Adentrarse en Historia abreviada de la literatura portátil (1985) sin saber a qué nos atenemos puede llevarnos a un estado de incomprensión e incertidumbre considerable.
Una mirada superficial lo catalogaría como un ensayo por la forma, una lectura sin las claves adecuadas podría incluso considerarla una especie de trabajo conspiranoide, falto de hilo argumental clásico. Y no se estaría alejando de la realidad, salvo porque Historia abreviada de la literatura portátil es una novela falsa y una farsa, al menos parcialmente, a la vez.
Vila-Matas seguramente sea uno de los máximos representantes de la metaliteratura experimental en español, siendo esta novela la primera, pero alcanzó su culmen a inicios del siglo XXI con Bartleby y compañía (2001), El marl de Montano (2002) y Doctor Pasavento (2005), que componen su trilogía sobre las patologías literarias, íntimamente relacionadas con el silencio de los autores o la imposibilidad de escribir. No obstante, otras obras posteriores también han mantenido un argumento metaliterario, como Dublinesca (2010).
Una mirada superficial lo catalogaría como un ensayo por la forma, una lectura sin las claves adecuadas podría incluso considerarla una especie de trabajo conspiranoide, falto de hilo argumental clásico. Y no se estaría alejando de la realidad, salvo porque Historia abreviada de la literatura portátil es una novela falsa y una farsa, al menos parcialmente, a la vez.
Vila-Matas seguramente sea uno de los máximos representantes de la metaliteratura experimental en español, siendo esta novela la primera, pero alcanzó su culmen a inicios del siglo XXI con Bartleby y compañía (2001), El marl de Montano (2002) y Doctor Pasavento (2005), que componen su trilogía sobre las patologías literarias, íntimamente relacionadas con el silencio de los autores o la imposibilidad de escribir. No obstante, otras obras posteriores también han mantenido un argumento metaliterario, como Dublinesca (2010).
Historia abreviada de la literatura portátil es la obra fundacional del personal estilo de Enrique Vila-Matas (1948-), situada ya en los años ochenta, cuando los movimientos más experimentales entraban en declive tras la actividad tan plena que tuvieron en los años sesenta, tanto en España, donde destacamos Tiempo de silencio (Luis Martín-Santos, 1962), como en toda Hispanoamérica, con el conocido como boom de la literatura hispanoamericana, más relacionada con el realismo mágico, como en el caso de Cien años de soledad (Gabriel García Márquez, 1967) que con la experimentación formal, aunque también hubo casos importantes, como Rayuela (Julio Cortázar, 1963). Esta novela, si podemos considerarla como tal, se adentra en la tendencia metaliteraria: convertir la propia materia literaria, con autores y obras, en el argumento de la historia. La propuesta de Vila-Matas es la unión entre ensayo y ficción, pretendiendo la creación de una poética falsa partiendo de las características comunes de diversos autores.
Enrique Vila-Matas, fotografía de Antonio Moreno |
El tema central es la propia creación artística o, mejor dicho, una forma de entender la creación artística. Así, Vila-Matas emplea una voz típica del ensayo para referirse a la poética de los Shandys, desplegando su historia y características en los diferentes capítulos, incluyendo referencias y citas (tanto auténticas como falsas), notas a pie de página y hasta una bibliografía final. Es decir, Vila-Matas convierte en ficción a la propia literatura y a la concepción del arte, proponiendo una reflexión sobre la misma. La idea que subyace en esta novela es que las peripecias y configuración de artistas se pueden convertir en literatura y que, por tanto, la vida también puede ser literatura.
Conoceremos a quienes hicieron posible la novela de la sociedad secreta más alegre, voluble y chiflada que jamás existió: escritores turcos de tanto tabaco y café que consumían, gratuitos y delirantes héroes de esa batalla perdida que es la vida, amantes de la escritura cuando ésta se convierte en la experiencia más divertida y también la más radical. (pág. 15)
El grupo de los Shandys parte de la idea de que la vida es literatura y de una forma tan radical que se convierten a sí mismo en unos seres literarios configurando una serie de normas a seguir. Esta pseudoinvestigación que desarrolla Vila-Matas le sirve para defender un modelo de literatura que se aleje de lo académico, cercano a lo vanguardista y a comprender la vida como literatura, hasta tal punto que durante la propia novela se describirá la intención de Tzara de escribir una obra que es exactamente como la que estamos leyendo nosotros. Debemos recalcar que esta intención se refleja no solo en el contenido, sino también en la forma de abordarlo, a través del ensayo metaliterario, como señalábamos antes. Con este procedimiento, se distancia de la novela realista, de la narrativa habitual, para defender una forma de entender la literatura y el arte distinta, yendo más allá de la experimentación lingüística, ortográfica o gramatical, o estilística de otras obras experimentales.
