, en 1978 (Randal Kleiser, Paramount), y a Tal para cual (Two of a kind, John Herzfeld, Fox, 1983).


Además, la cantante ha participado activamente en varias causas humanitarias, incluso predicando con el ejemplo (hasta el punto de cancelar algún que otro concierto en Japón como protesta ante una masacre de delfines), colaborando con Unicef o Las Naciones Unidas, y en general, concienciando a través de su aportación acerca del maltrecho medio ambiente…


John Travolta y Olivia Newton-John
Superado un cáncer, Olivia Newton-John, además de intervenir en algunas películas de temática navideña para televisión, grabó un primer trabajo de estándares, The Christmas collection (Hip-O/ONJ, 2001), al que siguió Christmas wish (Compass/ONJ, 2007), con la participación vocal o instrumental de diversos artistas, y que se ha convertido en trilogía con el reciente This Christmas (Universal, 2012), álbum con el que volvió a reunirse -y divertirse- con Travolta.

This Christmas presenta el aliciente añadido de contar con las preciadas colaboraciones de Barbra Streisand, Tony Bennett, Chick Corea, James Taylor, Cliff Richard y Kenny G. En el álbum destacan, por su ritmo feliz, Rockin’ around the Christmas Tree, de Johnny Marks; el tema que da nombre al conjunto, This Christmas, de McKinnor & Pitts; la tradicional -aunque no excesivamente frecuentada- tonada para Año Nuevo Auld Lang Syne; y sobre todo, I think you might like it, compuesta por John Farrar con innegable gracia, por recuperar el espíritu de las pegadizas canciones de la citada Grease.




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