Música Inolvidable (XL): Navidad con Enya y The Beach Boys

21 diciembre, 2019

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Hace algún tiempo, dediqué en esta sección un artículo a la cantante irlandesa Eithne Ni Bhraonain, conocida por Enya (1961). Pero quisiera hacer hincapié, en las fechas en que estamos, en el álbum dedicado a la estación invernal, And Winter Came (Warner Bros., 2008), así como en el último trabajo de la autora, Dark Sky Island (Warner Bros., 2015).


El invierno parece despojarnos de algunos elementos, pero arroparnos con otros. Ya han caído las hojas, pero espiritualmente es época de reflexión, de compartir a un nivel anímico y material (ambas vertientes son necesarias y con frecuencia van unidas). Tanto da que las celebraciones coincidan con la fecha exacta de un acontecimiento, sea el nacimiento de Jesús o la aparición de un astro en los cielos, porque lo verdaderamente importante es conmemorar lo que este hecho representa, la relevancia que de él se desprende. Como en las grandes obras clásicas, no se trata de una cuestión cronológica.

Así mismo, esta Navidad conlleva un cambio de década. Aspecto numérico arbitrario, sin duda, pero no por ello menos significativo en nuestra forma de concebir el mundo que nos rodea, visible e invisible. Tiempo, por lo tanto, de mirar al interior, y de no desperdiciarlo; de ser conscientes de los errores cometidos y tratar de encarar nuestro futuro de la mejor manera posible. Es a lo que se nos invita una canción como The Spirit of Christmas Past.

Viaje invernal atravesado por la luminosa vía de la Navidad, And Winter Came contiene otras espirituosas creaciones, donde emerge aquello que el resto del año, con el sol por bandera, parece solaparse, hibernar en un sentido opuesto. Así, se hacen patentes figuras y fenómenos que, existiendo en toda ocasión, parecen reclamar su atención sustancial en esta franja temporal. Seres protectores, realidades invisibles. Los ángeles vuelan hacia ti (Journey of the Angels).


Así, en todas partes existen carreteras vacías cuyo destino desconocemos, o que pocos saben a dónde van. Es una estupenda imagen material que actúa como sinónimo de la vida, y que supone el nudo gordiano del tema Trains and Winter Rains. Además, ¡es Navidad! Complemento esencial del espacio invernal, y no su opuesto, como algunos parecen empeñados en aducir. Magia y misterio se dan la mano con el sentimiento religioso. This is the Night Nothing is as it Seem (Dreams Are More Precious Than Gold).

And Winter Came puede completarse con otros singles de la cantante, que aparecieron como bonus en una edición especial de su anterior Amarantine (Warner Bros., 2005). Me refiero a clásicos como Silent Night (Óiche Chiúin en su versión irlandesa), Adeste fideles (respetando el título original en latín, en lugar del anglicanizado O Come All Ye Faithful), o We Wish You A Merry Christmas. Todos ellos, bellamente versionados por la cantante, con la inestimable ayuda del matrimonio Nicky (1949) y Roma Ryan (-).

Las voces de los niños, la medianoche, los regalos, las velas de colores, los trineos, los dulces, la luz de la luna, el muérdago, las estrellas, las campanas y los coros que entonan canciones en lontananza (White Is The Winter Night). Son los ingredientes con lo que Enya materializa su espíritu navideño e invernal. Baste recordar que el Adviento se puede convertir en una de las más productivas épocas del año, a un nivel personal. Somos sostenedores de símbolos y ritos cimentados en realidades (materiales, espirituales…) Por eso, en un villancico con el mejor sabor tradicional, se nos aparece el Hijo de Israel, O Come Emmanuel, tonada de los tiempos pasados, presentes y futuros.

Es lógico que el pretérito nos asalte y se adueñe del presente, por mucho que el tópico insista en que dicho sentimiento debería prolongarse a lo largo de todo el año (como si tal cosa cupiera en cada naturaleza humana). Lo cierto es que difícilmente se puede construir un buen futuro sin atender a las particulares enseñanzas del pasado. Mejor aún si la memoria nos colorea lo sucedido (Last Time by Moonlight, Stars and Midnight Blue). Un pasado que incluso se presenta en forma de juguete (One Toy Soldier), reminiscencia anderseniana que algunos recordamos en los relatos gráficos de la editorial Bruguera (Alicia en el País de las Maravillas y otros cuentos, 1975), aparte de otras muchas ediciones.


