Sally: Esto de la televisión es asombroso. No he pensado en nada desde hace tres horas
(Dick se enfada)
¿Cómo hemos de parecer los humanos a unos visitantes del “espacio exterior”? Una forma de averiguarlo es disfrutar de Cosas de marcianos, simplona traducción de Third Rock from the Sun (NBC, 1996-2001), cuyo título original se puede entender como un guiño hacia uno de los más celebres relatos del escritor Richard Matheson (1926-2013), editado en español por Edhasa Nebulae, en 1977. Se trata de una serie creada por Bonnie y Terry Turner (-), introducida por un pegadizo tema musical de Ben Vaughn (-), en la que el protagonismo, más que en los marcianos per se, parece recaer en los propios terrestres, objeto del estudio y análisis.
Dick: En este planeta, el tamaño cuenta.
(Cerebros y óvulos)
Como en toda sitcom -comedia de situación-, existen algunas convenciones espacio-temporales que, en esta ocasión, se centran en las reflexiones de los alienígenas en el interior de su vehículo terráqueo -primera temporada- o, sobre todo, en la azotea de su residencia en la Tierra, situada en Rutherford, Ohio (a las afueras de Cleveland, EEUU).
En el capitulo “piloto”, Cerebros y óvulos, nuestros sufridos extraterrestres ya están asentados en la Tierra (es una pena que se nos hurte la llegada) y, debidamente transfigurados en humanos, desarrollan sus correspondientes actividades como cualquier hijo de vecino. Es este un método eficaz a la hora de mostrar la idiosincrasia terrestre por vía de la comedia, aunque estos visitantes acaben formando su propia familia; no mucho más extraña que la de algunas de las que andan sueltas por ahí. Sin lugar a dudas, la terrestre será su misión más entretenida y arriesgada.
Mary (muy ofuscada -¿o cabría decir, ufoscada?-): ¿¡Nunca oyes una vocecita en tu interior que diga, menuda mala idea acabo de tener!?
(Me encanta ser Dick)
Ellos son la familia Solomon (un camión de mudanzas les sugirió el apellido), compuesta por Richard “Dick” Solomon (John Lithgow), el comandante de la misión, que ejerce, a modo de infiltrado freelance, como profesor de física en la descafeinada Universidad de Pendleton, escenario que es en sí mismo un personaje más: cuenta en su haber “tres monedas y una cuchara” como trofeos (de hecho, se asemeja bastante a la descripción que de la "Universidad de Wildstone" hicieran Les Luthiers). Le sigue en el mando el jefe de seguridad, transmutado en la fémina, aunque hombruna, Sally (Kristen Johnston); el oficial de información Tommy (Joseph Gordon-Levitt), y el tripulante de “pocas luces” Harry (French Stewart).
Colaboraciones especiales aparte (Dom DeLuise –cuyo hijo, al igual que en el caso de Lithgow, interpreta a uno de los alumnos de Dick-, Ed Begley Jr., George Takei, Elvis Costelo, Mark Hamill, Elaine Stritch, George Grizzard, John Cleese, William Shatner, David Hasselhoff o Kathy Bates, esta última como una cazadora de alienígenas), el cuadro de personajes fijos se completa con Mary Albright (Jane Curtin), antropóloga de ardoroso pasado y colega de Dick, la señora Dubcek (Elmarie Wendel), casera de los Solomon, su hija Vicky (Jan Hooks), la secretaria de Dick y Mary, Nina (Simbi Khali), Judith (la malograda Ileen Getz), directora del Comité Disciplinario, siempre enfundada en un traje oscuro, y el abnegado oficial de policía y custodio de la ley, Don Orville (Wayne Knight), que a la larga mantendrá una apasionada aunque tumultuosa relación con Sally (uno de sus mejores encuentros cercanos tendrá lugar en El primer beso de Sally y Don). Podemos incluir a la Gran Cabeza Gigante (un cantarín William Shatner), jefe supremo -o presidente del gobierno- del planeta de los expedicionarios, remedo de Oz (y tan “incompetente” como el mago), que se sirve de Harry como transmisor.
Tommy: He recorrido cuarenta millones de años-luz sin un incidente ¡y ahora me ponen una multa y me obligan a examinarme!
