El nombre del viento, de Patrick Rothfuss

08 julio, 2015

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La literatura fantástica ha ido acrecentando sus fronteras en las últimas décadas y ha logrado ser resarcida desde las posturas que antaño la consideraban como una literatura barata, por pertenecer a un género particular, marcado por ciertas pautas, como bien le pudo suceder al género negro o a la ciencia ficción. Ahora bien, a nivel de mercado, ha sido un género que ha dado muchas satisfacciones también en los últimos años, especialmente en el caso de las obras dirigidas a jóvenes lectores, aún cuando en origen no necesariamente fuera destinadas en exclusivas a un público acotado. Así, se recuperó a Tolkien con toda su producción sobre la Tierra Media, a C.S. Lewis con su mundo de Narnia, aún cabe reivindicar un poco el papel del alemán Michael Ende, con su obra más reconocida, La historia interminable, y, por supuesto, el boom que supusieron las aventuras del mago Harry Potter, creado por J.K. Rowling, y en la actualidad la madurez alcanzada por George R.R. Martin en su Canción de hielo y fuego, popularizado gracias a su adaptación televisiva, Juego de tronos. A todos ellos nos hemos referido de una forma u otra, en tanto que forman parte de un canon de literatura fantástica, pese a que cada uno ofrece experiencias distintas.

A todas estas, se ha postulado como una trilogía a tener en cuenta la obra de Patrick Rothfuss: Crónica del asesino de reyes, aún inconclusa a falta de su tercera y última entrega. El hecho es peculiar, pues a diferencia de otros autores antes nombrados, como Tolkien, Lewis o Martin, no se trata de un libro fruto de un trabajo literario más amplio, sino que nos encontramos ante su primera obra publicada, más al estilo de lo sucedido con Rowling (incluyendo editoriales que le rechazaban), a quien posteriormente haremos otra referencia. Pero lo cierto es que hoy estamos ante El nombre del viento (2007; publicada en español por Plaza & Janés, 2009) como un libro que causó cierto impacto en los lectores experimentados en el género, especialmente por la peculiaridad de su personaje principal, el estilo narrativo de su autor y la combinación de acción, intriga, humor y fantasía que había logrado concentrar. 

Patrick Rothfuss
Nos adentramos en el mundo de Temerant, donde el célebre Kvothe desapareció de la vida pública y se mantiene oculto bajo una nueva identidad en una aldea alejada de los problemas de las grandes urbes y comunidades. Sin embargo, el empeño de un estudioso de la historia, Cronista, provocará el encuentro con este famoso hombre en pos de la verdad sobre su vida, tergiversada por los rumores y las habladurías que se crearon con el paso del tiempo. Kvothe comenzará entonces a recordar su vida para Cronista desde su infancia hasta su tiempo presente, en el plazo de tres días.

Así nos encontramos ante una trilogía que otorga sentido a la división en tres libros, uno por cada día, por lo que no estamos ante tomos autoconclusivos, como sucedía con las primeras novelas de Harry Potter. Además, se establecen de forma clara dos líneas temporales: el presente, en tercera persona, desde el que se narra la historia en el encuentro entre Cronista y Kvothe, con sus propios misterios y donde también se observan las consecuencias de remover ciertas escenas del pasado a través de los interludios, y el pasado, en primera persona a partir de lo narrado por el protagonista, que emplea recursos como la ironía, cierto coloquialismo en algunas partes y un transcurso del tiempo menos definido, permitiéndose licencias dentro del continuo flashback al adelantar acontecimientos con capítulos de diferencia. No obstante, este último recurso lo realiza de forma tan certera que, a pesar de saber qué va a ocurrir, desconoces el cuándo y el cómo, especialmente al tratarse de hechos que no resultan evidentes por el devenir de los sucesos que están sucediendo en el momento en el que se introduce ese aviso. Ello permite crear intriga incluso alrededor de lo que el lector ya sabe que va a pasar; algo similar, salvando las evidentes diferencias, a lo que sucede con Crónica de una muerte anunciada (1981), de Gabriel García Márquez.


Esta cuestión se relaciona incluso con lo que se nos deja conocer de la novela antes de conocerla. En la edición española, por ejemplo, se recoge en la contraportada el siguiente texto: "He robado princesas a reyes agónicos. Incendié la ciudad de Trebon. He pasado la noche con Felurian y he despertado vivo y cuerdo. Me expulsaron de la Universidad a una edad a la que a la mayoría todavía no los dejan entrar. He recurrido de noche caminos de los que otros no se atreven a hablar ni siquiera de día. He hablado con dioses, he amado a mujeres y he escrito canciones que hacen llorar a los bardos. Me llamo Kvothe. Quizás hayas oído hablar de mí" (pág. 81). Este texto, que forma parte del contenido de la obra, juega con el horizonte de expectativas del lector en torno a la figura del héroe, pero se matiza con el contenido real de la obra. Algunos de los acontecimientos narrados en esta autodescripción no se relacionan directamente con la realidad que Kvothe va a contar, sino más bien con los rumores en torno a su figura, es decir, la forma en que se ha creado una leyenda en torno a hechos que no siempre protagonizó él de la forma en que se han transmitido. 

