El castillo ambulante, de Diana Wynne Jones

20 mayo, 2019

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En nuestra sociedad existen personas resignadas. Resignadas a ocupar un rol que le ha sido otorgado por la propia sociedad, por su familia o por sus aspiraciones y creencias personales. Esta resignación suele conllevar vidas grises y apagadas, anodinas, desesperanzadas, como si acaso no hubiera oportunidad para cambiar o para elegir un destino mejor. En estos casos, podemos considerar que estamos ante cuerpos en pena, ante autómatas que están más cerca del otro lado de la vida que de este. Figuras pusilánimes que los demás pueden manipular a su antojo. Al menos, hasta que se produzca algún cambio sustancial.

En esta situación se encontraba la protagonista de El castillo ambulante (1986), Sophie, al principio de la novela. Resignada a ocupar su papel como hermana mayor y trabajadora de una sombrerería, incapaz de buscar una vida mejor, de valorar sus auténticas capacidades y de adentrarse entre los adultos. Sin embargo, cuando la Bruja del Páramo aparezca en su negocio, fruto de un error, tendrá que hacer frente a una maldición que la convertirá en una anciana, obligándola a dejar su vida atrás y buscar un nuevo destino.

El castillo ambulante nos propone un viaje de carácter más interno que externo, por lo que resulta difícil de clasificar. Hay quien podría considerar que la relación romántica es el centro argumental de la historia, pero lo cierto es que ese centro lo encontramos en la evolución de su protagonista para encontrar su auténtico lugar en el mundo. Para ello, atravesaremos una historia influida por su ambiente de novela fantástica, en el que no falta una sociedad cuasi medieval y la presencia de profecías y magias de lo más variopintas. Sin embargo, su desarrollo es irregular, tiene una estructura poco definida y el estilo de su autora opta más por la ambigüedad que por la certeza. Así, es capaz de plantearnos toda una comedia de enredos amorosos con magia de por medio en un primer tramo para finalizar con una historia de autosuperación, en el que la protagonista debe afrontar riesgos y luchar contra el destino revelando quién es realmente y rompiendo con su propia resignación. 

Por otra parte, no podemos evitar la comparación entre los dos protagonistas: Sophie y Howl. Su contraste nos lega algunas de las mejores escenas del libro, tanto a nivel cómico como dramático. Son personajes contrarios: Sophie tiene un espíritu fuerte, aunque resignado, lo que ha causado que su apariencia sea la de una anciana quejumbrosa, pero enérgica, mientras que Howl mantiene una apariencia fresca y juvenil, empleando para ello múltiples recursos estéticos, y aparenta ser una persona despistada y frívola, a pesar de contener en su interior múltiples preocupaciones y temores. Aunque ambos tienen estos caracteres iniciales, serán capaces de evolucionar hacia los extremos contrarios, consiguiendo demostrar que detrás de sus apariencias esconden una fortaleza inquebrantable y un ansia por vivir de la que se retroalimentan mutuamente. De esa forma, la gracia de El castillo ambulante se encuentra en esta evolución personal de dos personas tan contrarias entre sí y cuyos enfrentamientos a lo largo de la novela nos proporciona, como ya advertimos, las escenas más atractivas de la misma.

Diana Wynne Jones
En ese amplio viaje encontraremos múltiples pinceladas que enriquecen bastante el trasfondo de la novela. Para empezar, a un nivel extratextual, la autora, la prolífica Diana Wynne Jones (1934-2011), muestra una gran capacidad para insertar diversas referencias a lo largo de la obra, por ejemplo, a obras de la literatura inglesa, ya sea a clásicos como Hamlet (William Shakespeare, 1600) o a la literatura fantástica de Tolkien o C.S. Lewis, de quienes podemos considerar que es seguidora. También hay cierta influencia de Lyman Frank Baum, con esa mezcla entre distintas realidades al estilo de lo que ocurre en El mago de Oz (1900), del que también recoge algunas referencias. No obstante, logra que no se conviertan en menciones demasiado evidentes o directas, sino que sean percibidos por quienes conocen esas obras sin que resulten una cuestión incomprensible para los neófitos. Incluso podemos advertir que Wynne Jones crea su propia voz y personalidad a pesar de estas influencias, aunque podamos considerar que se tratan de obras de un carácter más ligero que las de Tolkien, por ejemplo, y más cercanas a las de Lewis o Baum.

