Batman vuelve, de Tim Burton

13 septiembre, 2018

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En los últimos años ha sido el universo de Marvel el que triunfa y conquista al público. Pero en la tradición cinematográfica y popular, las dos figuras superheroicas que marcaron en su momento pertenecían a DC. Hablamos de Superman y Batman. Al primero lo vimos en el clásico Superman (1978), de Richard Donner, y al segundo, en la divertida y casi paródica serie televisiva de los sesenta, pero llegaría al cine a través de la dirección de Tim Burton en Batman (1989). Con mayor libertad creativa sobre su obra, gracias a una buena trayectoria tanto con este héroe como con su cuento Eduardo Manostijeras (1990), Burton se embarcó en la secuela, donde exploraría una historia dentro de un tono más personal: Batman vuelve (Batman returns, 1992).

Gotham vuelve a estar amenazada. En esta ocasión, no hay gángster, pero sí empresarios canallas como Max Shrecks (Christopher Walken), un millonario que quiere realizar un negocio energético que dejaría a la ciudad empobrecida. Aunque no cuenta con los apoyos necesarios, la aparición de un siniestro y criminal hombre-pingüino (Danny DeVito) le valdrá para intentar usurpar el poder político. Sin embargo, el Pingüino tiene otros planes vengativos. A su vez, Selina Kyle (Michelle Pfeiffer) se convierte en Catwoman y trata de destruir el mundo que la ninguneaba como mujer. Ante esta situación, Bruce Wayne (Michael Keaton), y su alter ego, Batman, deberá enfrentarse a estos tres monstruos que no son tan diferentes a él mismo.


Puede resultar curioso plantear que en esta película, como ya sucedía parcialmente en la anterior entrega firmada también por Burton, el foco de atención no reside en Batman. En estos últimos tiempos en que, de forma general, las películas de superhéroes han ido creando villanos de usar y tirar, salvando algunas excepciones honrosas como el Joker de Heath Ledger en El caballero oscuro (Christopher Nolan, 2008), ese ambiguo Loki, interpretado por Tom Hiddleston, que ha atravesado el Universo Cinematográfico de Marvel desde su primera aparición en Thor (Kenneth Branagh, 2011), así como Thanos (Josh Brolin) en Vengadores: Infinity War (Anthony y Joe Russo, 2018), Batman vuelve abandona al héroe para centrarse en sus villanos, otorgándoles una profundidad y una identidad muy marcadas y definidas.

Desde el principio, la obra se vuelca en retratarnos al ambiguo Pingüino y la transformación de Selina en Catwoman. Es más, se llega hasta tal punto que la película comienza con una secuencia que, siguiendo con un paralelismo bíblico con Moisés, nos presenta los orígenes del Pingüino dentro de una estética muy tétrica, habitual en este director, que bebe del expresionismo alemán, una influencia muy presente en toda la obra, y finaliza con una escena relacionada con Catwoman. Ambos personajes serán procesos paralelos que sirven de contraste a Batman. En cierta forma, los podemos entender como personajes similares al héroe, pero que tomaron otro camino. Incluso Max Schreck es la versión corrupta del millonario Bruce Wayne. En este sentido, el héroe tarda bastante en aparecer y la obra no se centra en la investigación que lleva a cabo Batman, por ejemplo, que hubiera sido lógico dada la habital mezcla de género negro con el de superhéroes que ha tenido el personaje desde sus orígenes. Hasta los elementos positivos de Gotham o aliados de Batman están poco presentes o desdibujados, como sucede con Alfred y, aún en mayor medida, con Gordon.



En primer lugar, Pingüino es retratado desde la misma mirada que Batman mostrará hacia él: una mezcla de curiosidad,  ternura e inquietud. En cierta forma, ambos comparten la pérdida de la familia, haciendo que compartan la misma tragedia, aunque de forma distinta. Por suerte, el personaje abandona sus características del cómic, donde era un gángster que bien podría haber recordado al Joker de la entrega anterior, y se convierte en un hombre embrutecido, animalizado y aparentemente manipulable, aunque en ocasiones demasiado grotesco, con algunas escenas un tanto absurdas e innecesarias. Su retrato está en la línea de los personajes habituales de Burton en esta época: los diferentes, los deformados incomprendidos, como Eduardo Manostijeras, pero con un comportamiento más semejante a Bitelchús (Beetlejuice, 1988). Es decir, es un villano, pero un villano que nace del rechazo de los otros, tanto a su aspecto como a su comportamiento grotesco.

