En esta época de lo políticamente correcto, es inevitable ruborizarse cuando nos damos cuenta de que comentarios que antes considerábamos normales, ahora sabemos que rozan o son directamente discriminatorios. Incluso nuestra manera de pensar y desear el futuro forma parte de una tendencia concreta, aquella que nos han inculcado de manera inconsciente: cásate con alguien de tu mismo estatus y etnia, forma una familia tradicional, con un mismo y único credo religioso, mantén la estabilidad familiar y honra a tus padres a pesar de ellos mismos.
Dios mío, ¿pero qué te hemos hecho? (2014) propone en clave de humor revisar esta clase de pensamientos desde la perspectiva de un matrimonio francés de corte conservador que ve cómo sus hijas se casan con un repertorio étnico que lejos de ser aceptado abiertamente, pretende ser ocultado a las amistades del pueblo. Hasta la ilusión de ver casarse a una hija en la misma iglesia donde se casó la madre se ve destrozada por la variedad de religiones que tienen sus yernos.
Dios mío, ¿pero qué te hemos hecho? (2014) propone en clave de humor revisar esta clase de pensamientos desde la perspectiva de un matrimonio francés de corte conservador que ve cómo sus hijas se casan con un repertorio étnico que lejos de ser aceptado abiertamente, pretende ser ocultado a las amistades del pueblo. Hasta la ilusión de ver casarse a una hija en la misma iglesia donde se casó la madre se ve destrozada por la variedad de religiones que tienen sus yernos.
La película es la primera del director, Philippe de Chauveron, que atraviesa los Pirineos para llegar a España después de una carrera iniciada en 1989 con Gros y que ha sumado un total de seis cintas, incluyendo esta última, una comedia que podemos relacionar claramente con una producción española reciente como es Ocho apellidos vascos (Eduardo Martínez-Lázaro, 2014).
Partiendo de un matrimonio de características burguesas y de pensamiento conservador, que vive además en el campo y con un credo católico, nos encontramos con la aceptación a regañadientes de conformar una familia multicultural gracias a sus yernos: un musulmán, un judío y un chino. A pesar de las circunstancias y de un enfrentamiento inicial, deciden crear un ambiente abierto a todos, sepultado el hacha de guerra y colaborando mutuamente para impedir que la madre evolucione en su depresión. Sin embargo, cuando la última de sus hijas aparece con un novio africano, comienzan las disputas familiares tanto por los prejuicios del matrimonio como por la ruptura de la armonía alcanzada. Su principal apuesta está en el humor y en la historia, mientras que en el aspecto técnico no destaca nada especialmente. Incluso los personajes están desdibujados la mayor parte de la trama, especialmente las hijas del matrimonio, empleando precisamente características contrarias a los estereotipos habituales para crear humor con los yernos. Hasta el trabajo realizado para fundamentar a los padres se tambalea con actitudes dispares, dejando escenas incoherentes hacia la mitad de la película.
La película juega con humor con los prejuicios que mantiene la sociedad francesa, aunque en este caso nos encontramos con tópicos muy extendidos que funcionan perfectamente en el público europeo, tal y como los tópicos andaluces y vascos eran eficaces en el público español de Ocho apellidos vascos, de ahí el éxito en taquilla de este film francés. No obstante, no es un humor excesivamente inteligente, incluso se juega con la competición entre consuegros debido a los prejuicios racistas que tiene el padre del novio africano. Los chistes se distribuyen en distintos gags que pueden ocasionar carcajadas entre el público, pero que no ofrecen más que un entretenimiento con un mensaje sencillo y evidente: por encima de los prejuicios, existen las personas. La película considera lícito conservar y mantener nuestra cultura, pero propone abrir los brazos y la familia a las diferencias. Por encima de todo, el ideal de que las personas que queremos sean felices a pesar de que hagan algo que no nos gusten se desliza en el film como mensaje positivo final.
Para pasar un buen rato, con la comedia como vehículo para hablar de un asunto de tanto calado como la convivencia intercultural entre varias formas de entender la vida, reconociendo a su vez la existencia de unos estereotipos de los que los propios afectados muchas veces se burlan, aún cuando puestos en boca de otras personas pueden resultar hirientes. La globalización y el intercambio cultural actual nos permiten vislumbrar el crisol de culturas que nos encontramos hoy en nuestra sociedad y que será cada vez mayor en el futuro; en ese sentido, Dios mío, ¿pero qué te hemos hecho? nos proporciona en su visionado la clave humorística de cómo entender y afrontar estas mezclas con un buen espíritu de apertura, pese a quien pese.
Escrito por Luis J. del CastilloPartiendo de un matrimonio de características burguesas y de pensamiento conservador, que vive además en el campo y con un credo católico, nos encontramos con la aceptación a regañadientes de conformar una familia multicultural gracias a sus yernos: un musulmán, un judío y un chino. A pesar de las circunstancias y de un enfrentamiento inicial, deciden crear un ambiente abierto a todos, sepultado el hacha de guerra y colaborando mutuamente para impedir que la madre evolucione en su depresión. Sin embargo, cuando la última de sus hijas aparece con un novio africano, comienzan las disputas familiares tanto por los prejuicios del matrimonio como por la ruptura de la armonía alcanzada. Su principal apuesta está en el humor y en la historia, mientras que en el aspecto técnico no destaca nada especialmente. Incluso los personajes están desdibujados la mayor parte de la trama, especialmente las hijas del matrimonio, empleando precisamente características contrarias a los estereotipos habituales para crear humor con los yernos. Hasta el trabajo realizado para fundamentar a los padres se tambalea con actitudes dispares, dejando escenas incoherentes hacia la mitad de la película.
La película juega con humor con los prejuicios que mantiene la sociedad francesa, aunque en este caso nos encontramos con tópicos muy extendidos que funcionan perfectamente en el público europeo, tal y como los tópicos andaluces y vascos eran eficaces en el público español de Ocho apellidos vascos, de ahí el éxito en taquilla de este film francés. No obstante, no es un humor excesivamente inteligente, incluso se juega con la competición entre consuegros debido a los prejuicios racistas que tiene el padre del novio africano. Los chistes se distribuyen en distintos gags que pueden ocasionar carcajadas entre el público, pero que no ofrecen más que un entretenimiento con un mensaje sencillo y evidente: por encima de los prejuicios, existen las personas. La película considera lícito conservar y mantener nuestra cultura, pero propone abrir los brazos y la familia a las diferencias. Por encima de todo, el ideal de que las personas que queremos sean felices a pesar de que hagan algo que no nos gusten se desliza en el film como mensaje positivo final.
Para pasar un buen rato, con la comedia como vehículo para hablar de un asunto de tanto calado como la convivencia intercultural entre varias formas de entender la vida, reconociendo a su vez la existencia de unos estereotipos de los que los propios afectados muchas veces se burlan, aún cuando puestos en boca de otras personas pueden resultar hirientes. La globalización y el intercambio cultural actual nos permiten vislumbrar el crisol de culturas que nos encontramos hoy en nuestra sociedad y que será cada vez mayor en el futuro; en ese sentido, Dios mío, ¿pero qué te hemos hecho? nos proporciona en su visionado la clave humorística de cómo entender y afrontar estas mezclas con un buen espíritu de apertura, pese a quien pese.
Yo tengo que ver esta película jeje Muy buena entrada!
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