En una guerra, no hay vencedores o vencidos, pierden todos. Puede resultar absurdo tener que comenzar una reseña con una idea un tanto manida que no deja, por otra parte, de ser cierta, pero la ocasión lo merece, porque el libro del que vamos a hablar ahonda precisamente en las consecuencias internas de un conflicto bélico cuando la mayoría de los que combatieron ya están desaparecidos, fantasmas vivos y muertos que juegan a las cartas para homenajearse. Ayer no más (2012), de Andrés Trapiello (1953-), ahonda en la Guerra Civil española, pero no en la que aconteció entre los años 1936 y 1939, sino la que ha perdurado hasta nuestros días, la de la reescritura por vencer en la memoria colectiva primero por parte de un bando y luego por parte del otro.
No es la primera vez que Trapiello se detiene en este período histórico al que ha dedicado buena parte de su tiempo, ya lo hizo con su investigación Las armas y las letras. Literatura y guerra civil (1936-1939) (1994, edición revisada en 2010), sobre los escritores en la guerra, al que ojalá podamos referirnos en un futuro. Y lo que resulta evidente en la postura de este poeta, autor también del diario Salón de los pasos perdidos (2011), es que su posición es más cercana a la reconciliación, al perdón y a la superación que a la búsqueda de verdugos, a las culpas mutuas y al maniqueísmo sobre un conflicto donde todos dispararon.
En este sentido, no se aleja en exceso de la propuesta de Francisco Ayala en La cabeza del cordero (1949), donde había cabida para miembros de uno u otro bando y donde el dolor de haber perdido parte de su humanidad se reflejaba abiertamente en los diferentes relatos. También Alberto Méndez mantuvo unas ideas semejantes en Los girasoles ciegos (2004) y merece la pena también recordar la búsqueda de reconciliación de Manuel Azaña con su discurso Paz, piedad y perdón un año antes de finalizar el conflicto bélico, en 1938.
No es la primera vez que Trapiello se detiene en este período histórico al que ha dedicado buena parte de su tiempo, ya lo hizo con su investigación Las armas y las letras. Literatura y guerra civil (1936-1939) (1994, edición revisada en 2010), sobre los escritores en la guerra, al que ojalá podamos referirnos en un futuro. Y lo que resulta evidente en la postura de este poeta, autor también del diario Salón de los pasos perdidos (2011), es que su posición es más cercana a la reconciliación, al perdón y a la superación que a la búsqueda de verdugos, a las culpas mutuas y al maniqueísmo sobre un conflicto donde todos dispararon.
En este sentido, no se aleja en exceso de la propuesta de Francisco Ayala en La cabeza del cordero (1949), donde había cabida para miembros de uno u otro bando y donde el dolor de haber perdido parte de su humanidad se reflejaba abiertamente en los diferentes relatos. También Alberto Méndez mantuvo unas ideas semejantes en Los girasoles ciegos (2004) y merece la pena también recordar la búsqueda de reconciliación de Manuel Azaña con su discurso Paz, piedad y perdón un año antes de finalizar el conflicto bélico, en 1938.
Andrés Trapiello |
Trapiello nos coloca en un papel difícil, dado que Pepe, al que podríamos considerar el personaje central y la voz del autor en la obra, tiene una ideología contraria a su padre, pero ello no evita que siga manteniendo lazos con él ni que deje de ser alguien importante en su vida. Como la memoria de los personajes nos señalará, ambos se hicieron daño de forma mutua, bien físicamente en el caso del padre, bien con las palabras y el pensamiento en el caso del hijo, a pesar de lo cual, no pueden evitar sentir ese rechazo como algo negativo para ambos, aunque la reconciliación resulte tan complicada. Precisamente, el rechazo de Pepe hacia su padre se ha convertido en parte de quien es de forma irremediable. Ahora bien, su postura está también alejada de la visión maniqueista que se ha establecido de forma natural: él considera que todos sufrieron la guerra, que hubo buenos y malos en ambos bandos, gente que combatía por lo que consideraba correcto cometiendo barbaridades en algunos casos.