Sin embargo, el personaje pierde pronto el rumbo en una repetición continua de planes cada vez más alocados y con peor resultado. Resulta coherente que, siguiendo con las referencias bíblicas, se decidiera por continuar con el asesinato de los primogénitos, pero no acaba por tener la suficiente fuerza dramática y todo se desvanece con el uso de los pingüinos en su último intento. Incluso se pierde la empatía que hubiera podido existir entre héroe y villano. Al final, su conclusión resulta bastante teatral y le otorga la dignidad que siempre buscó (y que, por otra parte, siempre tuvo), pero está carente de las sugestivas imágenes que le acompañaron durante el primer tramo de la película.


En segundo lugar, tenemos a Selina Kyle, alias Catwoman. Como acabamos de ver la creación del Pinguino es muy interesante y logra darle una gran personalidad, pero su historia es bastante deficiente. Por contra, Catwoman tiene un origen bastante insulso, que parte de ser una de esas mujeres prototipos que habitaban en el barrio de la familia Boggs en Eduardo Manostijeras convertirse en Catwoman de golpe. Sin embargo, la evolución de su historia una vez adoptada esta nueva personalidad es más profunda y edificante, incluso se relaciona directamente con Batman y acaba por conquistar el final de la obra como no lo logró el Pingüino. 

Debemos admitir que Selina ya mostraba ser más capaz de lo que aparentaba desde el principio como secretaria, incluso retazos de su forma de ser más salvaje, pero era continuamente ninguneada por los hombres. Cuando algo se rompe en ella, también rompe con todo aquello que se le exigía como mujer, con su imagen prefabricada que también se retrataba en su apartamento. Se ejemplifica a la perfección en la secuencia en la que retorna a su hogar a repetir su rutina. Ahora bien, será gracias a este personaje por el que logremos explorar algo más a Batman y, por tanto, a Bruce Wayne. Ambos personajes comparten el sentido de la injusticia del mundo que les rodea, pero no la forma de actuar. Ya sea como Batman y Catwoman o como Bruce y Selina, irá surgiendo entre ambos una relación sensual que acabará por atraparlos, como bien demuestra la secuencia final. En definitiva, Catwoman mejora conforme avanza la obra y se convierte en una antiheroína que asumirá hasta las últimas consecuencias para lograr lo que ansía. 


Por último, cabe mencionar a Max Schreck, el millonario y manipulador empresario que sirve de nexo y motor para las tramas de todos los personajes, dado que le otorga su espacio al Pingüino en la sociedad de Gotham, es el culpable de la conversión Selina en Catwoman y atrae la atención de Bruce Wayne sobre sus negocios. El personaje resulta algo trasnochado, ridiculizándose cada vez más conforme avance la película y quedando en un segundo plano frente a personajes más ricos en matices. Se trata de un villano tan clásico que podríamos considerarlo un cliché fácil de olvidar, a pesar de ser una pieza esencial de la narrativa.

En definitiva, Batman vuelve cinematográficamente brilla por el buen hacer de Tim Burton, que, eso sí, plasma su estilo en cada secuencia de la película, más aún que en su predecesora. Así, tenemos tanto una introducción como una conclusión imbuidos de nocturnidad, de cierta sensación de cuento aunque algo macabro. De la misma forma que la recreación de Gotham es aún más grotesca, otorgando mayor sensación de agobio, casi sin luz, de una ciudad industrializada y mastodóntica, como reflejan sus enormes esculturas, obra del diseño de producción de Bo Welch. En todos estos elementos se percibe de forma continua la ya citada influencia del expresionismo alemán, como podemos ver si la comparamos con la célebre El gabinete del doctor Caligari (Robert Wiene, 1920).


Ahora bien, ello no le resta algunos problemas de ritmo, sobre todo en el tramo central, lo ridículas o repulsivas que pueden llegar a ser ciertas escenas en torno al Pingüino, el hecho de que apenas se explora a Batman o se respeta al personaje de forma íntegra o la fantasía grotesca que encontramos en torno al surgimiento de Catwoman. Sin duda, se trata de una película rica en matices y que se distancia de lo que podríamos considerar una película de superhéroes plana o al uso, por lo que bien merece su propia revisión.

Escrito por Luis J. del Castillo


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