(Sensible Dick)
Cuando el profesor Dick Solomon pide a sus alumnos que le expliquen qué se siente al emplear tan solo un diez por ciento del cerebro (Cerebros y óvulos) nos damos cuenta de que la adaptación al gran teatro del mundo terrestre no ha hecho más que empezar. De hecho, a nuestros visitantes aún les queda mucho por descubrir de los habitantes del planeta Tierra y sus manías. De ahí el deslucido destino de una suculenta sopa de pollo, empleada como ungüento para los pies por los inexpertos Solomon (Un catarro de narices), o el espanto que provoca el organismo unicelular de la gelatina, pavor que da comienzo durante El primer cumpleaños de Dick y que se convierte en un tema recurrente (¿qué querrá esa cosa?, se pregunta Sally); la sustancia casi llega a cumplir la función de la kriptonita.
Cosas de marcianos (que en español emplea el complemento como una metonimia clásica, la parte por el todo) es un experimento catódico-antropológico que nos invita a redescubrir nuestro planeta y los seres que lo habitan, gracias a la mirada alucinada aunque complacida de tan ilustres huéspedes. En su batalla sin cuartel para comprender el planeta Tierra, tendrán que enfrentarse desde a los libros de auto-ayuda o las tarjetas de felicitación hasta la tan temida rutina diaria (La misma canción y Dick), por suerte sofocada por otros descubrimientos como el Monopoly o las despedidas de soltero (Dick se porta mal).
Harry: Nunca olvidaré la noche que perdí mi virginidad con… ¿cómo se llamaba?
(Dick loco por el poder)
De este modo, participando de los sentimientos humanos, su ética y sus costumbres (el primer beso entre Dick y la doctora Albright se resuelve a tortazo limpio), y mediante la experimentación con los roles y estereotipos (Dick sale del armario), se pone de manifiesto el egoísmo de los terrícolas, la hipocresía, la adulación, la mentira, las relaciones personales, los celos -sexuales o profesionales-, la muerte, la tele por cable, el sexo -primero contemplado mediante prismáticos-, la burocracia y, por supuesto, el lenguaje, con sus dobles y sencillos significados, tan hostiles a la sinceridad.
Principalmente, será el personaje de Dick el que, como portavoz de una honestidad casi siempre políticamente incorrecta se atreva a expresar todo aquello que pensamos pero no nos atrevemos a decir. Como ejemplar humano resulta hipócrita, cicatero y egoísta (¡hasta se apropia de los títulos de los capítulos!), pero adora al Míster Potato de la mesa de su despacho y siempre se muestra dispuesto a “mejorar”. También será revelador el divertido hallazgo por parte de Sally de los lenguajes especiales de las embarazadas (Mascotas y niños), así como del fenómeno acústico del eco por parte de Dick (Encerrada con Dick). El que peor lo lleva interactuando con los terrícolas es Tommy, porque seleccionó un cuerpo “en plena pubertad” pese a ser el tripulante más veterano de la expedición, lo que no deja de ocasionarle trastornos de diversa índole.
Dick: ¿Qué sentido tiene una democracia si los votantes votan mal?
(El voto de Dick)
(El voto de Dick)
En este proceso de adaptación y aprendizaje, los Solomon también descubrirán las adicciones. Por ejemplo hacia el ordenador por parte de Dick, una dependencia por la que experimenta los típicos sofocones ante el traicionero aparato; o con respecto a una eterna adquisición de complementos y aplicaciones para el televisor, por parte de Sally y Tommy (más el endeudamiento que conlleva: Dick, efecto dos). Sumisiones extendidas a la cosmética (El solitario Dick), el fascinante mundo de la ferretería (Dick supersticioso), o las telenovelas (por parte de Don; El amor nunca muere). Pero de entre todos, destaca el afán coleccionista de los esponjosos “amiguitos blandos” (Fuzzy Buddies), una serie de peluches de pequeño tamaño que se regalan con las hamburguesas (Llamada a la razón para Dick), paroxismo de todas las dependencias terrestres.
Otras situaciones, como el “fin de semana de misterio” con asesinato incluido (Dick, el detective), nos remiten a capítulos como El caso de la Bella Libertina de Las chicas de oro (The Golden Girls, NBC-Touchstone, 1985-1992). No será el único punto de contacto entre ambas series: el personaje que cae fulminado de forma inesperada, la necesidad patológica de hacer amistad con alguien deplorable, el recurso de las bromas o de la cirugía estética, concursos de baile al estilo de los años cuarenta (aquí, ¿Bailamos, Dick?), el chollo de la reventa de entradas (Tú no conoces a Dick), todo ello envuelto en un humor gamberro e imprevisible. No en vano, la mayoría de capítulos, mediada la serie, los dirigirá Terry Hughes, precisamente el realizador de Las chicas de oro).
