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Portada del libro |
Otro año más, la editorial Stonewall ha sacado un volumen de relatos que reúne a varios de los autores que han publicado bajo su sello. El número ha aumentado considerablemente, consiguiendo así un libro con más contenido y multiplicando sus páginas, de seguir así, en un par de años publicarán tomos que superen las mil páginas; aunque de momento, nos quedamos con
Tiempo al tiempo. En esta ocasión, el prólogo ha sido realizado por Miguel Cabañas Agrela, de mejor calidad e instrucción que el de
Nocturnabilia, que fue más informativo. El prologuista consigue realizar un rápido análisis de la historia en relación a la homosexualidad y la represión de la sexualidad, que quizás en tan poco espacio deja algunos comentarios en los que sería necesario profundizar, aunque para ello remite a dos libros sobre el tema, uno publicado por él mismo,
Reyes sodomitas (2012), y otro de Anna Clark, titulado
Deseo. Una Historia de la sexualidad en Europa (2010). También nos señala el camino para los relatos de este volumen, que contiene historias ubicadas en diferentes épocas históricas, acompañando a cada pieza una breve descripción con fotografía de cada uno de los autores, aunque cada una en un estilo diferente y personal.
Debido a la considerable cantidad de relatos que componen este libro, con un total de dieciséis piezas, hemos considerado oportuno dividir nuestra reseña en dos partes. Esta será la primera entrega, escrita por servidor, que abarcará los ocho relatos iniciales. Mariela B. Ortega
se encargará de culminar nuestro repaso a esta obra con las narraciones restantes.
Así pues, nos embarcamos en esta aventura con
Didí Escobart y su particular visión de un prehistórico clan que destila, sin ninguna duda, una clara comparación con los tiempos más actuales, bajo el título
Sexo, drogas y... tamtam. Si bien la propuesta resulta original, finalmente se convierte en un abuso excesivo de los mismos recursos, con especial hincapié en transmitirnos todos los quehaceres festivo-sexuales de esta tribu troglodita. Al final, el relato es demasiado extenso para el poco contenido real de la historia que nos transmite, profundizando sobre todo en clichés, utilización de nombres graciosos y un triángulo amoroso para concluir que, seguramente, sea lo que más se salve de esta pieza. A estas alturas, no es escandaloso, pero sí abusivo para el lector desplegar todo este juego narrativo que no parece conducir a ninguna parte y que apenas puede ser tomado en serio.
Tomando otro rumbo,
Sofía Olguín nos entrega un relato que bien podría extraerse de
Las mil y una noches, con una buena ambientación y una narración acogedora. Se trata de una historia de amor sin palabras, de crímenes con sabor a justicia y de un giro final que puede provocar la sonrisa cómplice en el lector, quizás al descubrirse sorprendido. Olguín acierta al mostrarnos la bondad en una creencia firme y amorosa como motor de un cambio en la vida de su protagonista, Gestas. Con un estilo cuidado y desplegando de nuevo una ternura que ya nos demostró en el relato que pudimos disfrutar en
Nocturnabilia,
El silencio del estanque deja un buen sabor de boca con el que continuar la lectura.
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Cristo en el monte de los Olivos, de Giovanni Bellini |
Siguiendo esta senda, llegamos a una narración sencilla, con forma casi de cuento, donde se vislumbra el encuentro entre la ignorancia y la desesperación. En
Año 33,
Juan Flahn nos deja ya el aviso en el título de qué personaje aparecerá en esta pieza, algo que a algunos lectores podría parecer extraño, pero que es conducido dentro de esta ficción consigue transmitirnos el desconcierto de un personaje ante una escena tan peculiar como la que vive. Cerrando su relato, nos muestra lo fútil que resultó un encuentro tan curioso, pero a su vez, nos deja la sensación de que hemos leído algo trascendental, olvidado por el devenir de una vida, al abrirnos la ventana a ese capítulo en las vivencias del pastor Noam.
Con otros matices más novelescos,
Cuerpos de Misericordia se abre como una obra de intrigas históricas en la Ferrara de principios del siglo XVI.
Guillermo Arróniz nos transmite un argumento que podría explotarse en una obra mayor, dibujando a un buen personaje en una narración protagonista que mantiene la tensión a la par que añade precisas conversaciones. Ofrece, además, un espacio para la crítica a la represión con una comparación final esclarecedora y muy meritoria. Sin duda, un excelente relato que deja al lector con la necesidad de saber más.
