Si en los últimos días del anterior mes os traíamos la, por ahora, última entrega de la saga X-Men en el cine (X-Men: primera generación, 2011), siguiendo el esquema cronológico interno de la misma, hoy os traemos la que fue la primera adaptación a inicios de este siglo, justo en el año 2000 a manos de Bryan Synger.
Los cómics de Marvel en los que se basaba versaban sobre un grupo de mutantes llamados X-Men que, a las órdenes del poderoso telépata Profesor X, Charles Xavier, combatían contra otros mutantes, normalmente más sanguinarios, que interrumpían con sus poderes la estabilidad social. Es decir, la lucha entre el bien y el mal. Esa era la base sobre la cual se asentaron numerosas reflexiones y posteriores compilaciones de carácter más apocalíptico y bélico, tal y como prometen las próximas adaptaciones fílmicas que verán la luz, si todo sale bien, en 2014 (X-Men: Days of Future Past) y en 2016 (la recientemente anunciada X-Men: Apocalypse).
Regresando al año 2000, fuimos testigos entonces del nacimiento de esta serie de adaptaciones con la que podemos considerar una película algo plana y con ciertas deficiencias, pero que gustó y que provocó la continuación de la saga, como parecían tener ya previsto, por lo que se deja entrever durante el film. Bryan Synger, director poco prolífico, llevaba tras de sí tan solo tres largometrajes (Public Access, 1993, The Usual Suspects, 1995, y Apt Pupil, 1998), pero tuvo un concepto claro de lo que buscaba en esta saga, a la que ha acabado ligado como productor y como director de las nuevas entregas. Por otra parte, su labor como director estuvo relacionada con otro superhéroe, Superman returns (2006), que contó con un éxito menor, y otras adaptaciones, ya fueran históricas (Valkyrie, 2008) o de cuentos (Jack el Caza Gigantes, 2013).
Bryan Singer |
El reto era notable, y aunque para muchos espectadores lo superó con creces, debemos ser algo más críticos con el film, que, fuera de errores como adaptación, cuenta con un desarrollo desigual. El argumento parte del conflicto social que supone la existencia de los mutantes, cuestión base de toda la historia de estos personajes y que se asienta en el debate que ya mencionamos en la otra reseña: ¿es posible la convivencia entre los mutantes y los humanos, o los mutantes son la evolución que se impondrán a los humanos? No obstante, no será la pregunta clave de esta primera película, sobre la que se sobrevolará con los debates políticos y las conversaciones, un tanto enigmáticas, de Magneto y el Profesor X.
Fuera de esta línea, nos encontramos con dos personajes, Lobezno y Pícara, con los cuales iremos descubriendo el mundo cinematográfico en el que nos adentramos. Precisamente, Lobezno será uno de los personajes en el que más se profundice, sobre todo porque seguimos su rastro en todo momento, confiriendo mayor empatía entre personaje y espectador que con cualquiera de los otros. Es interpretado por un Hugh Jackman aún poco conocido y que realiza una buena interpretación del personaje, pese a que se parezca bien poco al original de los cómics.
Más allá de esto, los planes malvados de Magneto, quien entiende que la humanidad debe ser exterminada o evolucionada (que al caso, es lo mismo), provocan el enfrentamiento con los X-Men sin dejar espacio a mucho más en la hora y media de metraje. Esto provoca que los personajes y las situaciones apenas sean esbozadas junto a algunas explicaciones largas durante conversaciones en off.
Esto conlleva que solo los espectadores que ya conocían este mundo, ya fuera por la serie animada o por los cómics originales, puedan disfrutar más con la aparición de los diferentes personajes, algunos de los cuales solo parecen estar en la película para enseñar sus poderes y, por tanto, el despliegue técnico de efectos especiales. Este hecho no sería tan grave, sobre todo dada la cantidad de personajes, si no fuera acompañada por una actuación vacía, sosa, de estos actores: James Marsden, en el papel de Cíclope, Halle Berry como Tormenta, Famke Janssen como Jean Grey, Tyler Mane como Dientes de Sable, Ray Park como Sapo o Rebecca Romijn como Mística. Dejamos aparte la aparición de Shawn Ashmore como Iceman por su brevedad.
Al otro lado, resultan más convincentes Hugh Jackman, Patrick Stewart e Ian McKellen, así como Anna Paquin, aunque no sea su mejor interpretación, consigue otorgar a su personaje el carácter necesario. Por otra parte, los dos actores veteranos logran mostrar su experiencia y su buen hacer en pocas escenas, pero que resultan contundentes, demostrando que la falta de empatía del resto de personajes se debe, en gran medida, a los actores.
No obstante, sus personajes, el Profesor X en el caso de Stewart y Magneto en el de McKellen, planean sobre su relación, sugiriendo más que informando, y aún así dejan patente la importancia de sus papeles y de lo que representan, reservándose a su vez algunos de los mejores planos de la película. No debemos, pues, sorprendernos de los guiños que se realizan hacia el pasado de Lobezno o de la relación entre el Profesor X y Magneto, porque serán los tres la base del éxito posterior de esta saga, tanto a nivel individual, con X-Men 2 y varios spin off dedicados a Lobezno, como con la recuperación de las películas contando el inicio de la relación entre los dos poderosos mutantes, en la ya mencionada X-Men: primera generación.
En general, la película parece un simple caso más de aventuras con superpoderes, que acaba con la sensación de que la historia va a comenzar justo cuando acaba, quizás por el parco desarrollo real de la historia, sugiriendo que existe un trasfondo que nunca se explica y dejando la puerta abierta a futuras entregas. Incluso las escenas de acción son ciertamente aburridas, a excepción del combate entre Mística y Lobezno o el combate estratégico entre Magneto y el Profesor X en la estación de trenes.
Para concluir, tenemos una película aceptable, pero floja, con muchos personajes, pero con pocas actuaciones convincentes. Un despliegue de efectos especiales que no sirven para ocultar sus deficiencias, y que al final deja con ganas de mayor profundidad y menos mareos de cámara.
Escrito por Luis J. del Castillo
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