Con su buen hacer en el mundo de la animación, se nos había olvidado que el público objetivo de Pixar son los niños. Aunque es algo que ya recordé con relación a El viaje de Arlo (The Good Dinosaur, Peter Sohn, 2015), el nivel general de esta compañía ha sido tan alto, que encontrarnos con piezas menores resulta anómalo, pero las tiene y debemos considerarlas como tales. A pesar incluso de sus posibles promociones, el caso de Lightyear (Id., Angus MacLane, 2022) debemos encuadrarlo como una obra menor destinada al público infantil, de ahí que su narrativa sea tan tópica y no aporte ninguna novedad o profundidad como las que podríamos encontrar en obras anteriores de Pixar. No obstante, no quiere decir que sea una mala obra, sino que debe entenderse desde su contexto y su público objetivo.
Adelanto esta cuestión porque la película se inicia con un prólogo bastante solemne que remite a su identidad: esta es la obra que vio Andy, el protagonista de Toy Story (Id., John Lasseter, 1995), cuando era niño y que prendió la llama del deseo de tener al muñeco de acción. Es decir, estamos ante una película hecha para que los niños disfruten, una película de entretenimiento y acción con un protagonista heroico prototípico, teniendo que ser lo suficientemente espectacular como para sorprender a cualquier infante. En este sentido, cumple con ambas facetas, pero se queda a medio gas en ser más significativa. Esto supone un batacazo para todo el público que ha acudido por el factor de la nostalgia al que tanto se apela en la industria cinematográfica. Sin duda, aquellos niños que a mediados de los noventa disfrutaron del inicio de la saga Toy Story ya no disfrutarán tanto de esta película como entonces, porque la perspectiva ha cambiado. Sobre todo teniendo en cuenta la calidad de sus secuelas, mucho más conseguidas que este spin off, incluso con ese epílogo crepuscular que fue Toy Story 4 (Id., Josh Cooley, 2019), que algunos consideraron innecesario, pero que exploraba nuevos terrenos en la franquicia.
Como curiosidad, no es la primera vez que se abordan las aventuras galácticas de Buzz Lightyear, ya existió un spin off en forma de película en formato casero y posterior serie conocida como Buzz Lightyear - Guardianes del espacio (Buzz Lightyear of Star Command, 2000-2001). Incluso podemos considerar que guarda una relación más directa con el modelo del protagonista de Toy Story más que lo que vemos en Lightyear. No obstante, ahora debemos centrarnos en esta última.
La película se divide de forma evidente en dos arcos argumentales que tienen un tema central que recae sobre el conflicto personal del protagonista. Nada más empezar, nos situamos en un futuro espacial en el que una enorme nave transporta a cientos de seres humanos en hipersueño en un viaje espacial incierto (nunca se comenta en la película). No obstante, cuando la Inteligencia Artificial de la nave detecta un posible planeta habitable, activa a los Guardianes Espaciales para que lo verifiquen. El primero en despertar es Buzz Lightyear, que durante todo este tramo se mostrará decidido, responsable e intrépido, pero también quisquilloso y arrogante. Durante toda la película veremos de manera habitual que todo le sale bien por su empeño y habilidad, junto a cierto factor de suerte. Pero será precisamente su primer error en la película la que marque toda la trama de la misma y su conflicto personal, ese debate interno por conseguir cumplir con su misión como debe hacer todo Guardián Espacial que se precie.
Así, el prólogo finaliza con todos los humanos creando una colonia en el nuevo planeta obligados por un accidente. Y ahí da inicio la mejor parte de la película, que se encuentra cara a cara con otros fragmentos geniales de Pixar, como los inicios de WALL-E (Id., Andrew Stanton, 2008) o Up (Id., Pete Docter, 2009). Para reparar la nave necesitan crear un cristal de combustible que sea suficiente para soportar la hipervelocidad, para cada prueba que realiza Buzz en el espacio lo proyecta hacia el futuro, como el funcionamiento de algunos planetas en Interstellar (Id., Christopher Nolan, 2014). A pesar de ello, pone empeño en su misión aunque fracasa de manera continua, lo que acarrea que todos envejecen al pasar los años mientras que para él solo han pasado semanas. Eso se refleja sobre todo en su relación con la otra Guardiana Espacial, Alisha Hawthorne, a quien vemos formando una familia y envejeciendo paso a paso, mientras Buzz se convierte en un testigo mudo de ese pasar del tiempo sin remedio, hasta alcanzar un final inevitable. El reencuentro final supone una escena demoledora sentimentalmente y un punto de inflexión para el protagonista. Por cierto, es en Alisha donde encontramos una ridícula polémica por ser pareja de otra mujer, Kiko. No se muestran más que retazos de esta relación, pero ha provocado ríos de tinta en redes que, desde mi punto de vista y en los tiempos que corren, no deberían ni siquiera existir. La película otorga normalidad absoluta a esta relación y se actúa en consecuencia; incluso dentro de la trama es anecdótico, ningún personaje le da algún tipo de importancia y lo observan con naturalidad. Además, cabe destacar que la relación de amistad de Buzz y Alisha es la mejor parte de la película y la que da sentido y empaque a la disyuntiva del protagonista.
