El nombre de Richard Matheson ya ha sido nombrado en diversas ocasiones en nuestro blog, sobre todo relacionado con el mundo del cine, con el que el escritor estuvo muy relacionado antes de su muerte hace apenas dos meses. Conocido sobre todo por su labor en la ciencia ficción, ha sido autor de obras como El hombre menguante (1956), que mencionamos por la adaptación realizada al año siguiente por Jack Arnold (El increíble hombre menguante, 1957), así como El último escalón (1958, adaptada por David Koepp al cine en 1999) o Más allá de los sueños (1978, adaptada a su vez en 1998 por Vincent Ward). Aparte de estos ejemplos literarios, también participó como guionista en la serie original de Star Trek y en Dimensión Desconocida (The Twilight Zone) así como colaborando con directores como Jacques Tourneur o Roger Corman, este último con el que realizaría algunas adaptaciones de los cuentos de Edgar Allan Poe. Sin duda, un autor respetable que nos dejó, entre otras cosas, la novela Soy leyenda (1954), que a continuación analizaremos.
Desde un narrador en tercera persona, la obra nos introduce in media res en la vida de Robert Neville, protagonista al que acompañaremos en su supervivencia en un mundo que se presenta hostil y diferente. En el espacio de tres años, desde 1976 a 1979, el lector convivirá con este hombre en su soledad, sintiéndose en su piel y entendiendo sus pensamientos traspasados desde las letras de Matheson.
A Neville pertenece toda la novela, es el protagonista absoluto frente a todo lo demás, apenas se presta voz a otros personajes, la mayoría pertenecientes al pasado, pero todos repercutiendo directamente en este personaje, desde su esposa, Virginia, hasta Cortman, el vampiro que todas las noches le llama por su nombre desde la puerta de su casa.
Efectivamente, esta es una novela de vampiros, pero sin el sabor romántico de las cartas de Drácula o el ambiente mágico y sobrenatural de otras tantas obras que versan sobre estos seres. Al contrario, junto a la supervivencia y la lucha del protagonista encontramos un afán por la investigación de las causas de una forma completamente científica, acompañando los fracasos de escenas de lamentable y tremebunda soledad con whisky de apoyo hasta los éxitos que conducen a callejones sin salida con cientos de preguntas más para este investigador amateur. No es fantasía, sino ciencia ficción, una de las cosas que Matheson sabe crear y de una forma terriblemente humana, como es este caso.
El autor logra, desde un argumento tan sencillo y sólido, empatizar con el personaje, sufriendo e ilusionándose con él a partes iguales, pero también desmoronarnos con tan solo una frase en su lugar preciso. No se trata de simple ciencia ficción, sino de la condición humana expuesta en estos límites, que no deja de ser sino la demostración tangible de lo que somos realmente y de lo que podemos llegar a hacer. En su final, además, la novela logra transmitirnos la sensación de enfrentarnos al espejo de la sociedad, de una sociedad que nos puede parecer incomprensible, pero seguramente como la nuestra podría parecer vista desde fuera. El título cobra todo sentido en este final, cuidadosamente alcanzado por Matheson en menos de doscientes páginas, según ediciones, que dejan al lector con la sensación de necesitar más, de seguir descubriendo.
Acompasa la obra, además, una serie de elecciones de la llamada música clásica, sin menciones sin embargo a los libros que lee su protagonista. Por otra parte, y vislumbrando otro arte, el cine, con el que tan relacionado estuvo este escritor, no perdió oportunidad en adaptar esta obra, con más o menos acierto, en cuatro ocasiones, participando en la primera, El último hombre sobre la Tierra (1964) el propio autor, aunque su guión sería readaptado, firmando finalmente con el seudónimo de Logan Swanson. Hubo otra versión protagonizada por Charlton Heston titulada El último hombre vivo (1971). La última adaptación, Soy leyenda (2007), fue dirigida por Francis Lawrence contando con Will Smith como protagonista; no obstante, el film no capta la esencia de la novela al variar muchos de sus elementos, ofreciendo un producto bien diferente.
En definitiva, una interesante novela que nos deja un fragmento de lo mejor de Matheson y que sirve para apreciar la buena ciencia ficción, calando en la condición humana y en la sociedad que formamos. Soy leyenda nos sumerge en nuestra soledad, porque todos somos, en gran parte, como Robert Neville.
Escrito por Luis J. del Castillo
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