El equilibrio narrativo logrado por La guerra de las galaxias en su primera trilogía, con un inicio en ascenso triunfal, una segunda parte de derrota de los personajes y una tercera parte de nuevo hacia la victoria, se deshace o, mejor dicho, se altera en la siguiente trilogía, dado que la finalidad de la misma es mostrarnos una caída en desgracia, la de Anakin Skywalker, alias Darth Vader. Ya anticipamos que La amenaza fantasma (1999) funcionaba como prólogo y casi como capítulo aparte del díptico que suponen El ataque de los clones (2002) y La venganza de los Sith (2005). Esto se debe a que los dos temas centrales que comienzan en este denominado Episodio II se completan en el Episodio III y suponen el antecedente y el origen de lo que ocurrirá en el futuro narrativo de la trilogía original.
La trama que George Lucas despliega para La guerra de las galaxias. Episodio II: El ataque de los clones parte de un clima político azorado, que ya se vislumbraba en el Episodio I, donde la discrepancias galácticas han aumentado en los últimos diez años entre un grupo de secesionistas y la República.
Este planteamiento abstracto se concreta en la amenaza mortal que persigue al personaje de Padmé Amidala (Natalie Portman), antigua regidora de Naboo que ocupa ahora el puesto de senadora en el planeta Coruscant. Ante esta situación, el Canciller Supremo Palpatine (Ian McDiarmid) solicitará a la Orden Jedi su colaboración, ejerciendo así Obi-Wan Kenobi (Ewan McGregor) y su padawan Anakin Skywalker (Hayden Christensen) como sus protectores.
A partir de este trabajo, se desarrollarán paralelamente dos historias que finalmente concluirán en un lugar común. Por una parte, Kenobi, con el beneplácito del Consejo Jedi representado principalmente por Yoda (voz original de Frank Oz y primera vez que se realizó completamente de forma digital) y Mace Windu (Samuel L. Jackson), comienza una investigación en busca del cazarrecompensas que ha tratado de asesinar a Padmé, el escurridizo Jango Fett (Temuera Morrison). Por otra parte, Anakin ejercerá como guardaespaldas de la senadora sin ser capaz de reprimir sus sentimientos hacia ella ni su contrariedad por las pesadillas en torno a su madre, Shmi (Pernilla August).
Como podemos observar y ya hemos comentado, estamos ante dos temas centrales que se entrecruzan en el destino de la galaxia, como descubrimos en la trilogía original: el inicio de la guerra entre la República y los secesionistas y el amor prohibido entre Anakin y Padmé, este último crucial para la evolución del protagonista. Ahora bien, aunque las ideas que sustentan las películas sean interesantes, no así su planteamiento y plasmación en pantalla. De forma general, resulta evidente que la trama político-bélica funciona mejor que la romántica, y no solo en esta película, también en la siguiente de la saga.
La trama que George Lucas despliega para La guerra de las galaxias. Episodio II: El ataque de los clones parte de un clima político azorado, que ya se vislumbraba en el Episodio I, donde la discrepancias galácticas han aumentado en los últimos diez años entre un grupo de secesionistas y la República.
Este planteamiento abstracto se concreta en la amenaza mortal que persigue al personaje de Padmé Amidala (Natalie Portman), antigua regidora de Naboo que ocupa ahora el puesto de senadora en el planeta Coruscant. Ante esta situación, el Canciller Supremo Palpatine (Ian McDiarmid) solicitará a la Orden Jedi su colaboración, ejerciendo así Obi-Wan Kenobi (Ewan McGregor) y su padawan Anakin Skywalker (Hayden Christensen) como sus protectores.
A partir de este trabajo, se desarrollarán paralelamente dos historias que finalmente concluirán en un lugar común. Por una parte, Kenobi, con el beneplácito del Consejo Jedi representado principalmente por Yoda (voz original de Frank Oz y primera vez que se realizó completamente de forma digital) y Mace Windu (Samuel L. Jackson), comienza una investigación en busca del cazarrecompensas que ha tratado de asesinar a Padmé, el escurridizo Jango Fett (Temuera Morrison). Por otra parte, Anakin ejercerá como guardaespaldas de la senadora sin ser capaz de reprimir sus sentimientos hacia ella ni su contrariedad por las pesadillas en torno a su madre, Shmi (Pernilla August).
