Animando desde Oriente (XXIII): El castillo ambulante, de Hayao Miyazaki

05 agosto, 2022

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Esta reseña comenta y explica cuestiones relativas al argumento. Atención, spoilers.

Hay artistas que dejan su huella en todo lo que crean de forma irremediable. El estilo y las temáticas que aborda Hayao Miyazaki (1941) no son exclusivas de él, pero sin duda ha sabido emplearlas para crear un sello identificable a la legua. Tanto es así que sin él, ni sin Isao Takahata (1935-2018), podemos dudar sobre la viabilidad de un Studio Ghibli que no ha sabido reinventarse ni encontrar una voz tan personal como la de Miyazaki. Incluso es notable cómo quienes tratan de imitar el estilo artístico del estudio, en realidad imitan su estilo, ya que si observamos otras obras producidas por Ghibli encontraremos enfoques diferentes. 

Podemos destacar aquí la labor de Takahata de intentar innovar con películas como en El cuento de la princesa Kaguya (Kaguya-hime no Monogatari, 2013). Por lo que comentábamos antes, es también muy sencillo rastrear cuáles han sido las inquietudes constantes del director japonés, que han estado presentes desde sus inicios, incluso de forma previa a la fundación del estudio de animación que hizo célebre. Lo vimos, por ejemplo, en nuestro comentario a Nausicaä del Valle del Viento (Kaze no Tani no Naushika, 1984).


De ahí que, cuando Miyazaki adapta una obra que ya existe, la impregne de su voz y lo haga con tanta delicadeza que ni siquiera los creadores originales pueden más que celebrar el resultado, tal fue el caso de Diana Wynne Jones (1934-2011) cuando pudo contemplar la adaptación de su novela El castillo ambulante (Howl's Moving Castle, 1986), que hoy comentamos. Porque, en efecto, cuando contemplamos El castillo ambulante (Howl no Ugoku Shiro, 2004), podemos notar cómo se aleja de la novela original en bastantes puntos. Por ejemplo, borra todo el modelo similar a El mago de Oz (The Wonderful Wizard of Oz, Lyman Frank Baum, 1900) que empleaba Wynne Jones y otorga un carácter más fantástico a este universo, que pasa a ser una versión alternativa de una sociedad de inicios del siglo XX, con su maquinaria de guerra voladora, pero todavía dependiente de una infantería numerosa... y de magos. Y, a su vez, sabe escoger lo más relevante de la obra original, como es la evolución de su protagonista, Sophie, y su relación con el mago Howl. A su vez, añade su inquietud antibelicista, no presente en la novela, y dota de mayor vida, como veremos, a la naturaleza frente a lo artificial, en su defensa habitual del medio ambiente, mucho menos presente de forma directa que en otras de sus obras. Hay otras diferencias en cuanto a las tramas o el uso de personajes que provocan que película y novela propongan dos visiones diferentes de una historia central, pero sin restar ningún ápice de interés a ambas.



La historia se centra en Sophie, una joven que trabaja en la sombrerería de su fallecido padre. Nada más empezar, Miyazaki nos muestra un retrato idóneo de la personalidad de la muchacha: es solitaria, vive apartada de los demás, como muestra al rehuir las multitudes, algo asustadiza, pero, a la vez, muy responsable y trabajadora. Todo ello nos lo muestra el director con las acciones del personaje, que empezará a cambiar desde el momento en que se vea presa de una maldición que la convierte en una anciana. A partir de ese momento, encontramos a una mujer regia y fuerte, que a pesar de sus recientes dificultades físicas, pone todo su espíritu y empeño en conseguir salir adelante y encontrar una solución, aunque eso suponga adentrarse en el hogar del terrible mago Howl. 