Respecto a Dark Sky Island, debo señalar que cuánto más escucho este maduro trabajo, más enriquecedor me resulta (animo a hacerlo en un buen equipo de música). De hecho, lo considero la obra cumbre -hasta el momento- de la artista. La compositora y vocalista nos propone, en propias palabras, cantadas y a través de entrevistas, un viaje personal y espiritual, más que netamente religioso, aunque en sus cimientos convivan, precisamente, las tradiciones de lo primordial y lo católico (Sancta María, Echoes in Rain).

Enya armoniza ambos aspectos que, como digo, no han de entenderse como excluyentes, sino como complementarios. Recomiendo, así mismo, la adquisición de la edición de lujo, que se incrementa y afina con algunos temas igual de imprescindibles. La acostumbrada composición de Enya vocalmente instrumentalizada, corresponde en esta ocasión a The Loxian Gates, en el umbral físico de lo trascendente. Como una Navidad celebrada -por qué no- en otro planeta.


Una década toca a su final. Se engarzan unas con otras (como nos recordaba ese excelente tema de ABBA, Happy New Year, o Felicidad, en su versión en español). Y en esto tiene mucho que ver la creación artística, que nos sigue hablando en tiempo presente con la misma fuerza y honestidad que cuando fue elaborada. Por eso consideramos tales piezas como clásicos. Tarea nuestra es saber divulgarlos al resto.

Por ejemplo, Christmas with The Beach Boys (Capitol), que fue grabado entre 1963 y 1964, y lanzado al mercado ese último año, sigue tan fresco y dinámico como el primer día. O dicho de forma más clara, es una gozada escucharlo. Lo vertebran arreglos alegres, sincopados y acompasados por el caudal de voces del grupo, en su inconfundible estilo. Mezcla de diversas tesituras, en instrumentaciones pegadizas, los Beach Boys toman estándares especialmente propicios para dicha combinación, caso de We Three Kings, el ineludible y siempre agradecido White Christmas, o el tradicional escocés Auld Lang Syne (Hace mucho tiempo), en torno al musicalizado poema de Robert Burns (1759-1796), cantado, esta vez, a capela. Quien procura estos arreglos, en la mayoría de los casos, es Dick Reynolds (-), que también merece su reluciente adorno en este musical Árbol de Navidad.


El resto de canciones fueron compuestas, como era habitual, por el líder del grupo Brian Wilson (1942) y su compañero vocalista Mike Love (1941). Ahí están Little Saint Nick, The Man with All the Toys, Santa’s Beard, Merry Christmas, Baby o Christmas Day. Entre ellas, se hizo mundialmente célebre Santa Claus Is Coming to Town, aunque fuera compuesta por John Frederick Coots (1897-1985) y Haven Gillespie (1888-1975) en 1934. También completan el álbum (de nuevo, en su versión extendida) estándares como Frosty, the Snowman, de Walter Jack Rollins (1906-1973) y Steve Nelson (1907-1981), I’ll Be Home for Christmas, de Walter Kent (1911-1994) y James Kim Gannon (1900-1974), o como ya hemos mencionado anteriormente, el sentido White Christmas, de ese maravilloso compositor que fue Irving Berlin (1888-1989).

Así que ya saben, no se dejen avasallar por los rancios tópicos anti-sistema (son lo más carca del mundo). Existe una cultura de la Navidad, y aunque todos hemos sufrido pérdidas, no queremos que ningún aguafiestas nos la estropee. De tal modo que, este año, les propongo disfrutar del turrón en compañía de Enya y The Beach Boys. O de cualquiera de nuestras pretéritas recomendaciones. Y Feliz Navidad.

Escrito por Javier Comino Aguilera

The Spirit of The Christmas


We Three Kings




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