Clásicos Inolvidables (CXXXV): Martín Fierro, de José Hernández

13 julio, 2017

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Dentro de las descripciones que se ha hecho de la literatura, la visión mayoritaria actual parece haberse decantado por su vertiente de evasión y ocio, al menos si atendemos a las ventas. No obstante, hubo un tiempo en que la literatura servía para crear realidad o para representar una realidad concreta, como la identidad de una nación y sus características. A ello remite, por ejemplo, la épica medieval, pero también gran parte de la corriente romántica, aquella que se refería y buscaba el espíritu del pueblo, que sirvió para la unificación de Alemania o Italia. Y dentro de esta misma corriente podemos situar ciertas obras literarias hispanoamericanas que trataban de otorgar una identidad a los países recién independizados del imperio español en el primer tercio del siglo XIX. Entre esas obras, encontramos el célebre poema narrativo y épico Martín Fierro (1879), máximo ejemplo de la literatura gauchesca que fue escrita por José Hernández (1834-1886).

El autor fue un hombre polifacético, llegando a ocupar puestos militares y políticos, además de dedicarse tanto a la literatura como al periodismo. Durante su infancia y juventud llegó a tener contacto con los gauchos, con quienes llegó a compartir vida. De este contacto temprano en su vida deriva su defensa de un estilo de vida rural y también el conocimiento que le sirvió para la escritura de su obra más conocida.

Vivió una época convulsa en Argentina, siendo la época en que se estaba constituyendo lo que sería el futuro político del país. Precisamente, la publicación de la primera parte del Martín Fierro se producirá tras regresar de su exilio en Brasil, cuando seguía defendiendo sus ideales durante la presidencia de Presidencia. En un nuevo caso en que la obra supera a su creador, llegando a ser llamado por el nombre de su personaje. A Martín Fierro le deberá el cariño de la gente, un puesto de senador hasta su fallecimiento y la fama inmortal de la letras.

En la actualidad, el poema cuenta con dos partes bien diferenciadas, reconocidas como la Ida y la Vuelta. Curiosamente, la Vuelta alteró el sentido general de la obra y no estuvo previsto en los planes iniciales del autor. No obstante, además de ganar fama inmediata, consiguió erigirse como una epopeya nacional, fuera idea o no de su autor. La visión propuesta en la primera parte del poema no es admirativa hacia el país en el sentido político, sino que más bien proyecta un tratamiento romántico, de corte europeo, hacia un contenido único y autóctono de Argentino: la figura del gaucho.

José Hernández
De esa forma, tomó la figura del rebelde, la aparición de la naturaleza de forma viva y relacionada con los acontecimientos o incluso la presencia de la música como expresión del espíritu del pueblo o de la individualidad del rebelde, todas ellas temáticas habituales en el Romanticismo del Viejo Continente, pero encarnando la realidad argentina a través del gaucho, la Pampa argentina o el canto gauchesco. A fin de cuentas, hay pocas diferencias en el mensaje que transmite el gaucho sobre sí mismo y su deseo de libertad (Mi gloria es vivir tan libre, / como pájaro en el cielo; / no hago nido en este suelo, / ande hay tanto que sufrir, / y naides me ha de seguir, / cuando yo remonto el vuelo) con lo que nos plantea la Canción del pirata de Espronceda (Que es mi barco mi tesoro, / que es mi dios la libertad, / mi ley, la fuerza y el viento, / mi única patria, la mar. // Allá muevan feroz guerra / ciegos reyes / por un palmo más de tierra; / que yo aquí tengo por mío / cuanto abarca el mar bravío, / a quien nadie impuso leyes).

Justo es en ese canto donde se nos revela a los lectores lo más íntimo del protagonista, dado que a través de ese canto Martín Fierro nos confiesa su forma de ser y nos hace cómplices de sus confidencias y vivencias, mostrándonos tanto la dureza de su vida como su relación con el entorno argentino. Tampoco falta en estos cantos la crítica política, sobre todo por la situación de desamparo en la que vivían los gauchos o incluso en la persecución que sufren, visión apoyada por otro personaje convertido en prófugo, el sargento Cruz.


No en vano, la voz que nos narra la historia nos va mostrando las continuas pérdidas que sufren los personajes, como su familia, su casa, su territorio y hasta su propia patria, llegando incluso al exilio hacia la barbarie al final de la primera parte. Y a pesar de la rebeldía del gaucho, redunda en el aspecto negativo de la vida, herencia de la visión romántica. Si la narración tiene un tono áspero, con voces que entremezclan un léxico propio con una fonética realista y fidedigna de los gauchos así como momentos airados, como cuando el protagonista narrador rompe la guitarra de forma violenta ante la impotencia, el fondo de la primera parte es melancólico (Pero ha querido el destino / que todo aquello acabara).

Por contra, la Vuelta nos narra su regreso a la civilización junto a la Cautiva y deja espacio a los hijos de Martín. Allá donde antes había crítica y negatividad, se deja espacio a un tono más moderado y también esperanzador, quizás menos interesante, pero más relacionado a la situación personal de José Hernández en la época en la que publicó la segunda parte y también a la situación del país. No obstante, la narración sigue envuelta en la épica romántica, sin olvidar los momentos de tensión o de lucha salvaje ni tampoco el valor de la individualidad de Martín Fierro. Así, el personaje recapacita, se vuelve contra su rebeldía y decide dar una nueva oportunidad a una tierra que le necesita. Como le sucedía al don Quijote consciente de haberse convertido en personaje de un libro durante la segunda parte, aquí Martín Fierro parece ser consciente de haberse convertido en símbolo nacional. Sin duda, una segunda parte más amable y, aún con ecos románticos, casi más cercano a un texto ilustrado e incluso didáctico.

Podríamos compararlo con la aventura de Bastian en La historia interminable (Michael Ende, 1979), donde la primera parte está dedicada a la destrucción de Fantasía, pero también a la necesidad de que el protagonista la salve, mientras que la segunda está dedicada a la reconstrucción de Fantasía y a la destrucción del protagonista, en un equilibrio narrativo semejante al viaje hacia la barbarie que realiza el gaucho en la primera parte ante la imposibilidad de encontrar su lugar en la civilización y el regreso a la civilización de la segunda, al comprobar que la barbarie es inhabitable y que aún puede reconstruir su patria y el mundo civilizado.

Sin duda, un poema que se relaciona bastante bien con la tradición romántica, pero algo desconocido en España, a pesar de su importancia en Argentina. Aunque en ocasiones su léxico pueda presentar alguna dificultad al lector medio, contiene algunos pasajes desoladores y muy sentidos, especialmente en la primera parte, sin faltar cierta sensación de aventura y la descripción más romántica de la Pampa argentina.

Escrito por Luis J. del Castillo



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