¡Ralph rompe internet!, de Rich Moore y Phil Johnston

19 diciembre, 2018

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No podemos negar que ¡Rompe Ralph! (Rich Moore, 2012) tuvo un encanto particular al ser capaz de acercarse al universo de los videojuegos sin unirse a la legión de películas cutres realizadas hasta la fecha en torno a ese mundo, especialmente las adaptaciones mal entendidas. Además, supo crear una trama atractiva y divertida llena de guiños para el espectador. Así pues, no era extraño que en una época donde las secuelas surgen con tanta facilidad se decidieran por sacar adelante una nueva aventura con estos mismos personajes, así llegamos a Ralph rompe internet (Rich Moore y Phil Johnston, 2018).

En esta ocasión, la aventura cambia el rumbo desde el mundo de los videojuegos de su antecesora, además, de videojuegos clásicos, hacia otro terreno: el amplio mundo de internet. Cuando la empresa de recreativas decide renovarse e instalar internet en el local, una nueva puerta se abre para los personajes, una puerta que, en principio, estará prohibida. No obstante, un accidente y una avería en el volante físico provocará que el videojuego de Vanellope sea desconectado, por lo que los dos amigos y protagonistas decidirán embarcarse en una travesía por la red de redes para conseguir la única pieza que queda en internet antes de que sea demasiado tarde.


El argumento otorga esta premisa para narrar su historia, pero estamos ante lo que en el cine se ha denominad habitualmente como un Macguffin, es decir, una excusa para explorar el auténtico tema principal, que aquí es doble. Por una parte, lo más superficial y evidente, que será la descriptiva y casi paródica visión que Ralph y Vanellope obtienen del mundo de internet, donde coinciden con los avatares de los usuarios reales, las páginas web que existen con todos sus claroscuros, los bajos fondos de la deep web donde se encuentra el tráfico de virus y, por supuesto, las redes sociales, que son observadas de forma crítica en la película, especialmente por desvelar lo peor de las personas que, escudadas en el anonimato, no dudan en recurrir a la crítica fácil, insultante y destructiva, en la que podríamos considerar una de las mejores y más crueles escenas de la película.

Por otro lado, tenemos el auténtico motor de la historia: la exploración de la amistad entre Ralph y Vanellope. A pesar de las apariencias, ¡Ralph rompe internet! es un retrato y un análisis de las implicaciones emocionales y la evolución de las amistades. Frente al idealismo infantil que destila tanto el final de su antecesora como el inicio intencionado de esta, se propone un mensaje maduro, en el que cada personaje debe aceptar que el cariño y la conexión que tienen sigue existiendo a pesar de sus diferencias y sus sueños divergentes. Contra la idea de una traición y combatiendo también sus propias inseguridades, ambos protagonistas dejan de ser niños, como eran a pesar del aspecto que pueda tener Ralph, para comenzar también una travesía hacia la madurez, hacia permanecer en el lugar en el que realmente desean estar, sin que exista una obligación que tan solo provocaría la ruptura inevitable de su relación.


La unión de ambos factores, siendo el primero de un tono más humorístico, aunque también ácido (podemos percibir a través de la mera presencia de ciertas cuestiones una crítica velada hacia estas situaciones), y el segundo más emotivo y profundo, se conjuga bastante bien durante todo el desarrollo de la película. No obstante, no se evita un tramo final de acción apoteósica, quizás algo innecesario, ni que los aspectos más pesados o irritantes que ya estaban presentes en ¡Rompe Ralph! se vean aquí potenciados por su mayor presencia. Es evidente que el personaje de Vanellope puede resultar algo cargante para el espectador adulto así como el resto de personajes pueden resultar algo insulsos y planos, siendo más bien estereotipos o clichés.

Ahora bien, hay que alabar la forma en que la película aborda diversos temas tanto con un trasfondo humano universal y atemporal, como el concepto de amistad, la paternidad, el feminismo, la inseguridad o el miedo a la soledad, como con otras temáticas más actuales y relativas al contacto con internet, como la toxicidad de las comunidades reflejada en los comentarios, las modas virales, la violencia en los videojuegos, las diversas edades de los cibernautas, el spam incesante o, incluso, la deep web. Y todo ello, de una forma ligera y amenas, llena de referencias que harán las delicias para los más conectados a la red y sin falta de una visión crítica y necesaria.


En definitiva, lo mejor que tiene ¡Ralph rompe internet! es que conjuga a la perfección entretenimiento con crítica a partir de un descriptivo y divertido viaje por internet, reflejo actual de nuestra sociedad contemporánea. Si bien algunos de sus tramos pueden resultar más pesados o no todo el conjunto se mantiene a un mismo nivel, se trata de una digna sucesora de la primera entrega.


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