Por otra parte, a nivel argumental, debemos mencionar algunas cuestiones que se abordan. Hemos comentado, por ejemplo, la resignación a la que se sometía Sophie por su rol dentro de la familia. No faltaría aquí cierto comentario sobre los estereotipos femeninos que se rompen dentro de la novela, por ejemplo, gracias al desparpajo de sus hermanas, Martha y Lettie, capaces de buscarse la vida para encontrar la felicidad fuera de lo que se esperaba de ellas Sin embargo, la novela cae en el tópico de finalizar sus tramas mediante relaciones románticas, aunque debemos decir que se resuelven con cierta gracia. Incluso debemos tener en cuenta a Fanny, madrastra de Sophie y Lettie y madre de Martha, que es capaz de mantener su vida activa tras la viudez y lograr de nuevo la felicidad, aunque para ello se aproveche de la dedicación y la sumisión de Sophie.

Howl y Sophie en la adaptación cinematográfica de 2004
Otro apartado son las tramas relacionadas con Howl que surgen desde que Sophie llega al castillo. Una de ellas sirve para mostrar las difíciles relaciones políticas del país, con los compromisos que adquiere el mago ante las exigencias del rey y que intenta rechazar ya sea por cobardía, como aparenta, o por pacifismo. No obstante, esta subtrama, que ocupa en torno a tres capítulos, acaba supeditada a las demás, sobre todo a la evolución de la protagonista, siendo uno de los mejores capítulos para observar cómo ha cambiado, y apenas se le da importancia, aunque será resuelta al final. También destacan los personajes secundarios que pueblan el castillo ambulante: Calcifer, que es quien mejor representa la magia de la novela y cuya relación con Howl será crucial para el tramo final de la novela, y Michael, su aprendiz, acogido de la misma forma que Sophie. Gracias a las interacciones entre los cuatro habitantes del castillo descubriremos mejor la historia del mago, rompiendo con la imagen frívola y mujeriega con que se nos presenta al principio para mostrar también su bondad con la manera en que acepta a Michael y a Sophie en su hogar. Un detalle crucial de su auténtico comportamiento lo encontramos en el capítulo en que la investigación de un hechizo aparecido entre los apuntes de Michael lleva a nuestros protagonistas a intentar conseguir una estrella, hecho que les recriminará duramente Howl y del que tratará de advertirles de sus efectos adversos. Y, por supuesto, en las revelaciones del final seremos testigos de todo lo que hizo Howl por proteger a los suyos.

Por último, la Bruja del Páramo es la antagonista de la historia, no solo por ser la culpable de hechizar a Sophie, sino también por representar todos los aspectos negativos en que podrían caer los personajes: el ansia de venganza, los celos, la envidia, la frivolidad y el gusto por las apariencias. Su frialdad la convierte en un personaje muy oscuro, capaz de hacer todo lo posible para acabar con Howl y con su felicidad. Destaca en este sentido más que el tramo final de la historia, su encuentro con la señora Pentstemmon.


En definitiva, todos estos elementos provocan que El castillo ambulante sea una novela agradable, divertida en varios fragmentos, con mucha magia y bastante ligera. Se trata, por tanto, de una obra centrada en sus personajes, capaz de cerrar todas las tramas con una resolución clara y que se siente redonda, sin dejar cabos sueltos, aunque su conclusión sea algo abrupta. Además, otorga cierta profundidad al mundo que crea y nos deja entrever que hay algo más allá de la historia que nos ha narrado. Precisamente, Diana Wynne Jones continuó con las aventuras de este particular universo en dos secuelas: El castillo en el aire (1990) y La casa de las mil puertas (2008).

No debemos olvidar, por último, que el célebre director japonés Hayao Miyazaki (1941) se basó en dos de sus novelas para crear sendos largometrajes, uno de ellos inspirados en esta que hoy hemos comentado: la bella El castillo ambulante (2004), que si bien sigue los pasos establecidos por Wynne Jones en la obra literaria, añade algunos elementos propios de los intereses de Miyazaki, como un factor antibelicista más fuerte, además de evitar el maniqueísmo en que esta cae con respecto a la Bruja del Páramo.


1 comentario :

  1. hola ! es una pelicula bellisima, y tu entrada Brillante nos hizo conocer todo un mensaje que se capta subrepticiamente en la pelicula y la vuelve inolvidable, gracias! saludosbuhos.

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