Cuando solemos pensar en los géneros de la fantasía y la ciencia ficción es recurrente que acudan a nuestra mente nombres pertenecientes a la literatura anglosajona, que ha sido bastante prolífica y memorable dentro de este género. No obstante, suele obviarse esa realidad en nuestra literatura, no ya por parte de autores a veces desconocidos, sino incluso dentro de la trayectoria de eminentes figuras de la historia de nuestra literatura. Entre todos ellos, destacan habitualmente algunos autores del Romanticismo por su vertiente cercana a la fantasía y al terror, como José Zorrilla (1813-1893) con su Don Juan Tenorio (1844), José de Espronceda (1808-1842) con poemas como El estudiante de Salamanca (1840) o Gustavo Adolfo Bécquer (1836-1870) con sus Leyendas. Incluso autores como Benito Pérez Galdós (1843-1920) se adentraron en el terreno de la fantasía, por ejemplo con sus cuentos. Sin embargo, menos frecuente es rastrear nombres vinculados a la ciencia ficción en nuestra literatura, a pesar de que contamos con hechos peculiares: la primera novela moderna sobre una máquina del tiempo fue escrita por Enrique Gaspar y Rimbau (1842-1902), El anacronópete (1887).
Pero resulta poco frecuente encontrar a los autores de ciencia ficción dentro del canon habitual e, incluso en estas ocasiones, sus obras más reiteradas se alejan del género. Algo similar a lo que ocurre con el dramaturgo Enrique Jardiel Poncela (1901-1952). Centrado en el humor, este dramaturgo aúno en su obra Cuatro corazones con freno y marcha atrás (1936) la comedia con la ciencia ficción, procurando crear un texto que, al final, hablaba del ser humano y sus defectos.
Dividido en tres actos, el primero nos recuerda al estilo usual del autor, mostrando a Emiliano, un cartero sencillo pero bastante avispado, llegando a una mansión donde debe entregar una carta. Como sucedía en Eloísa está debajo de un almendro (1940) son los personajes obreros los que parecen mantener la compostura y estar cuerdos frente a los señoritos y señoritas de más alta alcurnia, o al menos más distraídos de los quehaceres domésticos. Además, todos los detalles de los diálogos tienen su importancia en la acción posterior, logrando su gracia al recuperar una mención del primer acto en los siguientes. Así, Emiliano llega a una casa donde nadie parece querer atenderlo, algo bulle delante de sus narices y su curiosidad innata le hará interesarse por la situación, de la misma forma que servirá de guía a Corujedo, un agente de seguros -del que Jardiel Poncela se burla abiertamente, que solía rechazar varias de estas propuestas de la vida económica-.
Fotograma de la adaptación realizada en Estudio 1 |
En la casa el bullicio se debe a la noticia que trae consigo el científico Bremón, que propone a su amante Hortensia y a sus amigos Valentino y Ricardo compartir su nuevo descubrimiento: las sales que proporcionan la eterna juventud, la vida eterna. Así lograrán disolver todos sus problemas, Hortensia podrá estar junto a él cuando todos olviden a su marido desaparecido en un naufragio y los demás podrán beneficiarse del dinero que les proporcione el seguro que acaban de hacerse con Corujedo.
Sin embargo, el autor es bastante perspicaz y pone solución al eterno dilema: ¿qué haríamos con vida eterna? Su respuesta nos las proporciona en los dos siguientes actos, donde muestra la vida anodina y absurda a la que se han entregado sus protagonistas, que habitan una isla desierta y que están cansados de esa vida tan lánguida que les proporcionó el descubrimiento de Bremón. Es más, al final se sienten ridículos, no han logrado ninguna felicidad y han quedado al margen del mundo. Tan solo Emiliano parece estar feliz con su situación, habiendo logrado llevar una vida sencilla. Los problemas se siguen desarrollando con unos marineros que llegan a la isla reclamando el pago del alquiler de la isla -otra crítica a la burocracia y al sistema económico moderno- mientras que en la isla hallan a un salvaje incapaz de comunicarse con ellos.
Se da entonces otro descubrimiento de Bremón que vuelve a prometerles una nueva felicidad: unas nuevas sales que les harán rejuvenecer hasta su infancia, pudiendo así regresar de nuevo junto a los suyos y a la vida que tanto ansiaban, similar al protagonista de El curioso caso de Benjamin Button (Francis Scott Fitzgerald, 1922). Pero como este hecho no es natural, quedan condenados a hacer sufrir a sus familiares, que no comprenden la situación, mientras Emiliano, que prosigue su vida eterna, se divierte con la situación, ajeno al dolor y la incertidumbre que cada vez más embargan a sus amigos. En cierta forma, detrás de las situaciones ridículas y humorísticas que plantea Jardiel Poncela a través de sus ágiles diálogos, se esconde cierta tragedia sobre la insatisfacción de la vida, las dudas de sus protagonistas y el significado de nuestra mortalidad y del paso del tiempo, aunque no se detenga a reflexionar sobre ello o a realizar ningún soliloquio rotundo. Tampoco lo necesita, porque estamos ante una comedia ligera.
Para producir el humor se sirve de esos comportamientos ridículos y disparatados que provoca el cambio existencial de sus protagonistas, lo que permite a Jardiel Poncela retratar ese aburrimiento de la eternidad, casi como crítica a las promesas religiosas, o las relaciones entre padres e hijos, mostrando las dificultades de educar a un adolescente, aunque sea con papeles invertidos en este caso. Por suerte, lo hace con tal ligereza que los lectores disfrutarán de los juegos de palabras, los equívocos y la diferencia de carácter de los personajes, destacando al siempre agradecido y avispado Emiliano. Lamentablemente, el resto de personajes están bastante diluidos y no son tan destacables, ni siquiera el papel del científico Bremón, que suele tener más determinación al final de cada acto.
Como decíamos al principio, hay ejemplos notables en nuestra literatura de este tipo de género, solo que, a veces, hay que escarbar entre nombres no tan recordados o buscando por los rincones de los autores canónicos. Cuatro corazones con freno y marcha atrás es una propuesta divertida y ligera dentro del género, una comedia breve que usa la premisa de un hecho fantástico para mostrarnos las consecuencias del comportamiento humano.
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