Siete almas, de Gabriele Muccino

28 abril, 2020

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Al comentar algunas películas, siempre pienso en la división entre el fondo y la forma, algo muy relevante para considerar y valorar bien este tipo de obras. En ocasiones aprecio bastante el fondo, aunque la forma no sea la óptima y es cuando me pasa que lamento que una buena historia se haya diluido por la manera en que se ha contado. Siete almas (Seven Pounds, 2008) es uno de esos casos. El director italiano Gabriele Muccino (1967) dio el salto a Hollywood con una película que se ganó el favor del público y el respaldo de un sector de la crítica: En busca de la felicidad (The Pursuit of Happyness, 2006), que tuvo como protagonista a Will Smith, cuyo carisma es irrefutable, y que narraba la vida de Chris Gardner en un relato social intenso. Volvió a intentar repetir el éxito alcanzado con Siete almas.

En esta ocasión, nos adentramos en la vida de Ben Thomas (Will Smith), un inspector de Hacienda en Los Ángeles que parece arrastrar algún hecho traumático. Persigue un propósito que desconocemos, pero parece decidido a juzgar con severidad o benevolencia a algunos ciudadanos que están a su cargo para hacerles una inspección. Una de esas personas será Emily Posa (Rosario Dawson), que padece una enfermedad cardíaca que le impide tener una vida corriente. Cuanto más se relacionen Ben y Emily, mayor será la conexión que sientan el uno con el otro.


Uno de los peores detalles de Siete almas es que la historia que intenta contar es más profunda que el romance de tintes cursis que alcanza la relación entre Emily y Ben. El protagonista tiene un propósito que apenas se explora en la obra salvo por momentos puntuales, insertando a otros personajes cuyas tramas solo quedan resueltas en una respuesta final que es más explicativa que cinematográfica. A diferencia de otros giros finales como el que sucede en El sexto sentido (The Sixth Sense, M. Night Shyamalan, 1999), este golpea, pero es bastante previsible, aunque no en el contenido concreto, sino en el hecho de que el giro va a llegar, dado que la película juega la baza del misterio, del saber que hay algo oculta que no se nos narra. Por ejemplo, se nos muestra cómo otros personajes están en deuda con Ben y harían cualquier cosa por él, pero desconocemos el motivo. Y al final todo acaba siendo emotivo por la intensidad del hecho de las últimas escenas, aunque carezca de toda la fuerza que podía haber tenido. Lo que podía haber sido una historia con un carácter más diverso y social, acaba por ser eclipsada por un romance que a veces se siente forzado y por un protagonista que es abiertamente misterioso y melodramático.

En este sentido, Siete almas acaba siendo una película pretenciosa. Tiene un primer tercio que es confuso deliberadamente, sobre todo porque entremezclar secuencias de flashbacks con retazos de escenas actuales que se sienten dispersos, en los que seguimos a un atormentado Will Smith que parece perdido en sus acciones. Hay algunas escenas en ese primer tramo, como su encuentro con una anciana en un geriátrico, que pueden darnos una pista de lo que podría haber llegado a ser esta película si el pulso hubiera sido más decidido y completo, pero pronto todo el interés se desvía hacia  el personaje de Emily Posa y todas las demás subtramas quedan supeditadas u olvidadas al romance. La película deja entonces su relato fragmentado por una narración más clásica, convirtiéndose en una película romántica al uso, con la diferencia de que el protagonista sigue arrastrando el halo de misterio y dolor que se había creado en el planteamiento. Emily, por contra, apenas es dibujada con tres o cuatro rasgos, aunque a su favor debemos recordar la escena donde narra su frustración por la enfermedad, de gran valor dramático y que nos recuerda a los mejores momentos de En busca de la felicidad. Algo similar a lo que sucede con una de las subtramas más intensas, en la que el protagonista salva a una mujer maltratada y que vuelve a reafirmarme en la idea de que esa era la vía que debió tomar la película.


Porque a pesar de que el título nos hable de siete almas, la misión y el objetivo de Ben Thomas queda reducida a la omnipresencia del romance. Por lo que, aparte de haber sido pretenciosa, está desaprovechada. Desaprovecha todos los recursos que tiene y que llega a desplegar para acabar contando una historia típica, hasta cursi, que se siente forzada en ocasiones y que llega a alcanzar cotas incluso ridículas, como la discusión que tiene Ben con su hermano, cuando parece que es necesario recordarle al protagonista cuál es su propósito y su vida real.

En definitiva, Siete almas es una película intensa y emotiva en su tramo final, con secuencias dramáticas de buen nivel, pero construida de forma pretenciosa y desaprovechando todas sus virtudes para acabar siendo algo más corriente y poco original. Sus personajes terminan pareciendo irreales y toda la fuerza y crítica social que podía haber alcanzado se diluye en un romance que se siente manido y forzado.


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