Lo que en principio era una maldición que le había echado la Bruja del Páramo, en venganza por haber paseado junto a su amado y deseado Howl, acaba convirtiéndose en una liberación, ya que, como ella misma confesará a lo largo de la película, la vejez le ha permitido ser sincera, decir lo que piensa sin tener reparo y no tener ya ningún miedo (Al menos, una ventaja de ser vieja es que ya no tienes miedo de nada). De ahí que sus comentarios constituyan parte de la comedia de la película, ya que pasa a pensar en voz alta frente a lo silenciosa que era de joven. Por ejemplo, al llegar al castillo, comenta que no cree que Howl quiera comerse el corazón de una vieja achacosa como yo, en relación a los rumores de que el mago devoraba los corazones de las mujeres Precisamente, cualquier cabezonería que se le pase por la cabeza la cumple, llegando a tener ese carácter bromista, como cuando trata de asustar a una joven clienta diciendo que es una de las brujas más horribles. No obstante, toda esta fachada, creada a partir de la maldición, esconde otras de sus características reales: su fragilidad, su bondad y su fuerza. Por ejemplo, cuando ayuda al espantapájaros encantado desinteresadamente, pero a la vez no tiene reparos en decirle que su cabeza, que es un nabo, es una de las verduras que siempre he odiado. Por cierto, cabe destacar que en los momentos en que estas características se revelan, normalmente influidas por su creciente amor hacia Howl, ella rejuvenece sin darse cuenta. 



Como podemos comprobar, Sophie es un tipo de heroína diferente a lo habitual, pues parte de una situación de vejez que es algo inusual en el terreno cinematográfico. No porque sea una temática que no se haya abordado, pero en este caso se encara con una vitalidad y una fuerza inauditas. Ya mencionábamos antes que para nuestra protagonista, su maldición se convierte en una liberación. Además, en la película, se reivindica el rol de cuidador compasivo, de persona que sabe comprender a los demás y también poner en orden sus vidas. Desde que llega al castillo de Howl, Sophie remueve y renueva todo su interior ejerciendo como limpiadora, pero también como agente activo en los cambios que se van a producir en sus habitantes. Ella es quien le ofrece un nuevo paradigma existencial a Markl, el joven aprendiz de Howl, a Calcifer y, en última instancia, al propio Howl. Pero, además, con sus actos a lo largo de la película, logra que otros personajes evolucionen y crea vínculos entre todos, como bien demuestra el caso de Navet, el espantapájaros hechizado, Heen, el perro de Suliman, o la propia Bruja del Páramo, de quien hablaremos más tarde. Cabe destacar, por ejemplo, la relación maternal que se establece entre Sophie y Markl, aunque implicando también al niño en las tareas. O la complicidad que surge con el chulesco Calcifer, aceptando el demonio del fuego las peticiones de la protagonista aunque ella no sea Howl o incluso aunque no le apetezca. 


No obstante, el personaje para el que Sophie supone un mayor impacto es Howl. La personalidad frívola del personaje choca al principio con la protagonista, que no comprende las acciones despreocupadas del mago, su ligereza o sus continuas ausencias, aunque tampoco puede dejar de admirar su determinación y agudeza, que irán ganado terreno conforme avance su relación. El punto culmen de este choque lo veremos cuando la limpieza de Sophie estropee las pociones con las que Howl se teñía el pelo, entrando en una depresión palpable, nunca mejor dicho. La importancia que le da al aspecto físico choca con la visión de Sophie, que se siente desgraciada por no haber tenido, según expresa, esa belleza nunca, y menos ahora hechizada como una anciana. Precisamente, nunca sintió ningún peligro en la amenaza de que Howl pudiera llevarse su corazón porque nunca pensó que se pudiera fijar en una chica normal como ella. Su frustración acaba en llanto bajo la lluvia, pero se recompone y es capaz de solucionar el lamentable estado del mago.



Uno de los temas cruciales que se aborda en la película y que está íntimamente relacionado con Howl es el de la guerra. Advertíamos al principio que Miyazaki impregna de antibelicismo su obra y así podemos observar cómo sus protagonistas suelen buscar soluciones pacíficas a sus problemas. Es más, en algunos casos ni siquiera existe un conflicto bélico como tema central. En este caso, la guerra era un telón de fondo, pero el director lo coloca en primer plano al ser uno de los motores que mueve inevitablemente a los personajes. En el caso de Howl, huye de sus responsabilidad y de su implicación en la guerra usando diferentes domicilios e identidades (Jenkis y Pendragón) para evitar que lo encuentren y deba alistarse. Al menos, ofrece esa apariencia de irresponsabilidad, cuando en realidad su deseo es evitar el conflicto. Como se descubrirá por sus posteriores intervenciones, es consciente de lo que hace: se autodenomina cobarde por no acudir a la llamada del rey, pero a la vez mantiene un tono serio cuando se refiere a la guerra, señalando que es un acto absurdo (también Sophie e incluso la Bruja del Páramo la despreciarán abiertamente). En efecto, no es cobardía, sino honestidad; no quiere participar en el absurdo de una contienda bélica que solo está sirviendo para quemarlo y arrasarlo todo, como también nos muestra en imagen Miyazaki. Como detalle, podemos destacar la rotundidad de Howl al referirse a los magos que sí están en el frente, a los que considera que se han convertido en bestias sin humanidad, que nunca volverán a ser humanos ni recordarán haberlo sido, habiendo sido engañados por el poder dominante, que ha sacrificado sus vidas en un sinsentido.


