Animando desde Oriente (XVI): Maquia, una historia de amor inmortal, de Mari Okada

08 agosto, 2019

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En ocasiones hay historias que se debaten entre la grandilocuencia y la sencillez, sin saber encontrar un equilibrio. Maquia, una historia de amor inmortal (2018), dirigida por una veterana guionista de animes, Mari Okada, nos propone una de estas narraciones a las que nos referíamos, en la que nos encontramos con un marco épico, en la que se nos refiere el ocaso de un imperio, para contarnos un un íntimo relato sobre la maternidad, el amor y el sentido de la pérdida o de la separación en nuestras vidas.

Nuestra protagonista, Maquia, es una huérfana que tan solo tiene quince años, pero va a vivir durante siglos sin envejecer ni un ápice. Pertenece a una raza de connotaciones mitológicas, denominada Iorph o clan de las separaciones, que se dedican a trazar sus vivencias en telas mediante una compleja técnica de telares críptica para el resto de los seres. Alejados del mundo en una especie de santuario, viven en armonía, pero indefensos ante el ataque y la ambición del reino de Mezarte, que usando a otras criaturas mitológicas, los dragones Renato, tratarán de hacerse con la sangre de esta raza para crear un heredero que restaure la magia e impida el fin de su imperio.

Después de todo, su fuerza militar depende de los dragones, que están enloqueciendo y muriendo. Tras acabar separada de su clan, Maquia, sola en un mundo desconocido, encontrará un bebé huérfano, al que rescatará y con el que tratará de sobrevivir convirtiéndose en su madre.


Se puede observar cómo hay dos tramas relacionadas en este argumento, una que sirve de fondo y contexto y otra que es el principal interés narrativo: la relación entre madre e hijo. Esta última es un retrato similar al que encontramos en Los niños lobo (Wolf Children, Mamoru Hosoda, 2012), con una madre novata que trata de criar a su hijo haciendo frente a todas las vicisitudes que se enfrenta. Así, acompañaremos al crecimiento de Erial desde que es un bebé hasta que se convierte en un adulto, atravesando todas sus fases mientras madre e hijo deambulan por el reino de Mezarte para evitar que se percaten de la ausencia de envejecimiento de Maquia. La película establece muy bien la relación entre ambos personajes, pasando de una idílica y ensoñada infancia en la que encontrarán el apoyo de una familia campesina, hasta una época más dura, en la que la Iorph se aleja de esa zona confortable para reencontrarse con los suyos, mientras su hijo comienza a enfrentarse a la realidad, trata de defender a su madre y sigue aumentando su vínculo de cariño y dependencia con ella. Además, cabe destacar que Okada hace un retrato fiel de las dificultades de la maternidad, al mostrar, por ejemplo, los miedos de Maquia al atender a un bebé por primera vez o cómo las trastadas de un niño pequeño pueden resultar molestas y pueden provocar en nosotros reacciones inesperadas.

Sin embargo, hacia la mitad de la película, encontraremos un importante cambio cuando el personaje llegue a la adolescencia. Esta evolución está muy bien retratada, porque aunque nos encontramos con un contexto mágico, en el que podemos comprender mejor que Erial se avergüence de admitir que una muchacha que aparenta tener su misma edad sea su madre, eso nos permite ver desde otra perspectiva las relaciones paterno-filiales, en las que los padres, de forma inevitable, siguen anclados a una relación más infantil y de mayor dependencia (en el caso de Maquia) mientras el adolescente reclama su lugar en el mundo y se deja llevar por las amistades de su entorno. Hay una ruptura con los símbolos de la infancia y un quiebre irremediable entre madre e hijo. Resulta también interesante la reflexión que se hace sobre la adopción y sobre qué supone ser una madre. La casualidad, o el destino, provocarán su reencuentro en otro momento de la vida de Erial, cuando este, ya más maduro, comprenda todo lo que su madre hizo por él y se produzca una reconciliación bastante dramática, pero solemne y definitiva. De esta forma, Maquia, una historia de amor inmortal se convierte en un fiel retrato de lo mejor y lo peor de la maternidad, de ese vínculo que es capaz de causar tanto alegrías como diversos tormentos. Por una parte, Maquia deberá aprender a separarse, y por otra, Erial deberá comprender el gran regalo que le hizo su madre adoptiva.


Como advertíamos antes, aunque se trate de la trama más relevante y en la que se centra la obra, no es la única. Hay un contexto en el que aparecen otros personajes que está más desdibujado y que sirve más de fondo. La trama es de carácter político y bélico, mostrando una trágica historia de amor, maternidad frustrada, poder y tiranía poco construida, con varias lagunas y que, aunque enriquecen la historia, podrían haber dado más de sí. En cierta forma, es semejante al tratamiento que Hayao Miyazaki (1941-) le otorga al contexto en sus obras, por ejemplo, a la guerra en El castillo ambulante (2004), que sirve para explicar unas circunstancias en torno al protagonista, pero cuyo origen o características no conocemos. En este caso, tenemos a un reino que pretende imponerse frente a los demás recurriendo a criaturas mágicas, ya sean los dragones Renato o los inmortales Iorph, aunque para ello estén sentenciando sus vidas, quitándoles su libertad.

El retrato que se hace en Maquia de la realeza es la de un fantoche ridículo frente al de otros caballeros que acatan las órdenes aunque intenten mantener su dignidad y nobleza, como en el caso de Isol. La codicia y el poder corrompen a una sociedad que se ve abocada a enfrentarse al resto del mundo mientras destruye todo a su alrededor, como se observa en el cada vez más decadente desfile militar o en la forma en que los Iorph, liderados por un vengativo Clear, tratan de rebelarse, dejando de ser el clan pacífico que era y rompiendo con su identidad. La imagen, por ejemplo, de la terrible ciudad-fábrica nos recuerda a la crítica contra la contaminación que también encontramos en otras producciones similares, como las de Ghibli. Y hay una cruel historia de maternidad frustrada en el caso de Leilia, a la que impiden ver a su hija, quien crece sin comprender del todo el sentido de su vida y el significado de su existencia. La lástima es que esta subtrama no se desarrolla lo suficiente, a pesar de aportar un fondo bastante interesante y con un tipo de historia que nos recuerda a los argumentos de sagas de videojuegos como Fire Emblem o Dragon Quest.


En definitiva, Maquia es una pieza deliciosa visualmente, con una animación detallada de corte tradicional, que busca ser bella y delicada y que emplea bien sus recursos para mostrar los contrates entre personajes y sociedades. Si bien retrata una maternidad con sus claroscuros, es evidente que busca en ocasiones la lágrima fácil, tratando de ser lo más emotiva posible o recurriendo en exceso al tono melodramático de los personajes, especialmente en el caso de la protagonista. No obstante, no deja de ser una pieza entrañable, con un fondo bastante interesante, aunque falto de desarrollo, y que puede llegar a tocarnos el corazón.


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