Begin Again, de John Carney

04 septiembre, 2018

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Una de las principales materias primas de las creaciones artísticas son los ideales. La forma en que una persona alcanza un sueño o, sobre todo, cómo lucha por lograrlo ha sido fuente y origen de multitud de historias que, a su vez, nos alentaban a seguir esa senda. Ahora bien, también es usual observar el momento en que un personaje ha abandonado esos ideales y se ha convertido en un tipo de persona que, en realidad, no deseaba. Esos antihéroes que sufren algún tipo de cambio por un hecho puntual o traumático.

Y, por último, tenemos a quienes siguen viviendo por y para ese ideal aún cuando les esté llevando al sufrimiento o a la autodestrucción, dado que la sociedad o su entorno no les comprende o se encuentran en las antípodas de sus pensamientos. Esta diatriba suele ofrecer obras sugerentes y que pueden decantarse por unas consecuencias más arriesgadas que la habitual. En este último encontramos a Begin Again (John Carney, 2013).

No se trata de una obra que se salga de la línea de obras similares, pero cuenta con unos elementos que suponen una ruptura en la forma de narrar o de retratar a sus personajes. La carrera de John Carney se ha decantado por historias de este tipo en torno a un elemento común, la música, siendo el tipo de obra que más ha destacado en su trayectoria. Así lo pudimos ver en Once (2011) y en la posterior Sing Street (2016). En general, películas que muestran un buen gusto a la hora de meterse en el universo discográfico, sobre todo desde el punto de vista del músico que quiere marcar la diferencia.


La historia tiene una estructura evidente con dos personajes que funcionarán como espejo hasta que se unan justo a la mitad de la obra. La primera mitad sirve para presentarnos a los dos protagonistas, dedicándole a su vez un apartado único a cada uno equivalente en tiempo. Tras una escena inicial, de la que partiremos y a la que llegaremos a través de los convenientes flashbacks conoceremos un día en la vida de Dan Mulligan (Mark Ruffalo), productor de discos con una larga trayectoria que lleva una vida decadente, inseparable del alcohol y separado de su familia, pero con la convicción de que él no sigue los ideales más prácticos y comerciales de la compañía discográfica que fundó. Al otro lado, tenemos a Gretta (Keira Knightley), de la que conoceremos la última etapa de su relación con Dave (Adam Levine), su novio desde el instituto, que tras alcanzar la fama en el mundo de la música se distanciará de ella, una distancia no solo emocional, sino también musical.

Tanto Dan como Gretta son personajes hermanos: ambos buscan algo más en la música, ambos se sienten abandonados y perdidos en la gran ciudad, y ambos al principio no confían en sí mismos, pero lo acabarán arriesgado todo por un concepto diferente de disco. Para Gretta, la música es un reflejo de sí misma, es algo íntimo que debe respetarse en su esencia. Para Dan, la música no pueden ser adolescentes preprogramados, sino una diferencia que parta de una esencia clave. A pesar de llevar años sin producir un disco, demuestra que la música siempre vive en él y que es capaz de encontrarla incluso demasiado borracho. Sus ideas, aunque alocadas, gozan de un impulso vitalista que le permitirá recomponer su vida y también otorgar una nueva oportunidad a Gretta.


Para ambos existen también personajes contrarios, que funcionan como antagonistas. En el caso de Gretta, será su ex novio, infiel en todos los sentidos, mientras que el antiguo compañero de Dan y actual jefe de su empresa tan solo se fija en lo comercial y en lo económico. Ambos personajes sirven de anclaje al que enfrentarse. Si en un principio, ambos se muestran y sienten superiores a los protagonistas, su posición se invertirá cuando el proyecto de Dan y Gretta tome cuerpo.

En el caso del productor, existe también un elemento esencial como será su familia. Esta familia no funcionará como antagonista, en tanto que no se oponen a las ideas creativas del personaje, pero sí a su estilo de vida. Un punto conflictivo que, además, viene marcado también por una infidelidad, como en el caso de Gretta. Sin embargo, la obra juega también con las apariencias, y no se deja engatusar por el amor entre Gretta y Dave ni por la desilusión del matrimonio de Dan y Miriam.


Dentro de un medido y calculado plan de empresa, las acciones de estos dos protagonistas suponen una locura, por eso tendrán que empezar de cero, y de nuevo, en todos los sentidos.. Sin embargo, no estarán solos y arrastrarán a diversos personajes consigo. No nos debe extrañar la forma en que músicos encasillados, artistas con falta de motivación o viejas amistades se suman a ese proyecto para seguir un ideal y una forma de crear música distinta a la que se vende con demasiada facilidad. 

La película tiene como motor mostrar un pedazo de vida que se rige por una forma de entender el arte y, curiosamente, triunfar a base de dignidad. No se aleja de La La Land (Damien Chazelle, 2016), aunque dentro de un panorama más sencillo y cotidiano. Funciona con eficacia en la química tan sincera entre Keira Knightley y Mark Ruffalo, consigue sus puntos álgidos en las escenas dedicadas a la música, como el paseo con auriculares o la grabación del disco, así como las confesiones en mitad de la noche. Sin duda, dos almas gemelas que comparten la misma pasión que transmite la película: la música como esencia vital.


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