Con producción de Dino De Laurentiis (1919-2010) y bajo la dirección del británico Guy Hamilton (1922-2016), a quien recordamos por sus aportaciones a la saga del agente doble cero, Su mejor enemigo (I due nemici / The best of enemies, Columbia Pictures, 1961) aborda de forma desinhibida pero franca, las relaciones interpersonales que pueden establecerse durante un conflicto bélico, tan paradójicas como vitalistas.
Es un relato que nos recuerda que siempre hay otro lado en la moneda e incluso que “los otros” también son seres humanos. No en vano, además de contar con profesionales como Giuseppe Rotunno, encargado de la fotografía, o Nino Rota para la partitura, el guión fue obra de Suso Cecchi d’Amico, junto a Agenore Incrocci, Jack Pulman y Furio Scarpelli, en base a una historia de Luciano Vincenzoni. Estamos en la región de Abisinia -la actual Etiopía-, en 1941.
Es un relato que nos recuerda que siempre hay otro lado en la moneda e incluso que “los otros” también son seres humanos. No en vano, además de contar con profesionales como Giuseppe Rotunno, encargado de la fotografía, o Nino Rota para la partitura, el guión fue obra de Suso Cecchi d’Amico, junto a Agenore Incrocci, Jack Pulman y Furio Scarpelli, en base a una historia de Luciano Vincenzoni. Estamos en la región de Abisinia -la actual Etiopía-, en 1941.
Los roles culturales se supeditan, en un principio, a la visión estereotipada que “del otro” tiene cada contrincante, lo que no quiere decir que dicha visión no se apoye en realidades sociolingüísticas codificadas: Su mejor enemigo es un boceto de caracteres. Así, episodios como el robo del té, o actitudes relacionadas con la disciplina y la marcialidad, darán paso, finalmente, al complicado idioma universal del respeto y la cortesía, elementos que proporcionan uno de los más emotivos finales que pueda tener una película.
Los principales representantes en lid están claramente definidos. Al mayor Richardson (David Niven) no le agrada que se burlen de él, e igual le sucede al capitán Blasi (Alberto Sordi). Mientras unos son más abnegados, retraídos y disciplinados, los otros, demuestran sus sentimientos de un modo más abierto y son más bravucones de palabra que de obra; pero ambos “sienten” a su manera.
De hecho, ¿qué ocurre cuando las personas se ven obligadas a permanecer juntas y relacionarse? Es cierto que suelen producirse alianzas ante una amenaza común, pero el guión no olvida cierto carácter de fatalidad: el fallo mecánico de un avión, al comienzo del relato, o la muerte de un animal, que provoca unas reacciones imprevistas. Simbólicamente, durante la resolución de este “episodio”, todos acaban metidos en la misma charca.
Y es que Su mejor enemigo no es exclusivamente una película sobre la guerra, sino sobre el respeto a las ideas y circunstancias del otro (y el tomarse la molestia de pensarlas), por mucho que unos tengan que ganar y otros perder, algo en lo que intervienen mucho los azares de la dinámica de una guerra. Estos, están vistos aquí bajo un prisma humorístico, pero no se trata de un humor chabacano, sino inteligente.
Es el humor que otorga a la imaginación -y el orgullo- la capacidad de convertir cada batalla en una victoria “histórica”, haya sido ganada o no. O el que culmina con los errores de un “servicio de información”, por el que la misma, es proporcionada al “enemigo” por sus propios agentes. O el que erige letrinas en pleno desierto. Junto a estos momentos, asistimos a una secuencia extraordinaria, aquella en que el capitán Blasi muestra sus fotos familiares a Richardson.
Y es que Su mejor enemigo no es exclusivamente una película sobre la guerra, sino sobre el respeto a las ideas y circunstancias del otro (y el tomarse la molestia de pensarlas), por mucho que unos tengan que ganar y otros perder, algo en lo que intervienen mucho los azares de la dinámica de una guerra. Estos, están vistos aquí bajo un prisma humorístico, pero no se trata de un humor chabacano, sino inteligente.
Es el humor que otorga a la imaginación -y el orgullo- la capacidad de convertir cada batalla en una victoria “histórica”, haya sido ganada o no. O el que culmina con los errores de un “servicio de información”, por el que la misma, es proporcionada al “enemigo” por sus propios agentes. O el que erige letrinas en pleno desierto. Junto a estos momentos, asistimos a una secuencia extraordinaria, aquella en que el capitán Blasi muestra sus fotos familiares a Richardson.
En Su mejor enemigo encontramos a buenos característicos como Harry Andrews (el capitán Rootes), Michael Wilding (el teniente Burke), y David Opatoshu (Bernasconi, el médico del bando italiano). Los actores sostienen un relato que es la recreación de cierto tipo de “incidentes”, más o menos habituales a lo largo de un conflicto bélico, y que conllevan el trato entre dos –o más- oponentes. Por ejemplo, el cese de las hostilidades para celebrar la Navidad (hecho acaecido en 1914), festejada con un partido de fútbol entre alemanes, franceses y escoceses.
En realidad, esta visión más idealizada -solo en apariencia-, ha proporcionado un subgénero dentro del género bélico, representado dignamente por trabajos como La gran ilusión (La grande illusion, Jean Renoir, 1937), La gran guerra (La grande guerra, Mario Monicelli, 1959), Todos a casa (Tutti a casa, Luigi Comencini, 1960), ¿Qué hiciste en la guerra, papi? (What did you do in the war, daddy?, Blake Edwards, 1966), La gran juerga (La grande vadrouille, Gérard Oury, 1966), Una tumba al amanecer (Counterpoint, Ralph Nelson, 1967), El secreto de Santa Vittoria (The secret of Santa Vittoria, Stanley Kramer, 1969), Oh, what a lovely war (Richard Attenborough, 1969), o Feliz Navidad (Joyeux Nöel, Christian Carrion, 2005). Su mejor enemigo se cuenta entre las mejores del grupo, proporcionando algo de paz en la guerra, tal y como reclamara Miguel de Unamuno. Son reflejos de la condición humana como farsa, más en un sentido ontológico que meramente despectivo.
En realidad, esta visión más idealizada -solo en apariencia-, ha proporcionado un subgénero dentro del género bélico, representado dignamente por trabajos como La gran ilusión (La grande illusion, Jean Renoir, 1937), La gran guerra (La grande guerra, Mario Monicelli, 1959), Todos a casa (Tutti a casa, Luigi Comencini, 1960), ¿Qué hiciste en la guerra, papi? (What did you do in the war, daddy?, Blake Edwards, 1966), La gran juerga (La grande vadrouille, Gérard Oury, 1966), Una tumba al amanecer (Counterpoint, Ralph Nelson, 1967), El secreto de Santa Vittoria (The secret of Santa Vittoria, Stanley Kramer, 1969), Oh, what a lovely war (Richard Attenborough, 1969), o Feliz Navidad (Joyeux Nöel, Christian Carrion, 2005). Su mejor enemigo se cuenta entre las mejores del grupo, proporcionando algo de paz en la guerra, tal y como reclamara Miguel de Unamuno. Son reflejos de la condición humana como farsa, más en un sentido ontológico que meramente despectivo.
Aparte de la versión original, los fragmentos que en su día no fueron doblados (pocos), se presentan en la edición para DVD en versión original subtitulada -que es lo que conviene hacer, en lugar de redoblar toda la cinta-.
Escrito por Javier C. Aguilera
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