En los últimos años, el cine realizado en España suele brillar en el terreno del suspense, dentro del género del thriller. Así pues, no nos debe extrañar que se haya convertido en el predilecto y más prolífico, aunque también nos cause cierta sensación de repetición tanto en esquemas argumentales como en los tipos de personajes presentes en la trama. Quizás por ello resulta llamativo el caso de Contratiempo (2016), donde nos alejamos de los policías, detectives o criminales de turno para encerrarnos en la defensa de un caso judicial con el acusado de asesinato, Adrián Doria (Mario Casas), y la mejor preparadora de testigos del país, Victoria Goodman (Ana Wagener).
En esta película, el director Oriol Paulo, que había debutado como tal con otro thriller, El cuerpo (2012), realiza ante todo un juego narrativo y de espejos en búsqueda de la verdad. Para empezar, logra crear una gran tensión entre Adrián y Victoria, llegando el momento en que se cuestionan mutuamente y mantienen un pulso para lograr deshacer toda una red de mentiras y medias verdades. El exitoso empresario que es Adrián Doria está acusado de asesinato por haber sido encontrado junto al cadáver de su amante, Laura Vidal (Bárbara Lennie), en una habitación de hotel cerrada desde dentro y sin posibilidades de salida.
Sin embargo, como descubriremos pronto, este caso que ha llegado a juicio es, en realidad, un mcguffin de la auténtica trama: el accidente de tráfico que provocaron en el que falleció el joven Daniel Garrido (Iñigo Gastesi) y que ocultaron al mundo, hasta que alguien les chantajeó y les volvió a reunir en el hotel donde mataron a Laura. El caso nos puede recordar a la también española Muerte de un ciclista (Juan Antonio Bardem, 1955), aunque su cariz sea distinto. No en vano, donde realmente reside el interés y la tensión de toda la trama es en descubrir la verdad detrás de las versiones que irá creando Adrián Doria y cuestionando Victoria, a la par que ambos tratan de descubrir al asesino de Laura desde las suposiciones y revisiones a la narración.
Las escenas entre ambos personajes conforman lo mejor de la película, mientras que el resto de la narrativa nos resulta un relato más frecuentado y también bastante engañoso, dado que la intención del director es acumular versiones hasta llegar a la auténtica, lo que al final nos lleva a percatarnos de las incongruencias y las grietas de toda esa historia. De la misma forma que el giro argumental final se puede prever con facilidad llegado cierto punto del metraje y que no deja de alejarse del fondo común en esta clase de obras: la corrupción del poder y, por ende, su capacidad para crear a seres salvajes escondidos tras máscaras humanas.
Sin embargo, como descubriremos pronto, este caso que ha llegado a juicio es, en realidad, un mcguffin de la auténtica trama: el accidente de tráfico que provocaron en el que falleció el joven Daniel Garrido (Iñigo Gastesi) y que ocultaron al mundo, hasta que alguien les chantajeó y les volvió a reunir en el hotel donde mataron a Laura. El caso nos puede recordar a la también española Muerte de un ciclista (Juan Antonio Bardem, 1955), aunque su cariz sea distinto. No en vano, donde realmente reside el interés y la tensión de toda la trama es en descubrir la verdad detrás de las versiones que irá creando Adrián Doria y cuestionando Victoria, a la par que ambos tratan de descubrir al asesino de Laura desde las suposiciones y revisiones a la narración.
Las escenas entre ambos personajes conforman lo mejor de la película, mientras que el resto de la narrativa nos resulta un relato más frecuentado y también bastante engañoso, dado que la intención del director es acumular versiones hasta llegar a la auténtica, lo que al final nos lleva a percatarnos de las incongruencias y las grietas de toda esa historia. De la misma forma que el giro argumental final se puede prever con facilidad llegado cierto punto del metraje y que no deja de alejarse del fondo común en esta clase de obras: la corrupción del poder y, por ende, su capacidad para crear a seres salvajes escondidos tras máscaras humanas.
Sin ninguna duda, Contratiempo cuenta con buena factura técnica, fotografía y montaje, mantiene bien la tensión en su primer tramo y el nivel de las actuaciones es notable, destacando Ana Waneger, y a pesar de las carencias de algunos de los actores, caso de Mario Casas, o de los perfiles y personalidades en los que están encasillados algunos de los mismos, como José Coronado. Y aunque debemos apreciar su intención de ser ambiciosa y de crear un juego narrativo estimulante, sobre todo para los que apreciamos al género negro, se notan los agujeros, las incoherencias y algunos trucos o elementos oportunos para tratar de avanzar la trama.
En definitiva, una buena opción para entretenerse con un thriller español de cierta calidad y sin una duración excesiva, pero que puede decepcionar según la exigencia y la perspicacia del espectador. No obstante, ojalá toda nuestra producción pecara de esta ambición narrativa.
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