
La primera novela en la que este peculiar personaje apareció fue Muerte en la vicaría (1930), donde ocupa un lugar secundario, pero muy relevante para la investigación del caso. La historia, narrada a través de las palabras y el punto de vista del vicario de Saint Mary Mead, pone de relieve la tranquila vida de un pequeño pueblo inglés donde nunca pasa nada y todo el mundo conoce los entresijos vitales de cada uno de sus vecinos, hasta que un asesinato los hace sospechosos. El coronel Lucius Protheroe es la víctima, una víctima tan deseada que hasta el protagonista y narrador llega a mencionar que su muerte sería un favor al mundo. El arrepentimiento de estas palabras llegará pronto, cuando su cadáver sea encontrado en su despacho.
Así arranca este intrigante relato de suspense que, como es habitual en el género, comienza a desgranar otra serie de tramas escondidas a los ojos de los protagonistas, pero que tienen relación con la vida de quienes le rodeaban. Lo que ha variado respecto a lo genérico es el ámbito: un pequeño y tranquilo pueblo frente a las parejas más exóticos o las grandes ciudades. Y también que quien resulte ser más avispado no sea ningún experto investigador o algún miembro de los cuerpos del orden, que vuelven a resultar algo inútiles o excesivos en su comportamiento, sino una vieja solterona que desde su casa observa al mundo y sospecha, siempre sospecha.
Resulta curioso acercarse a la lectura de Muerte en la vicaría desde nuestros ojos actuales, sabiendo que el personaje de Miss Marple podría ser considerado como un célebre arquetipo ideado por Agatha Christie, pero que en esta obra está bastante apartada de la acción primordial, aunque sus puntos de vista y consejos serán los que guíen el rumbo de la investigación principal. Por ello, el interés de la trama se desvía en ocasiones a los puntos de vista del vicario, a su relación matrimonial o a la opinión que el propio personaje va desarrollando en torno a los hechos. En el fondo, llegamos a conocer bien al personaje, incluso sus dudas secretas, algo bien logrado por Christie al alejarse de la tercera persona o del narrador testigo más impersonal.

Como en otras ocasiones, la autora sorprenderá por el giro de los acontecimientos atando todos los cabos y mostrando que siempre es difícil tanto adivinar la resolución del caso como comprender las distintas condiciones del ser humano. A pesar de su apariencia ociosa, las novelas negras, y las de Agatha Christie en concreto, son una excelente oportunidad para ver los límites del ser humano, para cuestionarse sobre nuestras ambiciones, sobre nuestros secretos o sobre el rumbo de las relaciones humanas. El retrato que realiza la mirada de Miss Marple no es amable, pero ante el crimen no existe amabilidad: la sombra de la sospecha pende siempre sobre todos, porque en todos hay cabida para un lado oscuro.
Escrito por Luis J. del Castillo
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