El caballero verde, de David Lowery

28 agosto, 2023

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Hay proyectos y sueños que quedan estancados en nuestra vida, en una infinita espera para que se dé la oportunidad o el momento idóneo para realizarlos. Pero pasan los años y no lo encontramos. En cierta forma, es una quimera, una ilusión que vamos aplazando sin atrevernos a dar el paso, acomodados en nuestro día a día, en los problemas cotidianos y en las circunstancias más cercanas. Aunque, en ocasiones, también es la propia vida quien nos empuja a enfrentarnos a aquello que estábamos evitando. La circunstancia oportuna y quizás el momento en el que nos demos cuenta de que lo habíamos aplazado porque, en el fondo, no nos sentíamos preparados para llevarlo a cabo, porque era más cómodo pensar en ese sueño que darle forma.

Sir Gawain y el Caballero Verde es un poema medieval en romance que narra un episodio decisivo en la vida del sobrino del rey Arturo, sir Gawain, que debe afrontar una serie de pruebas de virtud moral para demostrar que es un caballero real. Un relato situado prácticamente como un epílogo de la leyenda artúrica, cuando la época de las grandes hazañas de este rey y los caballeros de la mesa redonda había llegado a su fin. Como relato medieval, trata de ofrecer una lección a la nobleza sobre las virtudes que todo buen caballero debe poseer, incluyendo su honorabilidad. Sobre esta historia ya se realizó una adaptación cinematográfica a mediados de los ochenta, El caballero verde (Sword of the Valiant: The Legend of Sir Gawain and the Green Knight, Stephen Weeks, 1984), más relacionado con la visión ficticia que hemos encontrado habitualmente en el cine sobre la Edad Media y, por tanto, de un tono muy distinto a lo que el director David Lowery propone en su adaptación del poema: El caballero verde (The Green Knight, 2021). Una adaptación que borra los nombres propios relevantes, ya que salvo el protagonista y su amante, los demás son representados por su papel (el rey, la madre, la dama...), otorgándole un tono más misterioso y místico, más oscurecido y alejado con los referentes que tenga el espectador, a pesar de que es una historia que se enriquece al conocer estos detalles.


En la película encontramos una mezcla entre un realismo y profundidad en los caracteres de los personajes frente a un cierto misticismo y fantasía del ambiente que envuelve a toda la obra, una fantasía siniestra y oscura. Como decíamos al principio, a veces aplazamos los proyectos y sueños de nuestra vida, como le sucede a nuestro protagonista, Gawain (Dav Patel), que aún no es caballero ni ha realizado ninguna hazaña memorable. El retrato que nos ofrece el prólogo de esta historia es la de un hombre joven que disfruta de una época de paz y celebración, aprovechando la buena vida que le ofrece ser noble y deleitarse de las fiestas, el alcohol y las relaciones con una plebeya, Essel (Alicia Vikander). Un hombre sin honor, despreocupado en exceso y que no cumple con el talante de su posición (como se nos hará ver poco después, un posible heredero a la corona). Sin embargo, algo ensombrece su semblante siempre que se le menciona, siendo bastante subrayado el momento en que sea su tío, el rey Arturo (Sean Harris), quien se lo pregunte: ¿qué hazaña has realizado? ¿Qué te da derecho a convertirte en caballero? En la vida de Gawain, todo está aplazado, incluso la posibilidad de una relación con la mujer a la que ama. Y es consciente de ello.

Hablábamos de realismo y profundidad por estos mismos detalles. En la corte se percibe la paz, pero también la decadencia. El rey y la reina son casi ancianos débiles y de apariencia enfermiza y quebradiza. Arturo apenas puede sujetar con fuerza su célebre espada y la reina Ginebra (Kate Dickie) aparece esquelética. Tampoco los caballeros de su mesa parecen querer demostrar su valía, pues ya la demostraron en el pasado. Es decir, no hay grandes gestas que se esperen, esta película no está diseñada para la épica, sino para un camino más interior. Así, el protagonista es un personaje imperfecto, que aumenta su irascibilidad conforme se acerca el plazo para emprender su viaje y conforme le mencionan el hecho por el que debería sentirse supuestamente orgulloso. También es ingenuo y cobarde. Tiene dudas continuas en su viaje. Es humano y no un héroe de leyenda. Pero quiere demostrar que es uno. 

Por esta razón acepta el reto del Caballero Verde, un misterioso ser que llega en la celebración de Navidad y que lanza un reto: dejará que cualquier hombre presente en la sala le hiera, para después devolverle el golpe un año más tarde, en su capilla. Al decapitarlo, Gawain cree haber superado la prueba, pero el Caballero Verde se alza de nuevo y le emplaza a volver a verse como habían acordado. Así empieza el viaje de nuestro protagonista preparado con el hacha del caballero, sus ropajes y armas de caballero y un cinto realizado por su madre, Morgana (Sarita Choudhury), que le protegerá de toda herida.


