Si para el lingüísta Eugenio Coseriu (1921-2002) nada relacionado con la actividad humana debía resultar ajeno, citando a un personaje de Terencio (185-159 a. C.), para Peter Kolosimo (1922-1984), nada relacionado con lo insólito debía dejar de ser investigado. Y su obra es la constatación de este aserto, todo un compendio de misterios, un vademécum de lo desconocido.
Peter Kolosimo |
Su nombre real era Pier Doménico Colosimo (Módena, Italia). Periodista, escritor y licenciado en Filología en Lenguas Modernas en Alemania (idioma que dominaba, junto al inglés y el natal), fue además el director de la Asociación de los Estudios Prehistóricos de Italia. Su buen hacer (o escribir) se tradujo (nunca mejor dicho) en que sus libros aparecieron en multitud de idiomas. He visto en alguna página que se le compara con el Erich von Däniken (1935). La diferencia entre ambos es abismal. Sus estilos y conclusiones se parecen como un huevo a una castaña. Y eso lo sabe cualquiera que haya leído alguno de sus libros.
Para empezar, Kolosimo sabía escribir. Y aún metiendo mano en la misma materia (a veces bastante inmaterial), para Kolosimo todo es incertidumbre, posibilidad, cosquilleo refutable; nada queda demostrado, aunque sí mucho expuesto y declarado de forma valiente, abierta, en tanto que para el suizo, in illo tempore pergeñador de lustrosos pero poco lucidos (o lúcidos) best-sellers, todo es molesta certeza o ramplona cabezonería.
Para empezar, Kolosimo sabía escribir. Y aún metiendo mano en la misma materia (a veces bastante inmaterial), para Kolosimo todo es incertidumbre, posibilidad, cosquilleo refutable; nada queda demostrado, aunque sí mucho expuesto y declarado de forma valiente, abierta, en tanto que para el suizo, in illo tempore pergeñador de lustrosos pero poco lucidos (o lúcidos) best-sellers, todo es molesta certeza o ramplona cabezonería.
De ese modo, siguiendo la estela propuesta por Jacques Bergier (1912-1978) y Louis Pauwles (1920-1997), en sintonía con aquel creciente realismo fantástico inaugurado en su estimulante El retorno de los brujos (1960 / Otros Mundos, P&J, 1968), Kolosimo parte de la ciencia y elucubra sin perder de vista su horizonte, adentrándose en los recovecos del espacio exterior e interior para hablarnos de nosotros mismos. Por eso su labor, inteligente, bien expuesta, sigue “hablando” hoy en día a todo aquel que desea acercarse a ella. Concretamente, Sombras en las estrellas (1966, publicado en España por Plaza & Janés en su colección Otros Mundos, 1975) es un bello eslabón de la cadena evolutiva de obras que Kolosimo dejó a lo largo de su trayectoria como divulgador del misterio.
Un libro bien nutrido de anécdotas, referencias y acontecimientos relacionados con el cosmos y la carrera espacial. Tras una primera aproximación al avance de la aeronáutica a lo largo de la historia, desde los primeros mitos y leyendas hasta los artefactos bélicos de los siglos XVI al XIX, y tras agradecido homenaje a los precursores en este terreno (gentes como los rusos Tsiolkovski [1857-1935] o Zánder [1887-1933] –que construyó el primer avión-cohete de la historia-, el americano R. H. Goddard –que lanzó el primer cohete de combustible-, el rumano Herman Oberth y, por supuesto, el prusiano Werner von Braun), el trabajo referencia hechos tan trascendentes como el primer vuelo experimental de la “V-2” (el 3-10 del 42, empleado contra Inglaterra dos años más tarde), el lanzamiento del primer Sputnik, el cuatro de octubre de 1957, y del segundo, con la tristemente célebre perrita Laika, el tres de noviembre del mismo año; el vuelo orbital de Yuri Gagarin (1934-1968) alrededor de la Tierra en su cápsula Vostok 1, el doce de anril de 1961, la labor del astronauta Gordon Cooper (1927-2004) en el proyecto Mercury, el primer paseo cósmico de Alexei Leonov (1934-2019), el dieciocho de marzo de 1965, o la contribución de Valentina Tereshkova (1937), la primera mujer en el espacio…
Pero Kolosimo también se adentra en los proyectos de las estaciones espaciales y nos habla de la paradoja “de los relojes” de Einstein (1879-1955), por la que la masa de los cuerpos deviene en un concepto… relativo: a mayor velocidad más se “alarga” el tiempo; o de las teorías sobre la formación de los planetas y la posibilidad de vida en otros mundos, la datación del carbono catorce, el desarrollo de la radio astronomía (con ejemplos de señales enviadas al espacio), la historia de los canales marcianos y la famosa “mancha verdosa”, la detección de fenómenos extraños en la luna… y hasta del curioso y simpático arbusto nigeriano que no gusta del polvo. Y como hombre culto que fue, también constata el autor cómo escritores de ficción y filósofos ya se anticiparon a la “realidad” décadas antes de que todo esto aconteciera, en un más que curioso ejercicio de feedback metaliterario.
