Aristóteles ya identificó el factor social del ser humano como esencial para su identidad. Vivimos (casi) inevitablemente en sociedad, en compañía de otros seres humanos. Obviamente, hay casos contrarios, incluso personas que se aíslan por completo, pero en general nos sorprenden esas historias que versan sobre personas que se quedan en completa soledad.
Nos fascina observar el comportamiento de un humano que, arrojado desde lo que debería ser su vida, se ve envuelto en la más absoluta soledad y debe comenzar a actuar para cubrir la necesidad más básica: la supervivencia.
De ello se han alimentado muchas obras a lo largo de nuestra historia, partiendo de grupos que, aislado, recreaban el nacimiento de una nueva sociedad, como pudiera suceder en El señor de las moscas (William Golding, 1954), hasta personajes solitarios en medio de un hábitat natural o, al menos, no social, como podemos observar en obras como Soy leyenda (Richard Matheson, 1954), Náufrago (Robert Zemeckis, 2000), fragmentos de la reciente La vida de Pi (Ang Lee, 2012) o, de manera claustrofobia, Buried (Rodrigo Cortés, 2010).
Nos fascina observar el comportamiento de un humano que, arrojado desde lo que debería ser su vida, se ve envuelto en la más absoluta soledad y debe comenzar a actuar para cubrir la necesidad más básica: la supervivencia.
De ello se han alimentado muchas obras a lo largo de nuestra historia, partiendo de grupos que, aislado, recreaban el nacimiento de una nueva sociedad, como pudiera suceder en El señor de las moscas (William Golding, 1954), hasta personajes solitarios en medio de un hábitat natural o, al menos, no social, como podemos observar en obras como Soy leyenda (Richard Matheson, 1954), Náufrago (Robert Zemeckis, 2000), fragmentos de la reciente La vida de Pi (Ang Lee, 2012) o, de manera claustrofobia, Buried (Rodrigo Cortés, 2010).
Otro tema de fascinación para la humanidad es el espacio y, dentro de tan vasto territorio, los planetas. En los últimos años ha aumentado la cantidad de noticias sobre el planeta vecino, Marte, y sobre las posibilidades de habitarlo, de mandar personas a él. En los últimos años ha regresado con fuerza las aventuras espaciales, como muestran Gravity (Alfonso Cuarón, 2013) o Interestellar (Christopher Nolan, 2014), así como el próximo retorno de la saga Star Wars o la ininterrumpida marcha de Star Trek. Si bien es cierto que la ciencia ficción ha sido fuente inagotable de historias espaciales, queremos recordar dos novelas recientes que han tratado la cuestión de Marte: una española, escrita por Javier Yanes, y con el título Tulipanes de Marte (2013), aunque dista de ser una obra sobre viajes espaciales; y la otra, El marciano (2011), de Andy Weir, que Ridley Scott adapta al cine en Marte (The Martian) (2015).
Ridley Scott |
El cine de carácter histórico también le valió la fama, especialmente con Gladiator (2000), que justamente compitió en su año de estreno con la antes mencionado Náufrago; aunque ya tenía antecedentes con 1492: La conquista del paraíso (1992) y otras obras posteriores que no han gozado de tanto éxito, como El reino de los cielos (2005) o Exodus (2014), esta última de carácter bíblico. Con Marte (The Martian) ha vuelto a saltar a la palestra, si acaso se llegó a bajar de ella, llamando la atención de crítica y público.
La idea es sencilla, pero abrumadora: durante una misión espacial a Marte, destinada a investigar el planeta rojo, una tormenta provoca el cese de la actividad y el necesario retorno a casa, a la Tierra. Mientras tratan de volver al cohete, uno de los miembros de la tripulación es golpeado por una antena parabólica y es dado por muerto por sus compañeros, que deben regresar sin ni siquiera poder recuperar su cuerpo. Sin embargo, para sorpresa de todos, el astronauta, Mark Watney (Matt Damon), ha sobrevivido y ahora deberá recurrir a los pocos recursos con los que cuenta y a todo su ingenio y conocimiento para sobrevivir en un medio tan hostil como Marte, donde prácticamente puede morir por cualquier razón.
