En cada persona habita una forma de ser que la hace diferente. Podemos evaluar las tendencias sociales, cómo funciona la masa, pero no podemos caer en el error de creer que conocemos a los demás. Un mismo acontecimiento, un mismo fenómeno, deja una marca muy distinta en cada persona. Y hay tantas formas de afrontar una vida como individuos en nuestro planeta. Son tantas las vidas que nos rodean y que desconocemos, incapaces de sumergirnos en otro mar que no sea el de nuestra mente, que resulta imposible comprender las cicatrices que anidan dentro de cada uno. La literatura, igual que otras artes narrativas, nos ofrece una óptica distinta, la posibilidad de experimentar otras vidas y, sobre todo, de comprenderlas.
Patria (2016) es una novela que nos marca esas diferencias que existen entre personas que conviven juntas y que participan de un mismo hecho común. Se trata de un fenómeno editorial reciente, otro best seller que se ha vendido recomendado de boca en boca y que cuenta con una calidad decente y una historia muy bien narrada. Veinte años ha tardado Fernando Aramburu desde su début en el mundo de la novela con Fuegos con limón (1996), tras deambular por la poesía, principalmente infantil, durante los años ochenta, en conseguir una obra con tanta popularidad, a pesar de tratar temas que ya había ahondado en novelas anteriores, como Años lentos (2012). Ha ido puliendo su narrativa y conseguido recrear personajes creíbles, con una personalidad notable. Además de abordar un tema que en la historia reciente de España es de gran relevancia, sobre todo en el País Vasco: ETA.
Fernando Aramburu en San Sebastián |
El anuncio del fin de la lucha armada de ETA cerraba 43 años de violencia y muertes amparadas en una finalidad política que nunca pudo justificar ningún asesinato. Años que sirvieron también para destruir familias, para crear crispación, para separar a hermanos y a amigos, para crear heridas difíciles de cerrar y para acabar con la vida de quien se arriesgaba y de quien tomaba las armas. Junto a San Sebastián, en un pueblo cercano indeterminado, dos familias quedaron marcadas y divididas por la banda terrorista. En un lado, Bittori, viuda del Txato, un empresario de transportes que fue asesinado en un día de lluvia por ETA, quien vive en San Sebastián desterrada de su pueblo, al que decidirá regresar tras el anuncio del cese de la actividad armada. Junto a ella, sus hijos Xabier y Nerea, de vidas y caracteres opuestos, pero marcados indiscutiblemente por el asesinato de su padre. Por otro lado, Miren, la madre de Joxe Mari, miembro de ETA encarcelado, junto a su marido Joxian y sus otros hijos, Arantxa y Gorka, quienes rechazaban las actividades de la banda terrorista y el vandalismo abertzale. Todos ellos, personajes anónimos, se entremezclan con referencias a personas reales, lugares reconocibles, como Hendaya o el cementerio de Polloe, víctimas relevantes, como Gregorio Ordóñez o Miguel Ángel Blanco, y terroristas reconocidos, como Francisco Mujika, alias Pakito.
Dividido en numerosos, pero breves, capítulos, Aramburu conferirá a cada uno de estos personajes mencionados voz y entidad propia, lo que nos permitirá encajar las piezas de una historia que los enlaza y que se irá desenrollando mediante vaivenes temporales y confesiones entrecruzadas. Con el núcleo central del asesinato del Txato, veremos cómo estas dos familias, unidas antaño por una gran amistad, se irán distanciando por causas políticas, aunque nunca hubiera entre ellos un enfrentamiento directo. Lo que antaño fue una íntima amistad entre Bittori y Miren se trunca en el presente de la novela en un odio e inquina que las lleva a evitarse, pero también a vigilarse mutuamente. Y mientras, el resto de personajes viven sus vidas marcados por esos acontecimientos comunes: hubo quien perdió a su padre estando demasiado lejos, quien rechazó volver a tener una felicidad que no consideraba propia, quien rompió con el infierno de una infancia y juventud llena de presiones para encontrar su auténtico lugar en el mundo, quien después de una vida gris y desagradecida, se hallará postrada en una silla de ruedas a causa de un ictus, pero aún siendo capaz de intentar sanar el pasado, quien descubre que ha perdido lo más valioso que tenía por una causa que seguramente nunca llegó a comprender del todo, quien incapaz de superar el miedo y su cobardía, se ahoga en llantos de nostalgia por un pasado irrecuperable, o quien se radicalizó por amor, o a quien tan solo le importaba buscar una respuesta que la reconfortara.
