Inicialmente exhibida en formato 3-D, Vinieron del espacio (It come from outer space, Universal, 1953) es otra de las muy disfrutables películas de ficción que dirigió Jack Arnold. En esta ocasión, el argumento lo proporcionó Ray Bradbury y, según parece, fue modificado solo ligeramente por Harry Essex, el cual volvería a colaborar con Arnold en la escritura del no menos clásico La mujer y el monstruo (Creature of the black lagoon, Universal, 1954).
La acción de Vinieron del espacio se sitúa en Sand Rock (Arizona), una apacible población que conoce su pasado y está segura de su futuro. Aunque, últimamente, tal vez no tan segura…
Todo en el pueblecito parece armónico; de hecho, ni militares (aunque su papel es testimonial) ni policías son retratados con mezquindad, sino con familiaridad, pese a que el buen sheriff Matt (Charles Drake) acabe por ceder a la presión de no creer en las buenas intenciones de los intrusos.
Todo en el pueblecito parece armónico; de hecho, ni militares (aunque su papel es testimonial) ni policías son retratados con mezquindad, sino con familiaridad, pese a que el buen sheriff Matt (Charles Drake) acabe por ceder a la presión de no creer en las buenas intenciones de los intrusos.
Pero, sin duda, uno de los mayores aciertos del guión es la descripción del desierto como un organismo vivo, como un todo. Un desierto que lucha con el sol cada mañana y gime por las noches. En él hallará acomodo un joven astrónomo, John Putnam (Richard Carlson), que viene de vuelta de la ciudad. Se trata de un sujeto que es descrito por un colega como “problemático” porque es un hombre que piensa por sí mismo, lo que es toda una declaración de principios. De hecho, Putnam se encuentra con los mismos prejuicios que en la ciudad, ya que la única constante en el universo es el ser humano.
Lo cierto es que lo que parece ser un meteorito se precipita sobre Sand Rock, en una línea argumental que inevitablemente nos recuerda el incidente de Roswell y (geológicamente) el Meteor Crater de Arizona o Meteorito de Barringer. Así, en uno de los momentos más meritorios del relato, la cámara penetra en la nave siniestrada, que queda a oscuras por efectos de la avería, se desliza parcialmente, y vuelve a salir, ya desde el punto de vista del intruso.
Los travellings desde este punto de vista sobre la carretera, más el encuentro “cercano” de John y Ellen (Barbara Rush) con un alienígena, en su coche, certifican otra idea de lo más atractiva: que podemos ser vigilados sin ser vistos. Además, la suplantación de la identidad (como sucede a los técnicos Frank -Joe Sawyer- y George -Russell Johnson-), anticipa otros conocidos relatos de ficción, y encuentra en el presente una resolución muy bien trabajada, tanto a nivel argumental como visual.
Los travellings desde este punto de vista sobre la carretera, más el encuentro “cercano” de John y Ellen (Barbara Rush) con un alienígena, en su coche, certifican otra idea de lo más atractiva: que podemos ser vigilados sin ser vistos. Además, la suplantación de la identidad (como sucede a los técnicos Frank -Joe Sawyer- y George -Russell Johnson-), anticipa otros conocidos relatos de ficción, y encuentra en el presente una resolución muy bien trabajada, tanto a nivel argumental como visual.
Vinieron del espacio se desarrolla como una carrera contra reloj a tiempo real: en apenas dos días acontece todo. Un momento brillante es aquel en que el sheriff confiesa a John que se niega a creerle, porque de hacerlo, nada volvería a ser lo mismo. Y por descontado, destaca el bellísimo plano que depara la imagen de un John “empequeñecido” (menguado), frente a la gran nave del cráter.
Aunque el acompañamiento musical viene firmado por Joseph Gershenson, la música de la película incluye fragmentos de otros compositores, entre ellos Henry Mancini. Vinieron del espacio es una espléndida película para nuestras noches “desiertas”, sin olvidar otros grandes logros de Jack Arnold, que todo buen aficionado en ciernes no debe dejar de disfrutar, como son la ya mencionada La mujer y el monstruo, Tarántula (1955), Hijos del espacio (Space children, 1958) y Monster on the campus (1958).
Escrito por Javier C. Aguilera
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