Dicen que
Bela Lugosi (1882-1956) ha muerto. En la vida terrena tal vez. Porque como bien
señala la canción de Bauhaus con la que se dieron a conocer, Bela Lugosi ha muerto, pero es un no-muerto, y a su paso ha
dejado otros muchos cadáveres vivientes.
Que así sea. Corría espantado el año 1979. Buen año para la música. Para todo tipo de música. También para el rock con raíces góticas. Sofisticado, atmosférico, superlativo. Ideal para esta y cualquier noche de Halloween.
Por supuesto, el grupo toma su apelativo de la escuela de arquitectura y diseño alemana fundada por Walter Gropius (1883-1969), tras la devastación de la Primera Guerra Mundial (1914-1918), base del moderno diseño industrial y gráfico, donde la forma modernista, sinuosa y perceptiva, debía seguir a la función (la legibilidad por encima de la estética). Casa de la construcción en alemán, fundamentada en colores puros, la abstracción en espacios reticulados y la información más directa. Curiosamente, muy alejada del adorno gótico, en cualquiera de sus manifestaciones. Sin embargo, por qué no aunar ambas perspectivas. La significante, mediante el realce y retorcimiento de las formas geométricas básicas, y la visual, que entronca con los elementos más vistosos del esoterismo.
La formación la compusieron el vocalista Peter Murphy (1957), el guitarrista y saxofonista Daniel Ash (1957), el bajista David Jay Haskins (1957), y su hermano, el batería Kevin Haskins (1960). Y se adscribe, como es fácil suponer, al movimiento post-punk. Si bien, este aún seguía coleando de la mano de, pongo por caso, conjuntos tan señeros como The Clash.
Los trabajos clásicos de Bauhaus, al que se sumó el más reciente Go Away White (2008), fueron tres sencillos, del que, el más conocido, es el E.P. The Bela Session (1979), y los álbumes In the Flat Field (1980), Mask (1981), The Sky’s Gone Out (1982) y Burning from the Inside (1983), se dice que más comercial. No estoy de acuerdo con esta última apreciación por dos motivos. El primero, porque la adaptación a los sonidos pop de los ochenta no conllevaba necesariamente una renuncia, sino una evolución, caso de querer hacerla. Y segundo, porque la palabra “comercial” era esgrimida alegremente en aquellos años por determinados medios poco menos que como una ofensa (mientras tanto, el público disfrutábamos con los diversos niveles de “comercialidad”, en función de los gustos de cada cual). La comercialidad, es decir, el éxito, no puede esgrimirse nunca como contrario a la calidad, salvo por los más estructuralistas o amargados. Tanto en el ámbito cinematográfico como en el musical, por citar dos sectores donde tal contradicción resulta más que evidente.
Respecto a la música, vamos a pasearnos un poco por las estancias de los distintos álbumes. Una ráfaga inquietante los recorre. La banda aseguró en más de una ocasión que no se sentían atados a un solo estilo y sonido, sino a una evolución -quod erat demonstrandum-, dentro de un género que hunde sus polimorfas y seductoras raíces en el cine clásico de terror de la Universal (Tod Browning, 1880-1962) y en el expresionismo alemán. De tal modo, en el álbum Mask: Máscara, cuya portada fue realizada por Daniel Ash, nos regalaron el oído con más teclados y variedad de instrumentos. Aparte de hacer uso del emergente video musical como vehículo de expresión, amén de comercialización.
Nuestro recorrido arranca con la referida y seminal The Bela Session (Small Wonder – Leaving Records). Grabada en enero de 1979, se abre con Bela Lugosi’s Dead. El trabajo con la batería de Kevin Haskins es excepcional, con esas baquetas imitando el ruido de unos postigos entrechocando, seguramente a causa del fantasmal viento nocturno (junto con otras incorporaciones sonoras). La guitarra de Daniel Ash se suma a continuación, junto al bajo telúrico de David Haskins, y una voz reverberante, como proveniente de otra dimensión (Murphy). Obra maestra sin paliativos, en este y en el otro mundo, la sesión se completa con las vitalistas Some Faces: Algunos rostros y Bite My Hip: Muerde mi cadera, rock and roll de corte clásico pasado por el tamiz de Bauhaus; Harry, que no obvia el consabido estribillo la-la-la, y Boys: Chicos, de cadencia más mortificada. Canciones de menor duración que la primera, pero de no menos compulsiva palpitación y significado.
Realizado lo cual, como base de unos cimientos bien definidos, el primer disco per se fue In the Flat Field: En el descampado (4AD Records), cuya portada es una jovenzuela fotografía del afamado Duane Michals (1932): Homage to Puvis de Chavannes (1949). Bauhaus nos proponía el reto de ser real, para tocar una llama parpadeante (…) No te acobardes en el miedo nocturno (Double Dare: Doble reto). En campo llano me aburro (In the Flat Field). A veces el grupo emplea en las letras de sus canciones unos desarrollos narrativos habituales -nunca convencionales-, como en The Spy in the Cab: El espía del taxi, o St. Vitus Dance: El baile de San Vito. En otras ocasiones, líneas argumentales quebradas, a modo de pensamientos unívocos en cada verso; incluso expresionismo en las letras (Dive: Bucea; Stigmata Martyr: El estigma del mártir; Nerves: Nevios; Mask), como si la pretensión fuera esbozar imágenes y emociones borrosas, recuerdos fragmentados que tratan de concretarse, sin conseguirlo siempre. Al fin y al cabo, dicha fragmentación responde a un estado psíquico muy especial. Líneas repetidas como estribillos se van perdiendo en la inmensidad de la mente, torturada o liberada. En sintonía con lo que, de forma casi inmediata, y en español, va a abordar Parálisis permanente (1981-1983), adscrito a su esfera de influencia. Otras veces, el sentido tan solo es intuido a través del título (The Man with the X Rays Eyes: El hombre con rayos X en los ojos). Son las de Bauhaus composiciones destinadas a crear una atmósfera, entre lo insano y lo emotivo, como polos complementarios de un mismo atractivo. Dicotomía -o desmembramiento- que será recurrente en todos sus trabajos.