Empieza así la auténtica aventura: el relato de un viaje en busca del Caballero Verde en el que Gawain afrontará diversos encuentros con otros personajes y deberá demostrar su valía, su honor y sus virtudes como caballero. Es decir, el viaje de superación y autodescubrimiento clásicos, que permitirá a su protagonista crecer como persona gracias a las vivencias obtenidas durante el trayecto. Y aquí entra el elemento fantástico: el país que atraviesa es un paraje misterioso, de llanuras con cadáveres de antiguas batallas, ruinas, niebla, antiguos bosques sin apenas vida. Pero también los personajes con los que se encuentra, que aumentarán en su misterio y fantasía conforme avance su viaje. Así, pasará por unos ladrones al inicio, un fantasma que retoma otra leyenda, la de Winifreda (Erin Kellyman), una joven que fue decapitada por resistirse ante un abuso, un zorro (realizado por CGI) que le acompaña y lo protege, gigantes, la extraña pareja que le da cobijo casi al final y el propio Caballero Verde, que asemeja a un árbol que ha cobrado vida, en una estética que nos recuerda a los personajes fantásticos de El laberinto del fauno (Guillermo del Toro, 2006) o a una versión más humanoide de los Ents de El señor de los anillos (Peter Jackson, 2001-2003).

Quizás uno de los problemas de El caballero verde sea su misterio. Aunque resulta evidente para quienes conozcan mínimamente la leyenda artúrica, que el rey es Arturo y que la madre de Gawain es la bruja Morgana, incluso con la breve aparición del rey Merlín, la historia de este caballero y el significado de su viaje es menos conocido, pero tampoco se explican durante la obra. La mayor parte de las claves para entender la historia debes deducirlos bien por conocimientos ajenos a la narrativa de la propia película o bien por deducir o interpretar ciertos hechos de la misma. Es más, tampoco se trata de una adaptación fiel al texto medieval, sino que introduce cambios y elementos que provocan que puedan abrirse otras interpretaciones. Pero un asunto tan clave como la mención a las cinco virtudes del caballero, que son las que Gawain debe demostrar en su viaje, se hace de soslayo y sin tan siquiera mencionar cuáles son (generosidad, lealtad, castidad, misericordia y valor, habría que sumar también el honor, que sí se menciona explícitamente en la cinta enfrentándolo a la bondad). En efecto, quienes conozcan la historia medieval y su idiosincrasia podrá disfrutar más de la película e interpretarla de manera más rica. 


Quienes no lo hagan, tendrán que enfrentarse a la ardua tarea de interpretar sobre la marcha los extraños acontecimientos de esta historia de ritmo pausado y diálogos enigmáticos. Pero esto es también error de un guion que resuelve sus problemas de manera abierta. Si se trata de algo intencionado, como podríamos suponer por el tipo de director al que nos referimos, que también ejerce como guionista (algo habitual en él, lo ha hecho con otras películas anteriores como The Old Mand & the Gun [2018] o A Ghost Story [2017]), no deja de ser un intento por oscurecer la trama y su sentido, tratando de crear dificultades al espectador para tratar de parecer más maduro o adulto, resultando al final pretencioso. Si bien me gusta personalmente plantearme el sentido de todas estas cuestiones, creo que sigue sin haber un eficaz equilibrio entre pretender ser ambiguo y abierto y narrar adecuadamente una historia en El caballero verde

Es más, es tan rica en sus enigmas que abre la puerta a varias interpretaciones sobre el sentido de su contenido, sobre el carácter ambiguo de su final y sobre las distintas pruebas que Gawain va atravesando. Veamos algunos ejemplos. En primer lugar, las pruebas no aparecen como tales ni su conclusión es certera. Por ejemplo, no es generoso con el muchacho (Barry Keoghan) que le indica la dirección hacia la capilla verde, pero a su vez esta dirección era una trampa. En este momento, un giro de cámara nos permite ver un futuro posible: el esqueleto de nuestro protagonista por haberse rendido. Frente a ello, Gawain lucha por seguir su viaje a pesar del asalto. En otras ocasiones, sin embargo, sí conseguirá que sus buenos actos obtengan recompensa: al ayudar a Winifreda o al dar cobijo al zorro. Bastante curiosa resulta la escena con los gigantes, en la que el caballero trata de aprovecharse de la situación para ser finalmente salvado por su compañero. 


