Clásicos Inolvidables (XXXV): El extraño caso del doctor Jekyll y Míster Hyde, de Robert Louis Stevenson

27 octubre, 2013

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En muchas ocasiones, las series de televisión, pero especialmente las infantiles y juveniles de animación, recurren a la adaptación de algunas obras literarias, especialmente cuentos, para capítulos especiales en su programación. De esta forma, somos muchos los que hemos conocido historias célebres sin acercarnos al original, en gran parte porque lo sentimos familiar, conocemos el suceso clave y la falta de intriga aparta la lectura, aplazándola constantemente. Este error lleva a desvirtuar realmente la calidad de una obra como la que vamos a comentar a continuación, porque es en esa situación en la que se encuentra El extraño caso del doctor Jekyll y Míster Hyde.


Su autor, Robert Louis Stevenson, ya había sido comentado por nuestro compañero Patomas haciendo mención a su obra En los mares del sur, pero esta novela es bien distinta a aquella obra más autobiográfica. A los apuntes ya realizados sobre la vida de Stevenson, cabe mencionar la amistad que mantuvo con Arthur Conan Doyle y J.M. Barrie, a quienes conoció en la Universidad de Edimburgo y de los ya hemos hablado en alguna ocasión. Por otra parte, centrándonos ya en la novela en cuestión, existen varias anécdotas sobre el manuscrito de la obra original, incluyendo las palabras de su familia, quienes afirman que quemó la primera versión del mismo, aunque la veracidad de tal hecho sea dudosa. De lo que podemos estar seguros es que Stevenson reflejó en su novela lo que la psiquiatría llamaría, de manera posterior, el trastorno disociativo de la identidad, adelantándose a las teorías de Freud.

Aunque este punto sea ampliamente aceptado por la crítica general, no debemos dejar pasar el hecho de que la obra va más allá del conflicto entre Jekyll y Hyde, pudiendo obtener una lectura contra la hipocresía de la sociedad londinense. No obstante, este tipo de cuestiones no solo son visibles a través de estos dos característicos personajes, diferente cara de una misma moneda, sino también del resto. Además, pese a estar catalogada como obra de terror, tiene el aire de un relato de Conan Doyle y su célebre detective, Sherlock Holmes, pero con una ambientación más cercana a la imagen que el acervo popular ha otorgado a Jack el Destripador. Como curiosidad, este violento y desconocido criminal perpetraría sus crímenes dos años más tarde de la publicación de esta obra dentro de la espesa niebla londinense que acompaña también a la descripción que realiza el autor de Londres.


En el inicio de la aventura desvía nuestra atención del dúo con una intrigante conversación que asienta las principales dudas que tendrá el lector durante la obra, acompañando al abogado Utterson. Este será durante la narración el investigador al que seguiremos, siendo nuestros ojos en el relato. El personaje mantiene una vida corriente, en una buena posición social y con un carácter más similar al inocente Watson del primer encuentro con Holmes que al avispado y científico Sherlock. Un hecho trivial dará pie a la sospecha de Utterson en míster Hyde, lo que conducirá a la búsqueda de la verdad en el resto de la obra, especialmente cuando sus crímenes vayan saliendo a la luz, para temor de su amigo Jekyll, un hombre afable, honrado y honesto al que parecen estar chantajeando.

Según avanza la novela, la intriga se irá haciendo mayor, incrementando el suspense y la inquietud. Stevenson logra realmente una mezcla entre una novela negra y el terror. Será ese factor de miedo el que provoque explicaciones que son fruto de la superstición y no de un análisis científico, como sucediera en el Sabueso de los Baskerville o en un estilo semejante a Edgar Allan Poe, cuya obra seguramente leyó nuestro autor. El misterio se resuelve con dos cartas, la última escrita por Henry Jekyll, dentro de un mismo estilo que hemos podido ver en otras obras.

La última carta despliega a su vez toda la reflexión sobre la dualidad del bien y del mal en el hombre, una imagen que ha quedado también reflejada en la típica escena donde un ángel y un demonio discuten en el hombro de algún personaje. La conciencia moral contra la perversión deseada, el enfrentamiento al que toda persona atiende y en el que Jekyll intentó encontrar una solución fácil, aunque al final solo sirviera para descubrir al terrible Míster Hyde.

Escrito por Luis J. del Castillo



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