A sus 21 años, Tim Lake descubre que tiene un poder sobrenatural que hará cambiar su vida para siempre: puede viajar en el tiempo. Según le confiesa su padre, todos los hombres de su familia han heredado también ese don, algo que Tim no piensa desaprovechar; así podrá safisfacer su mayor deseo, el de tener novia. Después de trasladarse a Londres para trabajar en un bufete de abogados, acaba conociendo a la dulce e insegura Mary. Pero según avanza su curiosa y peculiar vida, Tim descubre que ese don tan especial no puede protegerle de las tristezas ni de los altibajos que afectan a cualquier familia, tal y como podría esperarse. Además descubrirá que viajar en el tiempo tiene sus limitaciones, como cualquier otro don, y que, incluso puede ser peligroso para él y todo aquel que le rodea.
Dirigida por el británico Richard Curtis, uno de los grandes artífices de la comedia romántica contemporánea, Una cuestión de tiempo (About time, 2013) plantea las características de una película romántica usual redefiniendo la fórmula con la que aborda al espectador. Así, vuelve a lograr el éxito del público tras las ya consagradas Cuatro bodas y un funeral (1994), Notting Hill (1999) y, sobre todo, Love actually (2003). Y es que en sus películas no se repite la fórmula, no recrea la lágrima por la lágrima o la risa por la risa, aunque, curiosamente, todas pueden resultar extrañamente parecidas; quizás porque sus trabajos evocan sentimientos encontrados en uno mismo. Ambas características, la no-fórmula y las señas de identidad, están muy presentes en Una cuestión de tiempo, su último film.
Tim (Domhnall Gleeson) y Mary (Rachel McAdams) |
Otra seña de identidad en las películas de Curtis son los diálogos, a veces tan acertados como desacertados o prescindibles. Pero sin duda, un gran atractivo es cómo el peso de la historia no sólo recae en los protagonistas principales. También encontramos a esos personajes secundarios tan conmovedores e imprescindibles en sus trabajos, como el escritor de teatro frustrado o la hermana tan frágil como rebelde. Obviamente, mención especial a Bill Nighy, que vuelve a repetir con Curtis desempeñando esta vez el papel de padre, suegro o tío hilarante que todos querríamos tener. Y todos ellos con sus correspondientes ciclos vitales y sus emociones: el enamoramiento, el matrimonio, la estabilidad adulta o el miedo a la muerte. Características de sus trabajos que ya pudimos encontrar anteriormente, como en Love actually, y que aquí cobra un matiz prácticamente trascendental.
Aun a riesgo de caer en la cursilería o en el dramatismo, Curtis logra alternar al límite, pero de manera magistral, la comedia romántica y el drama familiar, tomando de base el esquema chico conoce a chica sin perderse en los detalles, ampliando esta visión elaborando una panorámica mucho más certera: la de una vida entera. Momentos claves de la película que reflejan estas características, sin revelar partes trascendentales del metraje, serían cómo Bill Nighy revela a su hijo el peculiar secreto familiar que esconden los hombres de su familia; la primera aparición de Rachel McAdams a la salida del restaurante, de un genuino y fulminante romanticismo; e, incluso, ese desenlace en una playa, de fondo a Nick Cave, de una eficacia y emoción impactante.
Bill Nighy (padre de Tim) y Lydia Wilson (hermana de Tim) |
Porque nos encontramos quizá ante una de las muchísimas comedias románticas que se estrenan al año en los cines, pero con matices que la pueden hacer destacar frente al resto. Una cuestión de tiempo es una entrañable mirada a la vida en su amplitud: la juventud, la madurez, a qué significa ser padre, qué ser hijo, y cómo uno deja de ser hijo cuando abraza sin temores la paternidad.
Escrito por Mariela B. Ortega
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