Aunque ya forma parte de la cultura popular y la máscara de Ghostface ha sido de las más empleadas en carnavales y en Halloween, el personaje surgió en 1996 dentro de esta película de terror perteneciente al subgénero conocido como slasher.
Seguramente lo reconoceréis a partir de esta sencilla descripción: un asesino psicópata persigue a un grupo de jóvenes o adolescentes (normalmente interpretados por actores que no son precisamente jóvenes) generalmente para vengarse, produciendo la muerte de cada uno de los personajes, a excepción generalmente de uno de los protagonistas.
Diversas sagas colman este subgénero que ha llegado a caer en decadencia, con obras ridículas, inverosímiles, nada creíbles o sin capacidad para asustar o sorprender al público, cada vez más acostumbrado a los recursos típicos. Precisamente, Scream surge como un homenaje a este tipo de películas, lo que convierte su enfoque en una forma original de adentrarse en un argumento tan reiterado, pero haciendo que los personajes sean especialistas en el mismo, otorgándoles una entidad más real.
Gracias a ello, junto a las decisiones acertadas que se tomaron para realizar la película a la hora de enfocarla, Scream consiguió una buena recepción tanto de la crítica como del público, iniciando una saga que, no obstante, también decaería.
Wes Craven (1939-2015) es reconocido como uno de los directores que sembraron el actual panorama del cine de terror, junto a otros directores como John Carpenter, del que ya habló nuestro compañero Javier con su película En la boca del miedo, y David Cronenberg. Ganó popularidad con su famosa película Pesadilla en Elm Street (1984), que también trajo consigo varias secuelas, gran parte de ellas desaprobadas por Craven, que las consideraba una distorsión de su idea original. A finales de 1996 llegaría Scream, con guión de Kevin Williamson (autor también de Sé lo que hicisteis el último verano en 1997), un éxito de taquilla que revitalizó, para bien y para mal, un género de capa caída desde el impacto que supuso el inicio de la saga Halloween (1978), del ya mencionado John Carpenter. Sé lo que hicisteis el último verano y Destino final son algunos ejemplos de sagas que nacieron cobijadas bajo su estela.
Seguramente lo reconoceréis a partir de esta sencilla descripción: un asesino psicópata persigue a un grupo de jóvenes o adolescentes (normalmente interpretados por actores que no son precisamente jóvenes) generalmente para vengarse, produciendo la muerte de cada uno de los personajes, a excepción generalmente de uno de los protagonistas.
Diversas sagas colman este subgénero que ha llegado a caer en decadencia, con obras ridículas, inverosímiles, nada creíbles o sin capacidad para asustar o sorprender al público, cada vez más acostumbrado a los recursos típicos. Precisamente, Scream surge como un homenaje a este tipo de películas, lo que convierte su enfoque en una forma original de adentrarse en un argumento tan reiterado, pero haciendo que los personajes sean especialistas en el mismo, otorgándoles una entidad más real.
Gracias a ello, junto a las decisiones acertadas que se tomaron para realizar la película a la hora de enfocarla, Scream consiguió una buena recepción tanto de la crítica como del público, iniciando una saga que, no obstante, también decaería.
Wes Craven con la mano de Freddie Krueger |
Drew Barrymore en Scream |
No podemos hablar de grandes interpretaciones, aunque sí podemos halagar la labor de Jamie Kennedy o la escena inicial protagonizada por Drew Barrymore, con las secuencias más escalofriantes de la película.
En Scream, no obstante, podemos encontrar dos cuestiones muy interesantes, que la diferenciaron en su momento de otras del género. La primera la obtenemos del asesino, cuya figura no es la de un ser letal y preciso; sin duda estamos ante un criminal muy humano, diferente a esos personajes del terror que resultan tan mortíferos y perfectos. Ghostface tropieza, se cae y falla a la hora de matar, se le puede encarar incluso. En la práctica, estábamos ante un asesino aficionado que sirve de parodia para los expertos monstruos del terror.
Aquí el miedo procede de su presencia, de lo que implica sentirse inseguro ante algo tan humano, pero de aspecto tan macabro. Un aspecto con el que se jugará para sobresaltar con sustos, una técnica empleada hasta la saciedad en el cine, pero que funciona con la misma efectividad de antaño.
Hay ciertas reglas que uno debe seguir para sobrevivir con éxito en una película de Terror. Para empezar, número uno: nunca debes tener sexo. El sexo equivale a la muerte ¿OK? Número dos: nunca debes beber o tomar drogas, es un pecado, es una extensión del número uno. Y número tres: nunca, jamás, bajo ninguna circunstancia debes decir "volveré enseguida", porque no vas a volver. Si te saltas las leyes, terminas muerto.
Jamie Kennedy en el papel de Randy Meeks |
Ghostface |
Muy buenas tus últimas entradas relacionadas con el terror en estas fechas próximas a halloween que cada vez va más teniendo más seguidores en España. Me gusta este blog. Un saludo
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