Sin duda, la idea vertebral de la novela es el repaso y el rechazo a algunos tópicos que se han establecido sobre la Guerra Civil y la revelación de una tercera posición que busca mitigar el dolor de tales acontecimientos, reivindicando lo que sucedió, pero tanto para unos como para otros. Porque, en efecto, como nos señalan los distintos personajes de esta obra, hubo muertes de inocentes y asesinos en ambos bandos, y aunque la posguerra y el régimen franquista ensalzarán a su bando, ello no resta importancia a las injusticias que desde el bando republicano se llevaran a cabo ni que muchos participantes buscaran la masacre del bando contrincante (sea el que fuere). Las heridas que tales actos dejaron en todas las familias españolas de la época siguen justificando las posturas de cada uno, por ello un lado rechaza recordar el pasado y el otro anda buscando aliviar su pérdida, mientras que hay quienes se aprovechan de estos hechos buscando la fama, la atención mediática y la venganza ideológica, la revancha a pesar de no tener ninguna herida ni de tener respeto al dolor ajeno.
Y en Ayer no más se da voz a las diferentes perspectivas a través de diversos soliloquios de sus personajes, lo que también provoca un esfuerzo por parte del lector, que deberá identificar la voz narrativa (aunque en ocasiones resulte evidente). Por una parte, tenemos a la familia de Pepe, herederos del pensamiento más reaccionario, con la figura central de su padre como antiguo falangista y combatiente. Este hombre nos muestra su incapacidad para aceptar qué cosas se hicieron mal en la guerra y después de ella, incluso por parte de su familia, pero también le sirve a Trapiello para enseñar al lector que no fue agradable, que este personaje también perdió amigos en la batalla e incluso a un hermano de forma brutal. A él le acompaña una madre y dos hermanas situadas en un rol de sumisión a los hombres, indiferentes o rechazando la verdad o la visión negativa hacia el padre de familia, apoyando la ideología reaccionaria. Para ellas, con el tiempo Pepe se convierte en una molestia que disturba la tranquilidad familiar, a pesar de que sus palabras sean ciertas o que sus acciones realmente intentaran evitar males mayores. En medio de esta situación, el que podríamos considerar como protagonista se encuentra solo, sitiado por el ambiente familiar reaccionario y por el ambiente laboral republicano, del que hablaremos posteriormente.
Al otro lado encontramos a Graciano y a su familia, él era el niño que vio cómo asesinaban a su padre por ser hermano de un republicano activo. Su deseo es encontrar el cuerpo de su padre, por lo que cuando reconoce a uno de los hombres que estuvo allí, no duda en abordarlo. Se trata de una auténtica víctima, que no busca nada más que mitigar el dolor. Pepe no dudará en ayudarlo, aunque sepa la identidad del hombre al que busca. Su nieta, Jessica, provoca la participación de los encargados de la Memoria Histórica, que son compañeros de Pepe en la universidad: el matrimonio compuesto por Mariví y José Antonio. En ellos se centra la segunda parte de la novela, junto a Raquel, una joven profesora contratada que nos ofrecerá una perspectiva más fresca y más ajena al conflicto ideológico.
Este trío de personajes permite también entrever una subtrama relacionada con la mala praxis en la investigación universitaria, viendo cómo Mariví se aprovecha del trabajo de Raquel y a pesar de que elaboran un libro de forma conjunta, decide no otorgarle su autoría. Este personaje es, sin duda, el que causa un mayor rechazo a partir de cómo es elaborada por Trapiello: una persona que busca la fama, sin criterio, que no valora el trabajo o los hechos de forma objetiva, sino según la ganancia que pueda obtener. Precisamente, a pesar de que Graciano señala que el hombre (Germán) no fue el asesino, ella tratará de acusarlo de asesinato, dado que así el caso obtendría mayor atención mediática. A su vez, su egocentrismo le impide ver la realidad ante sus ojos: que José Antonio mantiene una aventura con Raquel. Su marido es un hombre más moderado, aunque muestra una ideología de izquierdas igual que su esposa, la expone de forma más sosegada, trata de evitar el conflicto y de alguna forma aprecia a Pepe. Sin embargo, tanto José Antonio como Mariví no respetan realmente el dolor de Graciano, incluso lo consideran inferior a ellos, mostrando que a pesar de su ideología, su actitud no se corresponde con lo que defienden.