Peter Kolosimo nos enseño que no todo ha de ser medido con la escala de la Tierra, y que solo somos unos inquilinos más. Nos recordó que todo el universo está constituido por solo noventa y dos elementos, aunque las leyes físicas y químicas puedan variar. Que no todas las posibles criaturas pueden estar formadas por carbono, que los meteoritos bien podrían haber dotado de vida nuestro planeta, que resulta sorprendente la tecnología en la antigüedad (impresionante el apartado dedicado a los autómatas, los primeros robots) o que la Nebulosa de Andrómeda “huye” de nuestro sistema a 4000 kilómetros por segundo.
Sombras en las estrellas habla además de las técnicas por estimulación eléctrica del cerebro, de la posibilidad de que existan los futuros que no hemos escogido, de la misteriosa muerte del piloto Thomas Mantell (1923-1948) y de los foo-fighters (esas bolas de luz que acompañaban el vuelo de los pilotos durante la Segunda Guerra Mundial), del mayor Donald Keyhoe (1897-1988) y el “Proyecto Libro Azul” (Blue Book), del extraordinario suceso de Tunguska (Siberia)… Todo un paseo espacial sin movernos de casa, orquestado con el estilo ameno y constructivo que definió la escritura de Peter Kolosimo.
Sombras en las estrellas habla además de las técnicas por estimulación eléctrica del cerebro, de la posibilidad de que existan los futuros que no hemos escogido, de la misteriosa muerte del piloto Thomas Mantell (1923-1948) y de los foo-fighters (esas bolas de luz que acompañaban el vuelo de los pilotos durante la Segunda Guerra Mundial), del mayor Donald Keyhoe (1897-1988) y el “Proyecto Libro Azul” (Blue Book), del extraordinario suceso de Tunguska (Siberia)… Todo un paseo espacial sin movernos de casa, orquestado con el estilo ameno y constructivo que definió la escritura de Peter Kolosimo.
No es terrestre, Hermanos del infinito, Guía al mundo de los sueños, Odisea estelar, Polvo del infierno (excelente tratado sobre iconografía alquímica), Astronaves en la prehistoria (de nuevo a la sombra alargada de Bergier), Flores de luna, Tierra sin tiempo o El planeta incógnito. Si no recuerdo mal, están todos editados por Plaza & Janés en su imprescindible colección de Otros Mundos (Polvo del infierno salió en edición de bolsillo bajo el epígrafe Realismo Fantástico, también de P&J).
Y es que Peter Kolosimo fue una de esas figuras que ennoblecieron, a través de su obra divulgativa, toda una época de estímulos creativos, investigación de talante riguroso y divulgación de lo extraño. En suma, de todo aquello que no nos debía (debe) resultar ajeno. La época, en fin, que tan bien supieron imaginar Chris Foss (1946), Don Dixon (1951) o David A. Hardy (1936). Que no todo fueron pantalones de campana o desarmante destape de badajos.
Y es que Peter Kolosimo fue una de esas figuras que ennoblecieron, a través de su obra divulgativa, toda una época de estímulos creativos, investigación de talante riguroso y divulgación de lo extraño. En suma, de todo aquello que no nos debía (debe) resultar ajeno. La época, en fin, que tan bien supieron imaginar Chris Foss (1946), Don Dixon (1951) o David A. Hardy (1936). Que no todo fueron pantalones de campana o desarmante destape de badajos.
Escrito por Javier Comino Aguilera
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