Tommy: He de ir a algún lugar donde mi potencial no destaque. Ya sé. ¡Iré a la Universidad!
(InDicksreción)
Entre los momentos más ocurrentes protagonizados por los Solomon, no puedo dejar de señalar el miedo de Dick a pasar por un reconocimiento médico, a Sally hablando con una planta de tomate (ambos en Moby Dick), o la elección de nuestro docente para formar parte de un jurado, y de paso conocer los entresijos del sistema judicial (Once hombres furiosos y Dick: por supuesto, aquí la figura a emular será la de Henry Fonda [1905-1982]). Los coqueteos con la justicia no acaban ahí, como sucede cuando Dick se empeña en rehabilitar a un delincuente (La cárcel de Dick) o, más difícil todavía, cuando se afana en interpretar la Declaración de la Renta (Dick y los impuestos).
Otros descubrimientos sorprendentes serán el populismo demagógico (Dick tiene una misión), donde el profesor se transforma en una caricatura amable de Roosevelt (1882-1945), silla de ruedas incluidas; o el deslumbrante programa televisivo La Tienda en Casa (Tom, Dick y Mary), el pudor ante la desnudez (Indecente Dick, InDickscreción), las “fantasías eróticas” (La belleza de Rutherford), la huelga (Dick va a la huelga), las “relaciones esporádicas” (Auto-erotismo), o la (in)gratitud, entre otros experimentos con los humanos, tales como la “mortificación” de Sally hacia sus incontables pretendientes (Dick busca citas). Aunque con apariencia de hembra, el comportamiento de Sally oscila entre lo varonil, la típica “rubia tonta”, dada su ingenuidad terrestre, y la resolución de una femme fatale (lo que proporciona otros instantes divertidos, como aquel en que Sally organiza una partida de bolos como si se tratara de una operación militar -Dick, Día del Juicio-).
Don: Siempre que he desmontado mi pistola he tenido que comprar una nueva.
(El amor nunca muere)
A veces les da por cantar (o así) todos juntos. Les fascina la música y a Tommy la profesora del coro (El Cuatro y Dick, Dick se declara); disfrutan sobremanera con Expediente X (The X Files, 1993-2002; Dick y la chica soltera) y respetan toda forma de vida.
Entre la información más útil recopilada, está el rascador de espalda (Dick se enfada), la parranda de los sesenta (Un Dick diferente), las convenciones tanto lingüísticas como de ciencia-ficción (Hotel Dick), el tiempo atmosférico en un planeta “que solo tiene un sol” (El arca de Dick, Tú no conoces a Dick), los insospechados efectos de la nieve (Dick se queda helado), la tarjeta de crédito, invento utilísimo (Asalto con un Dick letal, El regreso de la Gran Cabeza Gigante), o la experiencia de unos cambios de personalidad por parte de un Dick malvado, momentos que ofrecen el reverso jocoso del personaje que Lithgow interpretara para Brian De Palma (1940) en En nombre de Caín (Raising Cain, 1992), una especialidad del actor en Mira como sigue alejándose Dick, Dick busca la felicidad, ¿Qué tiene que ver el amor con Dick? o El Dick de las dos caras.
El recuerdo de Gloria Swanson (1899-1983) emerge al experimentar otro fenómeno terrícola: la popularidad (Los quince minutos de Dick), y gracioso también resulta el hecho de que cuando un rayo le borra la mente a Harry, nadie nota la diferencia (El orgullo de Dick). A todo ello podemos añadir la presencia de unas modelos (Beverly Johnson [1952], Cindy Crawford [1966] y otras, en 90-60-90-Dick), tomándose a guasa a sí mismas bajo la idea de que el aspecto y las formas seducen y dominan a la población de un planeta fácilmente controlable por medio del deseo (y por parte de unas conquistadores provenientes de Venus, como mandan los cánones).
Dick: Me siento más humano ahora que Hacienda nos ha estafado.