Como podemos observar y ya hemos comentado, estamos ante dos temas centrales que se entrecruzan en el destino de la galaxia, como descubrimos en la trilogía original: el inicio de la guerra entre la República y los secesionistas y el amor prohibido entre Anakin y Padmé, este último crucial para la evolución del protagonista. Ahora bien, aunque las ideas que sustentan las películas sean interesantes, no así su planteamiento y plasmación en pantalla. De forma general, resulta evidente que la trama político-bélica funciona mejor que la romántica, y no solo en esta película, también en la siguiente de la saga.
En la relación entre Anakin y Padmé hay un exceso de melodramatismo unido a factores tan contraproducentes como la falta de química entre ambos actores, la poca credibilidad de la actuación de Hayden Christensen, actor poco carismático y de exigua expresividad, y una evolución nada satisfactoria del personaje. No creemos que el problema sea exclusivamente el trabajo de Christensen, sino que es una conjunción de distintos elementos que no permiten suplir los defectos o carencias del actor, sino que los subrayan. La guerra de las galaxias no ha sido realmente una saga eficaz en la construcción de relaciones románticas. Si acudimos al amor entre Han Solo y Leia podemos ver que funciona mejor al introducir elipsis y sobreentendidos, sin diálogos excesivos, pero tampoco se trata de una relación trabajada, por lo que no estamos ante una buena construcción amorosa. Por su parte, la relación entre Anakin y Padmé peca justo de lo contrario, de lo excesivo y de unos cimientos mal apoyados.
La forma en que Anakin se expresa en relación a Padmé no simula la de un enamorado, sino prácticamente la de una persona obsesionada, casi rozando el papel de acosador. No solo se nota en los diálogos, también en la expresividad de Hayden. Este comienzo, con el rechazo abierto que muestra Padmé, no se corresponde con el posterior desarrollo ni con el final del Episodio II. Si el inicio es prácticamente de rechazo, la forma en que se expone el enamoramiento entre ambos peca de cursilería, de excesivos clichés y, por supuesto, de incoherente con lo anteriormente expuesto. El hecho de que en la obra anterior no se cimentara una relación algo más madura, con el problema de plantear a Anakin como niño, provoca que no se comprenda la conexión entre ambos desde el inicio. Incluso la forma en que Portman encarna en origen al personaje parece más maternal que romántica.
No obstante, esta problemática no es exclusiva de la relación romántica. La evolución de Anakin también es poco creíble. Si en Una nueva esperanza (1977), el anciano Ben Kenobi le recordaba como un valiente y honorable guerrero, aquí nos encontramos con un joven rebelde, con actitud de adolescente díscolo, arrogante y egocéntrico.
Resulta comprensible que no se vea en él a un gran guerrero todavía, considerando que aún es un padawan, pero en su actitud no observamos valores de jedi, como el honor o la mesura. De la misma forma que un aspecto muy criticado de El resplandor (Stanley Kubrick, 1980) fue que se percibía a Jack Nicholson como una persona desquiciada incluso antes de que la locura del hotel se apodere de él, aquí se percibe excesivamente clara la futura caída de Anakin en el lado oscuro, tanto por su carácter como por su actitud.
Incluso un momento crucial, como se corresponde con la escaramuza en el campamento de los Tusken para buscar a su madre, marcado anteriormente por sueños premonitorios, no se siente tan crucial en un cambio brusco en la forma de ser del personaje, a pesar de que en su historia lo podamos considerar como un hecho decisivo para comprender cómo cae fácilmente en sus emociones. Por cierto, este capítulo en Tatooine sirve de preámbulo para el ataque al Templo Jedi en el Episodio III.
De forma paralela a esta trama, somos testigos de la misión de Obi-Wan Kenobi, realmente interesante para comprender cuestiones relativas a la evolución política de este universo (por cierto, muy a la par de la historia de la República y el Imperio Romano, incluso en los términos). Todo comienza con una escena de persecución en Coruscant, con una apariencia similar a Blade Runner (Ridley Scott, 1982), aunque con exceso de efectos digitales, que ya en su momento se percibían fácilmente como falsos sin restarle espectacularidad.
