¡A ponerse series! (XIX): Broadchurch

28 noviembre, 2014

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En 2013 vio la luz en la televisión británica, concretamente en ITV, la serie Broadchurch. Como tantas otras producciones, la obra versaba sobre el típico ¿quién lo hizo? del suspense negro, salvo porque en lugar de centrarse tanto en las averiguaciones, basaba su fuerza en mostrar cómo una muerte anómala, la de un niño, puede alterar por completo a una pequeña comunidad. El foco de importancia se divide así entre el drama y la trama de investigación, que repercute tanto en los policías como en la prensa. Broadchurch fue concebida por Chris Chibnall (guionista en series conocidas como Doctor Who, Ley y Orden o Torchwood) como una miniserie autoconclusiva de ocho episodios, que a diferencia de seriales similares sobre investigaciones, pudiera explorar y explotar más los efectos de la muerte en quienes permanecen con vida.

Sin embargo, dado su éxito, se pretende elaborar una segunda temporada de la que aún se desconocen datos concretos, salvo que visitaremos de nuevo Broadchurch para ver qué pasó después de descubrir la verdad.

Comenzando nuestro repaso por la serie, podemos destacar cómo una de las escenas del primer capítulo transcurre en un plano secuencia que nos muestra a los habitantes del pueblo en su normalidad. El padre, Mark Lattimer, pasea saludando a sus convecinos con una sonrisa cotidiana. El espectador sabe que sucede algo que el personaje ignora, pero esta contradicción entre lo que saben unos y otros provoca precisamente que nos situemos mejor en el escenario que se alterará por la noticia: un lugar apacible, donde todos parecen conocerse y donde todos se llevan bien.


Y, sin embargo, como comprobaremos en los siguientes capítulos, todo es una estructura basada, más que en mentiras, en medias verdades o en silencios. La muerte de Danny Lattimer (Oskar McNamara) provocará que los habitantes de Broadchurch se enfrenten a su pasado y a su realidad, escapando del sueño en el que vivían, un sueño que alimentaban ellos mismos. Sin embargo, no se trata de una reconciliación con sus historias personales, sino un giro brusco de sus vidas que no solo los golpeará hasta límites insospechados, sino que las cambiará para siempre.

En este sentido, las sospechas infundadas en el temor a nuevos asesinatos provocará una inseguridad que irá en aumento según transcurran los episodios, pasando así por una serie de sospechosos que guardan secretos, algunos relacionados de manera colateral con el caso en cuestión, aunque las causas y la resolución final sea, sin duda, una sorpresa para todos, a excepción del vaticinio de un diálogo en el último capítulo. La miniserie ahonda precisamente en la fragilidad de la confianza en las relaciones personales, especialmente en la familia.


Los Lattimer parecen una familia modelo, con abuela incluida, que ante el terrible hecho de la muerte de su hijo mostrarán las grietas de unas relaciones disfuncionales, algo que la cámara sabrá captar con sus planos. Podemos señalar como ejemplo la frontera que se establece entre el matrimonio, Beth (Jodie Wittaker) y Mark (Andrew Buchan), cuando están acostados de espaldas el uno al otro. Aunque ambos guardan secretos, los efectos de esta desconfianza mutua, que también irá aumentando según se revelen hechos recientes, provocará curiosamente una mayor cercanía dentro del dolor, la ira y el enfado, así como momentos de auténtico diálogo frente a las conversaciones vacías y cotidianas del inicio. La falta de comunicación también es visible en el trato con la hija mayor y se deja entrever en la muerte del hijo, ya que una de las causas por las que se acercó a su asesino será la falta de apoyo familiar.

La persona que concentre todo el dolor de la familia será Beth, la madre. De ella observaremos la presión a la que se encuentra expuesta así como el enfrentamiento que mantiene en su duelo con el resto de personas que la rodean, llegando a sospechar de su marido y de sus amigos más cercanos. Los planos donde aparece sirven para enfatizar su situación, incluso enfocándola a través de espejos, ventanas o puertas entornadas, alejados así de su intimidad, pero reflejándola desde la lejanía. De forma contraria, encontramos varios personajes opuestos.


