Last Christmas, de Paul Feig

27 diciembre, 2020

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Podemos considerar que la Navidad es prácticamente un género en sí mismo. Hay una considerable cantidad de obras cuyo espíritu reside en ensalzar esta época con historias de final feliz, en el que los protagonistas acaban siendo mejores que al empezar. Son esos relatos que siguen esquemas similares a los cuentos como el del señor Scrooge, una de las creaciones imperecederas de Charles Dickens (1812-1870). Después de todo, en esta época se dan la mano la alegría y la bienvenida al invierno, con las efemérides religiosas oportunas, y, a la vez, la revisión del año que concluye. Por tanto, una época perfecta para cuestionarnos, reflexionar y también para planear el futuro, enmendar errores pasados y, en definitiva, ser mejores que el año que dejamos atrás.

Además, a todo este proceso que podría ser personal se suma un factor fantástico en muchas ocasiones. Ya pueda ser el de una figura tan célebre como Papá Noel (aka Santa Claus), un ángel o el mismo Dios cristiano. Aunque una de las más célebres es la del fantasma, también presente en la célebre, y ya mencionada, Canción de Navidad (Charles Dickens, 1843). Como mencionábamos antes, este tipo de obras se han convertido en un subgénero dentro de cuyo molde encontramos obras tan valiosas y de calidad como ¡Qué bello es vivir! (It's a Wonderful LifeFrank Capra, 1946) o Love actually (Richard Curtis, 2003) hasta un gran cúmulo de telefilmes llenos de estereotipos, de producción generalmente alemana, y cuyos títulos no dejan de darle vueltas al nombre de la Navidad (o Christmas en inglés) ni de invadir las cadenas públicas.

A partir de este molde encontramos algunas producciones que tratan de ir un paso más allá, pero que no logran escapar de sus propias limitaciones, a pesar de contar con una mejor producción. Ese sería el caso de la bienintencionada Last Christmas (Paul Feig, 2019). A partir de una comedia navideña, con personajes típicos, trata de abordar a su vez un drama psicológico en torno a la superación, la integración, la familia y las ganas de vivir. Es decir, temas habituales en estas historias que son abordados de manera poco original, aunque usando como hilo conductor una de las canciones más emblemáticas de George Michael, cuando pertenecía a Wham!: Last Christmas (1984). Como curiosidad, la película fue escrita por Bryony Kimmings y una de las actriz del reparto, Emma Thompson, también productora.


Tras un pequeño prólogo en el que quedan definidas los lazos que unen a una familia yugoslava a finales de los noventa y que determinará la personalidad y el trasfondo de nuestra protagonista, Kate (Emilia Clarke), la hija de una familia inmigrante en Reino Unido. Ya situados en el Londres de 2017, la encontramos en una vida deprimente, siendo descuidada y egoísta, aprovechándose de los demás e incapaz de encontrar un rumbo serio. Un personaje incapaz de crear lazos íntimos con otros personajes. Dado el subgénero ante el que nos encontramos, pronto llegará el motor del cambio en su vida, en este caso en forma de un joven por el que ella se siente atraída. Junto a él irá conociendo y apreciando más el entorno en que vive, intentará cambiar sus relaciones personales y encontrará una motivación para ayudar a los demás desinteresadamente. Aunque no todo es tan sencillo ni su relación es tan honesta como ella cree.

A través de distintas escenas cómicas, la trama nos mostrará cómo evoluciona la protagonista desde una vida desastrosa hacia un tono más agradable, donde no puede evitar seguir siendo torpe, pero de una forma más simpática y menos (auto)destructiva. Después de todo, durante todo su recorrido como protagonista va abriendo heridas que luego tendrá que ayudar a cerrar, reconciliándose con todos los demás secundarios a los que hizo daño, ya fuera su jefa, sus amigos, su hermana o su madre. E incluso yendo más allá, logra realizar un cambio en la comunidad, en lo que es una clara y evidente invitación al espectador a moverse y crear vínculos, especialmente en una época tan luminosa como la navideña.


Porque otro de los aspectos más evidentes de esta película es su mensaje sociopolítico. No solo por el habitual esquema argumental del subgénero navideño, sino también por otras dos cuestiones menos tópicas: la ayuda a la comunidad desfavorecida, a través de la subtrama del comedor social y el voluntariado de Kate, y el rechazo a la xenofobia en general y al Brexit en particular. Este último punto se aborda desde el ángulo familiar, sobre todo de la madre, interpretada por Emma Thompson. Se trata de un personaje histriónico que vive obsesionada y temerosa de perderlo todo por si la expulsan del país por culpa de la política. Un retrato de un miedo real pero que acaba convertido prácticamente en una obsesión o, incluso, en una parodia no pretendida. Y, por supuesto, acaba por sacar al espectador del argumento con un mensaje tan burdo. Especialmente cuando se nota que está añadido dentro de una trama originalmente romántica, en vez de desarrollarse de manera orgánica y natural como parte de las necesidades de los personajes.

En definitiva, una historia entrañable y simpática para sentirse bien, con ciertos toques sociales, pero nada innovadora. Para quienes disfruten del subgénero navideño, pueden sumarla, aunque no deben esperar más de lo que propone. Eleva el nivel del telefilme medio gracias a una producción decente, a un buen reparto y una banda sonora repleta de temas de Wham! y George Michael, lo que marca una diferencia considerable. 


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