La investigación posterior de Kenobi nos permite vislumbrar planetas nuevos como Kamino y Geonosis, donde descubriremos la creación de los clones, futuro ejército republicano e imperial, además de percibirse un plan oculto sith, pendiendo la sombra de la duda sobre las intenciones del Canciller Supremo, como se vislumbra en la conversación entre Windu y Yoda. En esta trama quizás se pretendió hilar fino al unir al personaje de Boba Fett (aquí niño interpretado por Daniel Logan; la fama del personaje, personalmente, no la comprendo) de las primeras películas con la creación de los clones a partir de Jango Fett. Durante este entramado también se satisface el plano espacial, dado que esta película es la que menos ocupa en batallas entre naves; es el caso de la persecución de Kenobi y Fett, guiño incluido a El imperio contraataca (1980) con la nave de Obi-Wan escondida en un meteorito como el Halcón Milenario.
Por otra parte, se sigue percibiendo la manipulación de Palpatine, en esta ocasión con la votación a favor del ejército republicano empleando a Jar Jar Binks (Ahmed Best) como apoyo, a la vez que usa a otro aprendiz, un jedi caído interpretado por un solvente Christopher Lee, el conde Dooku (con él aparecerá la primera imagen de los planos de la Estrella de la Muerte). La inclusión de un nuevo sith trata de suplir la perdida de Darth Maul con un nuevo villano, pero si analizamos esta nueva trilogía de forma completa, podemos observar claramente que la inclusión de nuevos enemigos debió ser meditada para crear una mayor sensación de unión. A destacar la escena donde Dooku trata de convencer a Kenobi de unirse a sus planes, incluso contándole parte de la verdad de lo que sucede en la República (de forma similar a Darth Vader en El imperio contraataca con Luke, nueva similitud entre ambos episodios).
El último tramo de la película nos deja algunos elementos positivos como tantos otros negativos. La escena en la fábrica de Geonosis protagonizada por Padmé y Anakin junto a los droides C-3PO y R2D2 resulta ridícula, infantil y excesivamente digital. De la misma forma, la escena en la arena (escenario típico del péplum romano), esta vez reflejo del rescate de Han Solo en El retorno del Jedi (1983), incluyendo la ropa de Padmé con respecto a la de Leia, está falta de emoción por la ausencia, inexplicable, de música, además de no percibirse el peligro en la expresión de los actores. La posterior batalla es algo confusa, aunque despliega espectacularidad y sirve de preludio a la batalla final con el conde Dooku. La llegada de las tropas de clones con Yoda a la cabeza, que nos recuerda también a la llegada de Gandalf al Abismo de Helm en El señor de los anillos: Las dos torres (Peter Jackson, 2002), no por la forma, sino por la esencia.
El duelo final está falto de la maduración del que vimos en el Episodio I, aunque sea ciertamente espectacular, y de la tensión que percibíamos en los duelos entre Luke y Darth Vader de la trilogía original. Hay un duelo de fuerza entre Yoda y Dooku donde se crece el Maestro Jedi al mostrarnos que detrás de su aspecto hay un experto en la lucha, aunque hubo muchos que consideraron demasiado saltarín al venerable jedi.
Como curiosidad, resulta inverosímil la falta de expresividad de Anakin cuando Dooku le derrota de forma tan sanguinaria. El combate, de nuevo, se relaciona con El imperio contraataca, donde se produce la derrota, también física, del protagonista, aunque el final conjunto de El ataque de los clones sea positivo para el bando jedi a pesar de haber caído en la trampa sith. Homenaje y guiño evidente que concluye en un plano final muy similar al plano con el que finaliza El imperio contraataca.
