En los últimos años la industria de Hollywood se ha visto abocada a un movimiento de recuperación de obras populares para, mediante la nostalgia, aumentar su recaudación, en lo que se ha venido a denominar una situación de falta de ideas u originalidad. Una situación que ha provocado una serie de producciones que han recuperado obras de éxito, ya hayan sido como remakes (volver a realizar la misma obra con medios modernos), reboot (reiniciar una franquicia para comenzar a contar otra historia partiendo de los mismos personajes) o secuelas de diversa índole. Las compañías confían en el éxito en taquilla de estas creaciones, aunque no siempre sea una garantía, ni tampoco a nivel de crítica.
En este mismo año 2015 hemos contemplado la recuperación del mundo jurásico creado por Spielberg con Jurassic World (Colin Trevorrow), otra entrega para sagas como Mad Max, con Mad Max: Furia en la carretera (George Miller), Star Wars, con Star Wars: Episodio VII - El despertar de la fuerza (J.J. Abrams) o Fast & Furious, con Fast & Furious 7 (James Wan). Marvel, junto a Fox, prosigue con sus superhéroes recuperando a Los cuatro fantásticos, Daredevil, X-Men o continuando con las nuevas franquicias, en este año, Vengadores: La era de Ultrón (Joss Whedon).
Hasta animes como Dragon Ball se han recuperado en estos últimos años a base de películas o una nueva serie (Dragon Ball Super) o recientemente se ha anunciado el remake de un videojuego clásico como fue Final Fantasy VII. Y, por supuesto, la película que hoy comentamos, Terminator Génesis (Terminator Genisys, Alan Taylor).
Hasta animes como Dragon Ball se han recuperado en estos últimos años a base de películas o una nueva serie (Dragon Ball Super) o recientemente se ha anunciado el remake de un videojuego clásico como fue Final Fantasy VII. Y, por supuesto, la película que hoy comentamos, Terminator Génesis (Terminator Genisys, Alan Taylor).
Llegado desde televisión, donde ha dirigido capítulos en series como Juego de tronos, Mad Men, Los Soprano o Sexo en Nueva York, Alan Taylor ha dirigido discretas películas, hasta que Marvel lo contrató para la segunda entrega de Thor, Thor: el mundo oscuro (Thor: The Dark World, 2013) y Paramount Pictures le encargó esta entrega de la saga Terminator, iniciada por James Cameron en 1984, con The Terminator, y en 1991 con Terminator 2: el juicio final (Terminator: Judgement Day).
Resulta imprescindible mencionar ambas películas, sin duda, las grandes obras de la franquicia, puesto que esta especie de remake/reboot remite a ambas de forma constante. No en vano, el argumento parte igual que la primera película: el mundo ha sido asolado por las máquinas, controladas por una inteligencia artificial llamada Skynet, que asesina a los humanos y establece su tiranía en la Tierra. La resistencia humana, capitaneada por el misterioso John Connor (Jason Clarke), combate contra esta inteligencia para lograr un nuevo mundo.
Sin embargo, para sobrevivir, Skynet ha preparado una máquina del tiempo con la cual mandará a un Terminator a acabar con la vida de Sarah Connor (Emilia Clarke), la madre de John, antes de que este naciera, en 1984, cuando era una joven indefensa que desconocía el futuro que le esperaba. La mano derecha de John, Kyle Reese (Jai Courtney), se propone como voluntario para viajar al pasado y salvarla. Pero cuando llega a su destino, ni Sarah es una joven indefensa ni el pasado es tal y como le había contado su amigo y líder. Un hecho futuro ha alterado todo el paradigma temporal y ahora Sarah y Kyle, junto a un T-800 conocido como el Guardián (Arnold Schwarzenegger), deben impedir que Skynet se haga con el poder y logre la llegada del Día del Juicio, retrasada ahora al año 2017.
Alan Taylor (centro) dirigiendo a Schwarzenegger |
Sin embargo, para sobrevivir, Skynet ha preparado una máquina del tiempo con la cual mandará a un Terminator a acabar con la vida de Sarah Connor (Emilia Clarke), la madre de John, antes de que este naciera, en 1984, cuando era una joven indefensa que desconocía el futuro que le esperaba. La mano derecha de John, Kyle Reese (Jai Courtney), se propone como voluntario para viajar al pasado y salvarla. Pero cuando llega a su destino, ni Sarah es una joven indefensa ni el pasado es tal y como le había contado su amigo y líder. Un hecho futuro ha alterado todo el paradigma temporal y ahora Sarah y Kyle, junto a un T-800 conocido como el Guardián (Arnold Schwarzenegger), deben impedir que Skynet se haga con el poder y logre la llegada del Día del Juicio, retrasada ahora al año 2017.
