El catalejo lacado, de Philip Pullman

23 julio, 2018

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La definitiva aventura de Lyra y Will concluye en El catalejo lacado (2000), novela en la que Philip Pullman desvela sus cartas y nos muestra tanto sus principales críticas como la arquitectura de una trilogía que se ha creado con cierta lentitud, pero con elementos reconocibles que se vuelven a dar la mano en este cierre. Ahora bien, debemos entender que en toda la trilogía de La materia oscura se arrastran tres apartados a tener en cuenta y analizar: por una parte, la narración en torno al argumento relativo a los personajes que habitan la novela, desde sus protagonistas hasta los personajes más irrelevantes, al menos en apariencia, por otra parte, las interpretaciones que debemos deducir a partir de las acciones y conversaciones de los personajes y, finalmente, las críticas e ideas que Pullman transmite a través de los dos elementos anteriores.

La novela nos plantea el final de las aventuras de Lyra y Will en sus viajes a través de diversos mundos gracias tanto a la habilidad de Lyra para leer el aletiómetro como a la daga sutil que tan solo Will sabe emplear. Sin embargo, al empezar El catalejo lacado, se encuentran separados por los acontecimientos finales de La daga (1997). Will partirá entonces en busca de su amiga para rescatarla de la señora Coulter, quien la mantiene dormida en una cueva de su propio mundo. A la vez, dos grandes fuerzas opuestas se preparan para la batalla definitiva, siendo conscientes que en ella será primordial conseguir el apoyo de Lyra o destruirla.

Una cuestión primordial es que Philip Pullman abarca varios frentes durante esta obra a fin de lograr cerrar la trilogía, pero no todos tienen consistencia suficiente o son abordados de la manera necesaria. Incluso en ocasiones encontramos resoluciones abruptas, repentinas o incomprensibles, casi incluso casos de deux ex machina para culminar según las necesidades del autor, más que por la lógica de lo narrado o, al menos, de lo profundizado. Uno de los ejemplos más claros es el inicio de esta historia, dado que a pesar de ser una continuación sin salto temporal, nos sitúa a la señora Coulter manteniendo cautiva a Lyra en un lugar bastante alejado de los acontecimientos anteriores, con un cambio de actitud bastante importante y sin aclaración alguna. Es más, cuando Will va en su rescate con ayuda de dos ángeles, Barthus y Balthamos, tardará bastante en llegar a ella, por lo que no resulta verosímil que Coulter lo hiciera tan rápido ni que Pullman proporcione la sensación de que lleva ahí bastante tiempo.

Dibujo de los mulefa y la doctora Malone, obra de K. Thierolf
De forma general, lo que encontramos es una carencia a la hora de afrontar lo que les sucede a los personajes. Si bien el autor explora con bastante acierto algunas cuestiones, por ejemplo, las dudas que tendrán los protagonistas al final sobre la decisión que deben tomar, otras las deja demasiado vacías o da la sensación de que no son más que una herramienta para que algo suceda dentro de la narrativa, como sucede con los dos ángeles antes mencionados (es más, uno de ellos se convertirá en un deus ex machina hacia el final de la novela), o para justificar o explicar alguna de sus ideas. Precisamente, toda la trama de la doctora Malone se relaciona con esta última idea, dado que su línea argumental junto a los mulefa se encuentra apartada de los demás personajes y no proporciona ningún interés al lector, dado que desvía la atención de la acción principal para crear nuevas circunstancias con nuevos personajes. Si bien la introducción de Will como protagonista principal junto a Lyra en el segundo libro fue un acierto, funcionaba porque actuaban de manera conjunta, porque se relacionaban de forma directa. La doctora Malone cumplirá su función hacia el final de la novela, pero mientras tanto podría resultar una carga para ciertos lectores. Y ello a pesar de que los mulefa y la exploración del personaje no está mal desarrollada ni escrita, al contrario, puede causar cierto interés y resulta tan importante que uno de sus elementos da título a esta tercera entrega.

Atendiendo a su estructura argumental principal, podemos discernir tres partes a las que se junta tramas independientes que se desarrollan a lo largo de todo el libro. El primero, ya mencionado, es el rescate de Lyra, protagonizado por Will, y que a pesar de sus inconsistencias, está bien desarrollado. La relación de Will con Balthamos funciona, su posterior encuentro con Iorek, aunque forzado de forma evidente por el autor, tiene cierto interés y sirve para establecer uniones con todos los elementos anteriores de la trilogía, y el enfrentamiento, más bien dialéctico, entre la señora Coulter y Will muestra las dotes de ambos personajes. Sin embargo, son evidentes sus puntos flacos: la presencia de una niña a la que se le había dedicado gran parte de los capítulos anteriores que después es despachada de forma abrupta, el encuentro del protagonista con un sacerdote sin mayor relevancia, la batalla que surge a su alrededor o la repentina debilidad de la daga hacia los pensamientos de su portador, cuestión primordial en toda esta entrega, pero que en la anterior no había surgido en ninguna ocasión.

