El ladrón de palabras, de Brian Klug­man y Lee Sternt­hal

05 octubre, 2013

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Cartel de la película
Lo que pudo haber sido. Esa es la sensación final que deja el film El ladrón de pala­bras (The words), ópera prima de los direc­to­res Brian Klug­man y Lee Sternt­hal, quienes parecen haberse quedado a mitad de camino entre lo que la película pretendía ofrecer y lo que realmente ha aportado en la gran pantalla. 

Descubriremos la historia de Clayton Hammond (Dennis Quaid) escritor de éxito el cual se encuentra leyendo su nueva novela ante una multitud de entregados admiradores. En ella se narra la historia de un escritor fracasado, Rory Jansen (Bradley Cooper), un joven que vive en Nueva York con su novia Dora (Zoe Saldana) y que espera publicar su primera novela mientras trabaja en una agencia literaria como repartidor del correo. Pero durante un viaje con su pareja tiene la fortuna de encontrar un manuscrito en una tienda de antigüedades parisina. Tras haber desistido de escribir e intentar publicar sin éxito, decide publicar el manuscrito como suyo y obtiene un éxito espectacular que no había tenido con ninguno de sus anteriores trabajos, convirtiéndose en uno de los mejores escritores de su tiempo.

Sin embargo, como era de esperar,  aparece el misterioso autor del manuscrito, que resulta ser ya un anciano (Jeremy Irons) y que lo escribió durante su juventud, cuando estuvo destinado en París tras la Segunda Guerra Mundial, época en la que encontró al amor de su vida. Jansen tiene un encuentro con el anciano donde le hace saber que él escribió el manuscrito, contándole su historia de su juventud y de cómo escribió el libro. Posiblemente, la parte más emocionante y de mayor calidad cinematográfica de la película.


Quizás el objetivo de narrar una historia dentro de otra historia (y dentro de otra más) ha sido una pretensión bastante difícil de cumplir con éxito. Un objetivo similar a los que suele firmar Paul Auster, con un escritor como protagonista, con un tremendo conflicto de identidades y de autorías que llega a trascender a la mente de los personajes. Las tres historias y sus respectivos flashbacks están equilibradas, destacando la del escritor real del manuscrito, pero quedando a veces en un segundo plano por centrarse en las historias más cercanas al presente y recaer el peso, fundamentalmente, en la actuación un tanto anodina de Cooper. 


Y es que el trascurso de la obra va resultando cada vez más previsible conforme nos acercamos al final de la misma; aunque existan ciertas sorpresas, son bastantes evidentes para el espectador. Puede parecer una novela filmada en flasbacks, pero sin ese hilo argumental o ese giro definitivo que le dé un sentido completo a la película.

No es original el contar la historia de un escritor que se convierte en un ladrón de palabras, apropiándose de la autoría de una obra ajena ya se ha contado en cine y literatura, incluso ha ocurrido en la vida real, pero, en esta ocasión, no con la calidad y fuerza argumentativa que requería dicha obra para destacarse por encima de otras ya realizadas.




Escrito por Mariela B. Ortega



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