Todos hemos sido niños. Todos hemos disfrutado de cosas que hoy en día las encontraríamos simples, infantiles e, incluso, faltas de sentimiento. ¿Qué niño no ha pensado alguna vez que sus juguetes pueden cobrar vida cuando nadie les ve? Toy Story comenzó como una película que intentaba recordarnos de forma sencilla pero bella a la vez dos cosas muy importantes en la vida: que todos hemos sido niños y hemos disfrutado de nuestros juguetes preferidos, y que la amistad puede ir más allá de todo lo imaginable, escapando a nuestro entendimiento. John Lasseter y el fantástico equipo de Pixar nos hizo comprender que nuestra vida y todas las experiencias futuras de nuestra existencia parten desde nuestra infancia, y un buen amigo en esa infancia nos ayudará a crecer como personas.
Cuando su dueño Andy se prepara para ir a la universidad, el vaquero Woody, el astronauta Buzz y el resto de sus amigos juguetes comienzan a preocuparse por su futuro incierto. Es así como todos ellos acaban en una guardería, pese a las reticencias de Woody, que aún confia en su fiel amigo Andy. La guardería, liderada por un temido oso amoroso, recrea una sociedad completamente autoritaria, donde les ocurrirán desternillantes aventuras de todo tipo; por ejemplo, la muñeca Barbie conocerá al guapo Ken o conoceremos el lado oculto de Buzz Lightyear. Esta reunión de nuestros amigos con otros nuevos juguetes no será sino el principio de una serie de trepidantes y divertidas aventuras.
Con esta película se consagra una trilogía que ha marcado un antes y un después en la infancia de muchos de nosotros y en la forma de hacer cine de animación. Pixar consigue crear una película brillante, aunque ya abriera camino con Wall-E o con Up en su objetivo de crear un film para niños y para adultos, sin aburrir a unos u a otros. Esta tercera parte es, claramente, más madura que sus predecesoras, pero sigue manteniendo intacta su esencia de hace ya más de quince años.
Y es que aunque pase el tiempo, hay cosas que no cambian. Podrán cambiar los amigos, las metas, nuestras metas... Pero se mantiene, por ejemplo, la nostalgia de la niñez, lo que una vez sentimos por un recuerdo o un juguete especial. En Toy Story también ocurre lo mismo: cambia el director de la película (de John Lasseter a Lee Unkrich), crece Andy (de 6 años que tenía a 17) y decrecen los juguetes con los que él solía jugar. Una muestra de cómo el tiempo pasa para todos, con la que no sentiremos identificados, desde aquella primera película en la que disfrutábamos con las aventuras de nuestros juguetes, hasta el final de una etapa, en la que crecemos y empezamos nosotros mismos a vivir nuestras propias aventuras.
El argumento tiene como eje central el paso del tiempo, las distintas etapas de la vida y de cómo hay ciclos que comienzan y ciclos que terminan, con su correspondiente dolor y esperanza. Para hablarnos de esto, Toy Story 3 nos muestra un desfile de personajes tan diversos y divertidos, como brillantemente escritos. La animación, presentada también en 3D, cuenta con una gran calidad, con unos escenarios que proporcionarán un mayor realismo a las aventuras de nuestros personajes. También nos divertirán con su característico humor, a la vez variado e inteligente, y escenas de acción, intriga y aventura al estilo de las películas de Indiana Jones. En definitiva, una historia bien encajada, con un ritmo que no decae y con un final bastante redondo y, curiosamente, triste y esperanzador al mismo tiempo, que emocionará a más de un espectador.
Escrito por Mariela B. Ortega
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