Si el libro de Michael Ende ha pasado a ser considerado una de las mejores novelas juveniles del siglo XX, pese a las reticencias del autor en encasillarlo para un determinado público, también pese a la consideración del autor, su adaptación cinematográfica está unida inevitablemente a una época, los ochenta, y, en cierto sentido, a su gran expansión.
Cinco años mediaron entre la publicación de La historia interminable (1979) y la producción estadounidense-alemana dirigida por Wolfgang Petersen en 1984, y esta última se relaciona indudablemente con toda una serie de películas, hoy ya tradicionales en la historia del cine, dirigidas al sector juvenil, imbuidas de una gran imaginación combinada con técnicas artesanales de recreación de esas fantasías: E.T., el extraterrestre (Steven Spielberg, 1982), Cristal Oscuro (Jim Henson y Frank Oz, 1982), Los Goonies (Richard Donner, 1985), Dentro del laberinto (Jim Henson, 1986) o Willow (Ron Howard, 1988). El director Petersen ha continuado su carrera con obras como Air Force One (1997) Troya (2004) o Poseidón (2006), que distan bastante del género al que esta pertenece, imbuida de magia y simpatía a partes iguales gracias a que toma el espíritu de la obra literaria.
Sin embargo, a pesar de que hoy podríamos considerarla un clásico, ya hemos comentado que Ende mantuvo su repudio hacia la adaptación durante toda su vida, algo que se debe, sin duda, a la mutilación que se realizó al material original. Desde los ojos de un espectador que no haya leído la novela original así como de quienes sean capaces de distinguir entre adaptación y traslación literal, la cuestión puede salvarse perfectamente, dado que este recorte no es notable ni afecta al desarrollo de la obra cinematográfica. Sin embargo, es una carencia importancia para la fidelidad del sentido del texto original, dado que al no adaptarse la mitad de la novela se desaprovechó el potencial de interpretaciones de la obra completa y el mensaje completo que Ende ofrecía en su historia.
Sin embargo, a pesar de que hoy podríamos considerarla un clásico, ya hemos comentado que Ende mantuvo su repudio hacia la adaptación durante toda su vida, algo que se debe, sin duda, a la mutilación que se realizó al material original. Desde los ojos de un espectador que no haya leído la novela original así como de quienes sean capaces de distinguir entre adaptación y traslación literal, la cuestión puede salvarse perfectamente, dado que este recorte no es notable ni afecta al desarrollo de la obra cinematográfica. Sin embargo, es una carencia importancia para la fidelidad del sentido del texto original, dado que al no adaptarse la mitad de la novela se desaprovechó el potencial de interpretaciones de la obra completa y el mensaje completo que Ende ofrecía en su historia.
Al menos ese es el recorte más relevante, más allá de cuestiones estéticas como pudiera ser el aspecto del dragón, que decepcionó a muchos al parecer más un perro que un auténtico dragón, aunque precisamente se haya convertido en un icono inconfundible del film. Por otra parte, podríamos considerar que la suerte de esta adaptación hubiera sido distinta en la actualidad. En esta época donde segundas partes, reboots, remakes y demás formas de llamar a la creación de productos normalmente con un fin comercial basado en la fama o rentabilidad de otra creación anterior, no hubiera resultado extraño que La historia interminable se hubiera dividido en dos partes, ¡aún mejor para los productores! Sobre todo cuando este film incompleto fue un éxito en taquilla. Con esto, sin embargo, no defendemos, ni podríamos, los intentos de Warners Bros. por continuar la saga con La historia interminable: el siguiente capítulo (George T. Miller, 1990) o La historia interminable III (Peter McDonald, 1994), dado que ambas no solo son malas adaptaciones con respecto a la trama y al espíritu de la novela, sino también películas con una calidad más que dudosa.
Regresando a la primera entrega, sin duda la más valorada y siempre considerada como una gran película fantástica, nos encontraremos con Bastian, un chico que sufre el acoso de compañeros de su colegio y que, huyendo de ellos, se adentrará en una librería peculiar, donde se encontrará con un libro inquietante. Decidido a leerlo cuanto antes e intentando evitar otros conflictos en su clase, se refugia en la buhardilla del colegio y comienza la aventura de las letras, la aventura de Atreyu para buscar la salvación de la Emperatriz Infantil y, por tanto, de su mundo, Fantasía.
En ese viaje no se dejan atrás a criaturas fabulosas recreadas no por ordenador como ahora estamos acostumbrados, sino por creaciones mecánicas reales, hechas a mano. Mucho nos podremos quejar del aspecto de Fujur, el dragón de la suerte, pero debemos reconocer igualmente el trabajo que hay detrás de cada una de esas construcciones, como también es visible en la tortuga Vetusta Morla. Quizás el mundo de Fantasía peca de oscuridad, pero en el tramo de la novela que adapta, consideramos que es un tono adecuado, especialmente en las escenas clave relacionadas con el principal antagonista junto a la Nada, G'mork, o con el caballo de Atreyu, Artax.