(Dick y los impuestos)
(Dick y los impuestos)
Claro que también habrá lugar para los tragos amargos, como cuando Dick atropella a una ardilla y teme por su vida (El frenazo de Dick), situación por la que comenta “la arbitrariedad con la que los seres humanos deciden qué animales adorar y cuales comerse”; o Tommy, pasando por una fase de confraternización con los matones del instituto (Dickmalion). Especialmente áspera es la relación del profesor de física con una fotocopiadora en Trabajando para Dick, momento en que se da cuenta de que no puede hacerlo todo él solo. También lo será el enfrentamiento con otro congénere extraterrestre, Liam (John Cleese [1939], en Dick y el otro hombre y Mary quiere a Puchi), o la aparición de los referidos celos, cuando Mary es nombrada nueva decana de las Artes y las Ciencias (Dick loco por el poder) u otro colega obtiene reconocimiento a través de un libro (Dick contra Strudwick).
Igual de trascendentes resultan otros momentos, como la primera vez que los Solomon sueñan –o recuerdan haber soñado-, un proceso novedoso para ellos (Pesadilla en Dick Street), junto a la comprensión de acontecimientos como Halloween (Dick tiene miedo), la Navidad (Feliz Dick Nuevo) -donde la arbitrariedad en la medida del tiempo da paso al descubrimiento de un instante único e imperecedero-, San Valentín (Dick hace de Cupido), el mundo de la magia (No hay nada como el mundo del espectáculo), o la tradición del Ratoncito Pérez, con una inolvidable salida por parte de Harry, depositando dinero sobre la mesilla de noche de su enamorada Vicky Dubcek (Harry, ratoncito Pérez). Hasta habrá ocasión para la mística, tras haber salvado la vida de forma milagrosa (La Experiencia Cercana de Dick), o la experimentación de un “universo paralelo”, situado en Nueva York mismo (Dick conquista Manhattan).
Gran Cabeza Gigante (William Shatner): ¡Vi algo en el ala del avión!
Dick: ¡Lo mismo me pasó a mí!
(El gran dolor de cabeza gigante de Dick)
Cosas de marcianos nos recuerda que la vida en este planeta puede afrontarse como un divertido juego, en el que, no obstante, hacer esfuerzos por convertirse en una familia “típica” puede acarrear el estar a punto de perder la propia singularidad (Un Dick corrientito, episodio que lega la imagen de todos los Solomon leyendo la misma novela de John Grisham [1955]).
Otras situaciones inolvidables de su paso por la Tierra, recordemos para concluir, las hallamos el día en que Sally pierde la virginidad, ocasión que la familia celebra con una gran fiesta (Dick loco por el poder), la “máquina del amor” pensante del bar donde trabaja Harry, Dick pronunciando el español de Cervantes (1547-1616; ambos en ¿Qué tiene que ver el amor con Dick?), alarde encaminado a presumir ante la profe de Literatura Comparada (Laurie Metcalf; El romancero Dick), el hecho de que el matrimonio no funcione tampoco en el espacio exterior (La Gran Cabeza Gigante regresa de nuevo), el descubrimiento de que ser paranoico “es como ser adivino” (Dick paranoico), el divismo del joven Tommy, convertido en un joven Kane cuando se hace cargo del periódico de su Instituto (Ciudadano Solomon), o Dick entonando con arrobo el Himno Nacional hasta que descubre gracias a su pasaporte que es canadiense (Dick el patriota).
Sin olvidar la descacharrante escena en el interior de un círculo de las cosechas, donde para desviar la atención, Tommy -un alienígena- inventa una explicación acerca de cómo se formó “realmente” el dichoso círculo (Diversión con Dick y Janet). O el portal espacio-temporal situado en el armario de la vivienda, que tanto sirve para deshacerse de la basura como de los congéneres gorrones. O, por qué no, las evidentes carencias de Dick como profesor de física (Por qué Dick no sabe enseñar), pese a lo cual ahí lo tenemos, como un gran especialista en su materia pero un negado para la docencia -y como se descubrirá además, “informáticamente analfabeto” (en el sensacional Dick, efecto dos, capítulo en el que Harry y Vicky también se lanzan en “busca” de un bebé).
Irreverente, alborotadora, encaminada a recordarnos lo complejas que somos las personas, Cosas de marcianos convierte el viejo adagio de allá donde fueres haz lo que vieres en un estimulante antidepresivo.
Escrito por Javier Comino Aguilera
Hola:) cuantos recuerdo madre mía y que analisis tan exhaustivo y genial de esta mítica serie. Me encantan tus analisis, no tengo nada que añadir ni comentar, solo que es genial leerlos y me llena de recuerdos maravillosos. Un saludo^^
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