Hay así una ruptura con la idea del héroe tradicional de este tipo de aventuras. Este hecho no es novedoso, aunque la forma de realización particular por parte de Rothfuss arroja diferencias significativas que lo distancian en calidad de otras obras. Después de todo, es imprescindible centrarnos en la figura esencial de la novela, Kvothe, puesto que es el centro de la misma y el personaje con mayores matices, frente al resto, que en ocasiones no pasan de la adecuada pincelada. La mayoría de acontecimientos relevantes forman parte de decisiones azarosas, que finalmente son revestidas de cierta fantasía, incrementada incluso por el protagonista. El máximo ejemplo sería la aventura en la ciudad de Trebon con el dragón, pero este carácter ya está presente en sus travesuras dentro de la Universidad. Hay así una humanización del héroe dentro de la fantasía: hace trampas, roba, busca salidas poco decorosas y sus heroicidades no siempre se relacionan con una finalidad altruista.

Mapa de Temerant
Ni siquiera se le otorgan características de elegido, sino que se justifican sus habilidades por su gran inteligencia, suponemos que sería considerado superdotado, su infancia como artista circense (Edena Ruh, en términos del libro) y el desarrollo de ciertas habilidades a partir de las experiencias de las que somos testigos a partir de su narración: su aprendizaje con Ben en la simpatía, su pobre vida como mendigo en la capital de la Mancomunidad o la adicción a la música como vía de escape a situaciones trágicas. Incluso Rothfuss deja espacio a cuestiones relativas a la psicología del personaje y justifica la mayoría de sus actitudes y decisiones a partir de lo que nos ha ido mostrando, aún cuando algunos hechos nos resulten incomprensibles (pero también aquí juega a favor de la narración: son incomprensibles tanto a los lectores como a Kvothe, que es el narrador, al provenir de otras personas, como sus maestros).

En la historia narrada por el protagonista, podríamos establecer una división en cuatro partes: la infancia como Edena Ruh, en familia y con el aprendizaje inicial en simpatía con Ben, la etapa de pobreza en Tarbean, su establecimiento en la Universidad y su aventura en Trebon. Esta construcción permite observar todo el proceso de creación de la identidad del personaje. En la primera parte conocemos sus habilidades, el ambiente en el que se ha educado y todas las cosas agradables que le rodeaban, que precisamente añoraremos en la siguiente etapa, cuando estas hayan desaparecido. En este proceso Rothfuss hace excesivamente evidente ciertos procesos de cambio, impidiendo el simbolismo interpretado por el lector. Por ejemplo, el momento en el que, al romperse un laúd, se hace hincapié en su significado como pérdida y cierre de lo vivido hasta el momento. También se rompe con la irracionalidad del destino de otras obras fantásticas: Kvothe no es un elegido ni es el héroe que ha de salvar la situación, sino que vive una experiencia traumática que lo relaciona con un acontecimiento milenario y que crea en él el deseo de venganza (por cierto, hacia un enemigo que recuerda a los Nazgul de El señor de los anillos, tanto por aspecto como por historia). Deseo que, por otra parte, no viene impuesto desde el principio de la lectura, sino que Rothfuss crea durante el desarrollo de la narración, provocando que resulte más natural y cercano.

Imagen de Oliver Twist (Roman Polanski, 2005)
Quizá la mayor facultad que posee nuestra mente sea la capacidad de sobrellevar el dolor. El pensamiento clásico nos enseña las cuatro puertas de la mente, por las que cada uno pasa según sus necesidades. La primera es la puerta del sueño. [...] La segunda es la puerta del olvido. [...] La tercera es la puerta de la locura. [...] La última puerta es la de la muerte. (pág. 170)

En este sentido, el lector es consciente junto a Kvothe de todo lo que ha perdido, puesto que ambos lo conocían, mientras que en otros relatos, como sucede, por ejemplo, en Harry Potter, o por poner un ejemplo patrio, en Memorias de Idhún (Laura Gallego, 2004-2006), o bien se omite o bien existe un lamento por lo que podía haber sido más que por lo que se conocía. Esto nos lleva a una mayor profundidad en los estados depresivos del protagonista durante su etapa como mendigo en las calles de Tarbean, en un ambiente que recuerda a Oliver Twist (Charles Dickens, 1837) y donde se retrata la dureza de la vida en la calle, la solidaridad entre los pobres, las bandas y las picarías necesarias para sobrevivir, así como la injusticia y la diferencia social. Estos acontecimientos le otorgan a la novela un sentido más humano y próximo dentro del género de la fantasía, aunque a la vez existe una distancia que Rothfuss remarca de forma inconsciente: todos los elementos del mundo que ha creado resultan distantes y desconocidos para el lector, aunque no para los personajes.

