Animando desde Oriente (I): El viaje de Chihiro, de Hayao Miyazaki

Chihiro y sus padres se mudan a otra ciudad. Durante el viaje en coche, su padre toma un atajo para ahorrar tiempo, pero solo consiguen internarse en un bosque que acaba frente a un edificio con un gran y extraño túnel en el centro. Chihiro se niega a entrar, aunque sus padres insisten en hacerlo. Al otro lado del túnel descubren un pueblo aparentemente abandonado; la familia opta por recorrer el lugar y durante el trayecto se toparán con un restaurante en el que deciden quedarse. Por su parte, Chihiro se aleja de ellos para continuar investigando. Cuando comienza a anochecer, un misterioso joven llamado Haku aparece y le ordena que se marche de allí con sus padres antes de que caiga completamente la noche.

Chihiro corre en busca de sus padres, mientras que poco a poco la ciudad va cobrando vida; los faros se encienden y aparecen un multitud de espíritus, sombras y seres paranormales. Al llegar al restaurando donde había dejado a sus padres, Chihiro descubre una grotesca sorpresa sobre sus padres. Atemorizada, la joven huye y, cuando comienza a anochecer, un encantador y misterioso joven llamado Haku aparece. Con ayuda de varios amigos, Chihiro inicia una gran aventura para buscar una manera de romper el hechizo que cae sobre sus padres y poder continuar de forma normal con su vida.

El viaje de Chihiro fue dirigida por el prestigioso director Hayao Miyazaki y producida por el aclamado estudio de animación Ghibli, maestros en la creación de un mundo infantil, mágico y ajeno al adulto, donde todo es posible. Un mundo que sólo los niños pueden ver y acercarse a él con total naturalidad. La aventura, la magia de la invisibilidad, la transformación, el descubrimiento sobrenatural, la lucha entre el bien y el mal y, en definitiva, todo aquel elemento fantástico relacionado con el mundo infantil, son elementos que Miyazaki logra retratar con gran maestría en la mayoría de sus aclamadas películas. Además, el viaje de Chihiro en este mundo alternativo, que podría compararse con las aventuras de Alicia en el país de las maravillas, de Lewis Carroll, puede representar perfectamente su paso de la niñez a la edad adulta.

Pero no sólo a ese clásico nos evocará esta película. Cuando Chihiro monte a lomos de un dragón, la escena será tan vibrante como la que se puede observar en la adaptación de otra memorable historia, La historia interminable (Wolfgang Petersen, 1984) de Michael Ende. O, posteriormente, cuando el hechizo se rompa será a Peter Pan a quien recordemos, con los dos jóvenes protagonistas surcando el cielo. Se trata, sin duda, de toda una estela, de todo un viaje fantástico hacia un lugar que solamente tendría cabida en la mente de un soñador, de un enternecedor niño. 

Esta visión, sin embargo, puede concebirse como una auténtica lección de vida desde la inocencia hasta la madurez. Desde Chihiro, una inocente niña que tendrá que valérselas por sí misma, enseñándonos valentía, hasta Yubaba, el personaje villano y déspota que demuestra sus carencias emocionales malcriando a su peculiar primogénito, pasando por la transformación física y personal de sus padres, mostrando la avaricia, y del extraño personaje Sin Cara, que, tras su misterioso aspecto, incluso llega a caer simpático al público. En definitiva, la película representa a un montón de personajes con sus virtudes y defectos que al final marcarán el hilo y la resolución de su historia.

Para todo aquel que la vea, El viaje de Chihiro es un asombroso cuento que te transmite un mundo y un ambiente evocador del que te gustaría formar parte, y todo gracias a la imaginación, donde pretende que resida todo, sin mayor acción o parafernalia. La historia de Chihiro es otra visión al margen de cualquier película normal, sobre todo de la concepción occidental, con un marco visual y argumental incuestionable que consigue esa pretensión transgresora que caracteriza a Miyazaki. Sin duda, es una película que no deja indiferente, por su emoción, por su estremecedora trama, porque gustándote o no, deja un peculiar recuerdo para todo aquel que la haya visto. 

Escrito por Mariela B. Ortega