Luces del norte (1995) transmitía la sensación de ir acumulando aventuras para la pequeña Lyra sin importar demasiado el rumbo a seguir. Había ciertos pasajes que nos hacían vislumbrar algo mayor, pero como si acaso todo lo vivido por la protagonista no sirviera de forma directa a ese fin determinado al que se dirigían los libros. En cierta forma, La daga (1997) confirma estas sospechas, porque, de pronto, nos encontramos desligados de ese mundo que ha creado Pullman que no se aleja tanto del nuestro y chocamos con la realidad del multiverso, de un mundo bisagra y de una Tierra que bien podría ser la nuestra.
Y aún con todos esos elementos, en esta más breve obra, se consigue dignificar todos los elementos que la componen sin avasallar, siendo una novela más centrada, más madura y más enfocada a un futuro inmediato. No obstante, sigue arrastrando el problema de las incógnitas que se amontonan: ¿qué nos quiere contar Pullman realmente y cuáles son sus dimensiones? ¿Por qué estas historias más o menos pequeñas pretenden estar conectadas con una guerra de dimensiones divinas?
La novela se inicia de forma trepidante con la presentación de un nuevo personaje, Will Parry. Este muchacho de doce años arrastra consigo la enfermedad de su madre, que vive aislada en su propia cabeza, la ausencia de un padre explorador y la persecución a la que es sometido por un grupo de personas misteriosas. En una de esas ocasiones, acaba con la vida de uno de estos hombres de forma accidental y, en su huida, encuentra una ventana hacia otro mundo, un lugar misterioso donde los niños se mantienen con vida mientras los adultos deben huir de los espantos, criaturas que les arrebatan la cordura... o el alma. Allí conocerá a Lyra, la portadora del aleitómetro. Ella confiará en él y llegarán al acuerdo de colaborar mutuamente, aunque sin sospechar que sus destinos ya están marcados y que son muchos quienes tratarán de impedir que logren sus metas.
Sin duda, uno de los puntos interesantes de esta novela es la incorporación de Will, que a pesar de ser un niño, otorga una trama más realista y seria que las aventuras fantásticas, pero algo infantiles de Lyra. En este nuevo personaje notamos una percepción del mundo más sombría, lo que conjuga bien como contrapunto con el idealismo tan puro y blanco de la protagonista de Luces del norte. En gran medida, la oscuridad de este segundo volumen supone una mejora con respecto a la primera historia, donde a veces escaseaba cierta madurez, perdida más por la sensación de encontrarnos ante un cuento. Aquí se han dejado atrás los largos viajes con gipcianos o los osos polares, se ha reducido en un tipo muy determinado de fantasía para potenciar elementos más enigmáticos, como la susodicha daga (objeto bastante interesante que hace buena dupla con el aleitómetro), las ventanas a otros mundos, los espantos, los ángeles o incluso la reaparición de las brujas, personajes de gran importancia que se deciden a buscar y proteger a Lyra.
Lamentablemente, de nuevo existe la sensación de que lo relevante está oculto o alejado de las aventuras que estamos leyendo. Lord Asriel vuelve a estar ausente en gran parte del relato, a pesar de que se suponía que Lyra lo perseguía. De nuevo, hay menciones a la profecía que influye a Lyra, sobre lo que casi al final de la novela se da un paso más, pero no es suficiente. La historia global avanza excesivamente despacio para la cantidad de pequeñas aventuras que sufren los personajes. Incluso en ocasiones son aventuras motivadas por acciones tontas de estos protagonistas: la forma en que se pierde el aleitómetro o no se hace uso de él pese a lo útil que resultaría, la misión que les encargan a cambio de poder recuperarlo o la permanencia de Lyra y Will en la ciudad de los niños a pesar de ser conscientes del peligro en que se encuentran. Ello sin contar lo incoherente que resulta la rapidez con la que la villana, la señora Coulter, consigue todo aquello que necesita o quiere para perseguirlos o viajar entre mundos, que contradice todo lo que sí tardan las brujas, por ejemplo, o Lee Scoresby. De este último debemos resaltar su trama, que a pesar de tener un inicio anodino, va ganando tanto en su desarrollo como en su devastador final, que se convierte en uno de los mejores y más álgidos momentos de la saga. Incluso en emotividad supera el desenlace de Roger en Luces del norte, más caótico y repentino.