Cabe destacar además el uso de la realidad más reciente en la novela, incluyendo menciones al juez Baltasar Garzón (por su procedimiento judicial en relación a la memoria histórica), a Ian Gibson (por sus investigaciones sobre García Lorca), a Fernando Savater o al propio autor de la obra, Andrés Trapiello (en relación a sus artículos periodísticos), dado que, en juego metaliterario, Ayer no más se convierte en una obra de Pepe Pestaña a partir de sus vivencias en relación a los hechos que se relatan. Por otra parte, el lenguaje de la obra es generalmente culto, incluso otorgando entidad a los pensamientos de personajes que se suponen menos preparados en este nivel. El caso más llamativo es el de Raquel, que a pesar de su posición como profesora, no evita el uso de tacos o de expresiones más juveniles.
Resulta fácil no estar de acuerdo con algunas de las voces narrativas, especialmente cuando encontramos ese machismo tan evidente e intrínseco entre los pensamientos de la madre y las hermanas de Pepe, pero lo cierto es que no importa, porque no se pretende aquí convencer a nadie, sino mostrar una realidad, un ejemplo de que, por encima de nuestros deseos, existen personas que no solo piensan de forma diferente o antagónica, sino que representan aquello que rechazamos. Y, con todo, no podemos rechazarlas, porque existen y porque, incluso, mantenemos lazos con ese tipo de personas que van más allá de ideologías y pensamientos.
Como nos muestra esta novela, la realidad se convierte en un puzzle común donde las personas pueden llegar a esconder piezas importantes, a pesar de conocerlas, y donde la imagen final nunca es nítida, sino ambigua. Porque en un falangista como Germán convive el rechazo a los rojos y el dolor de la propia pérdida con la amabilidad del que fuera un joven de diecisiete años que ayudó a un pobre niño, igual que en Graciano habita el recuerdo de todo el sufrimiento vivido desde el asesinato de su padre y su posterior estigma social durante el franquismo como la culpabilidad por un error infantil y su pusilanimidad que le lleva a mentir (o pretender olvidar) o a no decidirse a actuar por cuenta propia. Mientras hay quienes tratan de sacar provecho y convertir a uno en un asesino sin piedad y al otro en una víctima inocente -que lo fue- de la que sacar partido para llenar los periódicos.
En definitiva, Ayer no más se acerca con su caleidoscopio a la realidad española para censurar una actitud revanchista cada vez más generalizada y mostrar que el dolor de una tragedia bélica como fue la Guerra Civil no atiende a bandos, sino a personas.
Como nos muestra esta novela, la realidad se convierte en un puzzle común donde las personas pueden llegar a esconder piezas importantes, a pesar de conocerlas, y donde la imagen final nunca es nítida, sino ambigua. Porque en un falangista como Germán convive el rechazo a los rojos y el dolor de la propia pérdida con la amabilidad del que fuera un joven de diecisiete años que ayudó a un pobre niño, igual que en Graciano habita el recuerdo de todo el sufrimiento vivido desde el asesinato de su padre y su posterior estigma social durante el franquismo como la culpabilidad por un error infantil y su pusilanimidad que le lleva a mentir (o pretender olvidar) o a no decidirse a actuar por cuenta propia. Mientras hay quienes tratan de sacar provecho y convertir a uno en un asesino sin piedad y al otro en una víctima inocente -que lo fue- de la que sacar partido para llenar los periódicos.
En definitiva, Ayer no más se acerca con su caleidoscopio a la realidad española para censurar una actitud revanchista cada vez más generalizada y mostrar que el dolor de una tragedia bélica como fue la Guerra Civil no atiende a bandos, sino a personas.
Escrito por Luis J. del Castillo
Excelente reseña de urgentísima actualidad...se hacia necesario que alguien acometiese esta labor sin anteojeras ni vacuos prejuicios que puedan contaminar el análusis reposado de una cuestión que se ve azotada por pulsiones viscerales. Me ha encantado....desconocia el libro y lo anoto sin duda....gracias y un saludo
ResponderEliminarMuchas gracias por tu comentario, V, un placer volver a verte por aquí. Cuánta razón tienes en lo que dices. En efecto, este libro fue una grata sorpresa y espero que tengas oportunidad de leerlo.
Eliminar¡Un saludo!
Luis J. del Castillo