La literatura hispanoamérica dio un golpe de efecto en los años 60 a través de lo que se conoció como el boom latinoamericano con autores capitales como Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa, Julio Cortázar o Carlos Fuentes. En gran medida, tratar de igualar o superar el éxito de las obras de estos autores era una tarea compleja, por lo que los autores de la época post-boom (y también aquellos que lo vivieron, pero que prosiguieron su carrera literaria) empezaron una corriente literaria distinta a lo marcado anteriormente.
Se alejaron en gran medida de argumentos ambiciosos para sus novelas, descendiendo el simbolismo y la carga psicológica de sus personajes, concentrándose en cuestiones de índole cotidiana, sin heroicidad, sin representar grandes ideas. También se fueron despojando de la experimentación, aunque aún autores de esta etapa la seguirán realizando.
Se alejaron en gran medida de argumentos ambiciosos para sus novelas, descendiendo el simbolismo y la carga psicológica de sus personajes, concentrándose en cuestiones de índole cotidiana, sin heroicidad, sin representar grandes ideas. También se fueron despojando de la experimentación, aunque aún autores de esta etapa la seguirán realizando.
Sin embargo, no todas las diferencias se basan exclusivamente en la cuestión literaria. La política, eterna fuente de problemáticas, motivó ciertos cambios de perspectiva. A finales de los sesenta se dan una serie de circunstancias que propician el cambio: la decepción ante la Revolución Cubana (1959), la caída del Muro de Berlín, la vivencia directa de las dictaduras por parte de los autores, así como la presencia dominante de los medios de comunicación de masas, esto último clave para entender cómo la sociedad, aunque aumentó el número de lectores, se hizo menos exigente con la literatura, o poco interesada en la misma. Todo ello provoca también el retorno al tono cotidiano, pero también a la parodia, empleando el humor sarcástico frente a la grandeza anteriormente imperante. Incluso se recurre a lo que se había considerado como subliteratura (término al que nos oponemos) hasta el momento, como los géneros de la novela negra o, en el caso que nos ocupa, la novela sentimental.
A mitad de camino entre el boom y el post-boom, encontramos a Manuel Puig (1932-1990), autor bisagra entre ambas etapas. Aunque alcanzó cierta experimentación, sus características como autor lo hacen más cercano al uso de las estrategias de los medios de comunicación. No en vano, Puig era un gran cinéfilo, pasión procedente de su infancia, que llegó a escribir para el cine a la par que el cine estaba presente en sus novelas, como muestra el título de La traición de Rita Hepburn (1968) o en el argumento de El beso de la mujer araña (1976). Además, las adaptaciones de sus películas han sido frecuentes a lo largo de su vida, participando activamente en las mismas. En Boquitas pintadas, sin embargo, el autor recurre a todo el bagaje de la novela sentimental, de los boleros, del tango o de la radio novela para crear una deconstrucción de la novela o teleserie sentimental, consiguiendo criticar toda una estructura ideológica sin que lo parezca directamente.
La historia nos traslada a Coronel Vallejos (trasunto de la auténtica localidad General Villegas, donde la obra sentó mal por tomar como referentes a personas reales), un pequeño pueblo de Argentina donde vivieron un grupo de jóvenes cuyas relaciones, en pleno momento de formación y diseño de su identidad, marcan la principal trama de la novela. Todos ellos conviven en ese mundo basado en las apariencias y la opresión social que se ejerce en base a los prejuicios. Sin embargo, esa opresión se cumple tan solo en base a aparentar que se cumple con lo establecido, como la honestidad o la virginidad de las mujeres.
Manuel Puig |
Así pues, tenemos a Juan Carlos, el galán de la novela, que está enamorado en origen de Mabel, la joven de clase alta, aunque acaba en una relación con Nené, quien está realmente enamorado de él y que pertenecen a una condición social más humilde. Sin embargo, aunque esta fuera la historia esperada en la lógica de la novela sentimetnal, realmente el galán mantiene una actitud mujeriega y será infiel, igual que Mabel. Aún más, Juan Carlos, a pesar de su condición en la novela, no es un hombre perfecto ni cumple con las expectativas de serlo, sino que como única cualidad positiva solo tiene su belleza, con la cual satisfacer a las mujeres. Se trata de un chaval superficial, que se expresa mal como muestran sus faltas de ortografía y que no sabe medir las consecuencias de sus actos, por ello no se recuperará de su enfermedad y morirá, como se desvela al principio de la obra. En definitiva, un niño consentido y de cara bonita, pero que no es inocente ni honrado.