En segundo lugar, todo lo relacionado con la pareja del final, en el que el protagonista es tentado de forma evidente y donde se deslizan ciertas posibilidades de interpretación de toda la película. Él le propone un juego similar al del Caballero Verde, le recuerda que ansían ver un nuevo tú, que deje atrás su diversión y sus juegos, ella le intenta hacer olvidar su vida anterior quitándole el recuerdo de su amada Essel y tentándole sexualmente, además de proporcionarle el objeto necesario para superar la prueba final sin peligro. O el monólogo sobre el sentido del color verde, que recuerda su carácter como degradación (moho, óxido), como aquello que el humano quiere eliminar pero no puede porque crece de nuevo. Es el verde que señala la muerte inevitable. Cuando salimos en busca del rojo, aparece el verde. Como el mismo verde al que cantaba García Lorca (1898-1936) en el Romance sonámbulo de su Romancero gitano (1928). A ese color quiere enfrentarse Gawain para conseguir honor, y así, seguramente, la eternidad (la fama que vence a la muerte).

Y en tercer lugar, el motivo real de todo este viaje, que parece estar ideado por su madre y por su tío si observamos con atención algunos detalles y actitudes de los personajes al inicio y durante el final (la ausencia de Morgana a la fiesta mientras prepara un rito que tiene elementos naturales y magia de color verde, la complicidad con el rey cuando este le recuerda a su sobrino su deber con el juego navideño, la preparación del cinto mágico o la presencia de su madre durante todo el relato en diferentes formas). Todo porque Gawain consiga el honor que tanto ansía, pero que quizás no le reporte la felicidad. Precisamente, Essel le reprochaba que para qué quería honor si tenía bondad. Al caballero se le ofrece un reto similar al de Aquiles antes de la guerra de Troya: un futuro de felicidad familiar sin fama o un futuro de fama con una muerte asegurada. Pero con trampa, porque la propia Morgana le ofrece la herramienta para salir indemne de la muerte y volver con la gloria. Aunque eso suponga no haber cumplido en realidad con las virtudes del caballero, como le escupe la dama tras caer en su tentación: no eres un caballero. Ahora bien, lo que realmente plantea la película al protagonista es si acaso ese sueño merece la pena, si superar el verde de la muerte mediante la fama y el honor le otorgará lo que desea en realidad.


Por otra parte, junto a su narrativa, encontramos un rico apartado visual con una fotografía trabajada durante toda la película a través de composiciones estéticas, con claros referentes visuales en la imaginería religiosa medieval (las coronas de los reyes con los halos de divinidad, por ejemplo) y un excelente uso de la iluminación. La secuencia de la llegada del Caballero Verde a la corte es de lo mejor de la película, logrando que el personaje se vea imponente y que se logre un ambiente oscuro incluso en el uso de una iluminación significativa (el verde y el rojo como símbolos de magias contrarias). La marcha del Caballero Verde de la corte, a su vez, nos recuerda a Sleepy Hollow (Tim Burton, 1999). La silueta de Gawain en el bosque, sobre un fondo amarillo, nos recuerda a la misma silueta de los cowboys del western, como John Wayne alejándose en Centauros del desierto (John Ford, 1956); por cierto, con el color amarillo, casi dorado, como protagonista. El retrato fotográfico mediante cámara oscura cuya estética nos recuerda al autorretrato de Durero. La escena del lago también destaca por el uso del color y la luz. Por no hablar del contrapicado de la iglesia o el uso del plano holandés en ciertas ocasiones para mostrar la inestabilidad de Gawain. O de toda la secuencia en silencio que sucede cerca del final y que nos recuerda al mismo recurso narrativo que encontrábamos en la conclusión de La La Land (Damien Chazelle, 2016), por cierto, de las mejores secuencias de esta película y que nos permite vislumbrar la vida verde que habría adoptado nuestro protagonista sin haber cumplido con el auténtico honor.

Sin lugar a dudas, El caballero verde es una revisión bastante digna de la leyenda medieval otorgándole una estética detallada y una historia que logra sentirse moderna, aunque con lagunas en su narración que impiden disfrutarla completamente sin tener cierto bagaje previo o tener ganas de intentar desentrañarla. No es épica al uso y nos arroja un protagonista que tampoco aspira a ser un héroe, sino que es realista en sus debilidades como cualquier humano. Un hombre que duda, que falla y que tiene miedo. Los aciertos visuales y narrativos de la película la elevan como pieza cinematográfica, pero no dejo de pensar que, en cierta forma, sus fallos y carencias le restan demasiado.

Escrito por Luis J. del Castillo



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