Siguiendo con las ideas del libro, la propuesta principal de los Shandys y, por tanto, del autor, es que la literatura es vida y que, por tanto, la vida es literatura, ideas semejantes, pero de distinto calado. Se sigue el concepto que se recoge como cita de Paul Valéry en Monsieur Teste al inicio de la obra: El infinito, querido, es bien poca cosa; es una cuestión de escritura. El universo solo existe sobre el papel. Dentro de esta perspectiva, todo se pasa por el prisma de lo escrito y del arte, incorporando a su vida no recuerdos, sino toda una colección de obras escritas y citas literarias. Incluso a los Shandys se les prohíbe suicidarse, salvo que este suicidio sea literario, es decir, se desarrolle en el espacio de lo escrito, dado que eso supone realmente el fin de la vida. Un final que puede ser a través de multitud de formas, por ejemplo; la muerte del personaje literario, la traición al lenguaje o el silencio radical al dejar de escribir, como le sucedió a Juan Rulfo (1917-1986) y a otros casos sobre los que versa Bartleby y compañía. Este hecho se refleja en el suicidio premeditado de Rigaut (1898-1929), que es rechazado por los Shandys, que tratarán de impedir que otros sigan este ejemplo mandando cartas a los periódicos, jugando así Vila-Matas con la tradición del Werther (1774) de Goethe (1749-1832).
Cabe decir que el desconcierto personal de Anthony Typhon eran tan grande que llegó a eliminar las haches de su nombre y apellidos, al tiempo que proponía condecorar a George Antheil, lo que valió su inmediata expulsión del grupo, ya que si algo horrorizaba a todos los shandys sin excepción era cualquier tipo de insignia, medalla o distinción. (pag. 39)
Otra de las características más importantes de los Shandys es el odradek, término que procede del cuento Las preocupaciones de un padre de familia, de Franz Kafka (1883-1924), y que designa a una especie de doble de cada personaje, que se manifiesta de forma diferente según la persona. Este odradek constriñe a los escritores y muestra su desdoblamiento entre el Shandy cuya vida es el arte y la presión social o la atadura al mundo material. Cuanto más alejado del realismo y más marcados por la vanguardia, más se marca la existencia del odradek. Por ejemplo, de los autores en lengua española señala entre los Shandys a César Vallejo (1892-1938), Vicente Huidobro (1893-1948), Federico García Lorca, Salvador Dalí (1904-1989, además de su faceta como pintor, también escribió algunos libros y, ante todo, se hizo un personaje a sí mismo) y Ramón Gómez de la Serna (1888-1963), pero tan solo señala la existencia de los odradeks de los dos últimos, autores muy distanciados del realismo.
Además de que fueran autores que dedicaran su vida a la literatura o que hicieran de la literatura, su vida, debían ser máquinas festivas (se rechaza así la idea de escritor enclaustrado) y solteras (que funcionaran como tales, aunque no lo fueran) y su obra debía ser portátil, fácil de transportar. No debía ser pesada, adjetivo que también se puede entender con el sentido de gravedad, remarcando de nuevo su rechazo a lo académico. El gran símbolo de esta última idea es la maleta de Marcel Duchamp (1887-1968), que condensa en un maletín un museo. De nuevo, la novela que estamos leyendo cumple con este requisito de ligereza física, aunque su estilo, imitando a los manuales y ensayos, sea denso. Por último, cabe mencionar el hecho de que se acuse a poetas profesores, en este caso a Dámaso Alonso (1898-1990) y a Gerardo Diego (1896-1987), de ser los traidores de los Shandys y acabar con su conjura, siendo precisamente representantes de ese academicismo con el que se trata de romper en toda la obra.
Maletín de Duchamp |
El notable esfuerzo de la ironía seria, crítica y ácida que se esconde tras esta propuesta puede resultar prácticamente imperceptible al ser una obra poco accesible para cualquier lector, que se desmarcó en su momento del retorno a la narratividad que se estaba produciendo en la literatura española. No se trata de una lectura agradable y requiere, o exige, una preparación cultural previa y un enfoque concreto a la hora de adentrarse a la lectura.
También se deben aceptar unas normas que en cualquier momento pueden dislocar una trama difícil y compleja cuyo fin u objetivo podría ser el propio hecho de desmontar el sistema literario y ensayístico que encorseta y caracteriza a los autores con unos parámetros no muy alejados de lo mostrado en este libro. Ahora bien, es nuestra decisión adoptar una postura de rechazo ante tal conjura o decidir aceptar el juego y unirnos, por tanto, a los shandys. Es decir, vivir este verosímil engaño y disfrutarlo.
A pesar de su brevedad, es una novela densa por la cantidad de referencias que emplea, por el juego de verdades y mentiras que emplea, aunque también se trata de una obra prematura en la producción de su autor. No obstante, puede suponer un descubrimiento interesante para quienes desconozcan que existe esta rama literaria en un tono tan experimental. Será perfecta para aquellos que disfruten de una lectura compleja, aunque la insatisfacción o el rechazo pueden ser una de las opciones más habituales ante una obra de estas características.
También se deben aceptar unas normas que en cualquier momento pueden dislocar una trama difícil y compleja cuyo fin u objetivo podría ser el propio hecho de desmontar el sistema literario y ensayístico que encorseta y caracteriza a los autores con unos parámetros no muy alejados de lo mostrado en este libro. Ahora bien, es nuestra decisión adoptar una postura de rechazo ante tal conjura o decidir aceptar el juego y unirnos, por tanto, a los shandys. Es decir, vivir este verosímil engaño y disfrutarlo.
A pesar de su brevedad, es una novela densa por la cantidad de referencias que emplea, por el juego de verdades y mentiras que emplea, aunque también se trata de una obra prematura en la producción de su autor. No obstante, puede suponer un descubrimiento interesante para quienes desconozcan que existe esta rama literaria en un tono tan experimental. Será perfecta para aquellos que disfruten de una lectura compleja, aunque la insatisfacción o el rechazo pueden ser una de las opciones más habituales ante una obra de estas características.
Escrito por Luis J. del Castillo
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