No obstante, cuando avance la trama, irá asumiendo ciertas responsabilidades, porque poco a poco asumirá sus sentimientos por Sophie. Como él mismo le revelará en el último tercio de la película, ahora tiene algo que proteger. Aunque para ello tenga que abusar de la magia y convertirse cada vez más en una bestia. Uno de los efectos del uso de la magia es cómo esta devora la humanidad de Howl provocando que sea cada vez menos humano. Sin embargo, Sophie es capaz de ver más allá de esa imagen monstruosa y también de las apariencias que ha creado a su alrededor. Es más, aunque en varias ocasiones se cuestiona a Sophie sobre su posible enamoramiento hacia Howl, ella misma lo revela ante Suliman, la maestra de Howl y maga real, encargada de reclutar y castigar a los magos. En su encuentro, le defiende: Howl no es un hombre sin corazón, puede ser egoísta y cobarde, y a veces es difícil entenderle, pero sus intenciones son buenas. Él solo quiere ser libre. Howl no va a venir y no necesita su ayuda. Él solo puede resolver sus problemas con ese demonio



Este encuentro, que se enmarca justo a mitad de la obra, muestra también cómo ella rejuvenece al tomar valor para decir estas palabras y enfrentarse a Suliman. Además, es crucial para el posterior desarrollo de la obra, pues a partir de este momento, mejora sustancialmente la relación entre Howl y Sophie, él mejora las condiciones del castillo y acogen a la Bruja del Páramo, que ha sido desahuciada de sus poderes por Suliman. Así, finalmente, el mago tratará no solo de ponerla a salvo, sino también de agradarla, mostrándole el jardín donde pasó parte de su juventud y creándole una casa similar a la sombrerería, pero creando una floristería en su lugar. 


Aprecio en esta parte de la película una elipsis temporal que no se menciona, pero que justificaría el desarrollo posterior, pues se menciona que el mago lleva bastante tiempo sin regresar a casa o se da por hecho el trabajo en una tienda, suponemos la floristería que le promete el mago, que nunca se muestra en pantalla. Así pues, Howl y Sophie son capaces de ver el uno en el otro su auténtica realidad más allá de las apariencias (es significativo que el mago pueda verla rejuvenecida mientras duerme) en las que se ven envueltos por sendas maldiciones y por puros principios morales. Solo con su ayuda mutua pueden salir adelante y, de paso, salvarse mutuamente. Incluso podemos considerar que Sophie llega a intervenir en el pasado de Howl para que este acabe buscándola en el futuro.



A nivel de desarrollo de personajes y temáticas, debemos señalar dos casos concretos más: la Bruja del Páramo y Suliman. De nuevo, es recurrente en la carrera cinematográfica de Miyazaki no encontrar maniqueísmo absolutos. Sus personajes son imperfectos y no suelen caer en ser buenos o malos de manera completa. Es más, en muchos casos acaban siendo justos incluso habiendo actuado mal a lo largo de la obra o perdiendo al final de la misma, o por lo menos logran recapacitar. Así podemos observar el caso de Lady Eboshi en La princesa Mononoke (Mononoke Hime, 1997), el de Yubaba en El viaje de Chihiro (Sen to Chihiro no kamikakushi, 2001) o el de Fujimoto en Ponyo en el acantilado (Gake no ue no Ponyo, 2008). En este caso, hay dos antagonistas. La primera es la Bruja del Páramo, que es quien maldice a Sophie. Esta egoísta y engreída hechicera acabará su periplo a mitad de la obra, cuando sea despojada de sus poderes y convertida en una anciana prácticamente incapacitada. Curiosamente, esto servirá para ensalzar a la protagonista, que lejos de actuar con rencor, la acogerá y cuidará con ternura y cercanía, compadeciéndose de su situación y actuando con bondad. Resulta curioso considerar que este mismo personaje cometerá una última torpeza al provocar daño a Calcifer y, por tanto, a Howl, pero le devuelve el cariño recibido a Sophie y actúa con benevolencia final.