La película avanza así en una estructura que trabaja en un equilibrado juego de clímax y anticlímax. Desde un inicio intenso, con la tormenta de arena en Marte, hasta la última secuencia, se van salpicando momentos de tensión, drama, ciencia (y ciencia ficción) y, sobre todo, humor. El esquema es bastante clásico: ante un problema, se plantea una solución, y posteriormente surge un nuevo problema al que se trata de ofrecer una nueva solución. No obstante, lo diferente es la escala de este tipo de problemas: morir de hambre, morir ahogado, morir deshidratado, morir de frío... junto a una agónica espera de años. A nivel narrativo, la película recurre a la elipsis para ahorrar un tiempo interno muy largo, remarcando así la cotidianidad en que se convierte la vida de Whatney en Marte junto a otros dos lugares de interés: la nave Hermes, donde viaja el resto de la tripulación, y la Tierra, donde la NASA investiga lo ocurrido en Marte.
A pesar de que la línea argumentativa pueda parecer tediosa para un desarrollo de más de dos horas de duración, lo cierto es que se consigue mantener la atención gracias al ingenio de un guion que recurre a toda la ciencia escondida en la obra en que se basa, la labor técnica de gran factura y la labor interpretativa del carismático Matt Damon, acompañado por otros actores de talla. Ello no resta que algunos de los ganchos entre escena y escena resulten evidentes, como el momento en que se un personaje menciona "si nada sale mal" y, a continuación, sucede algo terrible; u otros en tono humorístico: "lo mal que lo estará pasando" frente a la realidad del personaje, en un contraste paródico.
Como esto demuestra, no se trata esta película de una obra de carácter existencialista, sobre lo que apenas hay unas pinceladas. Tampoco abunda el drama ni tiene intención de mostrarse como una epopeya. Es más, los momentos más melodramáticos no los protagoniza el colono marciano, sino sus compañeros, los tripulantes del Hermes. El elemento más destacado es el humor, que sale directamente de las páginas del libro. Estamos ante una situación muy seria, pero el personaje nos dedica en sus monólogos bromas con poca gracia fuera del contexto, reflexiones que rebajan la seriedad de la ocasión o incluso una actitud chulesca para quienes intentan ayudarlo. Esto puede producir la sorpresa en el espectador que esperase una obra de tono más sentido, pero lo cierto es que gracias a este recurso la obra gana en expectación y los momentos dedicados al drama, a la reflexión existencial o a la acción aumentan su fuerza. Y, en efecto, incluso en las peores situaciones, el humor está presente como forma de abordar una tragedia.
El interés central de la obra es la supervivencia de Whatney junto a la búsqueda de cómo retornar a la Tierra, comenzando por contactar con sus habitantes. A la par, somos testigos de lo que sucede en nuestro planeta dentro de la NASA, centrados esencialmente en la organización de la situación ante la muerte de un astronauta, en primer lugar, y hacia una misión a Marte para ayudarlo, en segundo. No falta el humor, pero tampoco la crítica ácida hacia ciertos comportamientos empresariales e incluso un espíritu de concordia que resulta algo infantil. Incluso hay escenas de un remarcado tono estadounidense que, no obstante, no nos deben enturbiar la interesante historia que se nos narra.
En este sentido, estamos ante una intriga de destino, es decir, ante un foco centrado en la historia, en la aventura de supervivencia espacial, y no en el desarrollo de los personajes. Resulta importante mencionarlo porque no notaremos apenas evolución psicológica en el protagonista (la degeneración física sí se evidenciará), pero al menos nos encontramos ante el personaje más trabajado.
