El espíritu de la Navidad, de Gilbert Keith Chesterton

25 diciembre, 2020

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No dejo de escuchar, o de leer, que se avecinan tiempos trascendentales, y que conviene estar preparados para ellos. Es verdad. El problema es que algunos están dando por sentado que todo cambio, por el mero hecho de serlo, va a resultar positivo. Aun pudiendo ser cierto en un indeterminado número de casos, que eso el tiempo lo dirá, honestamente creo que el verdadero cambio a muchas políticas, administraciones o leyes, va a venir de mano de la “contrarreforma”; es decir, de cambiar algunos cambios.

Que esta va a ser época de grandes alteraciones, reajustes y decisiones parece evidente. Que todos sean para bien es algo muy distinto; más en una sociedad esquizofrénica y sometida en no poca medida por medio de regulaciones -insertos- de talante sectario, restrictivo e ideológico, como es la nuestra, adornada por la envidia y la mentira.

Esto es algo que ya vio venir el gran escritor inglés Gilbert Keith Chesterton (1874-1936), cuando tuvo que capear los “nuevos cambios” que tienen por costumbre afear, cuando no erradicar, la Navidad, por centrarnos en el tema que nos ocupa. De hecho, es sorprendente comprobar cómo muchos de estos acontecimientos “revolucionarios” se pueden predecir (no voy a entrar ahora en ello), y constatar la realidad de que el ser humano se tiende a repetir en casi cualquier asunto per saecula saeculorum. Prejuicios, o directamente ataques, que uno ya creía superados, vuelven a resurgir con ansia, porque cada generación nace con la mente en blanco (y no el de la nieve, precisamente).

La reivindicación de Chesterton del periodo y estado de ánimo que constituyen estas fiestas, queda recogida en El espíritu de la Navidad, una serie de textos recopilados por primera vez en forma de libro en 1984, y publicados en español por Espuela de Plata, en 2017 (cuántos contenidos está recuperando la editorial Renacimiento en sus distintas colecciones). La selección se compone de una serie de artículos, un sainete (El pavo y el pavor), a modo de ejercicio poético-alegórico, y algunos poemas (solo en su traducción al español), del que entresaco el magnífico verso Gloria a Dios en las bajuras. El volumen culmina con un bonito elogio de la figura de Geoffrey Chaucer (1343-1400): Chaucer y la Navidad.

Podemos resumir la tesis como sigue. Cambian las teorías científicas, pero el pudin de pasas permanece inmutable siglo tras siglo (en el artículo El pudin de Navidad, cuyo manjar es tenido aquí como el símbolo de una más amplia cultura y espiritualidad).

G. K. Chesterton

Consciente de que la fe cristiana acabó por adoptar y asimilar las tradiciones paganas, como por cierto ha venido ocurriendo con tantas culturas y creencias a lo largo de los siglos, sin quedar por ello exentas de mérito, Chesterton se afianza en el concepto medular del arraigo que, por naturaleza, afianza al ser humano, frente a la idea, perfectamente respetable pero jamás impositiva, de que de nada sirve echar raíces. Por el contrario, Chesterton constata que la raíz sirve para algo, y ese algo es el fruto (Más reflexiones sobre la Navidad). De esta manera, aunque los artículos están redactados durante la primera mitad del siglo XX, bien se enfrentan a las exigencias coercitivas de nuestra actualidad. Esas que pretenden extenderse sin apenas conseguirlo, pero que son pertinaces (como la que postula que las personas son juiciosas y benéficas por naturaleza). Dicho de otro modo, la cacareada “ciudadanía del mundo” está al alcance de todos, pero la pertenencia personal solo de algunos (algo más sagaces). Como bien ilustra el autor, en una casa uno también avanza, se mueve, reflexiona. No se trata, por lo tanto, de una exclusivista cuestión de kilómetros, de igual modo que el estancamiento no es asunto de movilidad física. Toda casa-raíz está para ser explorada.

A ello se une la defensa del regalo físico como demostración de afecto (La teología de los regalos de Navidad), puesto que para Chesterton la Navidad es conservadora y liberal al mismo tiempo (Ciertas incongruencias en Navidad).

En efecto, ahora está de moda por parte de algunos grupúsculos ideológicos atacar las tradiciones, cuando Chesterton nos recuerda que una tradición es una certeza íntima, tan transferible como intransferible, aunque no conozcamos su origen exacto. Pues la Navidad, mejor aún que algo para todos, es algo para cada uno (La teología de los regalos de Navidad).

La incorporación de las tradiciones paganas que muchos menesterosos espirituales ensalzan para atacar en lugar de integrar, esgrimiéndola como apropiación indebida, es en realidad una muestra de la capacidad espiritual que posee cada individuo para guarecerse del pensamiento único y superar la adversidad del todos iguales pero por lo bajo.


En este sentido, el autor encuentra un adecuado equilibrio: los cristianos se acomodaron con naturalidad al elemento pagano de la Navidad porque, en realidad, no estaba muy lejos del cristianismo. De hecho, ocupamos demasiado espacio con el nombre de las cosas, en lugar de dedicarnos a las cosas mismas (Sobre la Navidad que se acerca). Esto en un tiempo -que en verdad parecen todos los tiempos-, donde precisamente, lo convencional es decir que no hay que hacer caso de las convenciones (Conservar el espíritu de la Navidad).

Tampoco se trata de una cuestión de exactitud en las fechas históricas, sino de espiritualidad. Para Chesterton, incluso de bonhomía saturnal. Reconozco a Papá Noel cuando lo veo, aunque vaya vestido de paisano (Íd.).

Las referencias y la deuda de gratitud hacia Charles Dickens (1812-1870), extensivas a toda su obra, son continuas, y reflejan una cultura que sabe valorar a sus clásicos, aunque estos se hayan visto reducidos a uno o dos nombres y títulos de referencia. Cuanto más leemos a Chesterton, más nos damos cuenta de cómo se perpetúan los prejuicios ajenos, tal cual se exponen en el agudísimo El abandono de la Navidad. Así, el reproche de que los comerciantes hagan la Navidad, resulta tan “creíble” como que los confiteros hagan niños, o los sombrereros mujeres (Íd.).

De este modo, el autor acomete una defensa del libre y bienaventurado aspecto comercial, ofreciendo muchos sayos para cada capa (la responsabilidad individual), que combina con el propósito de descubrir los tres elementos humanos más sanos…, en referencia al fenómeno de Las comedias musicales de Navidad.


Razón por la que, negro sobre blanco, subyace un meditado y sabroso varapalo al puritanismo, foco del negacionismo y el prohibicionismo (El nuevo ataque contra la Navidad). Dentro de este mismo texto, Chesterton asegura que las cosas inmortales son precisamente las que se ganan la fama de estar moribundas. Por algo hemos visto el final de los reyes, pero solo hemos visto el principio de las repúblicas.

En fin. Como señalaba al principio, es curioso constatar cómo se repiten los mismos patrones y tontadas laico-despreciativas una y otra vez. Es una de las sorpresas que depara este libro: los artículos que lo contienen bien podrían haber sido escritos días o meses atrás. Dando por última vez la palabra al autor, y enlazando con nuestro inicio, comenta Chesterton que, traspasados los siglos, cada vez más repletos de dogmas y explicaciones, y tanta locura intelectual sin fin, nos llega esta balada anónima, la afirmación esencial de la Navidad (Las baladas de Navidad).




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