Otros mundos (VI): Pasaporte a Magonia, de Jacques Vallée

25 septiembre, 2013

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Hablábamos en un artículo anterior de François Truffaut (1932-1984). Fue precisamente el conocido realizador quien se ocupó de encarnar en el cine a la figura que nos disponemos a comentar. Como muchos aficionados saben, nos estamos refiriendo a la excelente Encuentros en la tercera fase (Close Encounters of the Third Kind, Columbia Pictures, 1977) de Steven Spielberg (1946), en la que además, también hace un cameo otro investigador fundamental del terreno de la ufología, el astrónomo J. Allen Hynek, a quien se debe precisamente la clasificación, tan cara al mundillo ufológico, de los “encuentros cercanos” por tipos.

Los paralelos no acaban aquí. Otro investigador, estupendo escritor y experto en submarinismo, que nuestros seguidores recuerdan, Antonio Ribera (1920-2001), del que recientemente comentamos su obra El envés de la trama (Plaza & Janés, 1987), fue quien tradujo al español el libro de Vallée que hoy traemos a colación. Y es que Ribera también se dedicó a la traducción de obras de diversa índole gracias a su conocimiento de varias lenguas.

Jacques Vallée
Así pues, Steven Spielberg se inspiró en la figura del informático y astrofísico francés Jacques Vallée (1939) a la hora de componer el personaje de Claude Lacombe para su película, porque comprendió la relevancia e interés de sus investigaciones, abordadas desde un punto de vista científico. Pasaporte a Magonia (Passport to Magonia, 1969; Plaza & Janés, Otros Mundos, 1972), es buen ejemplo de ello. Con esta obra, originalmente publicada en 1969, Vallée no trató de aportar LA solución definitiva al fenómeno OVNI, sino ofrecer una documentación de campo personalmente supervisada, junto con la debida “ilustración literaria” del folclore, bajo la perspectiva de los antiguos mitos.

Este último aspecto, lo ejemplifica el investigador a través de testimonios clásicos, como la presunta (y plausible) aparición de objetos no identificados en los textos sagrados: Isaías 13,5; Salmos 68,17; Ezequiel 1,13; sin olvidar los interesantísimos relatos de Agobardo de Lyon (779-840), clérigo del periodo carolingio que hace referencia a Magonia como una “ciudad flotante” habitada; Plutarco (46-120), San Antonio de Padua (1195-1231), Paracelso (1493-1541), o incluso un joven Goethe (1749-1832) (pg. 32).

Pero además de estos estimulantes sucesos del mundo antiguo, el autor hace referencia a otros más recientes, aunque no menos clásicos, como fueron el incidente de Socorro (Nuevo México, EEUU), el caso sonadísimo de Betty y Barney Hill (1919-2004 y 1922-1969, respectivamente), del que el autor aporta nuevos datos a los entonces conocidos, y el no menos canónico encuentro (encontronazo, más bien) de Antonio Vilas Boas en Brasil (1934-1991) (pg. 137). Junto a ellos, Vallée recopila curiosidades, como el primer avistamiento sobre suelo norteamericano del que se tiene noticia, por medio de la prensa escrita: el de 1897. A toda esta tradición y casuística dedica Vallée su célebre Catálogo Magonia, ordenado cronológicamente, y que el libro recoge en su extenso apéndice (pgs. 189-417).


Para el astrofísico, la ciencia moderna no abarca todo el espectro fenomenológico -y su testimonio debe ser tenido en cuenta porque es proporcionado desde dentro-. Insiste en que se corre el riesgo de “desfocalizar” la cuestión ovni: de tanto insistir en la posible vida de orden bacteriano, existe la idea de que los visitantes no pueden ser antropomorfos, es decir, de tipo humanoide. Pero esta probabilidad, respaldada por multitud de casos, amplía considerablemente el abanico de posibilidades del fenómeno hacia teorías hoy claramente refrendadas, como las del viaje temporal o la existencia de universos paralelos (pgs. 126 y 178).

Además, Vallée llama la atención sobre otro peligro de “desfocalización”, esta vez desde fuera, como es la creación de una nueva “religión de los ovnis”, mal que desde los sesenta-setenta ha enturbiado el panorama para una investigación seria y profesional, además de desorientar a una amplia fracción de la opinión pública, ya de por sí bastante mal informada.

En efecto, como también advirtió desde España Antonio Ribera, observando los distintos grupos de “iluminados” de lo paranormal, y convertido el fenómeno ovni poco menos que en un mensaje redentorista, resulta fácil explicarse el descrédito que tan apasionante cuestión ha alcanzado desde las últimas décadas: el interesado se ve incapaz de separar el grano de la paja.

Vallée con el astrofísico J. Allen Hynek
 Un problema éste último que se ve dificultado por el (des)interesado empleo con el que los medios de comunicación han abordado este y otros asuntos “no explicados” (el buen periodismo de investigación tiene nombres propios… y muy contados). Un ejemplo de ello lo proporciona el propio Vallée, al referirse de pasada a los polémicos “círculos de las cosechas” (pg. 52), junto al no menos perturbador fenómeno de la desaparición y mutilación del ganado (pg. 66); ¡por no hablar del inquietante Mothman, el hombre-polilla! (pg. 100).

De hecho, el autor ya apuntaba al estudio del impacto psicológico del fenómeno, pero sin ahondar en una falsa escisión del mismo, es decir, sin llegar a negar la evidencia o supeditar las pruebas físicas al referido aspecto psíquico, “no demostrable objetivamente”: he ahí la clave de la errónea interpretación que se ha dado con frecuencia a su trabajo. En cualquier caso, parecemos condenados a quedarnos estancados en una posible solución… hasta que “ellos” quieran, vengan de donde vengan.

Jacques Vallée nos recuerda en este libro ya mítico que, pese a todo, algunos ovnis han dejado huellas físicas en los suelos y que nada tienen que ver con la mística, aunque esta los haya interpretado de “buena fe” en algunos casos, desde un punto de vista piadoso o milagroso (probabilidad esta, la del origen no místico, que suele irritar profundamente a varios de los que observan una sola y absoluta verdad).

Insiste el astrofísico en que lo que diferencia al fenómeno del estudio del folclore es, además de poder contar con testigos vivos, la propia evidencia de esos efectos físicos, mensurables.

En resumidas cuentas, Pasaporte a Magonia desmiente con rotundidad el desinformado argumento de que los científicos “serios” jamás se han ocupado del estudio de la fenomenología de los no identificados.

Escrito por Javier Comino Aguilera "Patomas"


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