Aparte de su marido, encontramos a Liz Roper (Susan Brown), la abuela de la víctima y madre de Beth, cuya actitud es complaciente y más confiada que la de Beth; también la hija Chloe (Charlotte Beaumont), aunque dolida por la muerte de su hermano, se muestra alejada de la familia, pero apoyada en su novio Dean (Jacob Anderson), preocupada así por otros asuntos y no tan rota como su madre. La familia opuesta a los Lattimer será precisamente la familia Miller, donde encontramos un matrimonio feliz y compenetrado. La actitud de la policía Ellie Miller (Olivia Colman) con todos sus vecinos se corresponde con la que existía antes del suceso, lo que la incapacitará para observar lo que sucede dentro de su casa; entre otras cosas, los secretos que guarda su hijo Tom (Adam Wilson), quien era amigo de la víctima.

La desconfianza de los Lattimer sí logra transmitirse al resto de personajes, especialmente al detective principal, Alec Hardy (David Tennant), quien además mantiene una mala relación con su familia, cuyos motivos se irán revelando con el paso de los capítulos. Este hecho marcará precisamente al dúo de investigadores, ya que mientras Hardy se mantiene perspicaz y acusador, Ellie mantiene un ánimo alegre y resulta simpática, aunque muestra su inexperiencia en esta clase de crímenes. En definitiva, una pareja antitética que ambos actores logra encarnar con soltura y con auténtica genialidad.


En Broadchurch prima la desengaño y el cuestionamiento de las actitudes mientras se tiñe la pantalla con los bellos paisajes de un pueblo de costa idílico, realmente la costa de West Bay (Dorset). En este espacio, hay lugar también para toda la parafernalia de la prensa sensacionalista, que no sale bien parada en la serie, mostrando cómo se anteponen las noticias para vender por encima de la realidad humana tras ellas. Una muestra magníficamente trágica la encontramos en el quinto episodio, al igual que en los continuos reproches que hace Hardy a los diferentes medios, especialmente a la periodista de ámbito nacional Karen White (Vicky McClure), quien, sin embargo, trata de hacer su labor de la manera más cívica posible. De la misma forma, el dúo de periodistas locales mantiene una doble actitud, entre la paciencia veterana de Maggie Radcliffe (Carolyn Pickles) y la ambición juvenil de Olly Stevens (Jonathan Bailey).

Diferentes subtramas con temas oscuramente humanos fluctúan y se enredan con la trama principal, proporcionándonos una interesante semblanza de los personajes que componen Broadchurch, encarnados por un solvente plantel de actores: el reverendo Paul Coates (Arthur Darvill), la limpiadora Susan Wright (Pauline Quirke) o el tendero Jack Marshall (David Bradley) son una buena muestra. También podemos mencionar la aparición de un médium, espacio sobrenatural de la miniserie que es tratado con delicadeza, dejando abierta la posibilidad tanto de su franqueza como del engaño.


El clímax final resulta impactante y está filmado con profesionalidad, empleando diferentes recursos que aumentan el dramatismo y proporcionan mayor emoción a las escenas finales. No obstante, para cuando todo acontece, queda poco tiempo para la conclusión de la serie y los últimos diálogos se suceden de manera acelerada, dejando al espectador con la sensación de que deberían contar más, aunque las imágenes lo estén haciendo.

La cámara sirve así para retratar a los personajes de Broadchurch como verdaderos humanos golpeados por el efecto de lo inusual, personas en tensión que guardan recelosos sus secretos. Enmudecer las escenas, elaborar imágenes en slow motion o servirse del paisaje como otro protagonista más, también dolorido y usado para la muerte, son algunos de los recursos empleados para potenciar este planteamiento.


En definitiva, una miniserie que aumenta la trama de investigación con una narrativa completamente intrigante a la par que emotiva, ahondando más que en la simple reacción ante una muerte cercana, en el trauma que esta consigue en todo un pueblo y las consecuencias que ello conlleva. Una mezcla entre el drama con desolación y la trama negra seria, sin florituras, que dentro de su simpleza y crudeza consigue mantener expectantes a sus seguidores. Y eso era lo que se le pedía, no esperéis más, pero tampoco menos.

Escrito por Luis J. del Castillo

Próximamente: Cosas de marcianos



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