Con estos elementos, nos encontramos ante una fusión de las tramas de la primera y la segunda películas de la franquicia. Por ejemplo, se trata de provocar una relación entre el Guardián y Sarah similar a la del niño John y el Terminator de la segunda entrega, tanto a nivel emocional y humano. El problema es que la segunda entrega crea y desarrolla esa relación, pero en esta última nos lo cuentan los personajes, tan solo introduciendo un flashback sobre cómo rescató a Sarah de niña, pero sin más desarrollo, lo que impide la emoción. Es más, se remite más al humor que al sentimiento. Por otra parte, en el personaje del Guardián encontramos algunas de las lagunas de la trama, como su procedencia, cuestión que quizás quedaba abierta para posibles secuelas de este reboot (algo que ahora no parece tan seguro al no haber alcanzado la recaudación esperada por el estudio).
Así pues, nos encontramos ante una historia que emplea las paradojas temporales a través de los viajes en el tiempo para crear una historia diferente a la original, pero en continuo homenaje a esas entregas, incluso en la música. Precisamente, el inicio recrea todo el mundo post-apocalíptico futuro de forma interesante, con un gran nivel de acción, elevando a la figura del personaje de John Connor como el salvador, y siguiendo con el primer viaje en el tiempo. Allí donde las primeras entregas fueron más sutiles, siendo por tanto más significativos en sus gestos y escenas, encontramos aquí respuestas más visuales, gracias a los medios con los que se cuentan. Algo que era de esperar, si tenemos en cuenta que uno de los motivos para querer crear un remake de una historia es la evolución técnica que hemos experimentado sobre la antigüedad de determinada obra.
Precisamente, el creador de la franquicia, James Cameron, es un director que ha contado siempre con la espera para crear películas a partir de la evolución técnica, como bien demuestra Avatar (2009). Esta obra es técnicamente superior, aunque no aporta argumentalmente nada nuevo, al revés de lo que sucedía con las primeras obras de Cameron, que en el caso de la franquicia Terminator le permitieron experimentar con cuestiones como el miedo y el lado oscuro de la revolución tecnológica o la humanización de la tecnología. Por otra parte, podemos recordar cómo la segunda trilogía de Star Wars se retrasó, a pesar de contar los orígenes de la historia, por esperar a que existieran recursos técnicos capaces de recrear los deseos de su creador, George Lucas. Sin embargo, esta segunda trilogía es considerada, en términos generales, peor que la original, lo que nos permite afirmar que el uso de medios tecnológicamente mejores no crea necesariamente una mejor película, de la misma forma que unos buenos gráficos no deciden significamente que un videojuego sea bueno.
El problema de la película se halla en el deseo de contar una historia que no encaja con las características de la primera entrega e impedir, por tanto, el desarrollo de una historia convincente. Los guionistas han tratado de otorgarle a la inteligencia artificial Skynet una relación más próxima con los medios actuales, con un mundo hiperconectado a través de las redes sociales. Esta realidad resulta más cercana al espectador actual; sin embargo, la película no se detiene en esta nueva circunstancia, sino que la sobreentiende. No se permite reflexionar sobre esta nueva realidad para sus personajes, ni los peligros de la hiperconexión y de ese mundo tecnológicamente avanzado. En este sentido, ¿de qué sirve el viaje hacia 2017 o la recreación de un mundo actual? Especialmente cuando al final todo el entramado queda reducido a una continua persecución que hubiera dado igual dónde o cuándo se hubiera realizado. Si eliminamos la introducción y los homenajes evidentes, podríamos encontrarnos con una historia que podría haberse llamado de cualquier otra forma.
Precisamente, el inconveniente del enfoque es que consigue un ritmo vertiginoso que no permite momentos de pausa para desarrollar la historia ni a sus personajes. Aunque en la primera entrega la persecución era también continua y ofrecía sensación de angustia e inquietud, también permitía observar cómo se sentía Sarah, cómo iba cambiando a lo largo de la película, además de mostrarnos cómo el Terminator T-800 buscaba la forma de llegar a ella. En el caso de Terminator Genesis, da la impresión de que el enemigo no tiene problema alguno en encontrarles y, por tanto, aunque la sensación de inseguridad de los protagonistas está presente, también se puede entender que estamos ante un enemigo torpe e incapaz de lograr sus objetivos a pesar de su apabullante superioridad.