En cuanto a los actores, predominan los tres protagonistas jóvenes frente a breves apariciones de algunos personajes adultos. Bastian Bux, desde la buhardilla leyendo su libro, es interpretado por Barret Oliver, que por entonces contaba con diez años y que un año más tarde recibiría el Premio Saturn por protagonizar D.A.R.Y.L. (Simon Wincer, 1985) y siguió en tramas de ciencia ficción con Cocoon (Ron Howard, 1985) y su segunda parte, Cocoon: el regreso (1988). Pese a sus inicios prometedores y a sus papeles protagonistas, bien interpretado en el caso que nos ocupa, abandonó el mundo de la actuación como sus compañeros, dedicándose finalmente a la fotografía profesional.
El otro peso de la película, Atreyu, es interpretado por Noah Hathaway, quien sufrió bastante durante la grabación, especialmente en las escenas que realizó junto al caballo o en el combate contra el lobo, muestra de entrega para un muchacho de trece años que, tras otras interpretaciones en films como Troll (John Carl Buechler, 1986) o Casebuster (Wes Craven, 1986), se acabó dedicando a varios deportes, aunque precisamente ganó el Premio Saturn por Atreyu en 1984 y parece haber intentado regresar tanto como doblador en Mondo Holocausto o actuando en Sushi Girl (2012), en esta última junto a otro actor muy popular en los ochenta, Mark Hamill, el sempiterno Luke Skywalker de la saga Star Wars.
En cuanto a los actores, predominan los tres protagonistas jóvenes frente a breves apariciones de algunos personajes adultos. Bastian Bux, desde la buhardilla leyendo su libro, es interpretado por Barret Oliver, que por entonces contaba con diez años y que un año más tarde recibiría el Premio Saturn por protagonizar D.A.R.Y.L. (Simon Wincer, 1985) y siguió en tramas de ciencia ficción con Cocoon (Ron Howard, 1985) y su segunda parte, Cocoon: el regreso (1988). Pese a sus inicios prometedores y a sus papeles protagonistas, bien interpretado en el caso que nos ocupa, abandonó el mundo de la actuación como sus compañeros, dedicándose finalmente a la fotografía profesional.
El otro peso de la película, Atreyu, es interpretado por Noah Hathaway, quien sufrió bastante durante la grabación, especialmente en las escenas que realizó junto al caballo o en el combate contra el lobo, muestra de entrega para un muchacho de trece años que, tras otras interpretaciones en films como Troll (John Carl Buechler, 1986) o Casebuster (Wes Craven, 1986), se acabó dedicando a varios deportes, aunque precisamente ganó el Premio Saturn por Atreyu en 1984 y parece haber intentado regresar tanto como doblador en Mondo Holocausto o actuando en Sushi Girl (2012), en esta última junto a otro actor muy popular en los ochenta, Mark Hamill, el sempiterno Luke Skywalker de la saga Star Wars.
La otra protagonista, que, como sucede en los libros, tiene una presencia referencial más que física, es la Emperatriz Infantil, es interpretada por Tami Stronach, que cumple con sus breves apariciones gracias a su apariencia en la que fue su única participación en un film, dedicándose posteriormente a la danza. De entre los adultos, quizás podemos destacar al señor Koreander, el librero del film, interpretado por Thomas Hill, habitual en series televisivas como Newhart (1982-1990) o V: The Final Battle (1984), y el único del reparto que volvería a su papel en La historia interminable: el siguiente capítulo (1990).
Aunque haya quienes afirmen que ha envejecido mal o que es una mala adaptación, no podemos negar que como film dirigido para niños puede seguir funcionando, sorprendiendo a estos con sus escenas, sus criaturas y su fantasía desbordante, así como avivando la nostalgia de aquellos ochenta y de aquella manera artesanal de hacer realidad los sueños a través del cine. Una aventura que ha perdido la filosofía y el contenido que Ende quería transmitir a través de su novela, pero que como película sigue teniendo un valor apreciable, no falto de todo ese contenido que muchos le han querido restar. Al final, sirve como puente tanto para futuros lectores de la obra como hacia una época de artesanía fílmica y buenas e inolvidables películas juveniles, que más allá de sus defectos y virtudes, hicieron mella en toda una generación.
Última mención también a la banda sonora, que acompaña inevitablemente al recuerdo de esta película y que fue trabajo de Giorgio Moroder y Klaus Doldinger, con la conocidísima canción de Limahl, NeverEnding Story. Como curiosidad final, un director también arquetipo de los ochenta, Steven Spielberg, tiene en su posesión el AURYN que se empleó en la grabación debido a la admiración que sintió por la película, y como petición, una revisión no solo de esta película, sino de la novela íntegra, que podría dar pie a una gran adaptación con los medios actuales, pero sin la magia de los ochenta.
Última mención también a la banda sonora, que acompaña inevitablemente al recuerdo de esta película y que fue trabajo de Giorgio Moroder y Klaus Doldinger, con la conocidísima canción de Limahl, NeverEnding Story. Como curiosidad final, un director también arquetipo de los ochenta, Steven Spielberg, tiene en su posesión el AURYN que se empleó en la grabación debido a la admiración que sintió por la película, y como petición, una revisión no solo de esta película, sino de la novela íntegra, que podría dar pie a una gran adaptación con los medios actuales, pero sin la magia de los ochenta.
0 comentarios :
Publicar un comentario
¡Hola! Si te gusta el tema del que estamos hablando en esta entrada, ¡no dudes en comentar! Estamos abiertos a que compartas tu opinión con nosotros :)
Recuerda ser respetuoso y no realizar spam. Lee nuestras políticas para más información.