Cuando pensamos en guitarristas españoles, ya sin necesidad siquiera de hablar de flamenco, se nos viene a la cabeza el nombre de Paco de Lucía. No importaba si eras o no aficionado a escucharlo, sabías que era bueno y encandiló al país con piezas que todos recuerdan, especialmente aquella rumba improvisada que fue Entre dos aguas, la obra que le hizo ser reconocido en España y que fue introducido en su disco Fuente y caudal (1973) por pura casualidad. Detrás de esa figura de leyenda musical contemporánea, venerada por flamencos y aficionados a la música, se encontraba un hombre sencillo, al que le gustaba descansar en la hamaca, practicar la jardinería, las películas de Billy Wilder, el recuerdo de las lecturas juveniles de Ortega y Gasset, y disfrutar del silencio del océano, del mar, donde buceaba para pescar en las mismas costas mejicanas donde la muerte le encontró el 25 de febrero.
En la Algeciras natal aprendió de su padre el flamenco como una característica familiar -a ello se dedicaba el padre de familia y sus hermanos-, un proceso iniciático que lo acercó a un entorno de cantaores y artistas flamencos donde se formaría junto a sus hermanos mayores, Pepe de Lucía y Ramón de Algeciras, aún antes de tener entre sus manos la guitarra. Como ha explicado en alguna ocasión, con motivo de alguno de los documentales que sobre su figura se han hecho, su padre le puso el camino a ese campo, pero fue el hecho de ver llorar a su madre Luzia al no poder poner más comida en el plato de sus hijos el que lo impulsó a querer ser el mejor. El cante fue, según él mismo afirmaba, su gran frustración, pero la guitarra sería su voz, en la que pondría mayor empeño contando siempre con la ayuda paternal, un padre que supo, de una manera inteligente, mover a sus hijos a un terreno donde pudieran curtirse, crecer y darse a conocer; por ello se trasladarían a Madrid cuando Paco contaba con doce años.
Sin duda, había talento, pero como muchos de los vecinos de la familia han comentado, en aquellas calles se escuchaba tocar la guitarra durante todo el día, la parte fundamental de trabajo, esfuerzo y dedicación que Francisco Sánchez Gómez -su auténtico nombre- ponía a las seis cuerdas de su guitarra, llegando a las doce horas de práctica diaria. Todo ello se combinó, además, con el aprendizaje de artistas reconocidos como "Niño Ricardo" o "Sabicas" y la posibilidad de codearse, acompañar y participar con artistas que, como él, dejarían marcado su nombre en el flamenco y, por tanto, en la música.
Quizás por coincidir en una época propicia para ello y haber experimentado tanto con la guitarra, tuvo una mente abierta para enriquecerse de otros ritmos, de otras músicas, y con ello, supo modernizar el flamenco, pese a las críticas de los más puristas, que ya en la actualidad no pueden hacer otra cosa que aclamar la gran labor desempeñada por el guitarrista. Seguramente su colaboración más conocida en el mundo del flamenco fue la que realizó durante varios años con Camarón de la Isla, reconocido como la mejor voz en este ámbito durante el siglo XX, junto a los más grandes cantaores de la historia; juntos conformaron un dúo único. Paco siempre consideró a Camarón como un héroe, seguramente por poseer el arte en la voz, una capacidad especial que él mismo hubiera deseado y que, a su vez, transmitía en su instrumento.
Quizás por coincidir en una época propicia para ello y haber experimentado tanto con la guitarra, tuvo una mente abierta para enriquecerse de otros ritmos, de otras músicas, y con ello, supo modernizar el flamenco, pese a las críticas de los más puristas, que ya en la actualidad no pueden hacer otra cosa que aclamar la gran labor desempeñada por el guitarrista. Seguramente su colaboración más conocida en el mundo del flamenco fue la que realizó durante varios años con Camarón de la Isla, reconocido como la mejor voz en este ámbito durante el siglo XX, junto a los más grandes cantaores de la historia; juntos conformaron un dúo único. Paco siempre consideró a Camarón como un héroe, seguramente por poseer el arte en la voz, una capacidad especial que él mismo hubiera deseado y que, a su vez, transmitía en su instrumento.
Llegada la fama, acaba la necesidad de subsistir; tan solo quedaba alimentar el alma, crecer en la guitarra. No obstante, ese hambre inicial fue un gran aliado para las primeras creaciones, para las giras por Estados Unidos completamente solo y para el surgimiento de discos como el ya mencionado Fuente y caudal (1973), la misma necesidad que ha impulsado a grandes artistas de todos los ámbitos a la creación; sin ir más lejos, Cervantes y su célebre y archiconocida novela Don Quijote.
Paco de Lucía pasó de los tablaos flamencos donde se vivía de las propinas a tocar en los mejores teatros internacionales, incluyendo finalmente el Teatro Real de Madrid en 1975, lo que supuso finalmente la aceptación de los escenarios por el flamenco en lo que sería el reconocimiento español. Sobre ello, el guitarrista nos dejó una interesante reflexión que aún deberíamos plantearnos hoy: "Mucha gente en el flamenco se sintió orgulloso de aquello, pero yo, la verdad, no me sentí orgulloso porque llevaba años tocando en otros países en el equivalente al Teatro Real y era completamente normal, ¿por qué en mi país me iban a recriminar de alguna manera, o sea, 'te vamos a otorgar el privilegio de tocar en este teatro' cuando yo ya había tocado en ese teatro en otros países donde además la música clásica era incluso más importante que en mi propio país?" (sic documental Francisco Sánchez: Paco de Lucía).