Sin duda, Aramburu tiene la capacidad de crear personajes convincentes y bien definidos, que logran sentirse como individuos, pero también como representantes de diversos sectores de la sociedad vasca ante un acontecimiento tan crucial como lo fue la actividad de ETA o las presiones de los nacionalistas. Y lo hace ofreciéndonos las dos caras de la moneda, dos familias que viven el proceso desde polos opuestos, pero que siguen teniendo miserias compartidas, manías, puntos de vista distintos y recuerdos de un tiempo en que todo era normal. No son personajes perfectos, todos tienen defectos y aristas que la novela evidencia, lo que los humaniza. Tanto Miren como Bittori son madres clásicas, amas de casa pendientes de su familia, que recriminan a los hijos lo que ellas consideran malas decisiones, que juzgan a sus respectivos yernos y nueras con ojo excesivamente crítico, que vivieron o viven matrimonios por inercia, de amor frío lleno de discusiones diarias, pero con pequeños detalles que evidencian que hubo calor hace tiempo. De misa de domingo aunque se haya renunciado a creer en Dios. Sin embargo, ambas han desarrollado un rechazo mutuo y están marcadas bien por el odio a lo español o el Estado opresor, bien por la pérdida de su marido.
Tumba de Gregorio Ordóñez (víctima de ETA en 1995) en el cementerio de Polloe, con una pintada en apoyo a ETA |
En relación al Txato, protagonista también de la novela y una de tantísimas víctimas anónimos de la banda terrorista, descubriremos en él a un empresario afable, de trato cordial y generoso, que renunció a irse fuera del pueblo porque allí encontraba personas de confianza. A través de este personaje, en los flashbacks que introduce Aramburu, descubriremos la campaña de odio que surgía en torno a personas anónimas, sin significación política alguna, solo por el hecho de ser empresarios, tener dinero y no admitir chantajes o presiones económicas desorbitadas. Igual que en el polo opuesto, tendremos a Joxe Mari, el joven abertzale de temperamento brusco y agresivo, que se unió a ETA porque, en definitiva, era un hombre de acción, que diría Baroja (1872-1956): un hombre práctico, de ideales fijos, aunque sin la paciencia para analizarlos, valorarlos o discutirlas. A través de él vemos la miseria y la frialdad de la banda terrorista, pero también el revanchismo y la venganza del otro lado, con críticas al GAL y a los métodos de tortura empleados para buscar confesiones. Si bien Patria es una novela que rechaza de manera evidente a ETA, no evita las acusaciones contra los movimientos más vergonzosos del Estado. Resulta también revelador observar la evolución de Joxe Mari, sobre todo hacia el final de la obra.
La narración también nos llevará a comprender mejor a los hijos, adentrándonos en lo que se esconde detrás de sus máscaras y de sus mentiras cuando dialogan entre hermanos. Aramburu nos muestra vidas corrientes que fueron golpeadas y que requirieron un proceso individual para restaurarse, en el caso de Xabier, que será una figura decadente, demasiado atado a la responsabilidad, y de Nerea, que optará por aparentar una imagen más frívola, a pesar de haber acumulado en su vida demasiadas decepciones y de sentirse incomprendida por su familia. A su vez, Arantxa y Gorka se sienten alejados del ambiente nacionalista que se respira en su hogar, igual que Joxian se mantiene al margen. En el hermano menor encontramos a un muchacho inteligente, amante de los libros, que desarrollará una carrera como autor en euskera de libros infantiles y locutor de radio, sirviendo de muestra a otro tipo de entender la patria. Quizás un defecto a destacar es el tono melodramático que adopta la novela en algunos tramos, acumulando excesivas tramas de temática social que suelen ser abordadas desde su lado más trágico, incluyendo enfermedades graves. Aunque estén bien tratadas, se acaban convirtiendo en anécdotas y pasajes irrelevantes, sobre todo cuando tampoco aportan nada al desarrollo de los personajes o del eje central de la novela.