Land of the Dead, obra de Hannah Hillam
El siguiente tramo de historia tiene relación con el viaje al Mundo de los Muertos que emprenderán ambos protagonistas junto a dos gallivespianos. La relación entre los cuatro personajes es confusa, sobre todo por la falta de confianza que queda establecida desde el principio para, al final, llevarles a un extremo de relación íntima tan fuerte como para sacrificarse unos por los otros. De la misma forma que el interés de esta odisea reside en la exploración de este peculiar mundo de tintes mitológicos: no falta el barquero de la muerte, trasunto de Caronte, ni las arpías, cuya función es semejante a la de las Erinias o Furias así como el hecho de que los espíritus que van perdiendo sus recuerdos con el paso del tiempo. Curiosamente, se establece en la historia que la situación de este mundo fue establecida por la Autoridad -según cuenta una arpía-, como si fuera capaz de establecer este personaje el destino de los espíritus, algo que se da a entender en algunas ocasiones. Sin embargo, la resolución de esta trama no supone alterar las normas del lugar por sí mismo, sino establecer una puerta a otro mundo. Por tanto, ¿cómo existía el Mundo de los Muertos antes de la Autoridad? ¿Por qué el destino que les aguarda a estos espíritus al atravesar una puerta a otro mundo no lo pueden cumplir dentro de este sitio?

En cierta medida, Pullman establece un resultado conveniente a sus deseos, pero al que le falta verosimilitud. Sucede igual con la bomba que crea la Iglesia en el mundo de Lyra, basado en un poder extraordinario... como extraordinaria es la forma en que de ese poder se libra la protagonista. Es decir, si no tienes en cuenta la forma en que está construida la verosimilitud de este universo, seguramente aceptes y disfrutes de sus sucesos, dado que guardan cierta lógica que los sostiene e incluso tienen efecto en el futuro de los personajes, pero les falta un fondo en qué sostenerse, un fondo que se podría haber establecido sin dificultad, dado que el autor pone los medios a su alcance.

Tanto que, incluso en algunas ocasiones, se excede el narrador en añadir aclaraciones desde una perspectiva futura, adelantándonos información de lo que va a suceder, por ejemplo, al señalarnos cuestiones como que un personaje nunca olvidaría ese detalle cuando fuera anciano, que a otro apenas le quedaban días de vida o que era la segunda y última vez que haría algo.


Por otra parte, todo esto se debe a que el autor explica más que hace. Por ejemplo, Lyra explicará y justificará el viaje al Mundo de los Muertos por ver y salvar a Roger, de cuya muerte se arrepiente, a pesar de que este arrepentimiento no se había hecho patente durante los acontecimientos de La daga, sino que surgen de forma repentina en esta entrega. Sucede igual que con la daga, cuyo mal funcionamiento se debe a algo que Will ya había hecho anteriormente, aunque sin provocar ese efecto, lo cual plantea el hecho de que no hubo una planificación adecuada. Ahora bien, a pesar de estos defectos que surgen al analizar el proceso narrativo de La materia oscura, y que ya estaban presentes y mencionados en las obras anteriores, debemos reconocer los aspectos positivos. El autor sabe crear tensión e intriga, tiene creatividad y recursos para plantear y narrar en torno a varios personajes de distinto tipo y clase, maneja de forma adecuada el interior de los personajes, es decir, sus sentimientos e inquietudes, y la trilogía en sí contiene ideas bastante interesantes que no se relacionan solo con su propio contenido, sino también con un mensaje en torno a la forma de afrontar la vida, la muerte, la fe y la curiosidad. Incluso aborda el paso de la niñez al mundo adulto y otras cuestiones importantes, aunque con menor presencia, como la depresión, la igualdad o la libertad.

La última trama, en que se resuelve toda la trilogía, abarca dos etapas: una es la guerra contra Metatrón encabezada por Asriel mientras Lyra y Will tratan de recuperarse tras su viaje por el Mundo de los Muertos, la segunda es la conclusión tras estos acontecimientos y la tentación a la que debe ser sometida Lyra para cambiar, o no, los mundos. En primer lugar, la guerra resulta confusa, el arma principal de Asriel, llamada intencional, es ridiculizada por el uso que se le da durante todo este libro, la resolución nos muestra que Xaphania tenía unos conocimientos que la invalidan como cómplice de Asriel en tanto que debería haber actuado de otra forma anteriormente, y, además, no se le presta gran atención al desarrollo bélico de la contienda.