Por otra parte, entre la pareja protagonista encontramos falta de química, tanto entre los actores como entre los personajes. La película juega con lo que saben los espectadores de la saga, haciendo hincapié en que ambos deben enamorarse. Ahora bien, si bien el guion juega con esta trama para mostrarnos que esta pareja es incapaz de estar unida, tampoco nos ofrece un desarrollo que muestre un cambio significativo en su relación. De esta forma, aunque se pretenda orientar el romance como posible a pesar de su falta de predisposición, tan solo es factible porque así lo pretende el guionista y porque así fue en la franquicia original, pero no porque se justifique con los acontecimientos vistos en pantalla. En cuanto a los demás personajes, el tercer coprotagonista, el cyborg interpretado por Schwarzenegger, reúne casi todo el humor de la película (junto al secundario detective O'Brien, encarnado por J.K. Simmons), entre otras cuestiones por el carisma del actor como por los continuos guiños con sus actuaciones anteriores en las dos primeras entregas. Por su parte, Jason Clarke realiza una interpretación justa.
La película juega con una serie de lógicas que ya estaban preestablecidas, sobre todo con los viajes en el tiempo, creando una serie de paradojas que rompen con el paradigma temporal y con las reglas que regían este universo. Incluso en el inicio se menciona a la máquina del tiempo como un arma táctica temporal, realzando un nuevo tipo de guerra. Los continuos viajes así como el cambio de enfoque llegan a tal extremo que hasta un personaje llegará a mencionar que son como náufragos del tiempo, personas sin pasado real. Una ruptura de la lógica de Terminator que pretende complicar la trama, pero en apariencia, sin trabajar un argumento que resulte elaborado, profundo o meramente complejo.
Así pues, el peso de su nombre le ha podido. Cuando una obra no satisface ese horizonte de expectativas, nuestra consideración sobre la misma es negativa y de ahí la sucesión de malas críticas. Si encuadramos Terminator Génesis como una película de acción y de ciencia ficción, veremos que funciona mejor como lo primero que como lo segundo. No plantea grandes reflexiones, ya que las que pudiera ofrecer las hemos podido ver en esta misma saga o, incluso, en otras películas. En efecto, funciona mejor como una mezcla humorística con escenas de acción pirotécnicas y grandilocuentes; entretenido pero no cautivador. Fugaz y para olvidar. Una persecución continua que funciona bien para mantener entretenido al espectador con este esperado taquillazo, sin ir más allá de eso. El problema es que en una saga como Terminator, que sí parecía haber ido más allá, hay también un nivel de exigencia que no hubiera existido de haber sido una película independiente de la franquicia, un blockbuster veraniego más.
A ello se le suma una nefasta campaña de promoción, no tanto por su repercusión, como por arruinar las posibles sorpresas que ofreciera el guion. Si la película pretendía crear un golpe de efecto, los trailers e, incluso, la cartelería, lo arruinaron. Podemos evaluar si el giro es acertado o no para la trama, pero no cabe duda de que, de no haber sido por una mala promoción, hubiera tenido un efecto considerable en el espectador medio. Algo que, lamentablemente, ya ha sucedido en el pasado con otras películas, como El planeta de los simios (Franklin Schaffner, 1968).
Terminator Génesis funciona bien como una entretenida película de acción, cuyos chistes y homenajes gustarán a quienes conozcan la franquicia, pero sin más. Cuenta con un primer tramo muy conseguido y algunas escenas visualmente potentes, heredadas en su mayoría de la película primigenia de la saga, pero está falta de un desarrollo más logrado con respecto a sus personajes y una profundidad que la eleve a algo más que puro entretenimiento (aunque este ocio también sea necesario de vez en cuando).
Escrito por Luis J. del Castillo
Hola :) A mi no me gusto la verdad, si la primera parte de la película un tanto entretenida y parecía que no sería tan horrible, pero como dices, falta un desarrollo tanto de personajes como de trama; se centra en hacer acción y escenas de acción una y otra vez, y ya, sin trasfondo. A mi me decepciono y mucho. Un abrazo^^
ResponderEliminarPara basar star bars en star trex,Matrix y fusión con stargate en hechos reales de ciencia ficción virtual se necesita meter en este metaverso a todos los robots de otras películas pues porque estamos ya en la era de la robótica..y hay que actualizar estas..ejemplo Sony,Robocop,Swachzeneguers,R2PO,Feezer.. si no no se pueden rodar...hay que fusionar estas películas con los robots en una sola!solo doy ideas de estreno..nada mas
ResponderEliminar