El autocine (X): This Island Earth (Regreso a la Tierra), de Joseph Newman

20 febrero, 2015

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This Island Earth (Ídem, Universal, 1955), conocida en España por su título original o, a veces, como Regreso a la Tierra, es una de las películas de ciencia ficción más queridas por los aficionados. Desde ese título original se remite a la vastedad y aislamiento de nuestro planeta, contemplado como uno de los muchos mundos infinitos que forman parte del universo. Pero este aislamiento ha sido roto por la presencia de otros seres entre los humanos.

Producida por William Alland (1916-1997), con arreglos musicales de Joseph Gershenson (1904-1988), en base a un crisol de composiciones elaboradas por Hans J. Salter (1896-1994), Herman Stein (1915-2007) o Henry Mancini (1924-1994), This Island Earth fue dirigida por uno de esos realizadores “todoterreno”, Joseph Newman (1909-2006) aunque, según parece, puntualmente socorrido por su colega Jack Arnold (1916-1992). Su argumento se nutrió de la combinación de dos relatos del escritor Raymond F. Jones (1915-1994): The alien machine y The shroud of secrecy (ambos de 1949 y, desgraciadamente, inéditos en español).


La historia comienza por medio de una panorámica de situación sobre Washington, donde el profesor Cal Meacham (Rex Reason) departe con unos periodistas en la pista de despegue de un aeródromo. Posteriormente, cuando Cal pilota su avioneta con destino a Los Ángeles, otra imagen muestra el Monte Rainier. Los aficionados al fenómeno OVNI conocen la relevancia de este guiño, puesto que de allí arranca, finiquitados los avistamientos de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), la etapa contemporánea –y de elevada casuística hasta los años ochenta- del citado fenómeno.

Recordemos, brevemente, que fue sobrevolando aquel emplazamiento cuando otro Arnold, Kenneth (1915-1984), distinguió varios objetos insólitos, que la prensa dio en llamar “platillos volantes”, de acuerdo con la descripción del piloto y empresario. Pero además es una imagen pertinente dentro de la trama, porque al igual que Kenneth Arnold, Cal tendrá dificultades durante su trayecto (en forma de interferencias con el aparato). Meachan es un científico dedicado a la investigación de las aplicaciones industriales de la energía nuclear y, en tal condición, es “reclutado” por un misterioso grupo “en la sombra” que, en primer lugar y para captar su atención, envía al científico unos avanzados condensadores.


Estos “ummitas” contactan y reclutan personal cualificado para unos propósitos que no desvelaremos, pero que no son necesariamente los que en un principio parecen (de conquista). Por medio de un sofisticado aparato de comunicación, el Interocetor, Cal entra en contacto con Exidor (Exeter en el original, Jeff Morrow), y un brillante apunte consiste en el hecho de que, como asegura Exidor, las imágenes del Interocetor no puedan ser fotografiadas. También lo es que el transporte aéreo que recoge a Cal sea capaz de aterrizar en medio de la niebla (todo ello mostrado con la debida exigüidad presupuestaria, pero eso no resta eficacia a lo señalado).

Una vez instalado, el recién llegado conocerá a otros colegas, como los doctores Ruth Adams (Faith Domergue) y Steve Carlson (Russell Johnson), y también su miedo ante tanto secretismo, aspecto que proporciona otro buen detalle, el de la placa de plomo que aísla de interferencias y escuchas ajenas. Este selecto grupo, que se afana por aplicarse en un objetivo común que desconoce, “dejando al margen los intereses personales”, comienza a sospechar la naturaleza de los mecenas. En otra chispeante ocasión, Exidor habla de “su compositor” -refiriéndose a los terrícolas- cuando expone su opinión acerca de Mozart.


Pero los visitantes de Metaluna, que tal es su planeta de origen, están divididos entre los que pretenden convivir con los terrestres (Exidor) y los que prefieren someterlos (caso de su ayudante, “John Wilson”; Robert Nichols). Como averiguaremos, los “metaluanos” o “metaselenitas” no solo están en conflicto con un planeta rival, Zenón, sino también con ellos mismos, que es el principio de toda autodestrucción. La posterior visita a Metaluna, situado en otro sistema solar, no solo certifica esta situación, sino que permite a los invitados terrestres (Cal y Ruth) conocer otras formas distintas de viajar.

Entre los momentos más recordados de la película, se encuentra la abducción de la avioneta en la que Cal y Ruth tratan de escapar, por parte del platillo volante, que como podrán comprobar sus huéspedes forzosos, además es capaz de generar su propio campo de gravedad y reconvertir la estructura molecular con el fin de soportar las distintas presiones y atmósferas.


Bajo un consecuente tono pulp, también hará su aparición un monstruo clásico, en forma de insecto-mutante. Es el honorable representante del pasajero “que se cuela a bordo” sin haber sido invitado. Y de la estancia en Metaluna, no podemos dejar de señalar la estimulante imagen del cráter que deja entrever la entrada a una base subterránea, sobre la superficie del dañado planeta.

Escrito por Javier C. Aguilera


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