El otro caso es más peculiar. En consideración personal, creo que Suliman es un personaje que representa el poder y el control sobre los demás. Desde su trono en el castillo, muestra un auténtico desprecio por la libertad individual, considerando degenerados a los magos que no siguen sus directrices ni se alistan al ejército que está creando, aún conociendo las consecuencias. Cabe destacar que su séquito está representado por jóvenes idénticos unos a otros, que son leales y obedientes. Desprecia la vida que ha elegido Howl porque considera que desperdicia su talento y castiga a la Bruja del Páramo sin darle posibilidad de un juicio justo o de un camino alternativo. No obstante, al final de la obra, todo se olvida. Ella misma asevera: Se acabó el juego. Vamos a poner fin a esta guerra sin sentido. Lo que da a entender que era algo que estaba en su mano, pero que evitó para mantener ese control. Creo que es uno de los personajes que acaba peor parado en el retrato que le hace Miyazaki si atendemos a sus actos.



Por último, debemos mencionar cómo Miyazaki desarrolla ciertos aspectos a nivel temático y técnico; como primer comentario, quiero destacar el uso de la iluminación a lo largo de toda la película. En segundo lugar, el director opta siempre por ensalzar lo natural y lo artesanal, como podemos apreciar en los bellos paisajes que plantea o en los colores cálidos y agradables que usa para el retrato de la sombrerería o del hogar de Howl; .. Por contra, todo lo mecánico o artificial suele ir acompañado de colores oscurecidos y cuentan generalmente con humo negro. Un caso excepcional es el propio castillo ambulante, del que nos ofrece la imagen de un monstruoso ser que simula ser orgánico (podemos percibir ojos y boca, con forma de batracio), pero que es una máquina. No obstante, su humo es blanco y es evidente que Miyazaki quiere subrayar tanto el carácter hogareño de este lugar como sus propiedades mágicas. En realidad, funciona como un personaje más de la obra y cuenta con su propio corazón, que es el demonio Calcifer. 


En relación a esta cuestión, y en tercer lugar, debemos señalar una de las carencias habituales en Miyazaki, si podemos considerarla como tal. El director obvia las explicaciones. Los mundos mágicos que aborda en todas sus obras son así sin mayor desarrollo ni justificación. Apenas se explica el funcionamiento de la magia en la obra, solo acontece, aunque podemos intuir algunas cuestiones. Tampoco se desarrolla el tema de las estrellas fugaces y de los demonios. En general, todas estas cuestiones no se abordan, solo debemos aceptarlas dentro del juego de la ficción y de la fantasía en la que nos envuelve el director japonés en sus obras. De la misma forma que es inevitable encontrar artefactos aéreos en sus películas, por su gran afición a los aviones.



En cuarto lugar, no podríamos finalizar este comentario sobre El castillo ambulante sin hacer referencia a Joe Hisaishi (1950), compositor habitual de Ghibli y piedra angular de las obras de Miyazaki. La banda sonora de esta película está muy cuidada y tiene un tono romántico y mágico que envuelve perfectamente cada escena, además de tener características más propias de la música europea, de la que bebe. Quiero destacar el leitmotiv que inunda varios de los temas de la banda sonora con formato de vals y que representa a Sophie (y su relación con Howl), pudiendo encontrarlo en Merry-go-Round, Stroll Through the Sky, Wandering Sophie, A 90 Year Old Young Girl, el más melancólico y brevísimo Heart Aflutter o el lento Now That's Love. Peor también quiero destacar dos temas que quizás sean menos populares, pero demuestran la misma fuerza, ambos representativos del pasado de Howl y con el mismo enfoque: The Secret Cave (también Cave of the Mind) o el completo The Boy Who Drank Stars.


En conclusión, El castillo ambulante es una de las grandes películas de Miyazaki. Sus temáticas la hacen singular dentro de su paradigma, pues aborda una historia de menos acción o aventuras, alejándose del tono de, por ejemplo, El castillo en el cielo (Tenkū no Shiro Laputa, 1986), Nausicaä del Valle del Viento o La princesa Mononoke, pero con la misma magia, la misma calidad artística y musical y una historia llena de amor, reivindicación de la vejez y antibelicismo.


Escrito por Luis J. del Castillo



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