El ataque de los clones cuenta con una factura técnica impresionante, incluyendo bellas localizaciones, diseños de mundos muy logrados aunque los nuevos sean parcos en detalle (Kamino, Geonosis), efectos especiales a la altura y una banda sonora del maestro Williams que se refugia en la nostalgia de los temas clásicos, incluyendo ecos de La marcha imperial. Sin embargo, está falta de tensión general, se entretiene más en contar que en mostrar como realmente hacía la trilogía original, de ahí una relación de diálogos planos y excesivamente explicativos. A destacar la participación de Christopher Lee dando entidad a Dooku y la mejora de McGregor, quien ya no contaba con la sombra de Liam Neeson; también Samuel L. Jackson aumenta su rol en esta entrega, encarnando al maestro Windu de forma solvente. Portman aguanta el papel, aunque perdida por las ideas que sustentan al personaje, mientras que Christensen hace aguas desde el principio.
Con mejor equilibrio narrativo que La amenaza fantasma, la historia de El ataque de los clones da comienzo definitivo a las guerras clon (continuadas a partir de 2008 en la serie animada The Clone Wars), que finalizarán en La venganza de los Sith (2005), tercer y último episodio de esta trilogía, situada tres años después de estos acontecimientos (y cumpliendo, como ya vimos, una elipsis entre capítulos superior a la de la trilogía original). De toda la saga, seguramente la más fácil de olvidar, especialmente por la falta de emoción como por un desarrollo anodino, pese a encarrilar la situación hacia La venganza de los Sith.
Aunque a muchos espectadores se les ocurren formas de mejorar o encajar mejor las piezas en estas precuelas, al final lo que debemos juzgar es lo que el director ha propuesto en pantalla. Para otras apreciaciones, hay vía libre a la imaginación personal. Como soñar que Anakin Skywalker fue el noble guerrero caído en desgracia que todos esperaban, en lugar del joven arrogante y díscolo que al final apareció en El ataque de los clones.
La forma en que Anakin se expresa en relación a Padmé no simula la de un enamorado, sino prácticamente la de una persona obsesionada, casi rozando el papel de acosador. No solo se nota en los diálogos, también en la expresividad de Hayden. Este comienzo, con el rechazo abierto que muestra Padmé, no se corresponde con el posterior desarrollo ni con el final del Episodio II. Si el inicio es prácticamente de rechazo, la forma en que se expone el enamoramiento entre ambos peca de cursilería, de excesivos clichés y, por supuesto, de incoherente con lo anteriormente expuesto. El hecho de que en la obra anterior no se cimentara una relación algo más madura, con el problema de plantear a Anakin como niño, provoca que no se comprenda la conexión entre ambos desde el inicio. Incluso la forma en que Portman encarna en origen al personaje parece más maternal que romántica.
No obstante, esta problemática no es exclusiva de la relación romántica. La evolución de Anakin también es poco creíble. Si en Una nueva esperanza (1977), el anciano Ben Kenobi le recordaba como un valiente y honorable guerrero, aquí nos encontramos con un joven rebelde, con actitud de adolescente díscolo, arrogante y egocéntrico.
Resulta comprensible que no se vea en él a un gran guerrero todavía, considerando que aún es un padawan, pero en su actitud no observamos valores de jedi, como el honor o la mesura. De la misma forma que un aspecto muy criticado de El resplandor (Stanley Kubrick, 1980) fue que se percibía a Jack Nicholson como una persona desquiciada incluso antes de que la locura del hotel se apodere de él, aquí se percibe excesivamente clara la futura caída de Anakin en el lado oscuro, tanto por su carácter como por su actitud.
Incluso un momento crucial, como se corresponde con la escaramuza en el campamento de los Tusken para buscar a su madre, marcado anteriormente por sueños premonitorios, no se siente tan crucial en un cambio brusco en la forma de ser del personaje, a pesar de que en su historia lo podamos considerar como un hecho decisivo para comprender cómo cae fácilmente en sus emociones. Por cierto, este capítulo en Tatooine sirve de preámbulo para el ataque al Templo Jedi en el Episodio III.
De forma paralela a esta trama, somos testigos de la misión de Obi-Wan Kenobi, realmente interesante para comprender cuestiones relativas a la evolución política de este universo (por cierto, muy a la par de la historia de la República y el Imperio Romano, incluso en los términos). Todo comienza con una escena de persecución en Coruscant, con una apariencia similar a Blade Runner (Ridley Scott, 1982), aunque con exceso de efectos digitales, que ya en su momento se percibían fácilmente como falsos sin restarle espectacularidad.