Lo cierto es que da siempre la sensación de que lo que está sucediendo no importa. Las muertes de ciertos personajes, aunque puedan a llegar a ser sentidas por los protagonistas o por el lector, no parecen llegar a tener ningún impacto relevante en los personajes, ni incluso son mencionados cuando se hace recuento de lo sucedido. Metatrón es abordado y convencido de forma burda, aunque el combate final con el Regente está muy bien narrado y resulta cruento y peliagudo. La denominada Autoridad no tiene más valor que el presencial. Y el resultado de la contienda parece no importar a nadie una vez que la narración corta cuando tanto Lyra como Will consiguen lo que quieren. Por no mencionar el hecho de que hay varias apariciones e intervenciones que tan solo responden al deseo del autor, es decir, deus ex machina bien definidos. Baste mencionar que Iorek, que estaba de regreso a su hogar, reaparece en un mundo distinto al suyo sin mayor explicación. O que los espíritus pueden resistirse a desvanecerse, cuando parecía anteriormente que no era algo que estuviera dentro de su voluntad. Incluso la presencia y naturaleza del abismo queda sin mayor respuesta, a pesar de que Xaphania sepa tanto sobre este lugar.

El final suponía el enfrentamiento de Lyra a una decisión que cambiaría el destino de los mundos a partir de una tentación, pero da la sensación de que nunca existe tal tentación, sino que más bien la protagonista responde a sus sentimientos sin afrontar ninguna diatriba. A su vez, cabría plantearse las razones por las que la acción de Lyra cambia el destino de los mundos. Es más, cuando realmente debe tomar una decisión importante junto a Will, no tardan en tener una respuesta y no se produce ningún cambio tan relevante como el causado antes, capaz de alterar el flujo de la materia oscura. En fin, a la obra le falta, curiosamente, un sustento mayor: ¿qué consecuencias tiene todo lo que ha sucedido?, ¿por qué pierde Lyra su habilidad especial sin más?, ¿cómo conocen los demás personajes lo sucedido con Asriel y Coulter, o por qué esta información queda oculta?, ¿por qué Pullman recurre a personajes de forma repentina para dar explicación a todo lo sucedido cuando desconocíamos o qué había pasado con estos personajes o por qué no habían actuado antes?

Obra de Leighton Johns
Todo ello para plantear una historia en la que se rechaza el determinismo y las normas eclesiásticas que van contra la libertad y la ciencia, a pesar de que La materia oscura funciona a base de profecías y un gnosticismo panteísta que incluso interviene de forma consciente en la realidad de los personajes, ¡pudiendo hacerlo a través de los sueños, la meditación o el I Ching! Se aboga, por tanto, por expresar la importancia del aspecto espiritual del ser humano, pero criticando, incluso con el hiperbólico Tribunal Consistorial de Disciplina, la forma en que los seres humanos han organizado la religión y condenan, asustan o privan de libertad a sus congéneres a partir de la fe. No en vano los representantes del clero en la trilogía llegan al extremo de sacrificarse para lograr matar a otros, actuando de kamikazes, o secuestrar y asesinar a niños. La señora Coulter representa justamente al rol de personaje que se aleja de esta vida cuando le toca de forma directa, es decir, cuando la víctima podría ser su hija, aunque debemos decir que este personaje es el más inconsistente de toda la trilogía, como sucede en gran medida con Asriel. El comportamiento y la relación de ambos es bastante confuso desde el principio de la trilogía hasta el final, cuando quizás esperábamos que se pudiera aclarar.

En conclusión, El catalejo lacado nos proporciona una aventura con tintes oscuros y final agridulce, que explora temáticas bastante profundas y plantea cuestiones relevantes, pero tiene evidentes fallos de consistencia y profundiza tan solo en sus protagonistas dejando en gran medida de lado a los personajes secundarios, a pesar de su relevancia, lo que provoca ciertos vacíos e incoherencias.  Se nota también la forma en que ha madurado la historia y sus personajes desde Luces del norte (1995) hasta El catalejo lacado. Sin duda, La trilogía oscura arrastra ciertos defectos narrativos que se acentúan a la hora de finalizar la historia, pero logra que sus principales virtudes queden presentes en la lectura, planteando sobre todo una liberación y un mensaje vitalista evidente, aunque no por ello menos necesario.


2 comentarios :

  1. ¡Qué gran reseña! Muchas cosas no las recordaba, y en otras no sabía cómo explicar lo que no me convencía, y has sabido hacerlo a la perfección.
    Yo me quedé con un gusto agridulce también con esta trilogía, con buenos momentos y aciertos, y sin duda sí la recomiendo. Pero también con la sensación de que pudo ser mejor, y de que el ritmo, las tramas y sus resoluciones no siempre me cuadraban.
    Un saludo.

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    Respuestas
    1. Gracias por tu comentario, Letraherido :)
      Coincido contigo en que recomendaría la trilogía, el primer libro se presta bastante a un público más joven mientras que considero que el segundo destaca gracias a que es más conciso y a la inclusión de Will. No obstante, como comentas, para un lector más experimentado, puede dejar ese regusto agridulce por algunas cuestiones mal planteadas o, sobre todo, mal resueltas. Falla justamente en los tres aspectos que comentas y que he querido destacar en esta reseña.

      De nuevo, gracias por pasarte ;)
      ¡Un saludo!

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