En determinados ámbitos existen criaturas abisales de pesadilla. Pero no se alarmen, no nos referimos a ningún parlamento, sino a las profundidades de nuestros mares y océanos. Como saben, en esta sección me propongo abordar -nunca mejor dicho- aspectos muy particulares y misteriosos de nuestro entorno más visible o invisible, con el recuerdo y la ayuda de algún libro representativo. En esta ocasión, acudimos a la (re)botadura de dos de esos libros, firmados por un mismo autor.
Antonio Ribera (1920-2001) no fue solo el pionero de la ufología en España, también se interesó por ese otro mundo, más cercano, pero igual de sorprendente y extraño, que es el acuático. El autor de uno de los más logrados libros sobre OVNIS en lengua española, El gran enigma de los platillos volantes (Pomaire, 1966), fue uno de los fundadores, también en nuestro país, del Centro de Recuperación e Investigaciones Submarinas, o CRIS, así como fundador y presidente del Centro de Investigaciones y Actividades Submarinas de Cataluña, o CIAS (¡irónica sigla!).
Los libros en cuestión son los ensayos divulgativos El mar, ese mundo fabuloso, subtitulado Leyenda, aventura, historia y progreso (Hermanos Gassó, 1959; edición especial para Círculo de Lectores, 1968), y el más específico, aunque igual de delicioso, Los monstruos marinos (Telstar, 1967). Con ellos, se propuso Antonio Ribera hacernos partícipes de un mundo dentro de un mundo; un universo con sus propias leyes, sus habitantes y sus dramas (Los monstruos marinos, Introducción).
Jean Jacques Cousteau y Antonio Ribera |
Comenzando por El mar, ese mundo fabuloso, Antonio Ribera dispone, como es su costumbre (y a diferencia de otros), un bien redactado y argumentado recorrido por la conquista humana del mar, desde los fenicios, pueblo bien curtido en las labores marinas, hasta los grandes navegantes de los siglos XVIII y XIX; pasando por la fauna abisal y las técnicas oceanográficas más novedosas, la historia de los barcos y la navegación, donde se engloba el mar como fuente de energía y riqueza, los primeros artilugios submarinos en la exploración subacuática, algunas oportunas pinceladas sobre derecho marítimo, la arqueología submarina en España y los congresos a nivel mundial, y finalmente, los deportes marinos (algunos de ellos practicados por el propio autor).
Nessie |
Prosigue el volumen con la mención a toda clase de animales y plantas, y a esa tercera división de la vida marina que es el plancton, tan colorista, que proporciona al Mar Rojo su nombre. Sin olvidar las diatomeas, tan necesarias para la supervivencia del ser humano en el planeta. Ni el estudio de la historia terrestre sería el mismo sin la extracción de sedimentos, por medio de grandes trépanos, ni las comunicaciones habrían avanzado, incluso cuando la rotura de un cable telefónico submarino nos ha deparado curiosidades geológicas apenas imaginadas, al proceder con su recuperación (Leyendas y mitos marinos).
Una singladura que parte de las propiedades físicas del agua (La Tierra, planeta marino) y de la sugestiva Vinlandia cantada en las sagas escandinavas, siempre “tierra de oportunidades” (El hombre a la conquista del mar), y que arriba a cómo se formaron los mares primitivos, cuando la Tierra se hallaba sometida a las inmutables leyes de la gravitación universal y de la atracción solar, que provocaba gigantescas mareas en la masa de materiales semifundidos (Ibid.). Incluso el Renacimiento humanista coincide con la época de las grandes navegaciones europeas de los siglos XV y XVI (El dominio del mar).
Sarcófago de Hipólito, Museo Arqueológico Nacional de Tarragona, España |
El presente Los monstruos marinos se complementa con el anterior por medio de datos muy queridos para los bibliófilos y filólogos (como es mi caso), tales, como que es en España donde hallamos el mayor repositorio de noticias sobre nereidas y otros seres fantásticos, en nada menos que el famoso Teatro Crítico Universal (1771), del padre Feijoo (1676-1764; Introducción). Apreciaciones que abarcan al propio Diccionario de Autoridades (1726-1739; V). No en vano, entre la bibliografía manejada por Antonio Ribera, figuran autores como el filólogo suizo Georg Finsler (1852-1916) o el estupendo antropólogo y lingüista español Julio Caro Baroja (1914-1995). De este modo, el autor hace un refrescante recorrido por los engendros marinos de la antigüedad (I), reales o inventados, pero siempre sujetos a las redes de la imaginación, con inclusión de algunas ilustraciones de la época; además de por la Edad Media y el Renacimiento (II), los cronistas de Indias (III), como el propio Cristóbal Colón (1436-1506), o los estupendos José Gumilla (1687-1750), Pedro Mártir (sic) de Anglería (1447-1526) o José de Acosta (1539-1600); y finalmente, por el hallazgo de monstruos modernos como el celacanto (VII) o el muy literario Kraken (IV).
Grabado del Kraken |
Escrito por Javier C. Aguilera
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