Tras publicar El jinete polaco (1991), Antonio Muñoz Molina se dedicó a escribir una especie de novela negra, o parodia de este género, en forma de folletín en el diario El País durante agosto y principios de septiembre de 1992. En esta obra, que se vino a denominar Los misterios de Madrid, el autor ubetense nos presenta la ciudad de Mágina, trasunto de Úbeda y representante de cualquier pintoresco pueblo andaluz.
Antonio Muñoz Molina en 1995 (fotografía de Manu de Alba) |
En este pueblo de gran fervor cofrade se comete un crimen terrible para los feligreses: el robo del Cristo de la Greña, el de mayor devoción entre los habitantes de Mágina, pueblo tranquilo cuyos habitantes están estancados en una vida rutinaria. Entre ellos, destaca Lorenzo Quesada, Lorencito, periodista autodidacta y empleado de El Sistema Métrico con ciertos aires de intelectualidad, aunque esté limitada por sus circunstancias provinciales. Acompañaremos a este periodista en su aventura por Madrid en busca de la sagrada figura y de sus ladrones, tomando como primera pista la peluca del cantaor Matías Antequera.
La historia de Antonio Muñoz Molina deambulará a partir de entonces por los barrios de Madrid, la capital, en continua contraposición con la vida provinciana a la que está acostumbrado el protagonista. La indiferencia hacia los demás, la opulencia de sus calles comerciales, el continuo gasto en taxis y en comida, la presencia de inmigrantes y de sus comercios, los grupos de mendigos, la intolerancia de la policía, la presencia de numerosas chabolas, las continuas mentiras y traiciones o, finalmente, el poder de una ciudad que acaba por destrozar, tanto física como mentalmente, al pobre provinciano, que incluso nota cómo la capital se muestra superior o más avanzada que sus coetáneos más alejados.
No falta tampoco la representación de los ideales de vida prorrogados de la época franquista, incluyendo el papel casero de la mujer, la aparición de las nuevas tribus urbanas o de los jóvenes completamente vándalos e incívico, el empresario aparentemente todopoderoso, pero realmente superticioso y víctima del azar fanático, así como el engaño a los turistas con espectáculos pseudo-folclóricos o pseudo-flamencos. En el plano provinciano destaca el poder reinante de los títulos nobiliarios, el ascenso trepa de quienes se aprovechan de otras personas más inocentes o el gran poder del fervor a la tradición.
El oso y el madroño en la Puerta del Sol (fotografía de LJ) |
Todo ello lo percibimos a través de la misión de Lorenzo, quien funciona completamente como un antidetective, que avanza de manera azarosa, manipulado por otros personajes que hilan a su alrededor y que producen toda una serie de acontecimientos resueltos de manera irónica y paródica respecto a la novela negra real. No obstante, este hecho, aunque en origen pueda producir cierta gracia, lleva a momentos de cierto ridículo o giros de tuerca repentinos que parecen buscar la sorpresa aunque no tengan una lógica excesiva.
Sus momentos álgidos se viven en la contraposición de la mentalidad de Lorenzo con la situación de Madrid, cuyo retrato funciona perfectamente como un cuadro costumbrista de principios de los noventa, con la presencia de ciertas tecnologías ya desaparecidas, como los radiocasetes, el predominio del francés como lengua cultural, puesto que ya ha perdido frente al inglés, o el avance cultural que ya está presente en prácticamente todo el país.
Sus momentos álgidos se viven en la contraposición de la mentalidad de Lorenzo con la situación de Madrid, cuyo retrato funciona perfectamente como un cuadro costumbrista de principios de los noventa, con la presencia de ciertas tecnologías ya desaparecidas, como los radiocasetes, el predominio del francés como lengua cultural, puesto que ya ha perdido frente al inglés, o el avance cultural que ya está presente en prácticamente todo el país.
Muñoz Molina complace con una historia que podría haberse construido mejor, pero que regala momentos hilarantes y un buen retrato (aunque esto sea un hecho casual de su lectura tras años de su escritura) de una época concreta en Madrid. Si la parodia detectivesca se hubiera realizado aún con mayor gracia, se trataría de una novela más atractiva en su lectura.
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