Esto produce que, en ocasiones, se deban suponer algunas cuestiones y no entendamos el valor de otras, como por ejemplo, el sistema monetario, las diferencias entre zonas, países o reinos ni una sensación cronológica histórica. Por el contrario, las cuestiones relativas al sistema de simpatía, sistema que podríamos denominar como magia, aunque sujeto a reglas físicas más en la línea de la alquimia que encontramos en historias como la del manga Full Metal Alchemist, será más explícito y desarrollado, no solo en la etapa universitaria, sino también en la primera, con el papel de mentor que tiene el personaje de Ben.


Además, durante esta segunda etapa se intercalan cuentos mitológicos sobre este mundo, que otorgan entidad a la historia y un toque de aire fresco, como una pausa, en la historia de Kvothe, aunque lamentablemente las dos historias que se narran están excesivamente concentradas y juntas en el espacio de lectura, sin repetirse la experiencia en otra ocasión. Una de ellas, por cierto, con evidentes referencias a un dios encarnado en hombre que se sacrifica por el bien de la humanidad, tópico que no solo encontramos en el cristianismo. Por suerte, Rothfuss tampoco se concentra de forma excesiva en un mismo ambiente, pasando a la siguiente etapa: la Universidad. En esta ocasión, el lugar nos recuerda a Hogwarts, contando con elementos similares: un rival (Ambrose) para Kvothe, un profesor al que le cae mal, otro que pone especial atención en él y lo toma como pupilo, diferentes misterios y pasadizos ocultos así como distintos compañeros con los que convivir; además de una fama que se va acrecentando desde su llegada. No obstante, aunque el esquema sea similar, el desarrollo dista de serlo. Tan solo si nos centramos en la relación entre Ambrose y Kvothe, podemos observar cómo se fundamenta su rivalidad lentamente, creándose problemas de forma mutua, más allá de la que encontramos entre Malfoy y Potter.

Observamos así que Rothfuss sabe recoger ideas y reformularlas ofreciéndonos algo nuevo, incluso otorgándoles desarrollos más trabajados. No obstante, también aquí se ofrecen algunos errores que minan el conjunto de la novela: el desarrollo de personajes secundarios. Por ejemplo, hemos señalado que en la Universidad tiene compañeros, pero realmente están definidos por rasgos muy simples, algo similar a lo que les sucede a sus maestros. Tan solo algunos personajes iniciales, como Ben, muestran mejor sus características. Incluso Denna, que podría considerarse uno de los personajes más importantes, está desdibujada por el carácter tan misterioso que el autor le ha conferido, algo más completo con la última etapa que hemos señalado, la relativa a Trebon. Incluso en el presente de la historia, el pupilo de Kvothe, Bast, tiene un comportamiento extraño, relacionado con su prodecencia, pero, de nuevo, el lector se encuentra ajeno a las peculiaridades del mundo creado por Rothfuss, presa de lo que el autor deje intuir antes de contarlo, si lo hace.

Sin duda, el autor consigue sostener una historia en torno a un pilar indiscutible, Kvothe, pero erra en lo referente al momento de explicarnos el mundo que le rodea o al desarrollar al resto de personajes.

No obstante, son cuestiones menores, que bien pueden mejorarse en las siguientes entregas de la trilogía, porque por lo demás, estamos ante una narración que logra mantener la atención y la intriga a través de los numerosos interrogantes que nos van lanzando, desde la trama principal relativa a los Chandrian y la esperada venganza del protagonista hasta las subtramas referentes a los otros personajes y a los misterios de la Universidad y de las circunstancias de su mundo.

En definitiva, una completa novela de fantasía que goza de un desarrollo in crescendo muy bien realizado, con interesantes planteamientos en torno a la psicología de su personaje principal, una narrativa que guarda momentos poéticos y humorísticos que satisfarán al lector que busque un punto más en este tipo de narrativas. Y, por supuesto, con la suficiente habilidad para atrapar al lector hasta la última página, aún con la inquietud suficiente para buscar el siguiente volumen de la historia.

Escrito por Luis J. del Castillo


2 comentarios :

  1. Tengo que reconocer que no soy lectora habitual de fantasía pero sin embargo este libro me llemó la atención y me animé con él pese a que también soy reacia a sagas, trilogías y demás (aún tengo pendiente su continuación). Y la verdad que me gustó mucho excepto el principio y otra pequeña parte que se me hicieron más lentas. Disfruté especialmente la infancia del protagonista y su estancia en la universidad. No puedo comparar con otras concidas novelas del género pues como te comentaba no leo demasiada fantasía. Sí le tengo ganas y espero animarme alguna vez con Canción de hielo y fuego.
    Saludos.

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    1. Con el tiempo, también me he vuelto reacio a sagas largas, especialmente las inacabadas, aunque esté claro que hay varias que merecen la pena. Coincido contigo, aunque no lo puse en la reseña, en la que la introducción es algo inusual, y aunque sirve perfectamente de contraste con la vida que se nos relata, no deja de ser algo lenta. Aunque debo decir que algunos fragmentos del principio, como la cuestión de los silencios, son auténticamente poéticos. Te animo a acercarte a Canción de hielo y fuego, va más allá de la imagen que se suele tener de la fantasía más tradicional.

      Gracias por comentar ;)
      Un saludo

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