La investigación posterior de Kenobi nos permite vislumbrar planetas nuevos como Kamino y Geonosis, donde descubriremos la creación de los clones, futuro ejército republicano e imperial, además de percibirse un plan oculto sith, pendiendo la sombra de la duda sobre las intenciones del Canciller Supremo, como se vislumbra en la conversación entre Windu y Yoda. En esta trama quizás se pretendió hilar fino al unir al personaje de Boba Fett (aquí niño interpretado por Daniel Logan; la fama del personaje, personalmente, no la comprendo) de las primeras películas con la creación de los clones a partir de Jango Fett. Durante este entramado también se satisface el plano espacial, dado que esta película es la que menos ocupa en batallas entre naves; es el caso de la persecución de Kenobi y Fett, guiño incluido a El imperio contraataca (1980) con la nave de Obi-Wan escondida en un meteorito como el Halcón Milenario.
Por otra parte, se sigue percibiendo la manipulación de Palpatine, en esta ocasión con la votación a favor del ejército republicano empleando a Jar Jar Binks (Ahmed Best) como apoyo, a la vez que usa a otro aprendiz, un jedi caído interpretado por un solvente Christopher Lee, el conde Dooku (con él aparecerá la primera imagen de los planos de la Estrella de la Muerte). La inclusión de un nuevo sith trata de suplir la perdida de Darth Maul con un nuevo villano, pero si analizamos esta nueva trilogía de forma completa, podemos observar claramente que la inclusión de nuevos enemigos debió ser meditada para crear una mayor sensación de unión. A destacar la escena donde Dooku trata de convencer a Kenobi de unirse a sus planes, incluso contándole parte de la verdad de lo que sucede en la República (de forma similar a Darth Vader en El imperio contraataca con Luke, nueva similitud entre ambos episodios).
El último tramo de la película nos deja algunos elementos positivos como tantos otros negativos. La escena en la fábrica de Geonosis protagonizada por Padmé y Anakin junto a los droides C-3PO y R2D2 resulta ridícula, infantil y excesivamente digital. De la misma forma, la escena en la arena (escenario típico del péplum romano), esta vez reflejo del rescate de Han Solo en El retorno del Jedi (1983), incluyendo la ropa de Padmé con respecto a la de Leia, está falta de emoción por la ausencia, inexplicable, de música, además de no percibirse el peligro en la expresión de los actores. La posterior batalla es algo confusa, aunque despliega espectacularidad y sirve de preludio a la batalla final con el conde Dooku. La llegada de las tropas de clones con Yoda a la cabeza, que nos recuerda también a la llegada de Gandalf al Abismo de Helm en El señor de los anillos: Las dos torres (Peter Jackson, 2002), no por la forma, sino por la esencia.
El duelo final está falto de la maduración del que vimos en el Episodio I, aunque sea ciertamente espectacular, y de la tensión que percibíamos en los duelos entre Luke y Darth Vader de la trilogía original. Hay un duelo de fuerza entre Yoda y Dooku donde se crece el Maestro Jedi al mostrarnos que detrás de su aspecto hay un experto en la lucha, aunque hubo muchos que consideraron demasiado saltarín al venerable jedi.
Como curiosidad, resulta inverosímil la falta de expresividad de Anakin cuando Dooku le derrota de forma tan sanguinaria. El combate, de nuevo, se relaciona con El imperio contraataca, donde se produce la derrota, también física, del protagonista, aunque el final conjunto de El ataque de los clones sea positivo para el bando jedi a pesar de haber caído en la trampa sith. Homenaje y guiño evidente que concluye en un plano final muy similar al plano con el que finaliza El imperio contraataca.