Imagen del anuncio del cese definitivo de la actividad armada de ETA en 2011 |
No obstante, si por algo destaca también Patria, aparte de su valor argumental y del proceso de creación y desarrollo de personajes, es por su buen estilo y por los recursos tan variados y enriquecedores que emplea Aramburu. Por ejemplo, emplea un narrador focalizado para cada personaje, otorgándoles una voz propia que se entremezcla con la narración mediante el uso del estilo indirecto libre. Para ello, no se evita el uso de palabras en euskera, sobre todo cuando son comunes en la forma de hablar de los personajes; la edición solventa cualquier dificultad en este aspecto añadiendo un glosario al final del libro para entenderlas. Los pensamientos y la personalidad del personaje se funden así con la voz narradora otorgándole bastante carisma al texto. Además, los hechos del presente se desarrollan de forma paralela a la reminiscencia del pasado de los protagonistas, pero no de manera lineal, sino mediante saltos temporales, que permiten desgranar todo el panorama existencial de los mismos en torno a dos núcleos: el atentado contra el Txato y el regreso de Bittori al pueblo. Y que también permite al autor escribir capítulos muy poéticos, o que cierran una trama mediante alguna revelación inesperada, o que dejan fluir la reflexión sobre lo que sienten y piensan los personajes, logrado una mayor conexión con el lector al sentirse como una confesión.
En conclusión, Patria aborda la situación del País Vasco durante los peores años de ETA mostrando la confrontación entre hermanos y amigos, el silencio de la sociedad, la propaganda de consignas basadas en el odio, la búsqueda de algún consuelo y de cierta redención así como la crítica a los excesos del gobierno tanto con el GAL como con la actitud permisiva y el uso de un vocabulario específico por parte de los nacionalistas. Pero también muestra la historia de las víctimas, esas víctimas rotas que son estas dos familias, como descubrimos gracias al contraste que establece Aramburu en el reencuentro entre estos personajes y el recuerdo de ese pasado común enmarcado en polos de verano, regalos para niños, conversaciones de cafetería, bicicletas y cicloturismo, en una huerta y en casas que se conocen como las propias. Y de entre sus personajes, son la extremista Miren y la firme Birroti quienes mejor representan la grieta abierta en la sociedad vasca por culpa de ETA, una grieta entre quienes apoyaron a la banda y quienes fueron sus víctimas. Patria tiene una manera de abordar estas circunstancias sociales que comparte espíritu con obras como Ayer no más (Andrés Trapiello, 2012) Una obra cercana y directa, a la que no le falta riqueza en su estilo ni profundidad para dejar huella.
Escrito por Luis J. del Castillo
Había leído alguna crítica negativa últimamente, diciendo que Patria era una obra inflada por los medios. Me alegra leer una opinión positiva como la tuya, y me anima más a leerla.
ResponderEliminarSaludos.
¡Hola, Letraherido!
EliminarA mí personalmente me sorprendió. Pensé que quizás era un "boom" más, pero me lo recomendaban algunos amigos que considero que tienen buen criterio. Es cierto que, como comento en la reseña, hay tramas que siento algo alargadas o pesarosas, con las que personalmente conecté menos, y que hay cierta carga melodramática en algunos pasajes. Pero creo que el retrato es bastante bueno y tiene capítulos memorables. Además de estar bien escrito. Pero, como en todos los casos, creo que lo mejor es leer una obra personalmente para sacar conclusiones ;)
¡Gracias por comentar!
Un saludo.