Un moderna ejecutiva (Meg Ryan) y un duque del siglo XIX (Hugh Jackman) se encuentran, por cosas del destino, en el Nueva York contemporáneo, cuando el ex-novio y vecino de ella (Liev Schreiber) consigue viajar a 1876 a través de un portal en el tiempo. A su vuelta se trae consigo al apuesto y romántico noble, quien vivirá multitud de aventuras en el mundo de nuestros días.
Así de surrealista es el argumento de Kate & Leopold, la cual, en el fondo, comparte un montón de elementos comunes de películas románticas anteriores. Además, comparten los guionistas James Mangold (En la cuerda floja, 2005; Inocencia interrumpida, 1999) y Steven Rogers (Posdata: te quiero, 2007; Quédate a mi lado, 1998). Con Kate & Leopold nos adentramos en el género de la comedia romántica, cuyo detalle de viajar en el tiempo acabará siendo tan crucial como la inesperada relación que surge entre los protagonistas.
La posición desubicada de Leopold provoca escenas llenas de situaciones cómicas debido al personaje fuera de contexto y a su choque con las costumbres actuales. Junto a esos momentos de comedia se desarrolla un conflicto romántico, que traspasa al ambiente de trabajo de Kate y que provoca alguna que otra discusión tópica en torno a la honestidad de las estrategias publicitarias.
Es cierto que si hablamos sobre la verosimilitud científica del viaje temporal, resulta poco convincente. Aunque, al igual que su título, el principal objetivo de la película se centra en el romance entre Kate, una emprendedora y activa mujer, y Leopold, un tradicional y perfecto caballero victoriano. La Nueva York victoriana y la Nueva York moderna también están logradamente captadas en pantalla: el moderno apartamento y la oficina de Kate frente a la enorme casona de Leopold o el Puente de Brooklyn comenzando a construirse son algunos ejemplos.
La pareja protagonista tiene el talento necesario para darle encanto a sus personajes, moviéndose con comodidad en la comedia y en el romance. Sin ser del todo creíbles en sus escenas de amor, consiguen una complicidad humorística, sobre todo en el caso de Leopold. Y es que Hugh Jackman consigue ser la verdadera revelación del filme; recién estrenado su personaje en X-Men, su fama estaba en pleno ascenso, y con este papel pone de manifiesto su faceta polifacética al encarnar a un aristócrata elegante, refinado y gentil, totalmente opuesto a la actitud con la que consiguió el éxito.
La banda sonora acompaña brillantemente a las principales escenas de la película, contando con el conocido cantante Sting para la composición del tema principal Until. En definitiva, el reparto no destaca especialmente, algún secundario tiene chispa y condiciona con cierto peso la trama sin resultar cargante (como un estupendo Breckin Meyer como hermano de Meg Ryan). Pero el film, y en especial su parte final, resulta previsible y, obviamente, improbable, dejando una sensación agridulce dentro de un cuento de hadas para adultos.
Ambos comprenden en ese momento que su destino era estar juntos, venciendo incluso las barreras del tiempo.
Escrito por Mariela B. Ortega
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