El ataque de los clones cuenta con una factura técnica impresionante, incluyendo bellas localizaciones, diseños de mundos muy logrados aunque los nuevos sean parcos en detalle (Kamino, Geonosis), efectos especiales a la altura y una banda sonora del maestro Williams que se refugia en la nostalgia de los temas clásicos, incluyendo ecos de La marcha imperial. Sin embargo, está falta de tensión general, se entretiene más en contar que en mostrar como realmente hacía la trilogía original, de ahí una relación de diálogos planos y excesivamente explicativos. A destacar la participación de Christopher Lee dando entidad a Dooku y la mejora de McGregor, quien ya no contaba con la sombra de Liam Neeson; también Samuel L. Jackson aumenta su rol en esta entrega, encarnando al maestro Windu de forma solvente. Portman aguanta el papel, aunque perdida por las ideas que sustentan al personaje, mientras que Christensen hace aguas desde el principio.
Con mejor equilibrio narrativo que La amenaza fantasma, la historia de El ataque de los clones da comienzo definitivo a las guerras clon (continuadas a partir de 2008 en la serie animada The Clone Wars), que finalizarán en La venganza de los Sith (2005), tercer y último episodio de esta trilogía, situada tres años después de estos acontecimientos (y cumpliendo, como ya vimos, una elipsis entre capítulos superior a la de la trilogía original). De toda la saga, seguramente la más fácil de olvidar, especialmente por la falta de emoción como por un desarrollo anodino, pese a encarrilar la situación hacia La venganza de los Sith.
Aunque a muchos espectadores se les ocurren formas de mejorar o encajar mejor las piezas en estas precuelas, al final lo que debemos juzgar es lo que el director ha propuesto en pantalla. Para otras apreciaciones, hay vía libre a la imaginación personal. Como soñar que Anakin Skywalker fue el noble guerrero caído en desgracia que todos esperaban, en lugar del joven arrogante y díscolo que al final apareció en El ataque de los clones.
Escrito por Luis J. del Castillo
Hola :) Hace billones de años que no paso por aquí, el tiempo de trabajo no me ha permitido estar mucho al tanto de blogs y demás, pero espero volver poco a poco. Estoy leyéndome algunas de las entradas, pero no voy a comentar en todas, que es de locos XD. Me encanto la de Los Goonies, y este mini ciclo de Star Wars creo que lo voy a gozar mucho, por que también las estoy volviendo a ver y con estos detallados análisis da gusto revivirlas en profundidad. Un abrazo^^
ResponderEliminar¡Hola Mangrii! Un placer verte de nuevo por aquí. La verdad es que mientras sea por trabajo, es totalmente comprensible. Creo que la mayoría de fans de Star Wars nos hemos puesto las pilas para revisionar la saga. Así que, aprovechando, aquí nuestros análisis. La semana que viene pondremos el Episodio III, a ser posible antes del 18. Espero que te guste ;)
Eliminar¡Nos vemos por aquí, por tu blog o por Twitter! ;)
Muy buen análisis tanto de la saga como del Episodio II. ¡Has hecho un gran trabajo! Todos a revivir las aventuras antes del día 18! Saludos!
ResponderEliminarSin duda ha sido un buen momento para repasar toda la saga antes del nuevo episodio. Hemos querido hacer un análisis con cierto detalle de la saga precuela que tan criticada fue, además de mostrar nuestra opinión sobre la saga original. Me alegro de que hayas disfrutado de este repaso ;)
EliminarEn casa, el fanàtico de Star Wars es mi esposo. Pero me llevò al cine a ver la ùltima pelìcula y me gustò mucho. NUnca habìa visto un episodio completo, siempre terminaba dormida y la verdad no me llamaba la atenciòn... hasta ahora. Me encanta el hecho de que una mujer lidere la resistencia y que encima de todo, la llamen princesa. Es genial !
ResponderEliminarAhora me he propuesto ver toda la saga pero me està costando un poco porque en netflix no estàn todas y desearìa verlas en orden.
Saludos desde Panamà, buen post.
Conozco varios casos de personas que no eran muy reacias a la saga y el último episodio les ha gustado bastante. Aunque el orden "cronológico" sería episodio del I al VI, lo cierto es que hay varias formas de ver la saga, te invito a conocerlas por la red. No sé cómo está el catálogo de Netflix, pero sin duda es una pena que no ofrezcan todas las películas de la saga.
Eliminar¡Gracias por comentar! :)