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Didí Escobart, Sofía Olguín, Juan Flahn y Guillermo Arróniz |
Tras atravesar el ecuador de estos ocho relatos, alcanzamos el quinto de la mano de
Gustavo Liévano, al que en otras ocasiones hemos conocido como Galileo Campanella con su novela
Heliópolis: El Blues del Hada Azul. En esta ocasión, abandona su mundo literario, junto a su seudónimo, para adentrarse en este relato que combina dos historias entrelazadas en un juego de narración al que los lectores ya están habituados, pero que funciona perfectamente para la ocasión. La primera parte, en un presente que recuerda otro tiempo, se combina la seriedad del recuerdo con intromisiones humorísticas que pueden provocar la risa al lector inesperado, acompasado por un tono coloquial del narrador protagonista, que se dirige al destinatario de sus recuerdos. Quizás debería cuidarse, no obstante, de repetir la misma broma en un mismo relato, pues la segunda ocasión pierde el factor sorpresa. Sin embargo, lo realmente interesante se sitúa en la parte central de la pieza, donde nos trasladamos a la Inglaterra del siglo XVI con el pintor Holbein
el Joven; en este punto, Liévano consigue fragmentos literariamente magníficos, y aunque el lector en este caso esté prevenido de las acciones siguientes, el relato resulta, sin duda, original y, en otros términos, cultural, por las diferentes referencias que se realizan del cuadro, que añadimos en esta entrada y al que no hay que perder de vista durante nuestra lectura de
Los embajadores. Nos deja un final con tono melancólico que supone un digno colofón para tan buena obra.
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Los embajadores, de Holbein el Joven. |
Continuando con esta línea novelesca,
Javier Quevedo Puchal nos muestra
La mirada de Gorka, situado a mediados del siglo XVII, aunque por la ambientación y expresiones, bien podría tratarse de un contexto del XIX. Este relato discurre entre el miedo de su protagonista y el arrepentimiento final, fruto todo de una autorepresión que queda bien reflejada en el deseo visto como tentación. De los relatos recopilados en esta primera entrega, este es el que consigue transmitir la sensación de mayor injusticia, porque aunque Gorka sea la víctima de la pieza, Domingo, que debería ser el culpable, queda finalmente marcado como otra víctima, en este caso de su propios temores y de la represión marcada desde su infancia por la religión. Quevedo consigue, a su vez, recrear a la perfección en su relato los equívocos, las malinterpretaciones y la sensación de oscuridad que conducen al resultado final.
Raquel G. Íñiguez nos permite disfrutar del primer relato íntegramente lésbico de
Tiempo al tiempo situado a finales del siglo XVIII y con el título, ya de por sí una pista, de
La maja. Desde los ojos inocentes de Claudia Sanz, observaremos un relato sobre la esclavitud en la servidumbre, donde los ultrajes sexuales de una duquesa van contra el sentimiento mutuo entre dos de sus doncellas. Íñiguez consigue recrear escenas muy sensuales gracias a sus descripciones. Pese a lo implícita que puede llegar a ser, no resulta excesivo, sino suficientemente erótico. No obstante, su peso argumental puede resultar algo flojo en comparación a otras piezas antes analizadas.
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La maja desnuda, de Francisco de Goya |
Junto al relato anterior,
Víctor Manuel Ruiz recrea también a parte de la nobleza española, con estos
ilustres personajes que pueden resultar muy humanos. Si bien la duquesa de
La maja resultaba una déspota, en
El amante del Borbón encontramos a un dulcificado rey consorte Francisco de Asís. El autor de
La confianza en el freno motor despliega sus saberes narrativos para trasladar al lector al otro lado, junto a esos palacios del exilio en Francia donde Francisco se alza casi como un mártir de sus circunstancias
reales. A través de
flashbacks comprenderemos los entresijos de su relación con Antonio y, también, con Isabel II. Un relato muy logrado que nos muestra, además, esa doble moral que provoca el mundo de las apariencias, extrapolable a otros casos con sus debidos matices. Ruiz cierra esta primera parte de
Tiempo al tiempo junto al siglo XIX, abriendo la turbación en la vida de este rey consorte, en boca de todos por su homosexualidad en la época, con el que nos sentiremos tan cómplices como Víctor Manuel nos ha permitido con su escritura.
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Gustavo Liévano, Javier Quevedo Puchal, Raguel G. Iñíguez y Víctor Manuel Ruiz |
Concluimos esta extensa entrada invitándoos a conocer esta obra completa, disponible en
Amazon,
Universogay,
Librería Berkana o en
Casa del Libro, teniendo en cuenta que el 10% (el 20% en la versión digital) de los beneficios irán destinados a proyectos solidarios LGTB. La próxima semana, ya en octubre, concluiremos nuestra reseña de este libro con los ocho relatos restantes.
¡Muchísimas gracias por vuestra reseña! Imaginaros lo liado que he estado, que apenas ahora acabo de leerla. Es un placer saber que habéis leído nuestro trabajo, y el leeros no hace más que ratificarnos en el placer de escribir.
ResponderEliminarUn abrazo muy fuerte desde Madrid.
Muchas gracias por la extensa reseña y especialmente por los positivos comentarios sobre mi relato "Cuerpos de Misericordia".
ResponderEliminarUn gran abrazo.
Guillermo Arróniz López.