El resto están dibujados a trazos enormes, en ocasiones casi caricaturas o arquetipos: la comandante (Jessica Chastain) firme pero en cierta depresión por las decisiones tomadas, una tripulación marcada más por su trabajo que por su personalidad (por ejemplo, el personaje interpretado por Kate Mara representa a a la informática del grupo, mientras que Michael Peña sirve de colega del protagonista), el ejecutivo y director de la NASA (Jeff Daniels) que debe primar la imagen de la empresa, la encargada de prensa de la NASA (Kristen Wiig) que trata los asuntos con cierta histeria, otros ejecutivos y responsables de la misión más centrados en el carácter humano y defensores de ideas arriesgadas (como los personajes de Chiwetel Ejiofor o Sean Bean) así como diversos científicos de cierto aspecto friki y amable o de talento excéntrico (Donald Glover). Por cierto, no faltará la referencia a El señor de los anillos, con Sean Bean presente.
El resto están dibujados a trazos enormes, en ocasiones casi caricaturas o arquetipos: la comandante (Jessica Chastain) firme pero en cierta depresión por las decisiones tomadas, una tripulación marcada más por su trabajo que por su personalidad (por ejemplo, el personaje interpretado por Kate Mara representa a a la informática del grupo, mientras que Michael Peña sirve de colega del protagonista), el ejecutivo y director de la NASA (Jeff Daniels) que debe primar la imagen de la empresa, la encargada de prensa de la NASA (Kristen Wiig) que trata los asuntos con cierta histeria, otros ejecutivos y responsables de la misión más centrados en el carácter humano y defensores de ideas arriesgadas (como los personajes de Chiwetel Ejiofor o Sean Bean) así como diversos científicos de cierto aspecto friki y amable o de talento excéntrico (Donald Glover). Por cierto, no faltará la referencia a El señor de los anillos, con Sean Bean presente.
Por ello, no podemos apreciar bien el valor de las interpretaciones, incluso al revés, las deficiencias puntuales son más notables con personajes tan poco sutiles. Por suerte, Matt Damon se encuentra crecido y de la misma forma que Tom Hanks en Naufrago, logra mantener la trama y la atención con un excepcional carisma y una encarnación perfecta del personaje en todas sus facetas.
A todos estos ingredientes, debemos sumar una fotografía y una calidad técnica excelentes, empleando los paisajes de Jordania para crear una atmósfera marciana. La banda sonora, sin embargo, queda diluida en medio de la presencia de música dance ochentera. La presencia de canciones de grupos como ABBA resaltan el carácter cómico y ahoga una usual composición de película cósmica firmada por Harry Gregson-Williams.
Scott logra conjugar la ciencia presente en la novela, aunque obviamente rebajada (el Whatney literario vive aún más riesgos en la novela de Weir), con una película que sabe entretener y mantener en tensión. Quizás el final resulta abrupto, aunque intenso, pero va en línea con la intención de la obra de no centrarse en el desarrollo de los personajes y en línea también con el carácter del protagonista.
En definitiva, una película que nos transporta a la cotidianidad de la supervivencia en un entorno hostil. Por ello, no hay espacio para grandes reflexiones sobre la existencia (incluso podemos casi considerar que llega a burlarse de esta idea); al contrario, sí encontramos lugar para la ironía de tener una vida corriente y ajena, por tanto, a los melodramas más superficiales y vacíos. En la principal ocasión en que el protagonista accede a caer en el drama, este llega de una forma más profunda y sincera, porque es la respuesta emocional que no había aparecido antes, pero que cuando llega, resulta auténtica en medio de la rutina que la trama había impuesto. Y en nuestra rutina, en la que sobrevivimos cada día, siempre es preferible reír para seguir adelante a hundirnos entre lágrimas.
Tengo muchas ganas de verla, ojala pueda hacerlo pronto porque por lo que veo es muy buena :)
ResponderEliminarUn beso y gracias por la crítica,
PD: Soy nueva por tu blog :) ¿Te pasas por el mio? http://letraslibrosymas.blogspot.com/