En definitiva, La daga abrevia el camino tortuoso en que podría convertirse la saga si seguía encaminada el exceso de aventuras y viajes sin un fin determinado, otorgándonos además situaciones más dramáticas, un mejor entendimiento del multiverso y del telón de fondo de la historia, incluyendo un refinamiento de las críticas a la autoridad religiosa, en este caso, y varias escenas duras, pero más sentidas que las vistas en el final de Luces del norte. Sin embargo, sigue ofreciéndonos algunas aventuras originadas de forma pueril o algo tonta, algunos momentos de clímax que, en realidad, pueden resultar ridículos o cierta incoherencia en el desarrollo de los acontecimientos, especialmente entre los villanos. Se desaprovecha, por otra parte, el juego que podría haber dado el contraste entre mundos, dado que todos parecen adecuarse bastante rápido a la nueva situación. En cierta forma, La daga arrastra algunos problemas que, supongo, estarán presentes en toda la saga literaria, pero consigue sentirse más cautivadora, mejor escrita y más centrada.
Escrito por Luis J. del Castillo
Yo me leí esta saga hace tres años, y no podría explicarme mejor de lo que lo haces tú. De la trilogía, esta segunda novela fue mi favorita. Tenía mejor ritmo y es la que veo más redonda y compacta de las tres. Y la introducción del personaje de Will todo un acierto que aporta mucho.
ResponderEliminarSin embargo, aunque mi valoración global de la saga es positiva, con algunas cosas que me gustaron mucho, también sentía que fallaba en otras cosas, justo las que tú señalas. La sensación de que "lo relevante", como bien dices, queda demasiado al fondo yo también lo tuve. Supongo que el objetivo era crear misterio, para que quieras seguir leyendo a ver qué sucede y qué hay detrás, pero a veces sentía que estaba excesivamente alejado.
Estoy deseando leer tu reseña sobre el tercer el libro de la trilogía y saber tu opinión. Y no puedo esperar a comentarte algo (tranquilo, no es ningún spoiler):del tercer libro me decepcionó que algunos hilos, algunas historias, se cerraban de forma anticlimática. Es decir, a ver si consigo explicarme: notaba como que faltaba emotividad, que una vez resuelta una trama me quedaba... ¿y ya está? Lo que dices del final del primer libro, que el final es "caótico y repentino", creo que es justo lo que sentí yo en los hilos que se cierran en el tercer libro.
Pero bueno, como digo, no fue para mí una mala saga (sólo que pudo ser mejor). Y tengo pendiente leerme alguna cosa más del señor Pullman.
¡Saludos!
¡Gracias por tu extenso comentario, Letraherido! Y me alegro de que coincidamos en la opinión. Debo decirte que tardaré algo en hacer la reseña de la tercera parte, es más larga y creo que hasta verano no podré ponerme con ella, aún así llegará.
EliminarEn efecto, uno de los problemas que le veo a la saga es la precipitación con que se toman algunas decisiones argumentales. Por ejemplo, el final de ambos libros, porque aunque este segundo mejora, acaba de forma abrupta. Hasta parece ridículo el reencuentro de Will con cierto personaje en esa conclusión. Por ello he destacado a Lee, que está mejor trabajado en su última etapa de viaje.
En general, tiene aspectos muy positivos y hay partes muy bien escritas. El inicio de La daga, donde se presenta a Will, me gusta bastante, pero no le quita defectos de bulto que podrían haberse limado más.
Un placer leerte por aquí y espero que, cuando tenga oportunidad de publicarla, puedas pasarte por la tercera entrega ;)
¡Un saludo!
Mi comentario no es extenso ya que escribo re-corto jajaja
ResponderEliminarmuy interesante el juego de palabras que usas para hacer una reseña felicitaciones