Otra de las características más acuciantes la hallamos en la instrumentación. Es siempre destacable el empleo de la guitarra eléctrica, como la que da inicio a Double Dare, combinada, las más de las veces, con una batería repicante y obstinada.
De Mask (Beggars Banquet) destaca la genial instrumentación de Kick in the Eye 2: Patada en el ojo 2 (hubo una primera versión en single), el recitado vocal y el pertinaz pitido -¿llamada?- de la guitarra eléctrica en Of Lillies and Remains: De lirios -adecuada conjunción en español- y restos. El jocoso sonido de la guitarra se repetirá en la más estruendosa Muscle in Plastic: Músculo de plástico, y los disruptivos sonidos, sin perder el sentido del humor, de In Fear of Fear: Temiendo al miedo. El leitmotiv bien puede ser la pasión de los amantes por la muerte (The Passion of Lovers: La pasión de los amantes). De nuevo el espacio interior y la atmósfera externa, reverberación espontánea del interior. Subiré este alto muro en recuerdo de Clancy (Of Lillies and Remains).
Es curioso. Pese a toda esta logística temperamental, Bauhaus jamás suena apelmazado. Además, el presente álbum incorpora teclados y la guitarra acústica. Saxo en Kick in the Eye 2; Dancing: Bailando e In Fear of Fear. Y si antes mencionaba la influencia en un estupendo conjunto español, Parálisis permanente, esta se me hace aún más evidente en un tema como The Man with the X Rays Eyes, del presente álbum. Tal parece que estamos escuchando a Eduardo Benavente (1962-1983) cantando en inglés.
De reincidencia más obsesiva, si cabe, pese a mostrar un preámbulo de relajado tono atmosférico, u ominoso, según se mire, es Swing the Heartache: Swing del dolor de corazón. Por su parte, en la primera sección de The Three Shadows: Las tres sombras, dicha entrada en la atmósfera parece que se va cargando de estática. Aquí el vocal es un solapado lamento.
La última de las canciones, Exquisite Corpse: Cadáver exquisito, se compone de una serie de secciones acopladas, y un final abrupto, antes de un breve discurso vocal (el recitado, esta vez punteado por el piano, se volverá a dar en Who Killed Mr. Moonlight: Quién asesinó al señor Luz de Luna, del álbum siguiente). Brillantísima instrumentación la de esta pieza, ¡con inclusión de toses y ronquidos!, que incluye hasta variantes funky.
En el apartado más paranormal, quisiera destacar la canción Spirit: Espíritu, donde, en expresión de Bauhaus, un quinto miembro de la banda, no encarnado, parece llevar la batuta.
Para
rematar un año perfecto, el grupo elaboró en formato audio y videoclip una
versión del famoso Ziggy Stardust:
Ziggy Polvo de Estrellas, de David Bowie (1947-2016).
Burning from the Inside: Ardiendo por dentro (Beggars Banquet) fue el último disco de Bauhaus. Cuando un Murphy con neumonía se las apañó a regañadientes para compartir los créditos vocales con David y Ash (por cierto, el nombre del sintético interpretado por Ian Holm (1931-2020) en Alien [Íd., Ridley Scott, 1979]).
Un poso de melancolía fluye a través de las letras de Go Away White: Vete blanco (Cooking Vinyl), su último disco de estudio hasta la fecha. Lo más destacable de este trabajo es que se trata de una ininterrumpida continuación de los logros de los años ochenta. El sonido es equiparable, y el tiempo no parece haber transcurrido. Las guitarras glam, provocativas, conviven con los familiares recitados. Crípticas interioridades, hipnóticas introspecciones y rabiosas confirmaciones, en un disco donde destacan los temas Too Much 21st Century: Demasiado siglo XXI, Undone: Sin hacer, la juguetona Black Stone Heart: Corazón Piedra Negra, que contiene el verso que da título al disco, y The Dog’s a Vapour: El perro es un vapor, que entronca a las claras con la sugestiva atmósfera gótica y noctívaga de antaño. There’s Something in You: Hay algo en ti… Pero tranquilos, the Moonlight Fills All Heaven with Mirth: La luz de la luna llena todo el cielo con alegría. Culmina el disco con la pieza instrumental y coral –sin letra- Zikir. Y como si de una simpática premonición se tratara, nos sobrevuela el verso ¿qué pasa si las cosas no se separan? (Saved: Salvado).
En 2022 Bauhaus ha sacado un nuevo tema, Drink the New Wine: Bebe el nuevo vino. Magnífico. Veremos en qué queda la cosa. Experimentales y roqueros. Contaron con multitud de referencias y acabaron convertidos en referencia ellos mismos. Es el signo de la originalidad. Ese que tal vez pueda vencer al crucifijo o una bala de plata disparada a destiempo.
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