Precisamente, a partir del último reencuentro con Alisha nos encontramos con otra película, que cambia de tono. Buzz sigue aspirando a cumplir con su misión, para lo cual se rebela contra el sistema acomodado de la colonia y huye con su gato robot Sox, que ha dado con una fórmula estable. Cabe destacar que el gato funciona en la trama para solucionar problemas puntuales y permitir avanzar la historia así como remedio cómico bastante bueno. No obstante, su último viaje para comprobar esta nueva fórmula lo llevará a un futuro en el que la colonia está siendo asediada por la invasión de la nave Zurg. Ante ese panorama, se inicia una historia de aventuras de tono más infantil, donde encontraremos humor gracias a la aparición de un comando novato de soldados que supondrán una pesadilla para Buzz, pero que, a su vez, le harán darse cuenta de todo lo que ha perdido por su tozudez con la misión. Por cierto, la extravagancia de estos personajes, que incluían debilidades como la indecisión, la apatía o incluso la mala programación (en el caso del robot), me recordaron a la estrafalaria compañía que acompañaba a Milo en Atlantis: El imperio perdido (Atlantis: The Lost Empire, Kirk Wise y Gary Trousdale, 2001), aunque en una versión más torpe.
Como decíamos, estos personajes obligan a Buzz a enfrentarse a una realidad que ha estado eludiendo. Precisamente, este es el enfrentamiento final de la obra: ¿debía Buzz darlo todo por la misión o debería haber tenido en cuenta a los demás supervivientes, a la colonia a la que nunca llegó a pertenecer? Las referencias a Alisha son muy relevantes en esta parte, realizadas por el personaje de Izzy, ya que subrayan el vacío de la vida de Buzz frente a la vida plena que habían tenido los habitantes originales de la colonia que él creó accidentalmente. El emperador Zurg supondrá la antítesis de la elección que tomará finalmente Buzz. Es bastante curiosa la forma de abordar al villano de la trama, pues resulta un giro de guion válido y bastante bueno para que el conflicto siga perteneciendo por completo al protagonista, pero resulta curioso encontrarnos de nuevo la referencia a El Imperio contraataca (The Empire Strikes Back, Irvin Kershner, 1980), cuando se revela la identidad de Zurg y Buzz cree que es su padre. Sobre todo si tenemos en cuenta que esta misma parodia ya se realizó en Toy Story 2 (Id., John Lasseter, 1999). No obstante, aunque sobre el papel pueda ser interesante, no aporta ninguna novedad relevante, sino que sigue los parámetros de una narrativa habitual en este tipo de historias, incluyendo un anticlimax en el que el protagonista siente que todo está perdido, la recuperación de autoestima de un grupo de marginados, que se sienten validados y reconocidos por méritos propios, el necesario sacrificio final y el cambio de postura del protagonista rechazando la perversión de su motivación inicial que representa el villano.
En definitiva, Lightyear es una película que divertirá a los niños, que tiene personajes atractivos y cómicos, que defiende la importancia de la vida personal y única frente a una vida derrochada en un proyecto inalcanzable, y que tiene un ritmo capaz de acelerarse y ralentizarse en los momentos justos. Cabe reconocer que Pixar sabe realizar este tipo de películas con una aparente facilidad pasmosa, pero que, en realidad, nos sabe a poco teniendo en cuenta los grandes precedentes de esta empresa, especialmente la franquicia de la que se deriva este spin off. Es una buena película infantil que aborda una aventura especial con algún momento puntual de grandeza, pero que no pasa de ser eso. Ahora bien, no creo que lo pretendiera.
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