Paco de Lucía pasó de los tablaos flamencos donde se vivía de las propinas a tocar en los mejores teatros internacionales, incluyendo finalmente el Teatro Real de Madrid en 1975, lo que supuso finalmente la aceptación de los escenarios por el flamenco en lo que sería el reconocimiento español. Sobre ello, el guitarrista nos dejó una interesante reflexión que aún deberíamos plantearnos hoy: "Mucha gente en el flamenco se sintió orgulloso de aquello, pero yo, la verdad, no me sentí orgulloso porque llevaba años tocando en otros países en el equivalente al Teatro Real y era completamente normal, ¿por qué en mi país me iban a recriminar de alguna manera, o sea, 'te vamos a otorgar el privilegio de tocar en este teatro' cuando yo ya había tocado en ese teatro en otros países donde además la música clásica era incluso más importante que en mi propio país?" (sic documental Francisco Sánchez: Paco de Lucía).
Sin duda, él fue el culmen de una evolución en la guitarra flamenca que se llevó a cabo en el siglo XX. Todo ello conllevó que esta diera un paso definitivo para dejar de ser un mero instrumento de acompañamiento para tomar voz propia, para alcanzar un nivel principal y privilegiado en el cuadro flamenco, junto al cante y al baile. Ello no provocó, sin embargo, que el artista dejara de colaborar con otros músicos, más allá de su gran amistad con Camarón, participando en trece de sus discos, incluido Potro de rabia y miel (1992), poco antes de su muerte, o de los acompañamientos de sus años iniciales con cantaores como El Lebrijano o Fosforito; también tocó junto a estrellas de diversos campos de la música, como el jazz y el pop, con nombres como Pedro Iturralde, Al Di Meola, John McLaughlin, Carlos Santana, Chick Corea, Manolo Sanlúcar, Ricardo Modrego, Joan Manuel Serrat, Bryan Adams, Alejandro Sanz o Miguel Poveda, entre muchos otros.
Esas experiencias le llevaron a introducir nuevos ritmos al flamenco procedentes del jazz, como da buena muestra Zyryab (1990), de la bossa nova o, incluso, de la música clásica, uno de sus géneros favoritos y en el que se adentró en algunas ocasiones, tanto para tocar piezas de Falla como para su memorable interpretación del Concierto de Aranjuez (1991). Otro de sus aportes al flamenco se encuentra en la incorporación del cajón peruano, hoy en día un imprescindible, y que hizo su primera aparición en el disco Solo quiero caminar (1981), con su sexteto habitual de artistas, donde encontramos, además de a sus hermanos, a Jorge Pardo, Carlos Benavent, Rubem Dantas y Manolo Soler.
Esas experiencias le llevaron a introducir nuevos ritmos al flamenco procedentes del jazz, como da buena muestra Zyryab (1990), de la bossa nova o, incluso, de la música clásica, uno de sus géneros favoritos y en el que se adentró en algunas ocasiones, tanto para tocar piezas de Falla como para su memorable interpretación del Concierto de Aranjuez (1991). Otro de sus aportes al flamenco se encuentra en la incorporación del cajón peruano, hoy en día un imprescindible, y que hizo su primera aparición en el disco Solo quiero caminar (1981), con su sexteto habitual de artistas, donde encontramos, además de a sus hermanos, a Jorge Pardo, Carlos Benavent, Rubem Dantas y Manolo Soler.
En los últimos años, además de discos en directo que disfrutaba especialmente, también nos dejó Luzía (1998), cuyo título es un homenaje a su madre y donde podemos escuchar su voz como cantaor, y Cositas buenas (2004), disco de madurez que le valió dos premios Grammy latinos.
También recibió en los últimos años toda una serie de reconocimientos, entre ellos el título de Doctor Honoris Causa tanto por la Universidad de Cádiz en 2009 como por el Berklee College of Music en 2010, aparte del reconocimiento y el recuerdo de artistas y aficionados; ante él hubo quien afirmó que "al verle he entendido que no sé tocar la guitarra" (Mark Knopfler).
Sería difícil quedarse con algunos de sus temas, de esas composiciones creadas en soledad que después nos brindaba al público. Hemos recogido a lo largo de este artículo varias de ellas, eludiendo adrede Entre dos aguas, seguramente su tema más conocido y popular. Un esclavo de la guitarra, el tema que detestaba y amaba a la par; a él lo que le gustaba era sentirse vivo, "que la muerte te pille viviendo" fue, según dicen, su máxima. Creemos que la cumplió.
También recibió en los últimos años toda una serie de reconocimientos, entre ellos el título de Doctor Honoris Causa tanto por la Universidad de Cádiz en 2009 como por el Berklee College of Music en 2010, aparte del reconocimiento y el recuerdo de artistas y aficionados; ante él hubo quien afirmó que "al verle he entendido que no sé tocar la guitarra" (Mark Knopfler).
Sería difícil quedarse con algunos de sus temas, de esas composiciones creadas en soledad que después nos brindaba al público. Hemos recogido a lo largo de este artículo varias de ellas, eludiendo adrede Entre dos aguas, seguramente su tema más conocido y popular. Un esclavo de la guitarra, el tema que detestaba y amaba a la par; a él lo que le gustaba era sentirse vivo, "que la muerte te pille viviendo" fue, según dicen, su máxima. Creemos que la cumplió.
Escrito por Luis J. del Castillo
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