De forma paralela, Pancho funciona como una figura similar, pero de clase baja, que llega a dejar embarazada a Antonia La Rabadilla, aunque después le será infiel con Mabel, lo que le ocasionará una muerte por despecho. Precisamente, ninguna de las figuras masculinas cumple con el ideal del príncipe azul, pero tampoco se ven obligados a cumplirlo, mientras que las mujeres lo anhelan encontrar, sobre todo por cumplir con lo establecido.
La novela comienza con Nené, que ya siendo adulta y casada, escribe supuestamente cartas a la madre de Juan Carlos, donde cuenta toda su vida y se lamenta de su presente; sin embargo, de forma paralela, sabremos que está mintiendo con respecto a lo que realmente le sucede. La vida junto a Masa, un tipo normal y feucho, debería ser grata para Nené, aunque ella se muestra belicosa y lo desprecia, pese a los buenos cuidados de su marido en comparación al poco tacto del galán Juan Carlos. Como lectores, somos testigos del engaño que supone la ideología sentimental, destruida así por el autor no solo a través de Nené, sino también del resto de personajes femeninos.
Como mencionábamos, para las mujeres surge la frustración por no cumplir aquello que le imponía el engaño de esa ideología, que las manda a encontrar el amor de un hombre perfecto y virtuoso, el "príncipe azul", lo que las condena a la infelicidad. Una forma de pensar que se transmite no solo a través de las teleseries y novelas sentimentales, sino también en los tangos y los boleros, donde se señala que la mujer debe entregar toda su vida.
Si los hombres no cumplen con el ideal, ya sea por falta de belleza como en el caso del marido de Nené, o por falta de actitud, en el caso de Juan Carlos, las mujeres, a su vez, no se encuentran en la situación que les sería más favorable por su forma de ser. Todas ellas son infelices: Celina, la hermana de Juan Carlos, se mantiene solterona por no encontrar esos ideales (lo que la hace infeliz por quedar marcada), mientras que Mabel sí se casa, pero manteniendo su actitud infiel, por lo que hubiera sido feliz siendo soltera para poder mantener las relaciones que quisiera. Ni siquiera Nené, que sí podría tener una vida feliz según las exigencias de su rol, se conforma con lo obtenido.
De esta forma, la novela realiza una crítica feroz a la ideología sobre las relaciones de pareja que sostiene la novela sentimental. Lo hace a través de sus propios cauces, una inteligente forma de hacerlo a través de una estructura donde el narrador se convierte en un cotilla dentro de la novela sentimental, ya que precisamente accedemos a la historia a través de diarios y cartas íntimas, diálogos directos, incluyendo la confesión a un sacerdote, expedientes, publicaciones y hasta, como lectores, nos metemos en un álbum de fotos y nos permitimos arrancar una foto para ver su dorso. Es decir, nos permitimos meternos en la intimidad, en el dormitorio, en la vida íntima de los personajes, y esto lo hace el autor mediante su estrategia narrativa de realizarlo entrega por entrega, como un folletín y como si el narrador fuera un recopilador.
Con una adaptación cinematográfica estrenada en 1974 y dirigida por Leopoldo Torre Nilsson, la novela consigue mezclar todos los ingredientes de la novela sentimental: el amor, los celos, el asesinato o la mentira. Pero, a la vez, se consigue burlar del género, no tanto como parodia, sino como lamento y crítica hacia el mismo, sobre todo por el engaño que se intuye entre lo que conseguimos ver de los personajes. Una novela interesante en su forma y en la deconstrucción del género, con ritmo ágil e historia cerrada, que se aleja de la cosmovisión ambiciosa del boom para contar una historia más cotidiana, donde los personajes, como nos puede suceder a nosotros, caen en deseos alejados de la realidad.
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